Centenario de una gran masacre

 

Se cumplen ahora cien años del comienzo de la Primera Guerra Mundial, conflicto que supuso el fin de una época y que arrojó un balance desorbitado de muerte y destrucción. La guerra “que iba a acabar con todas las guerras”, lejos de conseguirlo, representó el principio de una era bélica sin parangón, en la que todavía estamos inmersos porque, como declaramos en la última reunión de la Internacional de Federaciones Anarquistas, “la guerra es la salud de los Estados”.

Una de las cosas que se destruyeron con la Gran Guerra fue el internacionalismo proletario, al menos el de los partidos socialistas que, con poquísimas excepciones, cayeron en el más repulsivo de los patriotismos ayudando a la burguesía a lanzar a los trabajadores a la más absurda de las matanzas.

Desde el primer momento, el anarquismo clamó contra la guerra. Prueba de ello es el periódico Tierra y Libertad que, al estallar el conflicto reprodujo el texto de Bakunin que hoy volvemos a ofrecer a nuestros lectores, cien años después del comienzo de la Primera Guerra Mundial, doscientos años después del nacimiento de su autor. Está tomado de su obra “El imperio Knuto-germánico y la revolución social”.


Lyon, 29 septiembre de 1870.- Querido amigo: No quiero partir de Lyon sin dedicarte algunas palabras de despedida. La prudencia me impide estrecharte la mano. Ya no puedo hacer nada aquí. Vine a Lyon para combatir y morir a tu lado. Vine, porque tengo esta suprema convicción: la causa de Francia es hoy la de la Humanidad, y su caída, su servidumbre bajo un régimen impuesto por las bayonetas prusianas, sería la mayor desdicha que, desde el punto de vista de la libertad y del progreso humano, sufriría Europa y el mundo.

He tomado parte en el movimiento de ayer y he firmado los acuerdos del Comité Central de Salvación de Francia, porque a mi juicio es evidente que con la  destrucción real y completa de toda la máquina administrativa y gubernativa de vuestro país, no queda para la salvación de Francia otro remedio que el levantamiento, la organización y federación espontáneas, inmediatas y revolucionarias de sus municipios, fuera de toda tutela y dirección oficiales (…)

Lyon es la segunda capital de Francia y la llave del Mediodía, y el cuidado de su propia defensa le impone el doble deber de

Otto dix, Explosión de una granada, 1916-1917

organizar el levantamiento armado del Mediodía y libertar París. Podía hacer, puede hacer aún ambas cosas. Si Lyon se subleva, arrastrará necesariamente consigo a todo el Mediodía de Francia. Lyon y Marsella serían los polos de un movimiento nacional y revolucionario formidable que, sublevando a la vez las campiñas y las ciudades, haría brotar centenares de miles de combatientes, y a las fuerzas militares de la invasión se opondría la poderosa fuerza de la revolución (…)

¿Puede decirse que la burguesía y el proletariado quieren absolutamente lo mismo?

No. Los obreros de Francia quieren su emancipación a toda costa (…) Careciendo de bienes que sacrificar, dan su vida, y prefieren morir a legar a sus hijos una existencia de esclavos (…)

La burguesía quiere absolutamente lo contrario: lo que le importa ante todo es la conservación de sus casas, de sus tierras y de sus capitales; a la integridad del territorio nacional prefiere la integridad de su caudal, formado por el trabajo del proletariado por ella explotado bajo la protección de las leyes nacionales. En su fuero interno, y sin atreverse a manifestarlo públicamente, quiere la paz a toda costa, aunque sea comprándola con el desmembramiento, con la decadencia y la servidumbre de Francia (…)

La burguesía odia al pueblo a causa del mismo mal que le ha hecho; le odia porque ve en la miseria y en la esclavitud de ese pueblo, su propia condena; porque está persuadida de que merece la cólera popular, y porque siente amenazada su existencia por ese mismo odio, que es cada día más intenso, más irritado (…)

Reunid a todos los burgueses de Francia y preguntadles qué prefieren: la libertad de su patria por una revolución social, o su servidumbre bajo el yugo de los prusianos; y si quieren ser sinceros, os contestarán que prefieren lo último (…) ¿Creéis que si los burgueses de París no se encontraran bajo la mirada y el brazo siempre amenazador de los obreros, París habría opuesto a los prusianos una resistencia tan gloriosa?


Mijaíl Bakunin

Publicado en el número 312 del periódico anarquista Tierra y libertad (julio de 2014)