Ciudadano Krahe
Ciudadano Krahe
Muchos se han referido a Krahe como el "Brassens español", cantante y compositor francés del siglo pasado, y del que creo puede decirse que es uno de los grandes poetas contemporáneos. Efectivamente, no solo por su gran talento, son varías las similitudes que hay entre los dos cantautores: malos estudiantes, pero devoradores de libros con avidez, lo que les supuso una gran cultura, ambos empezaron a cantar pasados los treinta, se mantuvieron al margen de los circuitos de éxito permaneciendo fieles a sus músicos y amigos, y los dos son simpatizantes del anarquismo. A pesar de esa filosofía vital coherente, honesta y profundamente inconformista, Brassens acabó siendo adorado por Francia y sus discos son ampliamente conocidos. No es el caso, todavía, de Javier Krahe, aunque sus fieles son (somos) una enorme minoría. Hay que recordar que uno de los primeros éxitos de Krahe, o al menos el que le otorgó cierta popularidad y le empujó a seguir cantando, fue Marieta, adaptación al castellano que él mismo realizó de un tema de Brassens (versionaría otro tema del cantautor francés en La tormenta). Las primeras canciones las interpretó Krahe en el local La Mandragora en la madrileña Cava Baja, lugar donde muchos artistas conocidos dieron sus primeros pasos (no solo del mundo de la música, también de la magia, el teatro, el cine, el dibujo...), y en el que se grabaría un mítico disco en directo, de Javier Krahe, Joaquín Sabina y Alberto Pérez, conocido con ese mismo nombre. Desgraciadamente, no tardo demasiado en clausurarse, por orden municipal, aquel lugar símbolo de las primeras libertades artísticas con la excusa de protestas vecinales, pero producto en realidad de una represión económico-cultural de un Ayuntamiento comandado por el izquierdista alcalde Tierno Galván. Resulta significativo que Krahe reniegue de la llamada Movida madrileña de la década de los 80, o al menos manifieste los sentimientos enfrentados que le producía, ya que la consideraba tutelada por la Administración, resultando paradójico que el mismo alcalde que cerraba locales apoyara luego unas manifestaciones contraculturales de dudosa autenticidad.
Krahe es un hombre, como le gusta decir a él, ya de cierta edad. Nació en 1944, en el seno de una familia de clase media del barrio de Salamanca de Madrid. Aunque pueda parecer lo contrario, la mayoría de sus canciones recogen de manera sutil hechos reales de su propia vida o referencias indirectas. En el colegio marianista de Nuestra Señora del Pilar, en la calle Ayala del barrio madrileño mencionado, fue formándose un ácrata que dedicará gran parte de su trabajo a combatir a esos siniestros individuos con sotana, una directa intención anticlerical que resulta tremendamente necesaria en una sociedad española muy deudora todavía del franquismo. Los que nos consideramos ateos, creo que puedo hablar al menos por gran número de ellos que trato y conozco, tomamos la valiente decisión a una determinada edad de no buscar seguridades metafísicas ni tranquilidades existenciales de tipo alguno; por otra parte, estamos obligados igualmente a oponernos a toda institución que se arrogue la pretensión de una verdad con mayúsculas, que tienda al absolutismo, que pretenda gobernar las vidas de las personas manipulando conceptos muy humanos. Pienso que puede ser esta también la actitud vital que ha tomado el gran Javier Krahe. Por otra parte, en alguna ocasión ha mencionado acertadamente el miedo a la muerte como otro germen de la creencia sobrenatural y del negocio que con ella realiza la religión. La actitud del cantautor/filósofo recuerda a la máxima de Epicuro sobre lo absurdo que resulta, ontológicamente, temer a la muerte: "mientras somos, ella no es, y cuando llega, nosotros no somos". El auténtico temor es a no disfrutar de la vida, y como asegura Krahe, "en mi familia siempre se han muerto unos cuantos, así que creo que voy a seguir la tradición familiar".
Poco después de la emisión del corto, aparece una denuncia ante la Fiscalía General del Estado contra los responsables de la misma, llevada a cabo al parecer por cierto político conservador, y también otra contra Krahe a título personal. Parece ser que hay cierto resquicio en el Código Penal al que se pueden acoger las personas susceptibles de haber visto ofendidos o ridiculizados sus sentimientos religiosos, algo que resulta aún más indignante y jocoso en el caso de figurar en un escrito jurídico. El propio Krahe, irreductible, ha señalado lo ridículo de la denuncia, así cómo las amenazas y persecución que ha sufrido por los fundamentalistas católicos en no pocas ocasiones. Las declaraciones que ha tenido que realizar en diversos juzgados, respondiendo a preguntas marcianas, son una muestra más del esperpento nacional. Es evidente, además, la animadversión hacia Krahe, cuando se ignora en la denuncia, tanto a los responsables de la emisión, como a los otros artífices del susodicho cortometraje. En cualquier caso, como dijo el cantautor ante una pregunta sobre si no le parecía demasiado fácil transgredir con semejante corto, eso lo realizó hace más de tres décadas y lo asombroso es que aún siga escandalizando.
Efectivamente, Krahe utiliza el humor para transgredir, para defender sus ideas y filosofía de vida, así como se vale de la provocación con todas las intenciones de molestar, mostrando el profundo desprecio que le producen ciertas clases, como son los curas y políticos. Las referencias a los tipos con sotana son tan numerosas, que en un tema reciente llamado Gracias, canción hace un pequeño alarde de autoreferencia y metalenguaje del siguiente modo: "Qué bien cuando te sulfuras / y te metes con los curas /y su ridículo atuendo. / Eso está bien, / me parece algo horrendo; / gracias canción". Tal vez su tema anticlerical más logrado, y celebrado, sea Los caminos del señor. Krahe tuvo el acierto de dedicar la canción en un concierto al siniestro y dañino Rouco Varela, lo que parece ser que provocó las iras de éste. Va a ser que el trabajo de Javier Krahe es mucho más influyente de lo que cabe suponer, para alegría de sus "fieles". En Los caminos del señor se produce una situación, tan irreverente, como absurda, alguien que padece de amnesia aparece en una Iglesia con la vaga sensación de que todo aquello le produce un gran rechazo: "a quién coño fui a rezar / yo, que siento por Jesús ¡repelús!". Después de pedir a un sacristán que le ayude y eche una jaculatoria para que recobre la memoria, algo que el hombre hace a San Cucufato obrándose el milagro: recupera todo lo que había perdido… ¡incluido un mechero! Es el colofón del tema el que resulta especialmente memorable (valga el juego de palabras), el hombre recuerda que en realidad entro en el templo a robar: "Tú, que nunca vas al templo, / tú que estás en el error, / toma de mi historia ejemplo ejemplo, / rectifica pecador / y recorre sin temor / los caminos del señor. / Sí, señor". El tema es de una efectividad que tumba de espaldas y ell fundamentalismo, por supuesto, no tiene nada de sentido del humor. No hay que entrar al trapo cuando alguien religioso manifiesta que se ha visto ofendido, al fin y al cabo, a Krahe le ofenden profundamente las iglesias y no se le ocurriría abordar a ningún cura e increparle las barbaridades que suelen decir. Aunque, tal vez, debería hacerlo.
La crítica más feroz, y por supuesto divertida, a la sociedad, a la del mundo supuestamente desarrollado de Occidente, la realiza Krahe en el tema En las antípodas. Si en el film Los lunes al sol se mencionan las antípodas, por su lejanía, como un posible paraíso, el tema de Krahe vendría a ser la concreción irónica de que no es así, que las miserias son exactamente las mismas que sufrimos en nuestra sociedad. El mérito de esta canción es aún mayor si se cae en que está compuesta utilizando palabras esdrújulas, algo realizado por supuesto con todas las intenciones literarias. La letra no tiene desperdicio al describir a los individuos y situaciones que componen la sociedad: "…políticos más bien estúpidos / pero son súbditos muy pusilánimes / …hay muchas víctimas, hay muchas cárceles. / Voces hipócritas piden, coléricas, / medidas drásticas, sillas eléctricas / Los eclesiásticos desde sus púlpitos / causan catástrofes, y los omnímodos / poderes fácticas, hazañas bélicas…". Mientras el estribillo nos repite que en las Antípodas todo es "idéntico a lo autóctono", el colofón del tema llega a altas cotas de genialidad cuando Krahe nos menciona un nuevo opio para el pueblo en la sociedad contemporánea: "Pero es fantástico, martes y miércoles, / jueves y sábados, lunes y vísperas, / dan espectáculo con el esférico, / y allí, al unísono, arman escándalo, / y es como un bálsamo para sus ánimas". Las canciones de Javier Krahe que mejor envejecen son las que hablan de sentimientos, en las que este artículo no se ha centrado, las cuales hablan en su mayoría de divertidas y emotivas aventuras fugaces. Esperemos que los temas que peor resisten el paso del tiempo sean, efectivamente, los que describen una sociedad sumamente imperfecta plagada de individuos desagradables que tratan de imponer a los demás (aunque, mientras tanto, que Krahe las siga haciendo con ese gran talento e inmejorable humor).
José María Fernández. Paniagua
(Artículo publicado en el periódico anarquista Tierra y libertad núm.272 (marzo de 2011)