Economía participativa
Economía participativa
Como hemos dicho, economía participativa, que también se conoce como parecon, es una de las alternativas libertarias a la economía capitalista de mercado y, obviamente, a la planificación centralizada propia del socialismo de Estado. Esta propuesta económica recoge los rasgos positivos del anarquismo como son la autogestión y el federalismo; se rechaza toda jerarquización permanente y no existe estructura de clases; los valores que se intentan conseguir son equidad, solidaridad, diversidad y autogestión participativa. La solidaridad es lo que debe hacer que las personas se preocupen también por el bienestar de los demás. Diversidad alude a que la economía aporte múltiples opciones, no soluciones únicas. Equidad se refiere a que debe darse a los trabajadores un salario en proporción a su esfuerzo y sacrificio, realizando una labor socialmente útil, en lugar de depender de las propiedades que se posean, de la negociación con los patronos o de la productividad. Autogestión significa que trabajadores y consumidores deben tener influencias en las decisiones sobre la producción, la asignación de recursos y el consumo con un nivel de influencia proporcional al impacto relativo de esas decisiones sobre sus vidas; es una manera de superar la existencia de gobernantes y gobernados también en lo económico.
Uno de los aspectos clave de las propuestas de la economía participativa estriba en cómo lleva a cabo una remuneración justa. Eliminadas, obviamente, las diferencias salariales por cuestiones de raza, sexo o condición social, se trata de correlacionar la remuneración de las personas con el nivel de entrega y esfuerzo que realicen. Se rechaza el salario en base a la productividad, que no es lo mismo que el mencionado esfuerzo, ya que las personas difieren en capacidades y habilidades. Esta búsqueda del equilibro en el trabajo llevará a que una persona que trabaje más tiempo o de manera más dura obtenga proporcionalmente un mejor salario.
La autogestión es uno de los objetivos primordiales a conseguir y se tratará de lleva a cabo de la forma más óptima posible mediante consejos de consumidores y productores, basados en métodos de toma de decisión que otorgan influencia de modo proporcional al grado en que cada persona se ve afectada por esas decisiones.
En cuanto al reparto del trabajo, se trata de conseguir también un equilibrio para que no se produzca la división entre aquellos que toman las decisiones y los que se limitan a seguirlos. Por supuesto, se busca que cada trabajador tenga un nivel de vida adecuado y un poder de decisión similar al de los demás; es por eso que hay que compensar siempre a los que tengan los trabajos más desfavorecidos, tal vez con más tiempo libre para que puedan formarse y llevar a cabo otras tareas. De manera inversa, aquello que tengan los trabajos más agradecidos tendrán que compensarlo de alguna manera. En cualquier caso, se cuida de que nadie tenga un trabajo repetitivo y aburrido, ni tampoco de que esa labor desarrolle una habilidad o confianza para obtener poder; se busca que cada persona tenga un conjunto de tareas adecuadas a su capacidad e inclinación, cuyo poder de influencia sea similar al de los demás. Por ejemplo, en una economía participativa existirán por supuesto tareas de administración, dirección o planificación, pero nadie se dedicará solo a eso; del mismo modo, hablando de tareas más ingratas, como la limpieza o cualquier tipo de servicio, tampoco nadie se dedicar en exclusiva a eso. Estos cambios y alternancias en el rendimiento laboral tienen que ir paralelos a una pérdida de miedo a que no se produzca lo suficiente por haber reducido la especialización.
La economía participativa busca también no enfrentar al productor y al consumidor, tal y como ocurre en la competencia propia del capitalismo. De manera consciente, productores y consumidores pueden planificar cómo coordinar su relación de manera democrática, equitativa y eficiente. La asignación de recursos propugna en primer lugar una planificación social descentralizada y participativa, mediante la cual los trabajadores y las asociaciones de consumidores pueden proponer y revisar sus actividades de forma negociada y socialmente responsable. Esta planificación participativa, superadora de los desequilibrios del mercado y de la rigidez del centralismo, es explicada de tal manera que se confía en su eficacia y se comprende que su existencia no es ningún peligro para la pérdida de libertades básicas. Existen otras propuestas dentro la economía participativa, de carácter más técnico y conscientes de las limitaciones del sistema capitalista. Sin embargo, los objetivos a largo plazo no se pierden en ningún momento y, muy al contrario, sirven para reconocer y superar las injusticias actuales; también, son eficaces para despertar la motivación de las personas y seguir avanzado hacia objetivos socialmente más ambiciosos.
Capi Vidal