El combate contra el dogma

 

La palabra "escéptico", empleada peyorativamente por algunas personas de afán dogmático, me parece hermosa. Su origen está en la Antigua Grecia y viene a significar algo así como "el que mira o examina cuidadosamente"; se puede decir que el fundamento de la actitud escéptica es la cautela, la circunspección. El escepticismo se convirtió en doctrina filosófica, de enorme valía en mi opinión para combatir todo dogmatismo, con un aspecto teórico, que afirma que no hay ningún saber firme ni una opinión absolutamente segura, y una vertiente práctica, que se niega a adherirse a ninguna opinión en base a lo que se llamó la "suspensión del juicio".
Como declara el periodista científico Mario Bohoslavsky en una especie de manifiesto escéptico, es inadmisible que la Razón admita como cierto algo porque esté repetido hasta la saciedad -eso nos lleva a una famosa sentencia de un ministro nazi- o por su aceptación por mucha gente o porque lo afirme gente aparentemente ilustre. El camino de la lucidez siempre es más duro, menos transitado, obliga a detenerse ante cualquier afirmación, a ir con más lentitud y a examinar constantemente.
Se puede decir que lo contrario del escepticismo es la credulidad, la aceptación de la verdad sin ningún análisis, bien por falta de preparación intelectual, desidia, comodidad, respeto a la autoridad -sea cual fuere, muchas veces revestida de preparación técnica o científica-, respeto a lo establecido, entre otras razones. Desgraciadamente, algunas viejas supercherías se mantienen con otra forma, adaptadas a los nuevos tiempos -un tiempo en el que los valores de la Ilustración quizá no hayan triunfado o hayan fracasado en muchos aspectos-, y siempre encontramos embaucadores dispuestos a jugar con la buena fe de las personas, disfrazados muchas veces de científicos, utilizando un lenguaje técnico en su afán de adhesionarse el mayor número de personas.
Bohoslavsky habla de escépticos pasivos, que sonríen con desdén ante la estupidez de personas crédulas, y de escépticos combativos, que actúan contra el oscurantismo, desafían a los profesionales de la mentira con sus propios puntos de vista escépticos y no piensan que la gente sea tonta, sino que está desinformada. El que subscribe se obliga a ser un escéptico activo y, desgraciadamente, me encuentro constantemente con personas que han abrazado "su" verdad y son incapaces de escuchar un posicionamiento crítico, de aceptar la condición seudocientífica de lo que afirman -al margen de su "validez" empírica, tal vez para ellos y para otras personas- y de entender que nada más lejos de mi intención que señalar su ignorancia o estulticia o de caer yo mismo en el dogmatismo en mi afán escéptico -este punto también se ha discutido en la historia del pensamiento, pero creo que, a estas alturas y con las ideas claras, corresponde más al juego filosófico que a la realidad práctica-. Muchas de estas creencias -atentos a las sabidurías orientales tan de boga hoy en día- pueden tener una base verdadera, con cierta tradición filosófica, en el estudio de la naturaleza y el ser humano, pero el problema lo encontramos en su conversión en dogma, en que se planteen interrogantes que corresponden al terreno de lo sobrenatural y desemboquen en algo parecido a una religión, en que se acepte la seudociencia, lo paranormal, como una ideología y filosofía vital, y se acepte una supuesta "verdad" -en la religión tradicional sería revelada, en este caso la finalidad será parecida, de base falsamente natural o cientifica- que impide el progreso y el pensamiento crítico. No quiero confundir ni contraponer la tolerancia que se pueda tener hacia la búsqueda de salud o de alguna suerte de consuelo, que puedan buscar las personas en ciertas doctrinas o terapias alternativas, con un fuerte compromiso con una búsqueda del conocimiento que amplíe el horizonte del saber y una práctica vital coherente, la superstición siempre es dañina.
Anécdotas en mi vida, donde personas presuntamente ilustradas se indignan dogmáticamente ante las dudas y preguntas que realizo ante sus "verdades" encontradas, me obligan a ese compromiso con el escepticismo. En cierta ocasión, me encontraba tratando de salvar la vida a un animal con múltiples problemas físicos -seguramente, somatizados ante la falta de cuidados que había recibido-, con continuas atenciones y visitas al veterinario; ciertas personas, practicantes de
reiki, provocaron mi indignación y afirmaron sin ninguna ironía la posibilidad de transmitir energía al animal a distancia -creo que era utilizando un objeto que actuara como símbolo-. El problema no radica en que las personas practiquen lo que les venga en gana que les pueda reportar una serie de beneficios, el auténtico problema -y algo de pena diría yo- viene si las personas acaben creyendo científicamente, como era el caso de estas personas, que pueda existir energía negativa y positiva -el reiki es de origen japonés, pero podemos encontrar algo similar en el feng-shui o en el tai-chi, originados en China y que buscan la canalización de energía en el espacio y en el cuerpo humano, respectivamente-, una especie de conexión energética entre los seres vivos y que algunos "expertos" pueden manipular esa energía en bien de sus semejantes -y más irrisorio aún, la posibilidad de hacerlo… ¡a distancia!-. En otra ocasión, una persona me habló de las terapias de regresión, afirmando sin ninguna duda sus recuerdos de una "vida anterior". Mi estupor era indescriptible cuando no admitía ninguna duda ante lo que consideraba haber vivido en otro cuerpo y haberlo recordado perfectamente gracias a esta técnica o terapia; el dogmatismo llegaba a un punto en que, ante mi comentario sobre lo inescrutable todavía en el conocimiento humano en lo que atañe a la mente humana, afirmaba con indignación que ésta -la mente humana- era mucho más simple de lo que creíamos. La lista de psicologías alternativas que poco o nada tienen que ver con el estudio serio de la mente es interminable. La terapia de regresión parece que tiene un origen sicoanalítico y pretende acceder a experiencias pasadas para poder cambiar contenidos de tipo inconsciente de nuestra mente que pueden ser causa de males actuales; los críticos de esta técnica afirman que los recuerdos pueden estar inducidos por la misma terapia, en lugar de ser inconscientes, tal y como ha demostrado múltiples veces la Psicología Cognitiva. Son dos casos que me resultaron cercanos, no deseo con ello ridiculizar a nadie -muchas veces, nuestra reacción ante una defensa de lo que creemos es desmedida-, pero sí quería que sirvieran como ejemplos de esa conversión en dogma que tan peligrosa resulta para el progreso.
En el Mundo Occidental se puede decir que se vive una época de retroceso de la Razón, el oscurantismo gana posiciones y las creencias son cada vez más anticientíficas y antirracionales. Creo que hay que afirmar sin ambages que la sociedad española se caracteriza por una pérdida de formación cultural, por su escasa preparación científica, donde los medios no solo no divulgan el conocimiento sino que abundan en la especulación absurda y en datos acientíficos. El ejemplo más evidente es el programa "Cuarto Milenio", de una canal de televisión que pretende ser una opción progresista -esta palabra produce cada vez más hilaridad en la sociedad mediática en la que vivimos-, con divulgación de auténticas imbecilidades especulativas en lo paranormal, sin el menor análisis racional que actúe de balanza y presentados con cierto atractivo esotérico para que atraiga el morbo de la audiencia. Ya Hume afirmó hace tiempo, de manera brillantemente sencilla, que "las afirmaciones extraordinarias necesitan pruebas extraordinarias". Se puede extender lo mencionado anteriormente a la política y a los problemas sociales, con puntos de vista limitados, excesiva subjetividad -con todo lo que tiene de delicada tal afirmación, soy consciente- y, finalmente, de clara manipulación. La mayoría de los medios produce programas incalificables: ocultismo, astrología y, en general, pseudociencia de toda índole, el falseamiento de la realidad más evidente que alimenta la ignorancia. A pesar de algunos, podemos considerar la historia también como una ciencia y observamos también como pseudoprofesionales manipulan los datos históricos por su propio beneficio y, entonces, la escasa memoria que poseen las personas jovenes se encuentra además pervertida.

José María Fernández Paniagua
Artículo publicado en el periódico anarquista Tierra y libertad núm.237 (Abril 2008)