1- El anarquismo argentino en el discurso historiográfico: una hipótesis
La historia del movimiento anarquista en Argentina es de una enorme riqueza de experiencias y creaciones. En las dos primeras décadas del siglo XX fue un movimiento masivo con una gran visibilidad, que se expresó no sólo en las grandes manifestaciones callejeras y en la fuerza de la FORA (Federación Obrera Regional Argentina, la central obrera más importante hasta 1915, de orientación anarquista), sino también en las innumerables publicaciones, el periódico La Protesta (con dos salidas diarias y un tiraje cercano a los periódicos comerciales), las escuelas libertarias inspiradas en las ideas de Francisco Ferrer y cantidad de ateneos y bibliotecas populares.
La historiografía ha restringido el estudio del movimiento anarquista en Argentina a estas dos primeras décadas, y ha considerado que su auge llegó a un límite en 1910, y que luego comenzó una etapa de decadencia. Las causas invocadas fueron varias: la modificación de la ley electoral de 1916 (donde se declara la universalidad del voto), los nuevos mecanismos de negociación desde el estado en los conflictos gremiales, el cambio en las relaciones sociales a partir de la transformación urbana, el desarrollo de la industria del ocio (cine, fútbol, etc.) y conjuntamente la represión estatal desatada en 1910 con la Ley de Defensa Social, la clausura de periódicos, encarcelamientos y exilios1.
Todo esto fue quitando espacio de actuación al anarquismo, que mantuvo su postura innegociable, y esto lo hizo retroceder ante otras fuerzas sindicales y políticas que se aprestaron a utilizar los nuevos mecanismos de negociación y el ingreso a la contienda electoral.
Sin embargo, a pesar de que el anarquismo fue desapareciendo en los estudios dedicados a la tercera década del siglo XX, no había perecido en la realidad. Es verdad que la FORA en 1930 ya se encontraba en franca minoría tanto frente al sindicalismo y socialismo de la CGT2, como frente al crecimiento de los sindicatos comunistas. Pero esto no significó su desaparición total, ya que logró protagonizar algunos conflictos significativos en esa década.
Pero más importante aquí, para el tema que tratamos, es el surgimiento en 1935 del primer grupo anarquista “especifista”: la Federación Anarco Comunista Argentina (FACA). El nacimiento de la Federación, en momento que la historiografía ya no presta atención al movimiento, supone que aún existía una fuerza vital del anarquismo organizado (había una gran cantidad de grupos en todo el país) aunque ésta tenía características diferentes a las que habían actuado en el marco de la FORA. La base social había cambiado, o por lo menos no se encuadraba únicamente en la lucha sindical, que para esta etapa se había visto cada vez más cooptada por el estado.
Una de las encrucijadas para los anarquistas fue mantener sus principios y que a la vez fueran efectivos, en un entorno donde las condiciones habían cambiado. Ante esto fue natural cierto desconcierto, sobre todo después de haber participado en un enorme movimiento de masas, que ahora le daba la espalda y elegía tácticas más efectivas aunque alejadas de empresas revolucionarias. Muchos anarquistas, en este período, eligieron, sin desdeñar la lucha anarcosindicalista, dar vitalidad a otra cara del pensamiento y la práctica anarquista, tal vez más apta para esta etapa. En este contexto nace la FACA, que se transformaría en la Federación Libertaria Argentina en 1955.
La historiografía argentina no ha prestado atención a esta transformación, ya que el anarquismo fue estudiado casi únicamente como una variante del movimiento obrero, tal vez por la influencia de la visión marxista y de la importancia asignada a la categoría de clase. Si bien es verdad que el movimiento anarquista se hizo masivo y visible a través de su organización sindical, también lo es que el pensamiento ácrata y sus acciones son mucho más que esa variante.
Los estudios sobre movimientos políticos se han focalizado, durante mucho tiempo, sobre aquellas fuerzas que operaban dentro del sistema electoral, o dentro de otro espacio cuyo peso en el aparato productivo (y por lo tanto en la esfera política) era visible: el movimiento obrero organizado.
Esta disección de la realidad tiene como característica restringir el aspecto político a aquellos fenómenos que se vinculan de alguna manera con el Estado. El Estado se constituye entonces, en fuente de lo político, en el foco que hace visible solamente a aquellos sectores que entablan relaciones con él (desde la negociación a la oposición violenta para coparlo).
Mientras en una primera etapa la historia era considerada como el resultado de las acciones de los “grandes hombres”, es decir de la élite, más tarde ya no se pudo evitar tomar en cuenta la incidencia de los partidos revolucionarios o del movimiento obrero. Es decir, se produjo una transformación en los estudios y el discurso historiográfico, acorde con la inclusión de amplios sectores en la vida política (sufragio electoral) y económica (leyes de protección obrera, legalización del movimiento obrero, etc.). Pero estos cambios no constituyeron una transformación en las miradas sobre lo político, sino más bien ampliaron el campo visual a medida que el Estado se abría e incluía sectores. Es por eso que a aquellos grupos y prácticas que se constituyen en lejanía o autonomía con los resortes del Estado, se les retacea su carácter de político y son relegados al campo de lo social3.
Esta idea constituye una posible hipótesis sobre la falta de estudios sobre el movimiento anarquista en la década de 1930 en Argentina. Pueden citarse también otros motivos, pero para nuestro trabajo es importante basarnos en esta idea, que nos permite abordar el pensamiento anarquista desde su más amplia potencialidad y entonces visualizar su permanencia durante décadas, aunque no ya como una expresión de masas.
2- El surgimiento de la Federación Libertaria Argentina (FLA)
Una pequeña síntesis de la formación de la FACA nos remite a su antecedente más contundente: el Congreso realizado en la cárcel de Villa Devoto4 en septiembre de 1931, donde habían sido confinados cientos de militantes de distintas tendencias, muchos como paso previo a Ushuaia5, después del golpe militar producido por el general Uriburu en 1930. Allí se logró el acuerdo de trabajar para producir un gran encuentro en septiembre de 1932 en Rosario, lo que sería el II Congreso Regional Anarquista6.
Este congreso creó el Comité Regional de Relaciones Anarquistas (CRRA), que revitalizó todo el movimiento en el país y logró que los seis comités zonales establecidos en el Congreso de Rosario (Rosario, Resistencia, Bahía Blanca, Santa Fe, Tucumán y Capital) aumentaran a 16 en septiembre de 1933 y llegaran posteriormente a 30. A su vez hizo nacer el periódico Acción Libertaria como su vocero, que retrató casi cuarenta años de historia, hasta su desaparición en marzo de 1971.
El trabajo desarrollado por el CRRA durante tres años, pudo concretarse en octubre de 1935, al realizarse el Congreso Constituyente de la Federación Anarco Comunista Argentina7.
La FACA, primera organización especifista anarquista de la Argentina, establece su sede de correspondencia en la Capital Federal, y comienza a desarrollar múltiples actividades en todo el país, en continuidad con las desempeñadas por el CRRA.
Desde la formación de la FACA, hasta su designación como Federación Libertaria Argentina, se sucedieron seis grandes encuentros:
Diciembre de 1936: Pleno Nacional de agrupaciones provinciales.
Febrero de 1938: Primer Congreso Ordinario.
Julio de 1940: Segundo Congreso Ordinario.
Octubre de 1942: Pleno Nacional de agrupaciones y militantes.
Diciembre de 1951: Tercer Congreso Ordinario.
Febrero de 1955: Cuarto Congreso Ordinario. Nace la FLA.
Son innumerables las actividades y proyectos desarrollados por esta organización, desde su creación en 1935 hasta la actualidad, pero nos detendremos en su relación con la Guerra Civil Española y la labor de los tres delegados enviados a España, para desde allí avanzar sobre el tema de este trabajo.
En 1936 se produce uno de los hechos más importantes para el anarquismo mundial. El levantamiento del general Franco contra la República Española desencadenó la Guerra Civil, pero también aceleró el proceso revolucionario que venía gestándose y que tenía como uno de sus protagonistas al poderoso movimiento anarquista español.
En la Argentina8, la FACA realizó una campaña importante a favor del movimiento español. Intervino en la formación de numerosos comités populares de Ayuda a España. Fundó, de acuerdo con la CNT y la FAI española, el Servicio de Propaganda de España, editando la revista Documentos Históricos de España, e impulsó la formación de la SIA (Solidaridad Internacional Antifascista). Se designaron tres militantes como delegados en España: Jacobo Prince, Jacobo Maguid y José Grunfeld, quienes ocuparon cargos de máxima responsabilidad en el diario confederal Solidaridad Obrera; en el órgano de la FAI, Tierra y libertad, y en el Comité Peninsular de la FAI, respectivamente.
La actividad, especialmente de uno de los delegados, estuvo relacionada con el rescate de la memoria histórica del movimiento anarquista y su devenir durante la revolución española; desde allí se extiende un hilo hasta la constitución de la Biblioteca Archivo de Estudios Libertarios (BAEL), varias décadas después.
3- La vinculación con el movimiento anarquista español y el rescate de la memoria anarquista
Al comenzar la revolución y guerra civil española, la Federación Libertaria Argentina (denominada Federación Anarco Comunista Argentina en ese momento) designa tres delegados para colaborar en la península9. El primero de ellos en llegar fue Jacobo Maguid, en noviembre de 1936, previo paso por Marsella. Inmediatamente asumió tareas importantes como la comisión organizadora del Congreso Internacional Anarquista y en diciembre comenzó a trabajar en el Comité Regional de la FAI, en el periódico Tierra y libertad y en la revista Tiempos Nuevos. En diciembre de 1938 renunció a su puesto de director de Tierra y libertad, trabajó en la revista Timón y comenzó a idear y ejecutar el rescate de la memoria del movimiento anarquista en España, avalado por el Comité Peninsular de la FAI. Para ello se dedicó a redactar un cuerpo documental denominado “Memorias”10, que consistió en la recopilación de informes de diferentes secretarias y militantes anarquistas. Este trabajo fue comenzado en Barcelona y continuado en Marsella, donde se trasladó parte del archivo de CNT-FAI, que le sirvió de fuente. Nos interesa destacar esta imagen del militante que, en el centro mismo del huracán político, se dedica a este trabajo de archivo, no como algo separado de la lucha política, sino como parte (y una parte importante) de ella. El búho de Minerva, en este caso, levanta vuelo al amanecer.
Pero los documentos-memorias son sólo una parte del rescate de la historia. Junto a esto fueron enviados a la Argentina, por muchos militantes, gran cantidad de periódicos, folletos, revistas, y tal vez uno de los documentos de mayor riqueza: el epistolario de los tres delegados, durante los tres años. Todo esto florecería décadas más tarde como parte importante del archivo de BAEL-FLA.
Pero la actividad emprendida por Jacobo Maguid tiene un antecedente inmediato, que traza una línea aún más fuerte entre aquella época y las intenciones del archivo BAEL. Se trata de la creación del Instituto de Documentación Social CNT-FAI.
En 1938, en plena guerra y revolución española, cuando el margen de creación para cualquier sector se agotaba ante la necesidad de triunfar o perecer, la CNT y la FAI no dejaron de creer que la victoria seguía estando unida al conocimiento, la cultura y la autoemancipación.
El Sindicato de las Industrias de Edificación, Madera y Decoración, adherido a la CNT, en cuyo boletín se leen notas angustiosas sobre militantes que han muerto en el frente de batalla, de los esfuerzos por enviar comida y provisiones a los batallones, dedica también una gran parte a difundir el proyecto de creación de un Archivo: el Instituto de Documentación Social CNT-FAI, que contendría “libros, folletos, boletines, revistas, colecciones de periódicos, documentos, fotografías, memorias, etc.”11
Mientras la guerra avanzaba, cuando la formación de jerarquías, producto de la constitución de un ejército regular se desarrollaba, y la información se transformaba en un arma que buscaban controlar los altos mandos y el servicio secreto soviético, la CNT y la FAI impulsaban la creación de un archivo “cuya misión es poner en manos de quien lo necesite, documentos e información que le ayuden en sus tareas, en sus luchas, en pro de una mayor justicia social y económica”12. El libre acceso a la información que supone la existencia de un archivo de estas características es una herramienta política frente a la progresiva verticalización que se venía desarrollando en las filas republicanas.
El Instituto estuvo pensado como un proyecto de gran envergadura. Su clasificación estaba dividida en sectores por países y cada sector contenía una subdivisión temática: política interior, política exterior, cultura, sanidad, derecho, economía, finanzas, defensa nacional y cuestión social (política social, movimiento obrero, luchas sociales, leyes de protección obrera, la mujer, etc.).
Contenía también una sección especial dedicada a la guerra española, dividida en: política internacional sobre nuestra lucha, política internacional, cultura y sanidad, economía mundial, armamentismo, guerra y movimientos sociales internacionales (donde incluía documentos de las diferentes teorías como comunismo, socialismo, nazismo, fascismo, corporativismo, etc.). La última sección y de la cual resalta su importancia, estaba dedicada al movimiento anarquista en España y en el mundo, dividida en: teoría, historia, bibliografía, organización, actuación, realizaciones, propaganda, persecuciones, problemas internos, relaciones, etc.
La nota que expone este proyecto es presentada como una carta circular, donde se insta a los militantes y simpatizantes a sumarse a la construcción de un archivo colectivo, constituido por la donación de todos. El ordenamiento y clasificación del material se haría en beneficio de la colectividad, de manera que todos pudieran consultarlo, y al que defenderían, si llegara el momento, con la propia vida.
El boletín del que estamos hablando está fechado el 15 de agosto de 1938 en Barcelona. Pocos meses después esta región cae en manos del franquismo, pero sabemos que el proyecto comenzó a funcionar incipientemente, ya que se encuentran en el Archivo General de la Guerra Civil Española de Salamanca (formado por todos los papeles incautados por el franquismo) publicaciones con un sello del Instituto de Documentación Social CNT-FAI. Posiblemente el corto tiempo y las contrariedades de la guerra no le dieron más alcance que la zona barcelonesa, pero su constitución tuvo intenciones firmes y compone otro de los aspectos creadores del anarquismo español.
Si trazamos esta larga línea entre el archivo ideado por la CNT, el trabajo de Jacobo Maguid y el aporte de muchos militantes, con la Biblioteca Archivo de Estudios Libertarios de la Federación Libertaria Argentina, no es porque veamos un trazo de continuidad sin rupturas. El archivo de BAEL contiene importante material de la etapa española, pero es sólo una parte de los 44 países que ocupa. Esto, entonces, denotaría no sólo la relación con el Instituto CNT-FAI de hace setenta años, sino algo más importante aún, la pervivencia de uno de los aspectos esenciales de la idea ácrata: el conocimiento como elemento emancipador.
4- El trabajo cultural como ejercicio de autoemancipación
El movimiento anarquista, en sus más diversos matices y en diferente grado, ha considerado siempre que la emancipación de la humanidad consiste en dos premisas.
Por un lado el pensamiento ácrata estableció que la lucha contra aquellas trabas que oprimen, subyugan, explotan y restringen el despliegue de las máximas potencialidades de los hombres y su libertad sólo puede llevarse a cabo mediante un cuestionamiento directo contra estas trabas y las instituciones que las encarnan: llámense ejército, policía, patronos o Estado. Pero una guerra contra las instituciones capitalistas, implica también una lucha contra sus dispositivos interiorizados: autoritarismo, miedo, competencia, etc.
Si bien en muchos escritos aparecen imágenes que reivindican el mundo proletario, esto es una valoración del trabajo creador contra la superficialidad e insensibilidad burguesa por los padecimientos, pero no una mirada ingenua sobre la “clase”. Del amplio abanico del pensamiento anarquista sería erróneo deducir una esencialidad impuesta a la clase obrera -ya sea como sujeto histórico de redención o vanguardia portadora de valores universales-, hay, en todo caso, una intencionalidad para que los trabajadores valoren su rol y se emancipen. Pero sobre todo, hay un reconocimiento del hombre como producto social en su doble papel, como receptor y formador, y por lo tanto también atravesado por todos sus males.
Por eso la lucha de emancipación no es considerada sólo contra aquello externo que tiraniza, sino que es también de autoemancipación. La idea de “La servidumbre voluntaria”13, que tanto gustó a algunos pensadores anarquistas, nos acerca al tema, y se emparenta con escritos de Foucault14, reivindicados por muchos otros.
Resulta entonces que la liberación, la emancipación, es indisolublemente autoemancipación: de los dispositivos, de los prejuicios, de la ignorancia, de las trabas que oprimen potencialidades y que se expresan en actos comunes y cotidianos. Para el pensamiento ácrata, la anarquía no es un lugar donde arribaría la humanidad gracias a una consecuencia lógica o científicamente deducible15, sino una búsqueda cotidiana de lucha hacia el exterior, por un lado; pero también una lucha en la construcción cotidiana para acercar lo máximo posible la brecha entre fines y medios. La construcción de la anarquía se escribe en el cuerpo de cada hombre, pero sólo puede ser dibujada por ellos mismos16.
Por eso el movimiento anarquista siempre le ha otorgado un lugar especial a la ciencia, a la lectura y al conocimiento, como herramientas para cuestionar el disciplinamiento de nuestros cuerpos, y liberar nuestra imaginación creadora.
Se dice habitualmente que al juntarse dos anarquistas nace un periódico o una revista, y esto no es sólo un acto de propaganda, sino también un ejercicio de experiencia, de formación, de elevación y liberación. El propio camino de la publicación conlleva pensar temáticas, establecer un tipo de práctica en las relaciones que se crean, profundizar ideas y dedicarse a la lectura. Por eso también se dice que donde hay un grupo anarquista nace una biblioteca, y así han sabido hacerlo desde los ateneos hasta los sindicatos ácratas.
Recorrer las páginas de las publicaciones anarquistas es encontrar una esperanza continua en el conocimiento humano. Si la redención de los trabajadores debía ser obra de ellos mismos, ésta dependía de que se instruyeran y adquirieran conciencia de sus merecimientos, de sus potencialidades y derechos. El pensamiento anarquista es, en este sentido, uno de los menos antiintelectualistas, pero lo es a partir de una redefinición del trabajo intelectual.
La lucha contra las desigualdades, asimetrías y sometimientos de la humanidad irrumpe también en contra de la división entre trabajo manual e intelectual. Por eso la elevación en el conocimiento no ha sido en pos de formar vanguardias y menos el acceso a espacios encumbrados de la cultura oficial (ni siquiera con la idea de horadarla desde dentro), sino de liberar potencias, destruir prejuicios, descubrir la posibilidad de cambios y desnaturalizar las normas sociales. El conocimiento era visto como la ventana para asomarse más allá de las posibilidades del presente y poder transformarlo, en lo cotidiano y lo general, pero nunca como un status que otorgaba prerrogativas. En este sentido la valoración del trabajo manual ejercía un contrapeso, donde el modelo ideal era la combinación de ambos ejercicios17.
5- BAEL en el rescate y aprendizaje de los conceptos anteriores
La Biblioteca Archivo de Estudios Libertarios (BAEL) nació a comienzos de la década de 1990, cuando un reducido grupo de militantes deciden ordenar la gran cantidad de periódicos, revistas, folletos y documentos que contenían más de cien años de historia. Una práctica extendida por los anarquistas, a lo largo de toda su historia, fue la de compartir su saber, lo cual ha incluido, por supuesto, sus bibliotecas. Esto se ha plasmado en una forma concreta: la entrega, por parte de los militantes, de sus libros y documentos a las bibliotecas del movimiento, en vida o después de muerto. Es una práctica que aún hoy se mantiene con fuerza y que le otorga a BAEL su carácter particular. Si durante varias décadas no había surgido en Argentina un grupo que se dedicara al trabajo sistemático de ordenamiento del material de archivo, no había cesado la entrega del material por parte de los militantes. Esto tuvo como resultado la acumulación de un gran reservorio documental, valioso no solo por su extensión y contenido (BAEL contiene material de 44 países, desde 1890 hasta la actualidad), sino por la práctica que expresa y por el recorrido que tuvo cada hoja de papel antes de llegar: gran parte del material pasó por la clandestinidad, estuvo escondido y supuso un riesgo o una historia del militante que la trajo.
Bajo este contexto fue surgiendo un grupo de trabajo que, convencido del valor cultural y político del material, se propuso ordenarlo y hacerlo accesible, al tiempo que se generaba una instancia de encuentro y reflexión. Se trataba entonces no sólo de cuidar el material, sino de generar una práctica política continuadora de su saber.
Durante algunos años se recurrió al consejo de especialistas en archivística, se utilizaron criterios especializados y se acumuló experiencia y formación. El grupo de trabajo fue creciendo e incorporando nuevas y heterogéneas personas, pero manteniendo un núcleo de valores, prácticas y reflexiones en dinámica permanente. Esta confabulación colectiva se dio a sí misma un modo de organización autogestionado, que reconocemos fundado en cuatro registros: horizontalidad, autonomía económica, transversalidad cultural y fraternidad. Estas ideas están internamente relacionadas entre sí y las consideramos difíciles de separar sin que se vulnere alguna de ellas; pero su interrelación se va definiendo en la dinámica que otorga la práctica cotidiana y no previamente.
La horizontalidad como modo de organización siempre se presenta como objetivo general y como práctica creativa de cada colectivo singular. Es un objetivo, pues se plantea como plataforma fundamental para el ejercicio de la democracia directa y la emancipación social. En este sentido, es un principio que se pretende universalizar como método organizativo deseable para la toma democrática de decisiones comunes. Pero la horizontalidad no es una mera palabra, no viene sola; hay que construirla, desplegarla, darle continuidad temporal y consistencia política. Para ello pueden servir la rotación de funciones, la renovación de actividades y la permanente discusión de los medios y fines del colectivo. No obstante, nos parece fundamental comprender el funcionamiento de la horizontalidad en correlación con los conceptos de autonomía económica, transversalidad y fraternidad. No hay una receta única e infalible para garantizar una horizontalidad democrática y autogestionada; la horizontalidad como método de organización relacional debe ser construida y mantenida por cada colectivo, esa creación social es siempre una construcción política.
Esta búsqueda de horizontalidad conlleva algunas preguntas inevitables sobre el objeto de trabajo en el que nos insertamos: el archivo. Si la construcción de prácticas alternativas a las relaciones capitalistas es un punto importante en nuestro desarrollo, no lo es menos la forma de hacer horizontal, abierto y democrático el acceso a la documentación y al saber existente en el archivo BAEL. Y aquí parecería haber una aparente contradicción entre dos formas de horizontalidad. Porque nuestro sistema de trabajo, basado en la toma conjunta de decisiones, la rotación en las actividades asentada en el entusiasmo de quienes participan en ellas, etc. (unido al hecho nada accesorio de la escasez de medios con los que contamos), imprimiría al trabajo un “ritmo” alejado de los cánones de productividad. Y esto limitaría el acceso, horizontal y democrático, al material. El dilema planteado ha sido discutido ampliamente en el grupo BAEL y es motivo de un incipiente debate con otros archivos18.
Creemos que es posible encontrar un equilibrio entre estas dos formas de horizontalidad. Porque poner el acento exclusivamente en la democratización del acceso al material podría implicar un mecanismo de trabajo que entraría en contradicción con el material mismo: la aceptación indiscriminada de subsidios, publicidades de empresas, alianzas con instituciones de todo tipo, así como la organización jerárquica del trabajo, no armonizaría con las ideas que precisamente se pretende difundir, transformaría el material en mero “producto” cultural, material arqueológico apto solamente para alimentar “papers” académicos. Un argumento a favor de este acento en la democratización del material dice que precisamente este acceso es una herramienta de lucha, y que limitar el acceso es limitar las posibilidades de lucha. El anarquismo no confía en una mecánica de la historia que justifique la hipoteca de sus principios ético políticos como una decisión “táctica” para lograr, hacia el fin de la historia, el advenimiento del socialismo. El anarquismo intenta, aquí y ahora, crear las prácticas que prefiguren la sociedad futura.
Por otro lado, darle importancia solamente a la horizontalidad del trabajo interno entraría en conflicto con la idea de la difusión del material como una manera “práctica” de intervenir en la lucha política.
El equilibrio que proponemos tiene que ver con el intento de contagiar las prácticas internas de horizontalidad a los distintos ámbitos con que entramos en contacto. Esto se traduce en una estrategia activa de intercambio con otros archivos, la participación transversal con otras actividades políticas y la difusión del material por diversos medios (publicación de catálogos, circulares y artículos, digitalización y edición de publicaciones, etc.). Nuestra relación con quienes se acercan al archivo (investigadores, militantes, curiosos) trata de reproducir también esta idea; no somos proveedores discrecionales de un conocimiento esotérico ni funcionarios de una empresa de servicios académicos, tratamos de ser facilitadores de unos saberes que queremos que sean apropiados (y, eventualmente, transformados) por la mayor cantidad de gente posible.
Autonomía económica: La decisión adoptada de excluirnos del financiamiento proveniente de empresas o instituciones estatales no responde a una actitud dogmática, sino al resultado de un debate constante que se actualiza en cada oportunidad que se presenta. Las improntas ético-políticas que nos animan no se basan en criterios de eficiencia y productividad convencionales, sino en la formación de prácticas horizontales y el descubrimiento de potencialidades en ese entorno. En suma, un ensayo de organización horizontal y producción autogestionada en el ámbito cultural. Esto fue gestando una dinámica donde el grupo tendió a ampliarse en un movimiento pulsar, de cercanía y alejamiento, de rotación de potencias y de momentos diferentes en las fuerzas de cada participante. La autonomía económica nos otorgó un elemento fundamental, ya que nos confirmó la posibilidad de concreción de proyectos con nuestras propias fuerzas, con nuestras propias prácticas y con nuestros propios valores ético políticos.
De todas maneras el problema financiero no deja de ser menor, ya que carecemos de los recursos más modernos, pero también esto pasó a ser un aliado que nos llevó a aceitar las relaciones con otros archivos y bibliotecas ácratas en Argentina y en el mundo, a la vez que generó intercambios y proyectos que vincularon y favorecieron a todos. En este mismo sentido trabajamos con los investigadores y el público que se acerca a consultar, quienes conocen nuestro trabajo voluntario y la forma de financiamiento y se solidarizan en muchos casos desde su lugar particular.
Transversalidad: El principio de horizontalidad supone una consideración de los otros en status de igualdad, tanto en los derechos como en el reconocimiento de su mirada, de su recorrido vivencial particular y de su potencialidad de crecimiento. Esto produjo en el grupo de BAEL una composición que parece fisurar los límites etarios y de procedencia, creando una fuerza basada en la heterogeneidad. En ese sentido, nuestro culto de la horizontalidad se refuerza con la protección del pluralismo cultural y se hace posible mediante una fraternal apertura a lo diferente. Repasemos algunos aspectos de esta transversalidad constituyente: diferencias generacionales que reúnen cuatro décadas (desde militantes de 40 años a jóvenes de 17), diferencias de clase y recorridos sociales, diferencias políticas o de tendencias ideológicas, diferencias culturales y profesionales, etc. La transversalidad cultural y su multiplicidad no es un factor de disgregación o diseminación, es una potencia que presenta infinidad de combinaciones prácticas posibles. Además de un vigoroso antídoto contra el sectarismo y la inmovilidad. Si nos reducimos sólo a BAEL, la diversidad de sus fuentes es notable: militantes de dispar recorrido, biólogos, obreros, médicos, actores, abogados, punks, músicos, artistas, vegetarianos, intelectuales y estudiantes de disciplinas diversas (sociología, educación, historia, letras, filosofía). Esta heterogeneidad, al tiempo que nos enriquece, nos protege del sectarismo, el pensamiento único y el simplismo ingenuo. Pero la transversalidad no es considerada como un punto programático, sino como una consecuencia de la forma de trabajo, y a partir de allí como un valor a reivindicar.
Fraternidad: El grupo de trabajo de BAEL se constituyó a partir de un objetivo específico (ordenar, clasificar, preservar y difundir el material, en el ámbito de la Federación Libertaria Argentina), pero a partir de allí lo que definió sus características fue la forma de trabajo y la relación entre los participantes.
La generación de proyectos, la colaboración libre de cada uno en las tareas emprendidas, la apelación al deseo como potencia en contraposición al sacrificio, la reflexión y el cuestionamiento a las formas sociales establecidas, la predisposición a la duda ante verdades naturalizadas (esto incluye cualquier dogmatización del pensamiento, incluido el ácrata) y la valoración de la afectividad, ubican al grupo BAEL dentro de una de las formas conocidas en el mundo anarquista: el grupo de afinidad.
Si el pensamiento y la práctica anarquista ha entregado valores a la humanidad, también ha desarrollado formas organizativas prácticas. El grupo de afinidad contiene la cualidad de hacer viable los valores de horizontalidad y fraternidad. En este aspecto no es menor la idea de amistad19, como una forma que escapa a las relaciones de interés y de poder del mundo capitalista y que desarrolla valores que no se miden en términos cuantificables y productivos. La idea de la amistad, valorizada en el plano político, es lo que puede permitir evitar la delegación de poder, y por tanto un reaseguro de que aquel que represente temporalmente al grupo no hablará nunca en nombre suyo, sino de un mosaico de individualidades, que tendrá que expresar. Un piso afectivo básico se transforma entonces en un elemento político absolutamente necesario para el funcionamiento de los principios o valores tratados aquí y que caracterizan al grupo de BAEL.
Por otro lado, el concepto de fraternidad se une a la práctica de la alegría colectiva. Si el dolor, la indignación y la bronca ante las injusticias del mundo que transitamos pueden ser un impulso para actuar, no basamos nuestras prácticas en la autoimposición de un ascetismo o la nostalgia trascendental como forma intensiva de militancia. Alejados de los mecanismos del resentimiento y la culpabilidad, afirmamos la acción transformadora en la alegría del trabajo colectivo. En este sentido, hacemos nuestras las palabras de Foucault cuando señala: “No piensen que hay que estar triste para ser militante, incluso si lo que se combate es abominable. Lo que posee una fuerza revolucionaria es el vínculo del deseo con la realidad (y no sus fugas en las formas de la representación).”20
Finalmente podemos decir que las reflexiones que exponemos en este trabajo no buscan mostrar la experiencia de BAEL como un modelo hegemónico de construcción. Si bien valoramos y reivindicamos el camino escogido, también reconocemos sus contradicciones y limitaciones, que son propias del tipo de trabajo. Éstas son diferentes a las que se enfrentan quienes trabajan en otros ámbitos de la cultura o en el espacio sindical y barrial, con quienes trazamos lazos que nos nutran y extiendan nuestra experiencia. La heterogeneidad del grupo ha permitido, en este sentido, motorizar trabajos diversos, no ya en el ámbito del archivo, pero sí encontrando a sus participantes como gestores. Nacieron así obras de teatro, conferencias, un grupo autogestionado de albañilería, seminarios de filosofía, un taller de grabado, vínculos con espacios culturales okupas y trabajos con el barrio.
La Biblioteca Archivo de Estudio Libertarios ha logrado en estos diez años, entonces, el ordenamiento y clasificación del material, dividido en secciones que abarcan 44 países, desde 1890 hasta la actualidad, la formación en el campo archivístico, la edición de dos catálogos de valor técnico y académico para el trabajo de investigación, la digitalización de una parte de la documentación y la atención y asesoramiento a investigadores y militantes.
Pero, sobre todo, la formación de un grupo que transita el camino de la autogestión y la horizontalidad, que traza líneas con otros ámbitos que operan con estos principios, y que recupera y reflexiona sobre el camino abierto por el movimiento ácrata hace más de cien años y las formas que adquieren sus valores y prácticas en la actualidad.
Este artículo fue publicado por primera vez en Germinal. Revista de Estudios Libertarios núm.2 (octubre de 2006)
1.- Durante las primeras décadas del siglo el movimiento anarquista fue violentamente reprimido. En 1902 se dictó la Ley de Residencia, que establecía la expulsión de los extranjeros considerados indeseables. En 1910 se realizan en Buenos Aires una serie de grandes festejos gubernamentales que conmemoraban el centenario del nacimiento de la Argentina. Fueron invitados dirigentes y personalidades de todo el mundo. La campaña de oposición organizada por los anarquistas, así como una oleada de huelgas que había comenzado unos años antes, amenazaban empañar la fiesta. En este contexto se dicta la Ley de Defensa Social, el 28 de octubre de 1910, que refuerza la ley anterior.
2.- La Confederación General del Trabajo (CGT) nace en 1930 por la unión de la Confederación Obrera Argentina (COA, de mayoría socialista) y la Unión Sindical Argentina (USA, de mayoría sindicalista). En 1929 los comunistas formaron el Comité de la Unión Clasista, pero la disolvieron en 1935 ante su nueva política de frentes populares marcada por la Komintern, y se incorporaron a la CGT.
3.- Una posibilidad de ampliar las mirada en este sentido se ha abierto a partir de los estudios que desde hace dos décadas se vienen haciendo sobre el concepto de “sociabilidad”. Sobre el debate acerca del concepto de sociabilidad en relación con el mundo ácrata, ver Francisco Javier Navarro Navarro, Ateneos y grupos ácratas. Vida y actividad cultural de las asociaciones anarquistas valencianas durante la Segunda República y la Guerra Civil, (Biblioteca Valenciana, Valencia 2002).
4.- José Grunfeld en Memorias de un anarquista (Nuevo Hacer, Buenos Aires 2000) y Jacobo Maguid en Recuerdo de un libertario (Reconstruir, Buenos Aires 1995) relatan, como participantes, estos hechos.
5.- La cárcel de Ushuaia está ubicada a 3.000 km al sur de Buenos Aires, y era considerada la Siberia argentina.
6.- Jacobo Maguid afirma que se consideró como antecedente el Primer Congreso Regional Anarquista de Buenos Aires, en 1922, para denominar a éste como Segundo Congreso, op. cit., 29.
7.- Una idea más detallada sobre la constitución de la FACA y los debates de las diferentes corrientes anarquistas sobre el especifismo puede encontrarse en Pablo M. Pérez, “El movimiento anarquista y los orígenes de la Federación Libertaria Argentina”: Catálogo de publicaciones políticas, sociales y culturales anarquistas 1890-1945 (Reconstruir, Buenos Aires 2002).
8.- Debe tenerse en cuenta que el movimiento de ayuda argentina a la República española, fue el más grande del mundo, si se considera la magnitud de esa ayuda en relación con la cantidad de habitantes (Argentina ocupa el segundo puesto en el monto de las recaudaciones a favor de la República, detrás de Francia y EE UU, pero llega al primero si se considera la relación con la población, que solo era de 12 millones de habitantes). Cfr. Silvina Montenegro, La guerra civil española y la política argentina (tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2002).
9.- Para una imagen más detallada sobre los delegados en España y los militantes anarquistas argentinos que viajaron ver: Astrid Wessels, “Militantes anarquistas del Río de la Plata en el movimiento libertario español”: Catálogo de Publicaciones, folletos y documentos anarquistas españoles (1890-1939) (Reconstruir, Buenos Aires 2005).
10.- El cuerpo documental “Memorias” consta de 120 documentos, algunos de más de cincuenta páginas, que reproducen informes de las diferentes secretarías del movimiento y de los frentes anarquistas durante la guerra civil española. Es un material sumamente rico que se encuentra en el archivo BAEL.
11.- Boletín del Sindicato de las Industrias de edificación, madera y decoración CNT Año II, n.19, p.3. Barcelona, 15 de agosto de 1938.
12.- Ídem.
13.- Etienne De La Boétie, El discurso de la servidumbre voluntaria o Contra el Uno, (Tusquets, Barcelona 1980).
14.- De la obra de Michael Foucault, rescatamos aquí su conferencia de 1976, en Brasil, donde expone una sintética mirada sobre el desarrollo de la tecnología política y fundamentalmente de la “disciplina”, que busca alcanzar el control hasta los elementos más tenues, hasta los “átomos sociales”, es decir los individuos. Allí también se expone: “la función del poder no es esencialmente prohibir, sino producir, producir placer, en ese momento se puede comprender, al mismo tiempo, cómo se puede obedecer al poder y encontrar en el hecho de la obediencia placer, que no es masoquista necesariamente”. Michel Foucault, “Las redes del poder”, en Christian Ferrer (ed.), El lenguaje libertario. Antología del pensamiento anarquista contemporáneo (Altamira, Buenos Aires 1999).
15.- Las ideas de Kropotkin, que tal vez tratan de encontrar un componente “científico” a la idea ácrata en la naturaleza humana, son sólo una parte del pensamiento anarquista. Pensamiento que no está organizado como “sistema”, sino que está conformado por un mosaico de pensadores y militantes que sostienen un núcleo básico, en tensión permanente, con opciones de construcción diferenciadas. Esto podría explicar cierto dinamismo y el arribo al anarquismo, como vehículo, de nuevos sujetos a través del tiempo, desde el movimiento punk hasta el indigenismo y el ecologismo. Noam Chomsky también resalta este punto: “Han existido muchas clases de pensamientos y actividades a las que se ha aplicado el calificativo de anarquista. El intento de encerrar todas esas tendencias conflictivas en alguna teoría o ideología general estaría condenada al fracaso”. Noam Chomsky, “Apuntes sobre anarquismo”, en Christian Ferrer (ed.), El lenguaje libertario. Antología del pensamiento anarquista contemporáneo (Altamira, Buenos Aires 1999).
16.- Al respecto es interesante ver las ideas de Lucas Rubinich sobre la importancia de la vida de cada militante y como ésta es una construcción asumida como parte de la idea (ver Lucas Rubinich, “La vida como ‘obra’: tres notas sobre la estética libertaria a través del análisis de las memorias de Laureano Riera”, en Apuntes de investigación del Centro de Estudios en Cultura y Política, año VIII, n.9, marzo de 2004, Buenos Aires). Christian Ferrer expone ideas similares: “Para ellos, la libertad era una experiencia vivida, resultado de la coherencia necesaria entre medios y fines, y no un efecto de declamación, una promesa para un “después del Estado”. De modo que, a los efectos prácticos, el anarquismo no constituyó un modo de pensar la sociedad de la dominación, sino una forma de existencia contra la dominación. En la idea de libertad del anarquismo no estaba contenido únicamente un ideal, sino también distintas prácticas éticas, o sea, correas de transmisión entre la actualidad de la persona y la realización del porvenir anunciado”. Christian Ferrer, “Átomos sueltos, vidas refractarias”: Cabezas de tormenta (Anarres, Buenos Aires 2004).
17.- Lily Litvak, Musa Libertaria. Arte, literatura y vida cultural del anarquismo español (1880-1913) (Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid 2001), 292. Puede verse aquí una parte del debate sobre los intelectuales y el movimiento anarquista.
18.- Se inscribe fundamentalmente en una controversia con el archivo de origen marxista Cedinci (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina).
19.- Christian Ferrer analiza este aspecto del anarquismo. “Lo característico del grupo de afinidad anarquista no residía solamente en la horizontalidad recíproca y la común pertenencia ideológica de sus participantes, sino en la confianza mutua como cemento de contacto entre sus miembros, y en su plasticidad empática. Operaba como contrapeso y alternativa a la familia burguesa y al orden laboral, y también era un espacio de aprendizaje de saberes y oficios”. Christian Ferrer, “Atomos sueltos, vidas refractarias”, en Cabezas de Tormenta (Anarres, Buenos Aires 2004), 26. También: “La afinidad es el sustrato social del anarquismo, pero un horizonte más amplio acoge al espacio antropológico que le es favorable y desde siempre se lo llama amistad”. Christian Ferrer, “Misterio y jerarquía. Sobre lo inasimilable del anarquismo”, en Cabezas de tormenta, op. cit., 77.
20.- Michel Foucault, “Introducción a la vida no fascista”, prefacio a la edición norteamericana del Anti-edipo. Capitalismo y esquizofrenia de Gilles Deleuze-Félix Guattari (University of Minnesota Press, Minneapolis 1998).