Fermín Salvochea, del republicanismo federal al anarquismo
Fermín Salvochea, del republicanismo federal al anarquismo
Salvochea nació en Cádiz en 1842, en el seno de una familia acomodada de origen navarro. Se educó en un excelente colegio de la capital y, para ampliar su educación, se le envío a Inglaterra a la edad de 15 años. Es de suponer que poco podía imaginar su familia que su hijo Fermín, lejos de apasionarse por las técnicas comerciales, objetivo de su educación, volvería convertido en todo un revolucionario. En tierras británicas, se iniciará su desenvolvimiento intelectual con gran sensibilidad hacia los problemas sociales. Robert Owen, el gran teórico socialista, será una de sus primeras grandes influencias. El ateísmo radical le vino por el apasionamiento laico de Charles Bradlaught, del cual admiró Salvochea su oratoria vigorosa y efectiva, sus audaces planteamientos y su capacidad para la persuasión. Otra gran influencia temprana para el joven Fermín fue Thomas Paine, del que adoptó su conocida frase: "Mi patria es el mundo, mi religión hacer el bien y mi familia la humanidad". Hay que recordar también el vigor intelectual y moral de Paine, cercano a lo libertario, que consideró que cuanto más mejoraba la civilización menos necesario se hacía el gobierno; al conocido aforismo de Benjamin Franklin, "Donde hay libertad, allí está mi patria", solía responder este autor: "Donde no la hay, está la mía". Fermín Salvochea volvería a Cádiz en torno a 1861, cargada ya de ideas revolucionarias.
A Cádiz le estaba reservado un lugar de preferencia en la marcha política de España. En 1808, es elegida escenario de las Cortes; se encontraba el país en plena guerra de la Independencia. Los ciudadanos de Cádiz habían padecida la funesta administración del absolutismo monárquico, por lo que la ciudad era un buen lugar para acoger la celebración de las Cortes representativas; era un momento en que el liberalismo se presentaba tan atractivo como práctico, opuesto a las viejas formas, mientras que el pueblo y los diputados parecían coincidir en las innovaciones de pensamiento y de sentimientos. Es en este contexto, con la forja de una conciencia nueva, donde aparecerán figuras revolucionarias como Mendizábal, Abrea y el propio Salvochea. Solo desde una mentalidad amplia y liberal, como la que se producía en aquel momento en Cádiz, se podía evolucionar hacia planteamientos sociales y políticos más avanzados. La revolución pacífica que se estaba produciendo quedó anulada con el regreso de Fernando VII de su cautiverio en Francia, por lo que el país retrocedió a formas propias del Antiguo Régimen. No obstante, como dijo alguien, "el corazón liberal de Cádiz latía" y aquella semilla debía aflorar tarde o temprano. Mendizabal, junto a los generales Riego y Quiroga, gracias a una confluencia favorable de circunstancias, proclamaban, de nuevo en Cádiz, la Constitución de 1812.
Uno de los primeros introductores de las ideas socialistas en España fue Joaquín Abreu Orta, natural de la localidad gaditana de Tarifa; fue un apasionado adepto de las ideas de Fourier, al que llegó a conocer personalmente en París. Uno de los discípulos de Abreu, Fernando Garrido, será el fundador en Madrid de La atracción, primer periódico socialista publicado en España. Puede decirse que Abreu introduce el socialismo en España en torno a 1832 y, desde esa fecha hasta 1868, cuando la escuadra de Topete se rebelará contra la monarquía borbónica, se produce la actividad de ciertas figuras que podemos llamar de forma genérica "demócratas"; se estaba preparando el camino para lo que será la Revolución de Septiembre o "Gloriosa". Por otra parte, como hechos sociales relevantes, el campo andaluz en aquellas fechas estaba cargado de inseguridad; entre 1840 y 1861, se producen diversos movimientos de agitación que serán conocidos con el nombre de "espartaquismo agrario", precedentes de lo que luego serán las luchas del campesinado andaluz. Cuando Salvochea regresa a Cádiz, en torno a 1861, tendrá oportunidad de encontrarse y debatir con los compañeros de Abreu y enfrentarse a sus ideas fourieristas, no muy cercanas a sus influencias.
En septiembre de 1868 tiene lugar la conocida como "La Gloriosa", levantamiento revolucionario que supuso el destronamiento de Isabel II. Salvochea participó activamente en esta revolución y es nombrado dirigente de uno de los batallones de los Voluntarios de la Libertad de Cádiz; debido a estos hechos, será encarcelado. Un año después es puesto en libertad y no tarda en organizar partidas armadas contra el gobierno en la Sierra de Cádiz. La amnistía decretada por Amadeo de Saboya hace que puede regresar a Cádiz en 1870. Entre esa fecha y 1873, se suceden en el país diversos acontecimientos políticamente relevantes: el asesinato de Prim, la ascensión al trono de Amadeo de Saboya y la proclamación de la Primera República. En febrero de 1873 se proclama la República en España y un mes más tarde Salvochea es elegido alcalde de Cádiz; se convertirá en uno de los protagonistas indiscutibles del Cantón de Cádiz, finalmente aplastado, por lo que es detenido por las tropas del general Pavía, juzgado en Sevilla y condenado a cadena perpetua.
Salvochea, antes de decantarse decididamente por el anarquismo, ya poseía cierto espíritu libertario; tal como dirá Federico Urales, "el anarquismo es la evolución lógica el republicanismo federal".
Como dijimos anteriormente, Salvochea es condenado por el consejo de guerra de Sevilla después de los hechos del Cantón de Cádiz. Junto a su amigo Pablo Laso, es enviado al presidio de La Gomera; Salvochea soportará con calma el encierro y se mostrará muy solidario con sus compañeros presos y con los habitantes del lugar; llegará a estudiar medicina para poder atender a sus semejantes y también tendrá en estos años una notable evolución intelectual. Como también mencionamos, Salvochea ya había formado parte de la Internacional en España, pero será durante el tiempo de reclusión cuando dedicará gran tiempo a ocuparse de las ideas y aspiraciones de la federación española de la AIT; finalmente, comprenderá que el republicanismo federal que había abrazado en el pasado no era más que un escalón hacia el anarquismo, los escritos de Bakunin y de otros pensadores avanzados le introducirán definitivamente en las ideas ácratas, las cuales no abandonará ya hasta el final de sus días.
En 1875, la madre se Salvochea intenta obtener un indulto para su hijo de Canovas del Castillo, cosa que logra gracias a amigos influyentes. Sin embargo, nuestro protagonista lo rechaza aduciendo que sería aceptar que sus enemigos tienen finalmente razón; en 1883, la Municipalidad de Cádiz intenta otra petición de indulto y el Tribunal Supremo concede la amnistía a Salvochea, el cual queda claro que poseía una ética férrea. Así, cuando el gobernador de la colonia penal leyó el indulto, Salvochea rompió el documento y declaró que solo existían para él dos maneras de ser liberado: bien por su propia fuerza, bien mediante una amnistía general a todos los presos políticos. Nueves meses después de aquello, Salvochea logrará huir de La Gomera en un pequeño velero que le lleva hasta Gibraltar; después de residir en Portugal y en el norte de África, podrá regresar a España tras la muerte de Alfonso XII siendo recibido con un gran entusiasmo.
El retorno de Salvochea se produjo en un momento oportuno. De 1874 a 1881, el movimiento anarquista en España padecía un mal momento, ya que las bárbaras leyes de excepción impedían toda propaganda pública; cientos de militantes sufrían en las cárceles y el movimiento se mantenía gracias a las organizaciones secretas. En 1881 se pondrá fin a dicha situación y se celebrará el primer congreso público de los anarquistas españoles; en los años posteriores el anarquismo incrementará sus filas notablemente siendo Salvochea uno de los pensadores y militantes puntales. En 1886, funda Salvochea el periódico ácrata El socialismo llevando a cabo una propaganda enérgica en Andalucía; los campesinos se organizarán en prácticamente todas las aldeas, el anarquismo seguirá progresando increíblemente y el gobierno empezará a atemorizarse y a tomar medidas represivas. Salvochea será procesado varias veces de 1886 a 1991, pero su actitud enérgica producirá gran impresión y otorgará mayor vigor al movimiento anarquista. El periódico El socialismo, a pesar de las detenciones de su director y de la persecución de la que fue objeto continuamente, tuvo 76 números durante esos cinco años desde 1886 a 1991; a pesar de que puede decirse que su orientación era el comunismo anarquista de Kropotkin, buscó el entendimiento con los colectivistas publicando textos de Reclus, Lafargue, George, Lumm, Baz o Joynes, manifiestos de ambas tendencias, circulares de la Federación de Trabajadores de la Región Española, así como importantes folletos como El salario, de Kropotkin.
Ante su impotencia frente al empuje ácrata, el gobierno utilizará un recurso repugnante para reprimir al movimiento. Desde principios de 1880, ya se había difundido la noticia sobre la existencia de un grupo de asesinos y ladrones, llamados La Mano Negra e influidos por los principios anarquistas; a base de repetir esta falacia en la prensa reaccionaria, la cosa fue calando en la opinión pública y miles de personas fueron detenidas por su supuesta pertenencia a la banda ficticia. La intención del gobierno era clara, disolver la ya poderosa militancia en el movimiento anarquista. El 1 de mayo de 1890, Salvochea organizó una impactante propaganda revolucionaria a lo largo de Andalucía, algo que tratará de repetirse al año siguiente; sin embargo, el 1 de mayo de ese año hubo dos explosiones en Cádiz muriendo varias personas. La prensa reaccionaria culpó a los anarquistas, a pesar de que en El socialismo se negó tal cosa y se sospechó de una nueva estratagema de la policía para criminalizar al movimiento; algo parecido ocurrió en Jerez de la Frontera, otro foco revolucionario importante, siendo detenidos numerosos anarquistas. Estos hechos produjeron que en la noche del 8 de enero de 1892 varios centenares de trabajadores y campesinos trataran de liberar por la fuerza en Jerez a sus hermanos detenidos; hubo sangrientos enfrentamientos y los revolucionarios tuvieron finalmente que retirarse al amanecer. La venganza de la burguesía fue terrible: varios militantes fueron ejecutados y otros encerrados por varios años, entre ellos el propio Salvochea acusado de haber organizado la sublevación de Jerez (para mayor indignación, en ese momento estaba encerrado en la cárcel de Cádiz).
La actitud de Salvochea ante los jueces, de nuevo, fue de no someterse a lo que consideraba una burla de la justicia guardando silencio durante el interrogatorio. Será trasladado a la cárcel de Valladolid, donde cumplirá condena aislado y en condiciones infrahumanas, lo que repercutirá gravemente en su salud; en agosto de 1898, le trasladaron al penal de Burgos donde mejoró su situación; allí pudo realizar varios trabajos literarios, entre ellos la traducción de una obra de astronomía de Flammarion. Al fin, en 1899 fueron liberados los presos de Montjuich, después del clamor popular, y Salvochea también logró la libertad; de nuevo, a su vuelta a Cádiz fue acogido con gran júbilo. Su espíritu libertario se mostraba incólume, pero no así su salud debido a tantos años de encierro. Fermín Salvochea se mostrará activo hasta el fin de sus días en 1907; escribió numerosos artículos para la prensa anarquista, editó gran número de folletos y tradujo la importante obra de Kropotkin Campos, fábricas y talleres, publicándose en primer lugar en La Revista Blanca y luego en forma de libro. Su honestidad revolucionaria le llevó a emplear todos sus recursos en el movimiento y a compartir todo lo que tenía con sus compañeros trabajadores. Su muerte causó una gran conmoción y miles de personas organizaron una gran manifestación en su sepelio al grito de "¡Viva la anarquía!". Puede decirse que Salvochea fue un activista a la altura de Bakunin, con un gran concepto de la solidaridad y rígido en sus convicciones, las cuales le llevaron en cualquier caso del republicanismo, y la comodidad de la alcaldía de Cádiz, hacia el anarquismo; su figura fue novelada por autores de la talla de Blasco Ibáñez y Valle Inclán, dio lugar a tanguillos populares gaditanos y reproducida en sello durante la Segunda República. Admirado por el conjunto de los anarquistas, y por los revolucionarios en general, su vida fue narrada por Pedro Vallina, Federico Urales, Rudolf Rocker o Sánchez Rosa, además del libro publicado en los años 80 del siglo XX, Fermín Salvochea. República y anarquismo, de Fernando Puelles, el cual ha servido en gran medida para estructurar este artículo.
Capi Vidal