La concepción del mundo, según Bakunin

 
Bakunin lo expresó del siguiente modo: la naturaleza es la suma de todas las cosas que tienen existencia real. No obstante, aclara ante tan aséptica definición, que lo que caracteriza a la naturaleza es la existencia de vida, la transformación y el movimiento, por lo que podemos mejorar la cuestión del siguiente modo: la naturaleza es la suma de las transformaciones efectivas de las cosas que existen y que se producirán incesantemente dentro de su seno. Todas las cosas existentes en el mundo, al margen de su naturaleza, cantidad o calidad, realizan de forma necesaria, unas sobre otras, consciente o inconscientemente, directa o indirectamente, una acción y reacción constante. Bakunin denominaba a la combinación de esta infinidad de acciones y reacciones de diversos modos: vida, solidaridad, causalidad universal, naturaleza... Incluso, llegaba a decir que podemos ponerle el nombre de Dios o de Absoluto, siempre y cuando no nos apartemos de la definición anterior, que en ningún caso presupone ninguna predeterminación, preconcepción o conocimiento previo. Así, tal como lo quería ver el anarquista ruso, esa naturaleza o solidaridad universal se impone a nuestra mente como una necesidad racional.

La solidaridad universal no adquiere el carácter de una primera causa absoluta, más bien al contrario, se trata de la acción espontánea de causas particulares, cuya totalidad podemos denominar causalidad universal. Es una constante creación, desde el punto de vista de la partes, y desde el punto de vista del todo, con la constante transformación de todas las cosas existentes. Si la causalidad universal ha dado lugar a los mundos, con su estructura mecánica, física, geológica y geográfica, del mismo modo ha producido a la humanidad y las sociedades, con todos sus desarrollos pasados, presentes y futuros. Cada parte en la naturaleza posee sus propias leyes, con sus peculiares transformaciones y acciones, las cuales a su vez están sujetas a cambios bajo la influencia de nuevos condiciones y determinantes. Es lo que Bakunin llamaba el "método legislativo" en la naturaleza, la constante repetición de los mismos hechos a través de la acción de las mismas cosas, un orden en la infinita diversidad de hechos y fenómenos.

Si concebimos de esta manera el universo, no parece haber cabida para ideas a priori, ni para leyes preconcebidas o preordenadas. Vemos aquí un rechazo al idealismo filosófico, cuando Bakunin afirma que las ideas solo existen sobre la tierra en cuanto son producidas por la mente, incluyendo entre estas ideas la de Dios. Las ideas habrían surgido muchos después de los hechos naturales y de las leyes que los gobiernan; si las ideas son ciertas, se corresponden con esas leyes, y sin son falsas las contradicen. Es posible llegar a conocer esas leyes naturales en nuestra mente, gracias a una observación más o menos exacta de las cosas, de los fenómenos y de la sucesión de los hechos. Antes de aparecer el pensamiento humano, esas leyes existían solo en el estado de procesos reales o naturales, que ya hemos visto que están determinados por la indefinida concurrencia de condiciones. Tal y como lo contempla Bakunin, estas influencias y causas particulares repetidas con regularidad excluyen cualquier idea mística o metafísica de una substancia, de una causa final o de una creación producida y dirigida por una providencia. Cuando el ruso habla de "creación", se refiere al proyecto infinitamente complejo de un número ilimitable de causas ampliamente diversas, conocidas o no, cuya combinación dio lugar a un hecho determinado.

La existencia de una mano creadora, de un regalador, de Dios, supondría la negación de las leyes naturales, las cuales aseguran el orden universal. Bakunin identificaba lo natural con lo lógico, por lo que la intervención de un ser superior vendría a ser lo mismo que aceptar lo ilógico, lo absurdo. Sin embargo, se plantea la pregunta de cómo y por qué existen las leyes del mundo natural y social, ya que no han sido producto de una voluntad creadora y gobernadora. Por supuesto, no está en manos de nadie resolver este problema. Se entenderá ahora perfectamente la conocida frase de Bakunin: "Yo no pongo mi ignorancia en un altar y le llamo Dios". Buscar una primera causa es absurdo, máxime cuando lo probable es que no exista, solo podemos hablar de una causalidad universal producto de múltiples causas particulares. La confianza en la ciencia hace que podamos eludir las falacias y fantasías de metafísicos, y teólogos, preferimos asumir nuestras ignorancia a presentar hipótesis inverificables como verdades absolutas. En cualquier caso, la ciencia no substituirá un absurdo por otro, jamás extraerá consecuencias de lo que desconoce. Bakunin admitía los límites del conocimiento humano, una especie de ciencia universal se antoja una nueva clase de ideal. El hombre, gracias a la ciencia y a su mente, aspira a sistematizar y clasificar todas esas características y combinaciones de cosas, gracias a la observación y la experimentación, y es lo que podemos denominar "leyes naturales".

Como buen materialista, Bakunin reconoce la materia como el único ser real y universal, base de todas las cosas existentes; las leyes generales serían inmanentes a esa materia. Incluso, la voluntad, el sentimiento y la inteligencia del hombre (lo que podemos llamar el "mundo ideal"), también estarían sujetas a estas leyes, ya que también son funciones materiales. Se presupone la existencia de leyes generales, al igual que de leyes particulares (dentro de las cuales estaría el desarrollo ideal y social del ser humano), pero Bakunin advierte que no existen departamentos estancos en la ciencia, todo está estrechamente relacionado en la naturaleza. Del mismo modo, no hay que observar un carácter absoluto en lo que denominamos leyes naturales, debido precisamente a que los fenómenos se reproducen constantemente y a la gran variedad de hechos concurrentes. A pesar de sus evidentes limitaciones, el hombre debe lanzarse a conocer, sin caer en abstracción religiosa alguna, para tratar de comprender la naturaleza y otorgar sentido a la vida. De esta manera, se niega así toda fatalidad y emprendemos el camino de la conquista de la libertad.

José María Fernández Paniagua
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