La evolución del concepto de pedagogía libertaria: de la teoría a la práctica

 

Es un contrasentido pretender que el niño se acostumbre a moverse y a caminar por cuenta propia, atándole desde el principio de pies y manos (…) Cuanto más se habitúe el alumno a la disciplina de fuerza, más se incrustará en su ser la naturaleza pasiva, legítimo fruto de semejante procedimiento. Y cuando se convierta en un ser por esencia sugestionable, pasivo a las insinuaciones del profesor, no sintiendo en el pensamiento y en la voluntad el más mínimo átomo de deseo de moverse de dentro a afuera, ¿entonces será juzgado el alumno digno de vivir la vida de libertad? Es lo mismo que si se quisiese que por obra de encantamiento saliera la planta después de haber hecho todo lo necesario para impedir la germinación y hasta matar la semilla. Esta contradicción es el prurito en nuestra vida social, ora en el terreno político, o en el terreno penal, o en la pedagogía escolar: deseamos iluminarnos apagando previamente la luz1.


Esta es la esencia del interés del anarquismo por la pedagogía. No se puede pretender que los hombres aprendan de golpe a ser libres si han recibido una educación que les inhibe en este sentido.

Una de las peculiaridades que más caracteriza la historia del movimiento libertario en España es su plasticidad y capacidad de conciliar la teoría y la práctica. La creación de un mundo nuevo es el objetivo más alto en toda la evolución del movimiento y los medios para conseguirlo son diferentes en cada situación. En una primera fase se atribuye al evento revolucionario el poder de destruir las bases de la sociedad burguesa para poder construir en un segundo momento una nueva forma de vida. Sin embargo, poco a poco la difusión de la cultura se afirma como instrumento privilegiado; resulta fundamental un proceso paulatino de “liberación” de la mente humana de los dogmas y de las normas sociales hacia la creación de una conciencia crítica que permita a cada persona elegir por sí misma. De esta manera el anarquismo ibérico emprende el camino de la educación. Con el cambio de siglo tiende a cerrarse la fase del pensamiento anarquista “clásico” y se abre una posible trasposición concreta en la experiencia pedagógica. Lo más interesante de este pasaje consiste en la relación entre ideología y educación como resultado de la relación interactiva entre teoría y práctica, o mejor aún, en el intento de realizar el ideal en la práctica.

La necesidad de concienciar a las masas para que sea posible llevar a cabo un cambio en la sociedad resulta así imprescindible y los esfuerzos en este sentido encuentran en España las aplicaciones más diferentes. Asumir el hecho que no sólo hay que construir una nueva sociedad sino sobre todo personas que sepan vivir dentro de ella es el punto de partida para un estudio del tema. “No puede nacer una nueva sociedad si no nace una persona nueva que pueda funcionar dentro de ella”2.

Para demostrar esta relación consecuente, el trabajo consta de dos partes: la primera es una aproximación teórica al argumento y la segunda analiza las aplicaciones prácticas de estos postulados llevadas a cabo en la Cataluña de principios del siglo XX.

La etimología de la misma palabra educar nos ayuda a entender el auténtico significado de este proceso: educar procede del latín educare y se formó mediante el prefijo ex (fuera) y el verbo ducere (guiar, conducir). Resulta entonces que la etimología del verbo pone el enfoque sobre el “conducir fuera”, o sea “sacar” la verdadera esencia del ser humano.

Partiendo de la etimología de educación, y analizando el pensamiento de varias figuras representativas del anarquismo sobre este tema he intentado entender la evolución del concepto de pedagogía libertaria y definir sus características fundamentales a través de las diferentes contribuciones. No son muchos los autores que escriben obras específicas sobre la educación, pero todos, de una manera u otra, se enfrentan con la cuestión en el desarrollo del propio pensamiento3. He dividido las aportaciones en cuatro bloques:

1. El concepto de educación.

2. El papel de educador.

3. Colaboración entre familia y escuela.

4. Relación entre educación y revolución.


1. El concepto de educación no como imposición desde afuera, sino como modificación de los individuos a través de la relación con el ambiente (inevitable). Educar = sacar las potencialidades.

Ferdinand Domela Nieuwenhuis (1846-1919), máxima figura del anarquismo holandés, destaca en su obra La educación libertaria, la importancia del significado de la palabra educar. Considera que la educación del hombre es el objetivo más difícil de conseguir y al mismo tiempo es una de las actividades en la que menos esfuerzos se invierten.


Verdad que no hay tarea tan difícil como la de la educación de los niños, pues se corre el riesgo de que con la mejor voluntad del mundo los moldeemos según nuestro propio modelo; pero hay que trabajar, no del exterior al interior, como ya dije al principio. Para esto el mejor método es la enseñanza por los hechos4.


La experimentación también está a la base del concepto de educación de Piotr Kropotkin (1842-1921), que hace muchas referencias explícitas al argumento. Introduce el concepto de educación permanente y recurrente, considerándola como un proceso en continua trasformación. El objetivo de la escuela no sería transformar un principiante en un especialista, sino proporcionar una preparación y buenos métodos de trabajo para estimular a una búsqueda sincera de la verdad. Me parece interesante destacar la importante intuición sobre la relevancia de la motivación y la experiencia en el proceso de aprendizaje.


Al obligar a nuestros hijos a estudiar cosas reales, de meras representaciones gráficas, en vez de procurar que las hagan ellos mismos, somos causa de que pierdan un tiempo muy precioso; fatigamos inútilmente su imaginación; los acostumbramos al sistema más malo de aprender, matamos en flor la independencia del pensamiento, y rara vez conseguimos dar un verdadero conocimiento de lo que nos proponemos enseñar. Un carácter superficial, el repetir como los loros, la postración e inercia del entendimiento, son el resultado de nuestro método de educación; no les enseñamos el modo de aprender5.


2. El papel del educador como guía, iniciador y no como formador. Habilidad del educador en no ofrecer los mismos estímulos a personas diferentes porque significaría consolidar las desigualdades.

Uno de los autores que más se detiene sobre este tema es el francés Émile Armand (1872-1962)6, que entiende la educación como un proceso de iniciación y al educador, en consecuencia, como un iniciador. Si la educación tiende a plasmar el hombre según la voluntad y los valores del docente, el papel del iniciador es en cambio profundamente libertario, dado que se concentra en hacer surgir espontáneamente en cada individuo un sentido de autonomía, de libertad y de unicidad. El profesor individualista es entonces un facilitador de autoformación, de autoaprendizaje, el que estimula el “aprender a aprender”. Estimula la búsqueda y la curiosidad del otro, también con el ejemplo o con el propio comportamiento.

Jean Grave (1854-1939) afirma que en lugar de tratar de desarrollar lo que cada individuo posee y hacer que el descubrimiento de los conocimientos resulte un camino atractivo, los profesores han convertido la educación en un instrumento de tortura y la escuela en una vergüenza7. Un sistema escolar de este tipo tiene como objetivo inculcar en los individuos ideas predefinidas, valores propios del poder burgués, además de inhibir la iniciativa personal y cultivar el aprendizaje mnemónico a expensas del espíritu crítico.


Inculcar el espíritu de obediencia y de sumisión a los maestros; anular su voluntad ante la voluntad de una autoridad superior, siempre abstracta, pero representada por seres de carne y hueso: el sacerdote (…), el gendarme, el juez, el diputado o el rey (…). He aquí lo que procuraron aquellos a quienes cupo la tarea de educar a la jóvenes generaciones8.


También Paul Robin (1837-1912) asigna a la escuela un papel central en el proceso de emancipación humana y considera que la amoralidad y el vicio son el producto de la educación y de la sociedad que rodea a los niños, y que no forman parte de su naturaleza. De este modo el educador tiene que ser, sí, un facilitador de información pero también un ejemplo concreto de práctica de la libertad y de la solidaridad: según Robin su influencia será sobre todo en el plano moral.

3. Fundamental colaboración entre familia y escuela. Si la escuela es un potente medio de dominación y de transmisión de valores, no podemos ignorar la relevancia de la familia en este mismo proceso. El niño, desde su nacimiento, aprende a asimila a través de los estímulos que le proporciona el ambiente circundante, en primer lugar la familia. Así que si la lucha es para una educación diferente, hay que empezar por la que se imparte en la familia.

Según Bakunin el problema consiste sobre todo en la concepción autoritaria que los padres tienen en la relación con los hijos y considera que los niños no pertenecen a sus padres ni a nadie más, simplemente serán hombres libres que pertenecen a ellos mismos y a su futura libertad. De esta manera ataca el papel represivo de los educadores, ya sean padres o profesores, sosteniendo la necesidad de fundar un nuevo sistema educativo en un nuevo contexto social, que valore la solidaridad y al mismo tiempo promueva las potencialidades individuales.

También Reclus se pronuncia contra el condicionamiento del niño que intentan antes la familia, luego la Iglesia y el Estado. En sus Escritos sociales destaca cómo la familia normal, espontánea, tendría que basarse únicamente en el afecto y en las afinidades libres, eliminando todo lo que proviene de la fuerza del prejuicio, de las leyes o de los intereses. Añade que el “título” de padres no vuelve en absoluto superiores, simplemente implica tener un gran amor hacia los hijos.

En la Encyclopédie Anarchiste, obra que se proponía sintetizar todos los conocimientos y las diferentes teorías anarquistas, redactada en el momento de máximo fermento cultural por lo que concierne a este movimiento (1926-1934), Faure resume las diferentes posturas libertarias afirmando que la cuestión de la educación a la libertad tiene que afectar de igual manera al contexto familiar y a la escuela. Si no hay colaboración entre estas dos instituciones, cualquier acción resulta vana: La situación ideal supone que las dos situaciones educativas adopten los mismos principios y los mismos medios y el autor considera que hay que esforzarse para que esto ocurra de modo que se produzca una verdadera y completa liberación del individuo de los varios condicionamientos.


4.  Educación y revolución. ¿Cuál de las dos determina la otra? Educación y revolución se completan mutuamente: un educador no puede olvidar todo lo que la educación debe a la revolución, así como un revolucionario consciente seguramente no puede olvidarse de la educación.


Una revolución no se hace sin revolucionarios y el individuo revolucionario es, de alguna manera, un producto de la educación9.


Preparar una revolución significa aumentar la necesidad de ésta entre los individuos, despertar los sentimientos de las masas para que tomen conciencia. La obra educativa es entonces fundamental para obtener un resultado positivo en sentido libertario: sin una apropiada y capilar educación, no puede tener lugar un cambio que se base en la destrucción de un sistema autoritario y de explotación y que sin embargo tienda sobre todo a la construcción de nuevas relaciones sociales, nuevos valores, nuevas relaciones económicas y políticas.

El italiano Luigi Fabbri (1877-1935), mayor seguidor de Ferrer en Italia, en el folleto La scuola e la rivoluzione (1912) insiste en la importancia que debe de tener el tema de la escuela en el movimiento anarquista, para que de instrumento de dominación se convierta en un coeficiente de liberación y de rebeldía.


Si bien el hambre puede ser a menudo un incentivo para la revuelta, verdadero coeficiente de rebelión que hace más profundas y realizables las revoluciones, es sobre todo la cultura lo que educa hacia un más alto sentimiento moral e ideal. Y la cultura, puesta a disposición de todos, muestra a los desheredados cuánta belleza y cuánto placer, en su mejor acepción, puede dar una vida verdaderamente vivida con total aplicación de las propias facultades físicas, intelectuales y espirituales. Esta educación, que enseñe a los hombres la belleza de vivir, se traduce así en un acicate a la lucha por la conquista del derecho a la vida, del derecho al pan, al saber y a la libertad10.


Otro punto de vista es el del padre del anarquismo que, si por un lado aprecia el valor de la educación, sin embargo exalta el sentimiento de la rebelión. Bakunin sostiene la importancia de la difusión de los conocimientos, porque una educación racional reemplazaría religión y superstición, producto de la ignorancia, pero también insiste en la necesidad de asumir desde un principio la perspectiva de un cambio radical, sin esperar que todos estén instruidos, dado que el acto antagonista de rebelión constituye en si mismo una gran escuela de formación.


Queremos destruir todas las religiones y reemplazarlas con la instrucción pública. Sí, pedimos para el pueblo una instrucción racional, rigurosamente científica. La pedimos porque queremos la definitiva liberación del pueblo de toda tutela del Estado; pero no para someterlo a otra tutela de doctrinarios revolucionarios. Una verdadera revolución consiste precisamente en la abolición de cualquier forma de tutela, en exterminar completamente cualquier poder del Estado. Queremos hacer del pueblo un ser adulto y, para que esta madurez sea efectiva, es necesaria la ciencia (...) pero [el pueblo] no tiene ni el tiempo libre ni los medios para instruirse. Además, el gobierno, hoy todavía poderosísimo, empleará con toda seguridad sus gigantescos medios para obstaculizar la instrucción real del pueblo. Toda la cuestión social está ahí. En esto reside la necesidad de la revolución11.

De la teoría a la práctica. Experiencias de pedagogía libertaria en Cataluña

Esta primera aproximación teórica, que destaca los puntos clave de las varias teorías y de las diferentes contribuciones al concepto general de educación libertaria, nos va a servir de base para entrar en las aplicaciones prácticas y poner el enfoque en las experiencias concretas llevadas a cabo en Cataluña en el primer tercio del siglo XX.

Me ha parecido importante estudiar de dónde  ha sacado la experiencia catalana las bases ideológicas, y de qué manera ha influido un contexto favorable. El monopolio por parte de la Iglesia de los centros de instrucción había fomentado en la segunda mitad del siglo XIX la creación de ateneos y centros obreros, en un principio republicanos o federales, donde se mezclaban diferentes tendencias políticas, que funcionaban como centros de formación. Esta tradición ateneística en Cataluña constituia un esfuerzo de asociacionismo plural que se planteaba llegar a amplias capas de población y difundir conocimientos de todo tipo (desde leer y escribir hasta conocimientos técnicos y científicos) pero sobre todo se proponía la creación de una conciencia cívica fomentando la discusión y el análisis. Los sentimientos de anticlericalismo y antiestatalismo se reflejan también en una tradición de escuelas laicas en Cataluña, fomentadas por una reforma escolar, el plan Gabarró, llevado a cabo al final del siglo XIX. Este es el terreno en el que se desarrolla la experiencia más famosa, la Escuela Moderna, que constituye un punto de referencia obligado en la pedagogía catalana e internacional y que ofrecerá un conjunto teórico que se adapta perfectamente a la ideología anarquista.

Sin querer entrar en un análisis detallado del proyecto de Ferrer Guardia, me ha parecido importante entender la relación más o menos consecuente del desarrollo de la pedagogía libertaria en Cataluña con la Escuela Moderna, y estudiar su metodología y los materiales utilizados. Hemos visto cómo el proyecto de Ferrer Guardia ofreció un modelo que encajaba perfectamente con la ideología anarquista: una pedagogía militantemente racionalista fundamentada en la educación integral y en la coeducación de sexos y de clases sociales. La Escuela Moderna tuvo vida breve, sin embargo dejó un importante legado en cuanto experiencia precursora y también por la creación de su propia editorial para los libros de texto. Las obras publicadas se utilizarán en todas las sucesivas experiencias de pedagogía libertaria; entre ellas destacamos Las aventuras de Nono (1901) de Jean Grave, que utiliza la novela como instrumento crítico de la sociedad, Sembrando Flores (1906), novela encargada a Federico Urales por el mismo Ferrer Guardia y las obras del geógrafo Eliseo Reclús.

Me parece muy interesante entrar en los detalles y entender el funcionamiento cotidiano de estos centros educativos para dar el paso de la teoría, que normalmente es objeto de estudio, a la práctica de todos los días, a la realización concreta para una educación alternativa. Frente a una lista de muchas escuelas, he elegido limitar nuestro análisis a las que están mejor documentadas.

Nuestra elección cayó sobre dos de las escuelas que más larga vida tuvieron, y que mucho contribuyeron en marcar las pautas de la enseñanza racionalista: la Escuela Luz (1917-1923) del Ateneo Racionalista de Sants guiada por Juan Roigé12 y la Escuela Natura (1918-1939) del Sindicato Textil y Fabril de la CNT sita en el Clot y dirigida por Juan Puig Elías13. El tercer centro que analizamos en cambio tuvo vida breve y no se considera entre los más representativos: la Escuela Eliseo Reclús (1935-1936) situada en la calle Vallespir, Sants, de la que era responsable Félix Carrasquer. El testimonio del mismo Carrasquer14, que narra toda la experiencia con riqueza de detalles, desde la fundación hasta sus logros, lo convierte en fundamental para nuestro análisis.

Habríamos podido utilizar unos mismos parámetros para analizar las tres experiencias, sin embargo me ha parecido más útil estudiarlas juntas, en aras de una completa visión de la propuesta pedagógica. De hecho, si es verdad que no hay una sola mirada, y que la libertad implícita en el concepto de educación anarquista puede dar forma a centros con características diferentes, considero que la posibilidad de juntar tres ejemplos concretos nos haya podido ayudar a definir un modelo.

Las escuelas racionalistas apostaban por un libre desarrollo del niño, por ponerlo en el centro de un proceso educativo basado en el descubrimiento, estimulando su curiosidad natural. La ciencia y la naturaleza estaban en la base de una enseñanza que apuntaba a cambiar las relaciones entre individuos, a crear espíritus críticos, personas capaces de decidir por sí mismas: “Antes que aprender hay algo más importante: vivir. ¿No os parece que es antes para el hombre ser feliz que saber ciertas cosas? Pues bien, ese creemos que ha de ser el objetivo fundamental de nuestra escuela: ayudar a los niños a ser felices, a que jugando y cantando cultiven la imaginación y a que ésta se manifieste con la invención de cuentos, representaciones y otras fantasías”15. Nada había de autoritario en la relación con los maestros, éste era uno más de los compañeros; en la mayoría de los casos representaba, sí, un modelo moral pero sin repartir premios ni castigos, capaz de interpretar las diferentes actitudes de cada niño. “Al forzar a los niños a que aprendan normas y disciplinas que los mayores, ya condicionados, les imponen, debilitan su curiosidad y atrofian su imaginación aplastada en el momento mismo que ansiaba volar ávidamente. Es así como, generación tras generación, los llamados maestros matan la curiosidad creadora de los chicos y desvían sus anhelos de cooperación ingenua hacia ademanes agresivos y de insana competitividad”16. La formación de los maestros era pues una cuestión fundamental y vimos como la Escuela Natura, guiada por Juan Puig Elías funcionaba también de “criadero de maestros”: “La gran riqueza de maestros era lo que permitía organizar las clases con poco número de personas, por lo que eran mejor atendidos. En cualquier otra escuela habría sido imposible, debido a los sueldos que había que pagar. En la Escuela Natura no se presentaba ese problema. La mayoría de los maestros trabajaban gratis. Eran estudiantes que seguían su curso en la Escuela Normal de Maestros y no empezaban a cobrar hasta después de titularse, en cuyo momento salían destinados a pueblos en los cuales el Sindicato Local de la CNT había montado una escuela y solicitaba un maestro”17. La importancia de la experimentación en el aprendizaje manifestaba el rechazo a cualquier dogmatismo y la coeducación de los sexos estimulaba la confrontación y la individualidad de cada niño. A través de la correspondencia con otros centros escolares descubrían otras regiones de España y el debate entre alumnos tenía un importante papel en la elección de los temas a profundizar. La clase tercera de la Escuela Eliseo Reclús “compuesta de niños y niñas ya mayorcitos que tomaron de inmediato el gusto por la libertad, pronto constituyó un grupo homogéneo de participación responsable en el que los alumnos llegaron a decidir el quehacer cotidiano en función de sus intereses más acuciantes y espontáneos. Seguían escribiendo sobre temas que les atraían con preferencia, componían sus artículos y se sentían cautivados por la correspondencia con otras regiones sobre todo cuando recibían de éstas algún producto típico de su suelo: carbón de Asturias, frutos de Valencia, etc.”18 Los niños se podían mover libremente entre aulas, biblioteca y talleres y esta libertad en vez de perjudicar el interés y la atención que ponían en sus trabajos, aumentaba el entusiasmo, siendo ellos los artífices del proceso creativo. Los centros escolares, normalmente apoyados por el sindicato o por el ateneo del barrio, disponían de escasos recursos, sin embargo una de las preocupaciones comunes era la de locales sanos, espaciosos y bien aireados, en contraste con los ambientes poco higiénicos, oscuros y mal ventilados de las fábricas de la época. Así recuerda Abel Paz la Escuela Natura: “La nave principal de la escuela era enorme, soleada, de paredes blancas”19. A menudo eran los padres de los alumnos quienes contribuían con su trabajo a arreglar y organizar los locales: en la Escuela Luz “un ebanista de la escuela construyó a ratos libres un armario de seis cuerpos para guardar el material escolar. Como la mayoría de las obras que se emprendieron en el centro, este trabajo fue realizado gratis, por un padre de alumno”20. La relación con la familia y su implicación en el proceso pedagógico resultaba fundamental para el libre desarrollo del niño, que desde su nacimiento aprende y asimila a través de los estímulos que le proporciona el ambiente circundante.

La posibilidad de reconstruir los métodos y el funcionamiento cotidiano de estas escuelas nos permite averiguar la modernidad de los planteamientos anarquistas en temas de educación. Las numerosas aportaciones teóricas que llegan a definir el proyecto pedagógico anarquista demuestran toda su complejidad y me parece importante destacar el mínimo reconocimiento histórico que se le otorga. El concepto de educación libertaria a menudo, a lo largo de los siglos XIX y XX, se ha relacionado con una actitud negativa y permisiva del maestro o del padre; en cambio se han ignorado muchas de las propuestas innovadoras para la época, como la coeducación de sexos, el paidocentrismo o la educación integral, que no han recibido la valoración merecida y no se ha reconocido la influencia que tuvieron en la configuración actual de la enseñanza. Las diferentes experiencias que se han llevado a cabo en toda Europa entre los siglos XIX y XX han contribuido a una modernización de los sistemas escolares y han demostrado la viabilidad de estos planteamientos teóricos.

La fe en la Razón (que dio nombre a las escuelas racionalistas) y en la ciencia propugnaba el progreso y la difusión de la cultura como medios para la emancipación, sin embargo no hay que olvidar que el método de aprendizaje resulta fundamental en este proceso. Si al principio se ponía el enfoque en combatir la ignorancia, en dar una cultura a los obreros para que no quedasen en un escalón inferior, poco a poco los anarquistas toman conciencia de la importancia del método. De este modo la educación no se limita a ser un instrumento de emancipación, sino que llega a ser el medio para construir una nueva sociedad, el motor de la liberación del hombre. De aquí la relevancia de la Escuela Moderna de Ferrer, que ofrece un método de aprendizaje diferente, un modelo que los anarquistas harán suyo: es a través del método y no tanto de la asimilación de conceptos como se pueden crear hombres nuevos.

Creo que hoy en día se minusvalora la importancia de la educación. Hay que ser concientes de que crecer con métodos autoritarios significa asimilarlos y que no se puede pretender que alguien sepa disfrutar de su libertad si nunca lo ha visto hacer. Intentemos entonces ejercer nuestra libertad, en primer lugar auto-educándonos, sacando nuestros deseos, nuestras actitudes, nuestro yo, rechazando los esquemas y los papeles en los que hemos crecido y que la sociedad nos impone. Aprovechando el bagaje cultural del anarquismo de principio de siglo XX podemos apostar por la pedagogía y las relaciones humanas. De alguna manera habría que aprender a desaprender: los niños nacen completamente libres, y través de la educación aprenden a aceptar los esquemas de nuestra sociedad; intentemos en cambio ofrecerles el mejor ambiente para desarrollar libremente su personalidad.

Valeria Giacomoni

Este artículo fue publicado por primera vez en Germinal. Revista de Estudios Libertarios núm.4 (octubre de 2007)

1.- Rogelio Columbié, “La libertad en la educación”: Boletín de la Escuela Moderna 8, 30 de junio de 1902. Artículo recopilado en Albert Mayol (ed.), Boletín de la Escuela Moderna, Tusquets, Barcelona 1977.

2.- Joel Spring, A primer of libertarian education, Black Rose Books, Quebec 1975.

3.- Fuentes fundamentales para esta primera aproximación teórica han sido el siempre actual Breviario del pensamiento educativo libertario de Tina Tomasi (1978), el reciente trabajo de Cuevas Noa, Anarquismo y educación. La propuesta sociopolítica de la pedagogía libertaria (2003), con una interesante mirada al presente y hacia el futuro de la pedagogía, y sobre todo el interesantísimo trabajo de Francesco Codello, La buona educazione. Esperienze libertarie e teorie anarchiche in Europa da Godwin a Neil (2005).

4.- Ferdinand Domela Nieuwenhuis, La educación libertaria, CNT, Toulouse 1975, p.14.

5.- Piotr Kropotkin, Campos, fábricas y talleres (1898), Zero, Madrid 1972, p.133.

6.- Émile Armand es el pseudónimo de Ernest J. Luin, que sólo a los veinticinco años se acercó a las ideas anarquistas, a las que consagró el resto de su vida. Publicó numerosas revistas y folletos y su obra principal es Initiation individualiste anarchiste (1923).

7.- Jean Grave, Orientación anarquista, Cenit, s/f, p.49.

8.- Ibídem, p.50.

9.-Voz “Education”: Encyclopedie anarchiste, volumen II, p.633.

10.- Ibídem, p.36

11.- Este texto de Bakunin (“Questioni rivoluzionarie. Primo articolo. La scienza e il popolo”: Narodnoe Delo, 1 septiembre 1868) está sacado del interesantísimo trabajo de F. Codello, op. cit., p.111.

12.- Pere Solá, Las escuelas racionalistas en Cataluña (1909-1939), Tusquets, Barcelona 1978.

13.- Abel Paz, Chumberas y alacranes, EA, Barcelona 1994.

14.- Félix Carrasquer, Una experiencia de educación autogestionada, Barcelona 1981.

15.- Ibídem, p.110

16.- Ibídem, p.48-49.

17.- Abel Paz, op. cit., p.107.

18.- Félix Carrasquer, op. cit., p.64.

19.- Abel Paz, op. cit., p.91.

20.- Pere Solá, op. cit., p.101.