Eulalia Vega:

Pioneras y revolucionarias

(Icaria, Barcelona 2011) 389 páginas.

Schopenhauer en El arte de la controversia dice: “La llamada opinión universal es la opinión de dos o tres personas. Muchos suponen que éstos han llegado a esa convicción después de estudiarla meticulosamente. Otros, convencidos de que los primeros tenían la suficiente capacidad, aceptan su criterio, al que se suman otros, cuya pereza les invita a creer sin comprobar, y el resto es empujado a aceptar lo que ya ha sido universalmente establecido. Llegados a este punto, la adhesión es un deber”.

En pocas ocasiones son tan válidas estas palabras como cuando hablamos de anarquismo. O cuando hablamos de mujeres. Así que si hablamos de mujeres anarquistas, el cúmulo de estereotipos caricaturescos, ideas preconcebidas, imágenes convencionales y frases hechas alcanza unas dimensiones colosales. Basta recordar la película Libertarias, de Vicente Aranda, para saber a qué me estoy refiriendo.

No sé si éste era el propósito último de Eulalia Vega, pero a mi juicio lo que ha conseguido con esta obra es emprender la titánica tarea de desbrozar el camino hacia una historia del anarquismo y de las mujeres basada más en certezas que en mitos. Una misión que, a estas alturas, debería de resultar innecesaria, pero que, últimamente, con ese revisionismo neofranquista de papel cuché es imprescindible, y más cuando hablamos, vuelvo a insistir, de mujeres anarquistas, de mujeres que hace décadas rompieron con una pasividad de siglos y se ganaron una libertad y un protagonismo que no sé si aún hoy han alcanzado nuestras contemporáneas.

Y además, Eulalia Vega lo hace de la mejor manera posible: dando la palabra a las protagonistas. Uno de los aciertos del libro es la abundancia y literalidad de los testimonios de estas pioneras y revolucionarias. Muchas veces, el historiador y el periodista menosprecian a los hombres y mujeres de las clases populares, dudan de su capacidad de expresarse, de explicarse. Y se convierten en sus intérpretes, sus amanuenses o sus portavoces, falseando muchas veces su voz más genuina.

No es el caso de este libro. En Pioneras y revolucionarias, Eulalia Vega no mira a estas mujeres “desde arriba”, desde la excelencia de lo académico; lo hace desde su misma altura. Es su eco, su altavoz y así nosotros, gracias a ella, también las escuchamos al mismo nivel, a esa altura que compartimos todos los humanos. Y descubrimos que no son esas “mujerucas” que nos describía la propaganda franquista, pero que tampoco son esas heroínas que a veces se nos quieren presentar. Son mujeres y anarquistas, ni más ni menos.

Sólo así puede entenderse esa cercanía a lo doméstico, a lo familiar, a lo íntimo que respira el primer capítulo. Son pioneras y son revolucionarias, pero no por eso –sino más bien por eso- dejan de ser mujeres. Y ese ámbito familiar en el que se crían nuestras interlocutoras se descubre en esas primeras páginas y ese mismo mundo doméstico sigue mostrando sus retazos a todo lo largo de la obra.

No por casualidad, una de estas pioneras y revolucionarias, Antonia Fontanillas, nos insiste en resaltar el papel de esas otras mujeres que no tuvieron una actividad militante más o menos destacada, sin que por eso dejasen de ser compañeras, pero que fueron sobre todo esposas, madres, hermanas o hijas de otros pioneros y revolucionarios que hoy son conocidos por todos, mientras ellas permanecen en el anonimato. Sin ese aliento femenino al final de la jornada laboral, sin esas comidas llevadas día tras día a la cárcel, sin esos trabajos que sostenían a las familias de los sindicalistas represaliados… seguramente nada de lo que hoy conocemos y casi ninguno de los derechos que hoy disfrutamos habría sido posible.

El libro de Eulalia Vega, como todos los buenos libros, nos deja respuestas pero, sobre todo, nos deja preguntas. Muchos interrogantes, sobre la sociabilidad específica de las mujeres, a la que hacen referencias varias de las entrevistadas al hablarnos de sociedades obreras y ateneos; sobre su mayor interés por las acciones prácticas que por las elucubraciones teóricas, atendiendo a la organización de las columnas que salían hacia el frente quienes casi no habían parecido interesarse por la organización sindical; sobre la escasa presencia de mujeres entre los cuadros sindicales, con excepciones sobresalientes como las que encontramos en estas páginas, o sobre otras muchas cosas.

Preguntas sobre las mujeres y sobre el papel que como mujeres, si es que tienen alguno propio y distinto, jugarían en esa sociedad a la que muchos aspiramos y que las pioneras y revolucionarias que desfilan por este libro pudieron entrever. Y por el que nunca dejaron de luchar.

Juan Pablo Calero Delso

Esta recensión fue publicada en Germinal. Revista de Estudios Libertarios núm.10 (julio-diciembre de 2012)