Localización contra globalización

 

Muchas veces nos encontramos con campañas que nos dicen “no consumas productos de tal o cual país” porque se está intentando boicotear su comercio. Esto puede ser por diversas razones, hace unos años se inició una gran campaña mundial contra los productos franceses porque el gobierno francés no quería parar las pruebas nucleares en el atolón de Mururoa, se propugna el boicot a productos de Israel producidos en asentamientos en territorio palestino, etc.

Se han producido campañas contra empresas que utilizan productos transgénicos, boicot contra el mercado de productos de foca para evitar la matanza indiscriminada, boicot a Nestlé por sus prácticas criminales, etc.

Todas ellas campañas altruistas y necesarias para acabar con injusticias y crímenes realizados por Estados y empresas en nombre del progreso, pero parciales y poco productivas porque sólo inciden en una parte del problema y no van al fondo de la cuestión.

El problema no son las empresas de los Estados que se dedican a estas prácticas; el problema es el sistema económico, político y social en el que estamos inmersos. Un sistema que lo que pretende es esquilmar la riqueza de todos para ponerla en manos de unos pocos. Los problemas son el poder y el sistema de producción capitalista que se unen para hacer que eso sea posible, es una simbiosis letal contra las personas, contra más del 95 por ciento de la población mundial, contra los animales, contra los vegetales, contra la atmósfera, contra el planeta, en definitiva contra la vida. Es una simbiosis basada en el egoísmo de unas cuantas personas a las que les tiene sin cuidado lo que pase con todo lo demás, a las que les tiene sin cuidado que después de su muerte todo esté tan perdido que ninguna generación más pueda vivir en este planeta. Son como demonios, son como ángeles bíblicos exterminadores, son una plaga que arrasa con todo si ello les trae beneficios que les hagan vivir por encima de todos los demás, por el simple hecho de la ostentación y la acumulación desmedida, sólo para vivir durante 70, 80 o los 90 años y después no haber inventado la forma de llevárselo con ellos a la tumba; todo un sinsentido marcado por ese egoísmo fomentado desde el sistema.

Si tenemos claro que hay enemigos comunes, que esos enemigos son el sistema de producción capitalista y el poder, tendremos que utilizar métodos de lucha que vayan contra ellos y que nos ofrezcan la capacidad de contrarrestar sus planes para someternos y seguir esquilmando nuestras riquezas naturales.


Boicot a la globalización

Una vez localizada la fuente de los males y de la destrucción, tendremos que intentar aplicar métodos de lucha que nos permitan evitar sus deseos.

La medida del boicot es fundamental pero enmarcándola dentro del proceso de globalización económica, impuesta por la economía neoliberal, en la que se pretende, y se ha conseguido, que las grandes corporaciones financieras, industriales y comerciales marquen las políticas, las necesidades y los destinos de la humanidad.

Para luchar contra la economía globalizada tendremos que adquirir unas prácticas que impidan a las grandes corporaciones campar a sus anchas. Las campañas de boicot a la producción de las empresas que fomentan este tipo de economía tienen que ser algo cotidiano y sin miramientos, esa será la única forma de impedir sus deseos y sus planes.

Lo que voy a proponer se puede ver como algo arcaico, como algo que no es la solución definitiva y, la verdad, es que no lo es si no se conjuga con una toma de conciencia. Toma de conciencia de que no podemos seguir en un sistema económico que se desarrolla de forma tenaz para que una pequeña parte de la población mundial controle y esquilme a más del 95 por cien de los habitantes del planeta.

Voy a proponer el boicot a todas las empresas que hagan deslocalizaciones, ya sean estas de unos países a otros, de unas regiones a otras o de unos pueblos a otros.

Cuando una sociedad está basada en el dinero, como es en la que vivimos en la actualidad, y en la acumulación de dinero; cuando la única forma de acceder al dinero es mediante un trabajo que no es propio y que depende de los intereses de esas grandes corporaciones financieras, industriales y comerciales, tenemos que encontrar fórmulas que nos defiendan de todo esto. Una solución es negarse a consumir productos que no sean locales, que no se hayan producido en el país; que sean fruto de la indignidad de la explotación humana sin derechos de países o regiones donde solo se tienen en cuenta los intereses de esas corporaciones multinacionales y no los de las personas que trabajan para ellas.

Estamos preocupados porque hay seis millones de parados y que una gran parte de ellos están quedando en exclusión social, pero seguimos consumiendo todo lo que nos traen las grandes multinacionales, lo que nos ofrecen las empresas franquiciadas que son tentáculos de esas grandes multinacionales y nos olvidamos que si nosotros, como consumidores, seguimos comprando y consumiendo en estas empresas estamos fomentando que se siga explotando a personas en Bangla Desh, en la India, en China, en Marruecos, etc.

Si estas empresas que se han llevado la producción hacia estas zonas para aumentar beneficios a costa de los salarios de los trabajadores, estuvieran siendo objeto de un boicot sistemático por parte de todos los trabajadores de los países de los que se han marchado, se estarían replanteando la estrategia.

No podemos seguir siendo tan imbéciles de quejarnos por habernos quedado sin empleo, de que nos bajan los salarios, de que nos desaparecen las garantías sociales, de que nos rebajan las pensiones y nos aumentan la edad de jubilación, de que nos dejen sin sanidad, de que nos aumenten los impuestos indirectos, de que nos aumenten las horas de trabajo, de que nos despidan para contratar por menor salario, etc. y no tomar la determinación de no consumir productos que entren de otras zonas y países y que, hasta hace poco, se estaban produciendo, fabricando o cultivando en las zonas donde nosotros vivimos.

La deslocalización, la globalización económica ha sido inventada, no para conseguir una igualdad social entre todas las personas del planeta, para tener una vida digna y sin penurias, sino para todo lo contrario. Todo esto ha sido inventado, por las grandes corporaciones financieras, especuladoras y productivas, para igualar las condiciones de vida de los trabajadores, pero no tomando como ejemplo la de los países más desarrollados, sino la de aquellos países o zonas del planeta con menores salarios, menores garantías sociales, menores derechos y mayor facilidad para la explotación del trabajo humano y la obtención de beneficios para los accionistas, especuladores y financieros.

Con estos nuevos sistemas de producción nos encontramos que las empresas pretenden ganar el mismo dinero o más, mientras rebajan nuestros salarios y nuestras condiciones de vida.

Visto todo esto no nos queda otra alternativa que convertirnos en autosuficientes, en consumir lo que produzcamos en nuestras zonas antes que lo que nos viene de fuera, no caer en las garras de las franquicias explotadoras que, con la falacia del emprendedurismo y el autoempleo, autoesclavizan a los que han quedado al margen del mundo del trabajo hipotecándose para desarrollar unos negocios que nunca serán suyos y que estarán bajo la dependencia, la tiranía y las exigencias de los especuladores de la globalización.

O somos capaces de boicotear a toda esta industria que nos vende productos hechos en otras partes del planeta, explotando a los seres humanos como si fuesen animales, o al final, dentro de poco tiempo, seremos todos explotados de la misma manera, seremos todos tratados como esclavos sin derechos, seremos tratados como mercancía barata y sin personalidad.


Alternativas históricas

Hace muchos años, allá por los inicios del siglo XX, los sindicalistas revolucionarios se plantean unos métodos de acción obrera que les dieron unos resultados muy favorables, estos métodos eran el boicot y el label sindical.

El boicot a los productos que no estén fabricados en nuestra zona geográfica ya debería darse por supuesto como medida para acabar con la deslocalización de empresas y la marginación de todos del mundo del trabajo, por lo que no voy a incidir en la alternativa.

El label sindical es un método que debemos recuperar. Se trataría que desde los sindicatos, sean del color que sean, se debería introducir este sistema de control de la producción que nos garantizase a todos, como consumidores, que los productos que estamos comprando no pertenecen a ninguna empresa que utiliza prácticas que van contra los seres humanos, contra los trabajadores, etc.

Este control obrero debería garantizar que los productos que están saliendo al mercado no han sido fabricados en empresas que incumplen con los acuerdos firmados con los trabajadores, con la legislación laboral, con la dignidad de las personas; de la misma forma que aseguren que las empresas no recurren a la explotación infantil o de género, que no estén implicadas en expedientes de regulación de empleo para aumentar su productividad a costas de los salarios o los empleos; que no estén implicadas en deslocalizaciones o que empleen productos que sean nocivos para el medio ambiente o para las personas, etc.

Es un sistema con el que los trabajadores organizados nos garantizan a todos los consumidores que aquello que compramos es un producto no nocivo para las personas, por su composición, por su fabricación o por las actividades contra la humanidad de los dueños o accionistas de la empresa.

Reclamemos poder comprar, poder adquirir productos que no hagan indigna e indignante nuestra vida, reclamemos un control sobre los productos y las empresas que se enclavan en nuestras comarcas y regiones, reclamemos que las empresas que se deslocalicen no tengan la posibilidad de vender sus productos en las zonas de las que se han ido, reclamemos…

Practiquemos el boicot a todos los productos y empresas que se comportan de esta forma y exijamos a los sindicatos y asociaciones de trabajadores que practiquen el label sindical que nos garantice que los productos que llegan al mercado cumplen con las normativas laborales, los convenios, los acuerdos y los derechos de las personas que trabajan en ellas o para ellas.

O somos capaces de ponernos en marcha o acabaremos encadenados por los nuevos esclavistas del mundo capitalista.

¿A qué esperamos?

Manuel Vicent

Publicado en el número 311 del periódico anarquista Tierra y libertad (junio de 2014)