Proudhon y el principio de autoridad

 

Proudhon consideraba que el progreso de la sociedad llevaría a la superación del principio de autoridad, el cual delega a determinados dirigentes el derecho a la verdad. Su confianza en la ciencia social, entendida como acumulación y ordenamiento del material empírico encontrado, además de como cierta visión histórica, le hacía ver una incompatibilidad entre ella y ese principio de autoridad (según expone en Révolution sociale). Además, en un artículo publicado en 1849 en la Voix du Peuple, fundamenta la opinión de que la concepción de la autoridad es similar a la de la divinidad, ninguna de las dos tienen cabida en la ciencia, ya que ambas pertenecen al dominio de la fe. No obstante, recordaremos que Proudhon aceptaba la complejidad de la sociedad humana y las deficiencias de las ciencias sociales, por lo que el principio autoritario (jerárquico y centralista) debe ser enfrentado a un principio adverso. La filosofía proudhoniana se basa en el equilibrio de fuerzas antagónicas, presentes siempre en esa complejidad social de manera insoluble, y a pesar de su confianza en el estudio histórico y en la ciencia empírica, considera que "la fecundidad de lo imprevisto supera con mucho la prudencia del estadista y, cuanto más se legisla, más litigios surgen (El principio federativo).

Sin rigidez alguna, podemos observar la historia como una pérdida progresiva de la fe, por parte de la humanidad, en el principio de autoridad. Gracias a la razón y a la ciencia, el hombre pasa de la obediencia al cuestionamiento de las motivaciones de la autoridad, hasta llegar al punto en que no la reconozca ya en absoluto. No obstante, a pesar de que el principio de autoridad es inapropiado para la vida social, el sistema conceptual autoritario acaba transformándose históricamente en un prejuicio social. Este prejuicio sobre lo necesario de la dominación arraiga profundamente en la conciencia y moldea el pensamiento. Ello explica que, durante tanto tiempo en la historia, se hiciese imposible otra concepción. Tal como expresa Proudhon en Idée génerale, hasta los pensadores más atrevidos que habían considerado el Estado una maldición y un castigo para la humanidad, lo consideraron siempre un mal necesario.

Resulta primordial, y muy significativo de cara a comprender la filiación anarquista de Proudhon, que su antiautoritarismo se dirige, no tanto a combatir un orden social existente, y sí a ese prejuicio sobre la necesidad de la autoridad. El anarquismo proudhoniano, puede decirse, se proyecta más sobre el principio que pretenden expresar las instituciones autoritarias. En sus Confesiones, reprocha a la Revolución Francesa el haberse volcado en castigar a personas y en transformar las instituciones en lugar de haberse esforzado en acabar con ese principio, en vez de destruir la dominación misma. De nuevo hay que reconocer en Proudhon el germen de la visión anarquista, la cuestión no será transformar o suavizar un régimen estatal, sino cuestionar la autoridad pública de cualquier tipo. La estructura jerárquica de una sociedad basada en el principio de autoridad se funda en la autoenajenación del hombre a favor de los depositarios de la soberanía. El principio jurídico, basado en la razón de Estado, es objeto de todas las críticas de Proudhon en su obra Justice, ya que se coloca sobre el individuo en nombre del privilegio acabando con toda dignidad humana.

Proudhon, y el anarquismo, tienen una concepción pluralista de la sociedad, por lo que resulta inadmisible una totalidad y unidad basadas en un sistema unitario y piramidal. El Estado se funda en un orden social vertical normativo en lugar de estarlo en la cooperación horizontal de las distintas partes de la sociedad. De nuevo el pensador francés desea armonizar dos principios antagónicos, como la libertad y el orden, y considera que ninguna forma política basada en la unidad y en la fuerza había dado con la solución para armonizarlas (La capacidad política de la clase obrera). Existe cierta vinculación entre el ideal autoritario de unidad y la concepción religiosa del universo, ya que ambos ofrecen un orden realizado de manera definitiva y solo conducen al inmovilismo. Frente a esto, Proudhon ofrece una alternativa basada en la inmensa complejidad de la vida, la pluralidad de principios, la lucha de los elementos y la oposición de los contrarios (Théorie de la propriété).

José María Fernández Paniagua
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