Reflexionar o perder el norte

 
Este título me ha sido inspirado por un viejo indio americano que daba una conferencia sobre la situación de los indios en América y también sobre la propia situación de América. Vale la pena sin duda reflexionar sobre las palabras que este sabio indio decía, pero no tocaremos por esta vez el tema de la situación de los indios americanos sino, más bien, el tema de los anarquistas o del anarquismo en España y en el mundo.

Puede afirmarse sin lugar a equívocos, que el movimiento anarquista, la filosofía de vida que proponía y los métodos para alcanzarla, perfilaron por vez primera en la historia de los pueblos una manera propia de pensar y de actuar, que hasta entonces no se había producido en la historia del pensamiento humano ni tampoco en la larga tradición de los movimientos obreros, en sus pretensiones de mejorar sus condiciones de trabajo y de vida. El anarquismo como teoría social sólidamente constituida tras largos años de esfuerzos, vino a dar al hombre la llave del progreso social. Por un lado, los métodos eficaces propugnados para destruir el sistema capitalista, por el otro, los posteriores para establecer los principios anarquistas para la convivencia. El hombre, acababa de parir al anarquismo después de largos siglos de esfuerzos extenuantes por dar solución al problema social de la explotación entre los hombres, del bien y del mal. Ahora, a principios del siglo XX, una vez asentadas las bases ideológicas del anarquismo, faltaba lo más difícil y fatigador, a saber, reunir una cantidad suficiente de personas concienciadas, o lo que es lo mismo, calar en la sociedad. Una vez realizada la ardua tarea, el Estado, aquel organismo social fundado en la explotación de los hombres como base de su naturaleza, sería el objetivo de las masas anarquistas para lograr la consecución de un orden social que, por descontado, destruiría el principio de desigualdad entre los hombres. Todo estaba preparado, el destino de la humanidad ahora más que nunca, se vería determinado por esas dos fuerzas antagonistas del género humano: el anarquismo y el capitalismo.

Han pasado 77 años ya desde la revolución anarquista española, y con ella, el nombre de muchos compañeros que quisieron de verdad al hombre y a su entorno. Ahora, en pleno año 2013, el recuerdo imborrable plasmado en la historia viene a nosotros en forma de una penosa existencia social que nos ruega reflexionar seriamente sobre el mundo de hoy y sobre el mundo de mañana. Por los que nacen hoy, y por los no nacidos.

Al igual que los indios, tenemos los anarquistas algo en común con la historia. Estamos a punto de ser traspapelados de la historia, como movimiento atropellado en la carretera, pero no obstante, estamos orgullosos y a la vez contentos con nosotros mismos por nuestro glorioso pasado. No tememos al presente ni tampoco al futuro, aunque tanto el uno como el otro auguran una triste realidad. Somos de los que piensan que, contra todo pronóstico, las leyes de la evolución se cumplirán rigurosamente a pesar de todo. Ni siquiera el monstruo capitalista logrará evitarlas. Es la vida en la tierra, o te adaptas a sus leyes respetando su naturaleza o ella misma te acaba por destruir. De todas maneras estamos contentos porque los anarquistas acertamos. Acertamos cuando dijimos que la propiedad privada engendra el robo y el asesinato, acertamos igualmente cuando dijimos que el poder político es corrupto por naturaleza y, definitivamente, acertamos cuando dijimos que el Estado es el origen de todas las depravaciones sociales habidas y por haber. Y todo, exactamente todo, se ha venido a desarrollar tal cual dijimos, y no solo en España, si no en todo el mundo.

La depravación del hombre bajo las leyes de su propio sistema social es perfectamente visible, y si no miren a su alrededor. Todo es un espectáculo grotesco. Las injusticias sin fin son inabarcables e interminables. Las compañías de seguros robando el dinero depositado en ellas para más tarde desaparecer, los abogados haciendo grandes fortunas del mal social y por la moral social, los bancos robando el ahorro de años de esfuerzos a pobres gentes, el sistema de sindicatos integrado en el capitalismo permitiendo la explotación más descarada, las compañías petrolíferas destruyendo el Amazonas a costa del genocidio procurado por sus mercenarios, millones de personas sin trabajo dispuestas a sacrificar el poco orgullo que les queda por una miga de pan, los excesos de la pornografía completamente degradada, la juventud completamente viciada, las guerras constantes a nivel mundial, etc. Todo, absolutamente todo, enmarcado dentro de un sistema social que se llama Estado.

Todo lo dijeron los anarquistas, pero España, el mundo, no quiso escuchar, y aún hoy, el mundo sigue sin querer escuchar el punto de vista de los anarquistas sobre las cosas porque temen descubrir lo que son y lo que han creado. Nosotros por nuestra parte seguiremos construyendo anarquismo convencidos de que cuando el hombre se percate del monstruo al que está alimentando, él mismo le dará muerte, estableciendo con ello la separación entre un sistema monstruoso que envilece al hombre y pertenece al pasado y otro sistema que comienza con el respeto a todo lo que nos rodea.

La anarquía será el horizonte de la especie humana como camino a seguir o la furia de la naturaleza acabará con la especie.


Grupo El Sagitario

Publicado en el número 302 del periódico anarquista Tierra y libertad (septiembre de 2013)