Socialismo e intelectuales

 

En los comienzos del movimiento obrero la desconfianza hacia los “intelectuales socialistas” no era muy acusada.

En el congreso de la Asociación Internacional de los Trabajadores de Ginebra en 1866, el proudhoniano Henri-Louis Tolain (1822-1897) propone excluir a los “trabajadores del pensamiento”. Se le objeta que Marx “ha consagrado su vida al triunfo de la clase obrera”. Tolain replica: “Como obrero agradezco al ciudadano Marx… [pero] creo que sería útil demostrar a todos que estamos suficientemente avanzados como para poder conducirnos por nosotros mismos”. Propuesta rechazada por 25 votos contra 20.

Una proposición similar la plantea algunos años después Antoine Perrare (1841-1912), artesano miembro de la Comuna condenado a la deportación y refugiado en Ginebra en 1871, en el IV Congreso de la Internacional Antiautoritaria de Ginebra en 1873, donde afirma que la Internacional debe estar reservada solo a los trabajadores manuales. “Lo que no necesitamos son hombres que saben demasiado y que nos desvían con sus bonitas palabras”.

Seguramente la cuestión entre los antiautoritarios no estaba superada, sobre todo en algunas secciones más “obreristas”, como la del Jura y la española. Recordamos, y no por casualidad, a Errico Malatesta, delegado de la Federación Italiana en el Congreso de la Internacional Antiautoritaria de Berna (26 a 29 de octubre de 1876), donde declara que: “La Internacional, para nosotros los italianos, no debe ser una organización exclusivamente obrera; el objetivo de la revolución social, en efecto, no es solo la emancipación de la clase obrera sino la emancipación de la humanidad entera; y la Internacional –ejército de la revolución- debe reagrupar bajo su bandera a todos sin distinción de clase”.

En cualquier caso, es una desconfianza que estará presente entre los libertarios durante mucho tiempo. Ciertamente, para ellos el objetivo –y en esto reside una originalidad esencial del anarquismo- no es destruir únicamente el capitalismo sino destruir cualquier dominio económico, político y moral: la anarquía es una sociedad sin jerarquías. De manera que consideraron que no existían solo dos importantes clases sociales antagónicas sino tres. Otra clase social, la clase intelectual, se estaba encaminando en ascenso hacia el poder; una fuerza social que atravesaba no solo el campo capitalista burgués sino que aparecía cada vez más viva en el pensamiento y en la práctica de una parte del movimiento obrero y socialista que seguía las huellas marxistas: los “socialistas científicos”, los amos del “saber”… los “nuevos amos”.

A finales del siglo XIX –también de la parte “marxista”- aparecen similares análisis “bakunianos” en el tema de los intelectuales socialistas que se esfuerzan por mantener el prestigio de ideologías aptas para una división de la sociedad en patronos y obreros. Por ejemplo, Georges Sorel (1847-1922): “La verdadera vocación de los intelectuales es la explotación de la política; el papel de político es muy parecido al de cortesano y no requiere actitud industrial. No hace falta hablar de suprimir las formas tradicionales del Estado; en esto su ideal, por mucho que pueda parecer revolucionario a la buena gente, es reaccionario. Quieren persuadir a los obreros de que su interés es llevarles al poder y aceptar la jerarquía de la capacidad, que pone a los trabajadores bajo la dirección de los políticos”.

Jan Vaclav Majiski (1866-1926), con un análisis marxista, primero la toma con los marxistas rusos, después con el marxismo, con el propio Marx y con el socialismo en general. Opina que el socialismo es la ideología de los intelectuales que aprovechan la posición central que ocupan en la sociedad capitalista –gestión de la economía, control de la producción, monopolio de los conocimientos- para erigirse en nueva clase dominante.

Y aquí lo dejo, por el momento…

Gianpiero Bottinelli

Publicado en el número 305 del periódico anarquista Tierra y libertad (diciembre de 2013)