En un mundo mejor

 
Si recientemente, hablaba de una película tremebunda con un bello mensaje, ahora se acaba de estrenar en España otro film de calidad con una propuesta similar. Se trata de En un mundo mejor, de la directora Susanne Bier, que junto con el guionista Anders Thomas Jensen provienen de aquella cosa llamada movimiento Dogma (que eso sí, dio lugar a unas cuantas buenas historias rodadas con los pocos medios que preconizaba el manifiesto). Se trata de una visita sin concesiones a conceptos como "violencia" y "venganza", con una alternativa clara desde el principio personificada en el emotivo protagonista (un médico en plena crisis familiar, que realizar una labor en un lugar de África, tal vez huyendo de sus propios problemas personales). Este hombre se niega a utilizar la violencia (las armas del poder, en definitiva), incluso en situaciones extremas, y desea incluso servir de modelo pedagógico para unos chavales a los que les rodea el abuso, la indolencia y la hipocresía. Sí me gustaría apuntar, ya que es posible que muchas personas realicen esa lectura, el hecho de la simbología cristiana, que es posible que esté algo presente en la película (a un nivel únicamente cultural, ya que no se trata de una película que tenga nada que ver con la religión, tal y como ha manifestado su directora). Sin embargo, el precepto de "poner la otra mejilla", que puede confundirse con una actitud de resignación ante el poder (tal y como creo que lo ha utilizado históricamente la Iglesia Católica), no es la actitud que yo observo en ese hombre que se niega a utilizar esa vía. Anton, el médico y padre protagonista de En un mundo mejor, sí se enfrenta al poder y la violencia, mostrando la mezquindad y cobardía que les es inherente. A propósito de esta cuestión de la religión, parece ser que el gobierno de Sudán (la película se rodó finalmente en Kenia) acusó a la película de ser antimusulmana y equivocando incluso el escenario africano de la película (que, en cualquier caso, es indeterminado y no es importante). Insistiré en que la religión no es importante en esta historia, más allá de ser una manifestación cultural que aparezca en algún momento sin demasiado peso (de hecho, la gran crítica que entraña la película puede ser un gran argumento en contra de toda nuestra hipócrita tradición cultural al respecto, otra lectura que me permito hacer).

El contraste de secuencias entre los dos países, el del Tercer Mundo castigado por la necesidad y el autoritarismo, y el supuestamente desarrollado de Dinamarca, nos traerá finalmente la reflexión de que a ambos les une una cultura de la violencia con diferentes rostros. Las reiterativas secuencias de niños africanos, que a pesar de la necesidad son capaces de disfrutar y compartir lo que tienen a su alcance, se alterna con el dramático conflicto de dos adolescentes que pertenecen a familias acomodadas. Incluso, resulta terrible la lectura que puede hacerse de unos críos africanos, que pasan toda suerte de penurias, y que sin embargo no pierden la sonrisa y están deseosos de pasarlo bien. Frente a ello, los chavales del Primer Mundo, en cambio, no tardan demasiado en utilizar la violencia y en despreciar la vida. No es casualidad que uno de los escenarios sea uno de los países escandinavos que tantas veces se coloca como ejemplo de Estado del bienestar, y que ahora algunas obras nos muestran que tras esa superficie idílica se esconde demasiada basura (recordemos otro película nórdica reciente, que es Submarino, otro retrato tremebundo y desesperante de la sociedad danesa). Sin embargo, pienso que el conflicto que nos propone este film no es solo propio de este país, podría ocurrir en cualquier sociedad occidental atiborrada de toda una cultura de la violencia. No tengo ningún miedo a que me acusen de "moralista", ya que creo fírmemente en una moral poderosa, en un distinción claro entre lo que es correcto y no lo es, sin hipocresias sociales e institucionales de ningún tipo. Agrada mucho encontrar ejemplos de ese campo moral y pedagógica en el que creo, y que tantas veces encuentra numerosos obstáculos en la práctica ante la perpetuación de la pobreza ética y cultural, y lde a mezquindad mercantilista.

No se puede acusar al guión de En un mundo mejor de no estar perfectamente medido, por lo que es importante permanecer atentos a todo detalle. Tal vez, incluso, el gran reproche que se le podría hacer a este film sea ese, poner todos los mecanismos a su alcance para dejar clara una propuesta moral y pedagógica que acaba funcionado muy bien con todas las piezas en su sitio. Como el que suscribe echa de menos un cine con más ideas de este tipo, tal como ya escribí acerca de Incendies, creo que todas las posibles artimañas de En un mundo mejor son válidas. Incluso, el hecho que puede parecer excesivo de que dos críos se conviertan finalmente en terroristas con afán justiciero, resulta de lo más adecuado en una sociedad "civilizada" incapaz de aceptar que acoge el horror en su mismo seno (la secuencia del policía interrogando a un chaval que acaba de poner una bomba, e insistiendo en que tiene que haber sido ayudado por alguien de fuera es muy significativa). La violencia es algo que envuelve a todos los personajes de la película, y muy pocas personas son capaces de reaccionar y escapar a esa situación. Son los niños los que emulan con más facilidad el mundo de sus mayores, por lo que este "moralista" insistirá una vez más en la importancia de la educación a todos los niveles.

Tal vez otra acusación recurrente a ciertas historias (y ciertos personajes) sea la de apelar demasiado fácilmente a las emociones del espectador (a lo que se conoce vulgarmente como "lágrima fácil"). Como no tengo clara del todo la distinción de lo que es la sensibilidad y de lo que podría ser la "sensiblería", recomiendo siempre una buena obra que considero capaz de emocionar al espectador, ya que al fin y al cabo ese debería ser uno de los cometido del arte. En un mundo mejor está llena de bellas imágenes naturales, alternadas con el horror de las sociedades que hemos edificado, ya sea por necesidades de primer orden en demasiados lugares del mundo o por la irracionalidad maquillada de civilización en algunos otros, y creo que posee todos los atributos para considerarse un drama social de altura. Si alguien se muestra reticente a ver según qué cosas, simplemente por prejuicios y desprecio a lo que puede ser una historia emotiva capaz de aportar algo a un mundo incomprensible, creo que ese es su problema.

José María Fernández. Paniagua

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