La anarquía en acción de Colin Ward

 

Acción directa en la vida cotidiana

Los artículos del presente monográfico están compuestos, en su mayoría, de reflexiones y cita sacadas del magnífico libro del fallecido, este año 2010, Colin Ward Esa anarquía nuestra de cada día… (Tusquets, 1982). Un título en castellano aparentemente simpático, aunque tal vez resulte desafortunado al ser el original el sobrio y conciso Anarchy in action. Se trata de una exposición de argumentos a favor del anarquismo, citando numerosas fuentes y ejemplos prácticos y vigentes. La gran pregunta, al margen de una posible revolución "violenta" (los conceptos revolucionario y reformista se funden aquí, si se mantiene la labor transformadora), es si es posible extender el área de acción de esa práctica libertaria hasta que sea la predominante y las personas logren autogestionar la sociedad tal y como deseen. A estas alturas, creo que la mayor parte de la gente debería pensar que cualquier tipo de sociedad es posible, si confiamos en una auténtica filosofía de la libertad y desterramos todo determinismo; naturalmente, el poder coercitivo es empleado por cualquier tipo de "ismo", excepto por el que nos ocupa que vería transgredido sus principios si lo llevara a cabo. Como dice Ward, se puede imponer la autoridad, pero no la libertad. El anarquismo es enemigo del totalitarismo (político, por supuesto, pero también vital), por lo que una sociedad que se pretenda integrada únicamente por anarquistas se antoja imposible. Recordaremos la frase de Malatesta, a propósito de las intenciones de los anarquistas, que reconoce lo plural de la condición humana: "en cualquier caso, sólo somos una de las muchas fuerzas que actúan en la sociedad".

Anarquía es ausencia de gobierno y de autoridad, pero nunca de organización. El gobierno se ocupa de hacer cumplir las leyes, el garante de que los propietarios de los bienes sociales los sigan controlando, excluyendo a una parte de la sociedad; el principio de autoridad garantiza, a su vez, que la gente trabaje para otros, no por su propia voluntad sino porque no tienen alternativa. Ward señala que los gobernados, en gran medida y además del temor que también puede sustentar a los Estados, mantienen a los gobernantes al tener los mismos valores: creencia en el principio de autoridad, en la jerarquía y en el poder. Estas personas que, a priori, tienen esos valores y se vanaglorian de poder elegir entre diferentes élites gobernantes, en su vida cotidiana sin embargo hacen funcionar a la sociedad asociándose voluntariamente y empleando no pocas veces el "apoyo mutuo" con sus semejantes. La filosofía política y social del anarquismo se basa, principalmente, en la tendencia natural y espontánea de los seres humanos a asociarse en beneficio mutuo, sin intervención de gobierno alguno.

La disminución de la espontaneidad social es consecuencia del poder político. Se trata de una pugna entre dos principios que aparecen constantemente en la condición humana a través de la historia, así lo veía Kropotkin: "A través de la historia de nuestra civilización, dos tradiciones, dos tendencias opuestas han estado enfrentadas: la tradición romana y la tradición popular, la tradición imperial y la tradición federalista, la tradición autoritaria y la tradición liberal". Y existe una correlación invertida entre las dos, la fuerza de una supone la debilidad de la otra. Los totalitarios, del pelaje que sea, tratarán siempre de acabar con aquellas instituciones sociales que no puedan controlar. Muchos autores han rodeado al Estado de cierto halo metafísico, algo que ha quedado como una impronta popular y que se puede comprobar en muchas conversaciones populares. Sin embargo, para la sociología el Estado no es ni más ni menos que un mecanismo político, que monopoliza la violencia, y una forma de organización social como otra cualquiera. Sin embargo, la diferencia con otros tipos de asociación es que el Estado se arroga el poder final de opresión, aparentemente dirigido hacia algún enemigo exterior, pero constantemente ejercido hacia el interior. Martin Buber apuntó que el mantenimiento de las crisis externas latentes favorecía al Estado a la hora de mantener una superioridad en las crisis internas. Simone Weil declararía que el gran error era observar la guerra simplemente como un episodio de política exterior, cuando se trata del más atroz acto de política interior. El Estado usará la guerra, o su amenaza, como arma contra su propia población.

El progresivo deterioro del Estado, el arrebatarle el poder que se ha atribuido, es necesario para potenciar lo social. Naturalmente, el objetivo no es construir otra forma piramidal distinta, sino redes de individuos y grupos capaces de tomar sus propias decisiones y decidir así su destino. No está nunca de más el insistir en las nociones que constituyen la filosofía vital del anarquismo: unidades federadas en base a la acción directa, y a la autonomía y al control de los productores. “Acción directa” fue un concepto creado por sindicalistas revolucionarios de principios del siglo XX, que ha ido ampliando su campo a lo largo del tiempo: puede definirse como la acción que tiende a una meta deseada, en una determinada situación, con la implicación de los propios interesados. El anarquista contemporáneo David Wieck recuerda que estamos tan mediatizados por las instituciones autoritarias (del gobierno, o de otro tipo), que las importantes consecuencias de nuestro esfuerzo para modificar nuestro entorno quedan devaluadas o ignoradas. Tal vez, la capacidad cotidiana para la acción directa es la misma capacidad para ser libre, y constituye un entrenamiento impagable. Naturalmente, la idea de acción directa es indisociable de las de autonomía, autogestión y descentralización. Uno de los campos más importantes para prácticar estos conceptos es el del trabajo. Ward recuerda que no existe teoría técnica alguna que demuestre que la autogestión resulte imposible; lo que sí es una realidad, que constituye un obstáculo para practicarla, son los intereses de privilegio creados en la distribución del poder y de la propiedad.

La descentralización y el orden espontáneo

La solidaridad horizontalidad como formas de cohesión social

La planificación social y el federalismo

Revolución sexual y educación liberadora

El trabajo enriquecedor y la comunidad del bienestar

Entendernos a nosotros, cooperar con los demás

José María Fernández Paniagua
Artículos publicados en el periódico anarquista Tierra y libertad núm.265 (Agosto 2010),

monográfico dedicado al pensamiento de Colin Ward