La anarquía en acción de Colin Ward
La anarquía en acción de Colin Ward
Acción directa en la vida cotidiana
La descentralización y el orden espontáneo
La descentralización es inherente al anarquismo, no hay cabida para otro tipo de solución. Se trata de un determinado uso sociológico de la geografía, en la que nunca tiene cabida el aislamiento, y el federalismo será el principio básico de organización humana. Acción directa autónoma, descentralización de la toma de decisiones y federación libre son las características de una situación de auténtica transformación social.
Malatesta lo expresará de la siguiente forma: "La revolución es la destrucción de todos los vínculos coactivos; es la autonomía de los grupos, de las comunas, de las regiones; la revolución es la federación libre constituida por un deseo de hermandad, por intereses individuales y colectivos, por las necesidades de la producción y de la defensa; la revolución es la constitución de innumerables grupos libres a partir de ideas, deseos y apetencias afines de todo tipo latentes en el pueblo; la revolución es la formación y disolución de miles de corporaciones, representativas, de distrito, comunales, regionales, nacionales, que, a pesar de que carecen de poder legislativo, sirven para dar a conocer y coordinar los deseos e intereses populares, y que actúan mediante la información, el consejo y el ejemplo. La revolución es la libertad en el crisol de los hechos, y dura mientras dure la libertad, es decir hasta que otros, aprovechándose del cansancio de las masas, de las inevitables decepciones que siguen a las esperanzas exageradas, de los errores probables y de los fallos humanos, consiguen constituir un poder, el cual, apoyado por un ejército de mercenarios o proscritos, hace la ley, frena el movimiento en el punto que ha alcanzado, y entonces se inicia la reacción".
Malatesta sugiere que la reacción será inevitable, y Ward afirma que esto es lo que crea el flujo y reflujo de la historia. Landauer dijo que todo tiempo posterior a una revolución es un tiempo previo a la revolución para aquellos cuyas vidas no se han hundido en el lodo en algún momento del pasado. No existe una "lucha final", tan solo una serie de luchas "guerrilleras" en diversos frentes. Es por eso que el anarquismo no es un movimiento histórico, fracasado o no, sino una filosofía social (o socialista) coherente, que surge una y otra vez. Resulta primordial hacer ver a las personas que se trata de una importante alternativa de vida, para la que hay que buscar constantemente soluciones en el tipo de sociedad en que nos encontremos.
El orden espontáneo, según la teoría anarquista, podría definirse así: dada una necesidad común, un grupo de personas, a costa de esfuerzos y errores, de iniciativas improvisadas y distintas experiencias, pone orden en su situación, orden que será más duradero y estará más estrechamente vinculado a sus necesidades que el que podría proveer cualquier otro tipo de autoridad impuesta desde fuera. Colin Ward se inspira en Kropotkin para dar esta definición, en las observaciones del ruso sobre la historia de la sociedad humana y del estudio de los sucesos al comienzo de la Revolución francesa y de la Comuna de París de 1871. Numerosas experiencias revolucionarias, situaciones posteriores a desastres naturales y actividades en las que no se daban formas organizativas o autoridad jerárquica parecen confirmar la visión kropotkiniana, solo en estas circunstancias excepcionales el principio de autoridad es substituido por el principio de orden espontáneo. Los anarquistas consideraran esta perspectiva como normal, a diferencia de cualquier visión autoritaria.
Ward menciona diversas situaciones que confirman la teoría del orden espontáneo. El Pionner Heath Centre de Peckham, al sur de Londres, a mediados del siglo XX, aporta un ejemplo sobre la organización espontánea en la práctica. Diversos médicos y biólogos decidieron, en lugar de estudiar la enfermedad, hacerlo con la naturaleza de la salud y del comportamiento sano. Constituyeron un club social con miembros subscritos en familia, compartiendo una serie de comodidades a cambio de exámenes médicos periódicos. Las personas podían actuar a su antojo, expresar sus deseos abiertamente y todo ello sin leyes, reglas o dirigentes; el único control era la vigilancia de que no se formara ningún tipo de autoridad. Después de ocho primeros meses de caos, con niños indisciplinados que se manejaban a su antojo y hacían la vida intolerable para los demás, el doctor Scott Williamson descubrió que la paz se restablecía si los críos respondían a los diferentes estímulos que se interponían en su camino. Su confianza fue premiada y en menos de seis meses el caos se convirtió en orden, la vida cotidiana estaba compuesta de chavales que se bañaban, hacían deporte, jugaban y, en ocasiones, leían en bibliotecas. Se desterraron así, sin necesidad de una autoridad coercitiva, las correrías y los gritos. John Comerford, en uno de los informes sobre este experimento, sacó la siguiente conclusión: "por lo tanto, si se deja sola a una sociedad en circunstancias adecuadas para expresarse armoniosamente, se salva por sí sola y logra una armonía de acciones que no pueden ser emuladas por liderazgos impuestos". Diversas obras recogen la experiencia de Peckham: John Comeford, Health the Unknown: The Story of the Peckhan Experiment, Londres, 1947; Innes Pearse y Lucy Crocker, The Peckham Experiment, Londres, 1943, y Biologists in Search of Material de G. Scott Williamson y I. H. Pearse, Londres, 1938. Ward menciona también a Edward Allswort Ross (Social Control, Nueva York, 1901), el cual sacó la misma conclusión, a comienzos del siglo XX, en su estudio de la verdadera evolución de sociedades "fronterizas" en la América del siglo XIX.
Más ejemplos en esta línea lo aporta gente valiente, paciente y confiada que apostó por comunidades de autogobierno y sin castigos para jóvenes considerados delincuentes. El pedagogo Homer Lane tenía la máxima de que "la libertad no se puede dar. El niño la toma como un descubrimiento y un invento", y fiel a ello creó una comunidad de chicos y chicas enviados por los tribunales. Howard Jones (Reluctant Rebels, Londres, 1963) dijo que Lane se negó a imponer un tipo de institución autoritaria copiado del mundo adulto, la estructura de autogobierno la crearon los propios chavales, lenta y dolorosamente, hasta llegar a satisfacer sus propias necesidades. August Aichhorn (Wayward Youth, Londres, 1925) dirigió en Viena una casa para niños inadaptados, algunos de los cuales eran especialmente agresivos y destrozaron todo lo que pudieron durante cierto tiempo; la gran confianza en su propio método, junto a un control sobrehumano para ignorar a vecinos, policía y autoridades, dio sus frutos: los niños terminaron por apaciguarse y desarrollaron un fuerte sentimiento de solidaridad con las personas que trabajaban junto a ellos, era la base para un proceso de reeducación a pesar de las grandes limitaciones que el "mundo real" les había impuesto. Son ejemplos de gente encomiable, auténticamente libres y de una fortaleza moral enorme para sostener un método antiautoritario. Ward señala que en la vida cotidiana, a priori, no habría que tratar con temperamentos tan inquietos por lo que la experiencia no tiene porque ser tan drástica. De alguna manera, tendemos a presionar a los demás para llevar a cabo una tarea común, y siempre existe el riesgo de que se genere algún tipo de autoridad debido a una aparente falta de objetivo o a que el tiempo se extienda tediosamente hasta que se forme un orden espontáneo. Puede definirse este riesgo como el de un hatajo autoritario, en aras de una supuesta rapidez y eficacia, con la consecuente imposición de un método y un orden de ese tipo. Ward concluye algo impagable: el umbral de tolerancia del desorden varia enormemente de un individuo a otro, por lo que el supuesto amante del orden que puede imponer autoridad y método es en realidad alguien inseguro y falto de libertad.
También resulta apreciable, en situaciones muy diferentes, el orden espontáneo que aparece en la sociedad humana en aquellos escasos momentos en que una revolución popular ha retirado el apoyo (el poder) a las fuerzas de la ley y el orden. Ward menciona ejemplos de experiencias personales en regímenes autoritarios, como en Sudáfrica o en la antigua Checoslovaquia (la famosa Primavera de Praga del 68), en los que la intolerable vida anterior habría llevado a un fuerte deseo de mejorar las cosas espontáneamente y sin coacción de ninguna clase. Son sentimientos de haber entrado en una era de libertad e igualdad, como describía Orwell la Barcelona revolucionaria en Homenaje a Cataluña; o lo producido en La Habana justo antes de entrar el ejército castrista tras caer el régimen de Batista, situación en la que la sociedad se autoorganizaba eficientemente antes de ser aplastada de nuevo por una maquinaria represiva en nombre del orden y en prevención de todo afán "contrarrevolucionario".
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José María Fernández Paniagua
Artículos publicados en el periódico anarquista Tierra y libertad núm.265 (Agosto 2010),
monográfico dedicado al pensamiento de Colin Ward