Con Internet y las redes sociales, somos muy propensos a reproducir, entre otras muchas necedades, toda suerte de frases llamativas, tantas veces de manera irreflexiva. En un mundo donde priman las imágenes impactantes, más que las palabras y las ideas, es posible que estas últimas se estén convirtiendo en tan frívolas como aquellas. Los mercaderes de la pseudofilosofía y de la pseudoespiritualidad aprovechan este contexto para vendernos sus cajas de humo utilizando una bella terminología, al parecer tan seductora, para algunas personas, como irritante y digna de rechazo para otros. ¿Nuestro afán de crítica nos lleva tal vez a no discernir lo válido de lo que no lo es? Sinceramente, no lo creo. Sencillamente, nuestro escepticismo crítico nos lleva a ser intelectualmente cautos y a suspender el juicio (es decir, sencillamente a «no creer» hasta que tener una base informativa fiable). Somos así de estupendos.
Un reciente estudio, llamado «Sobre la recepción y detección de tonterías pseudoprofundas» (On the reception and detection of pseudo-profound bullshit), ha sido realizado recientemente por un grupo de expertos en psicología cognitiva y publicado en la revista Judgment and Decisión Making. Interesante, muy interesante y necesario este estudio en este mundo, supuestamente con acceso a un universo de información, y en el que cada vez parecemos más crédulos e ignorantes. Por tonterías pseudoprofundas, se entienden aquellas afirmaciones que pretenden impresionar en una primera lectura, presentadas como verdades como puños, pero que en realidad están huecas de contenido.
El estudio pone como ejemplos los disparates de inefables gurús de la «espiritualidad» como un Deepak Chopra o un Paulo Coelho. Si atendemos a las redes sociales de este tipo de personajes, nos encontraremos perlas de todo tipo, carentes de profundidad y en algunos casos incluso de significado. Cosas como «El significado oculto se transforma en incomparable belleza abstracta» o «La atención y la intención son la mecánica de la manifestación». Al parecer, existen una serie de términos, de significado abstracto o que pueda parecer profundo, que actúan como un auténtico imán para algún tipo de personas seducidas por la verborrea pseudoespiritual: oculto, belleza, manifestación…
Los dos personajes mencionados no son más que un ejemplo de los planitos libros de autoayuda que están en circulación en los últimos años. Como decía un amigo recientemente, parece una muestra de la enferma sociedad en que vivimos con múltiples charlatanes de la nada, actuando sin ningún escrúpulo, encontrando adeptos por doquier. Tantas veces, lo que nos venden estos gurús no es más que las promesas religiosas de toda la vida de Dios (nunca mejor dicho), pero más o menos adornadas con terminología moderna. Hay quien lo quiere etiquetar de pseudoreligiosidad; yo tal vez diría que es religiosidad sin más, pero eso ya corresponde a otro debate.
Uno de los responsables del estudio es Gordon Pennycook, que asegura que las personas que suelen creer este tipo de cosas, sin base filosófica ni científica, suelen apelar a la «apertura de mente» (creo que a todos nos suena), pero sin criterio racional alguno; es decir, de manera más bien acrítica e irreflexiva, abren su cerebro al despropósito y encima te acusan a ti de estrechez de miras. La mente que sí se guía por el criterio racional, sin embargo, busca indagar e informarse en las cuestiones para facilitar el análisis crítico y la reflexión. El estudio también analiza la propensión de ciertas personas a creer en sucesos irracionales o sobrenaturales, para terminar tratando de explicar cómo combatir tanta credulidad. Como no podía ser de otro modo, el remedio para ello es mejorar nuestra capacidad para comprender los textos (análisis verbal), una saludable dosis de escepticismo ante todo lo que se nos presenta y, como ya se ha dicho, un criterio racional que guíe nuestros pasos intelectuales.
http://libreexamen.blogspot.com.es/2015/12/el-atractivo-de-la-necedad.html
Comparto el criterio…. muy buena la nota… un abrazo