En la fiesta nacional…

El autor de la genial canción “La mala reputación” fue Georges Brassens (1921-1981), muy reconocido en su país de origen Francia, a pesar de ser un ácrata declarado e irreductible, tal vez el mayor representante de lo que algunos han denominado la trova anarquista; la letra es uno de los mayores alegatos contra el conformismo y, de forma más concreta (en homenaje, en el caso que nos ocupa hoy, a la festividad del 12 de octubre), contra los que consideramos los males que enfrentan a la humanidad: el nacionalismo, la religión y la división de clases. La canción, aunque algunos la identificarán con el rockero Loquillo, fue traducida por Paco Ibáñez e interpretada por él primera vez en esa primera versión; existe también otra traducción de Agustín García Calvo. Si hay algún cantautor español que podamos comparar con Brassens ese es Javier Krahe, que también adaptó algunos temas del francés como “Marieta” o “La tormenta”, letras donde podemos comprobar la semejanza entre ambos.

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La máquina del fango y lo que queramos, o no, creer

Los que sigan este blog, sabrá que dediqué algunos textos a la denuncia del encarcelamiento de Pablo González, durante dos años y medios, sin juicio, ni prueba alguna sobre su presunto espionaje para Rusia y vulnerando sus derechos más elementales. No conocía a este reportero en el momento de su detención, pero el caso me era cercano por motivos que no vienen al caso. Como es sabido, el pasado 1 de agosto González fue liberado en un intercambio de presos entre Rusia y diversos países atlantistas. La verdad, desconozco a la mayor parte de las personas liberadas, de uno u otro lado, y por lo tanto no voy a tildar a nadie de nada. Para algunos medios y personas, el hecho de que Putin lo incluyera en dicho canje y luego lo recibiera en Moscú, a él y al resto de liberados, claro, ya parece ser prueba irrefutable de su culpabilidad. Dejemos, de momento, el hecho de que sigue sin haber ninguna prueba palpable de que este hombre sea, efectivamente, un espía ruso y pasemos a lo más flagrante: la ya mencionada vulneración de los derechos humanos con una situación de presión continuada digna de las peores dictaduras, el no haberse respetado la más mínima presunción de inocencia y el habérsele negado un juicio justo con posibilidad de defenderse con medios adecuados. Resulta sorprendente que la mayoría de los medios y de la clase política, fuera o no culpable González de algo, siga sin denunciar algo tan indignante. Será que están acostumbrados a, en el mejor de los casos (no quiero pensar el peor), justificarlo.

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Familias anarco-sindicalistas laminadas en 1936

De todas es sabido la dura represión que ocasionó el golpe de Estado de julio de 1936 en Zaragoza, «la perla del anarquismo». Siempre ha resultado sorprendente que el sindicalismo zaragozano de larga tradición y experiencia se dejara engañar por el General Miguel Cabanellas al mando de la V División Orgánica. Su condición de masón y la confianza del sindicalismo zaragozano en derrotar el golpe de Estado declarando la Huelga General provocaron que Zaragoza quedara bajo la autoridad de los sublevados desde el primer momento. Conocedores los militares de la importancia del anarcosindicalismo de la ciudad no dudaron en utilizar una represión despiadada para liquidar su potencia organizativa y de lucha.

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El legado de William Godwin

A pesar de las dudas, debido sobre todo a la escasa influencia que pudo tener en el movimiento anarquista del siglo XIX, hoy hay que considerar a William Godwin como parte de la historia del ideal libertario. Es a partir de la segunda mitad del siglo XX cuando se le presta una mayor atención y sus aportaciones son indudables al anarquismo continental, especialmente en la vertiente individualista y en el campo filosófico en general.

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¿Qué fue de la lucha de clases?

Se atribuye a Marx, pero el concepto de la lucha de clases como motor histórico, al parecer y como tantos otros factores, ya se había bosquejado con anterioridad al ínclito autor de El capital. Sea como fuere, qué diablos ha quedado hoy, en esta época que tantos denominan posmoderna, de ese conflicto entre poseídos y desposeídos. Vamos a dejar a un lado el llamado materialismo histórico, es decir, todo ese rollo de desarrollo de las fuerzas productivas, que serían las determinantes de las clases sociales, el cual llevaría paulatinamente al progreso, se pasaría del capitalismo al socialismo dictadura del proletariado mediante para, finalmente, llegar a la sociedad comunista. Sin negar la importancia filosófica de Marx (y de Engels), aunque extremadamente crítico con la praxis política a la que dio lugar su pensamiento, hay que decir que me resulta difícil creer que, a día de hoy, todavía haya quien crea de manera rígida en esa visión finalista de la historia (pero, haberlos haylos, y siguen descifrando el jeroglífico marxista para encontrar alguna esperanza en no sé muy bien qué). Algunos sesudos consideran que el marxismo no contenía exactamente una visión teleológica de la historia (signifique lo que signifique eso), pero uno no puede pensar en un heredero mejor de la escatología cristiana: promesas de un paraíso final, que no llega, ni en esta vida ni en la otra.

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El anarquismo en Democracia o en Dictadura

La razón de este texto es aportar algunas reflexiones sobre el posicionamiento de los anarquistas en los conflictos políticos actuales. 

Comenzaré por recordar que el ideal y el objetivo del anarquismo es hacer posible la emergencia de una sociedad de libertad; igualdad y fraternidad/sororidad funcionando horizontalmente y practicando el apoyo mutuo con una perspectiva internacionalista. Ideal y objetivo que no deben ser impuestos sino libremente asumidos por voluntad propia, para que esa sociedad sea el resultado de las decisiones  y acciones de todos y todas.    

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La historia oficial

En España, sabemos mucho sobre la falta de memoria (mejor dicho, sobre la perversión de la memoria) y sobre las justificaciones a golpes de Estado y, de manera directa o indirecta, también a una dictadura. Argentina hoy está gobernada por gente inicua, encabezada por ese esperpento que es Javier Milei, que como ocurre también aquí con algunos elementos, de manera más clara si se quiere, justifican en aquel caso el régimen dictatorial de Videla, demonizando a toda izquierda, y negando la represión. Y aclararé que esto no va de disputas ideológicas (resulta agotadora esa estúpida polarización), en el caso de cierta izquierda es muy reprobable que no condene, o que también justifique, regímenes dictatoriales construidos en nombre del socialismo; esta vez nos referimos al caso de la derecha, y dentro de la misma yo solo respeto a aquellos que condenan los golpes y las dictaduras de Franco, de Pinochet o de Videla como atentados contra los derechos humanos. Tan sencillo como eso y, desgraciadamente, no se da muy a menudo.

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Banal o no, maldad al fin y al cabo

Como es sabido, y si no ya lo explico yo, Hannad Arendt cubrió durante cuatro años (1861-1964), para The New Yorker, el juicio contra el criminal nazi Adolf Eichmann, uno de los responsables de la deportación y exterminio de infinidad de personas, que había sido secuestrado y encarcelado por el Estado de Israel. El libro resultante de aquello, Eichmann en Israel. Informe sobre la banalidad del mal, llevó a un considerable revuelo hasta el punto de que aquella valiente mujer fuera atacada, considerada enemiga de los judios (perteneciendo ella misma a dicha etnia, tiene bemoles) y etiquetada poco menos que de filonazi. Veamos qué quiso expresar esta importante filósofa con dicha obra y tratemos de encontrar una explicación, aunque sea estremecedora, para los muchos horrores que perviven bien entrado el siglo XXI. Arendt no encontró en Eichmann ninguna encarnación del mal con mayúsculas, sino un tipo mediocre, un burócrata incapaz de pensar que cumplía órdenes, y por lo tanto alguien que había acabado renunciando a su condición de ser humano. El concepto que desarrolló Arendt debería ser considerado hoy en día primordial para juzgar, no solo los sistemas totalitarios, también cualquier forma de dominación, entender cómo tanta gente se muestra igualmente incapaz de pensar y acaban convertidos en una suerte de discapacitados intelectuales que se dedican a repetir lo que dicen otros o, en el peor de los casos, a llevar a cabo acciones terribles.

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El Nietzsche anarquista o el fascista

Todo gran filósofo puede ser interpretado de diversas maneras, su legado es tan rico, complejo y profundo, que reducirlo a una sola ideología, siempre será cercenarlo. Desde luego hay pensadores adscritos a un movimiento y nadie dudaría de que Kropotkin o Bakunin fuesen anarquistas o que Marx fuese marxista, aunque en una ocasión dijese no serlo al ver lo que se hacía en su nombre.

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Un espacio en la red para el anarquismo (o, mejor dicho, para los anarquismos), con especial atención para el escepticismo, la crítica, el librepensamiento y la filosofía en general