Duro es el camino. No se puede recorrer sin botas

Veréis… Se trata del proceso que se ha llevado a cabo contra seis personas que entrarán en la cárcel: sin haberle pegado a nadie, sin haber roto nada, sin haber robado, traficado o haberse enriquecido. La cosa –por lo que leo en la prensa– va de lo que sigue: la trabajadora, empleada en una panadería, estaba embarazada, se sintió mal, sangraba, y pidió ir al hospital. Vino la pareja a buscarla al hospital y tuvo un rifirrafe con el jefe. Su pareja le pegó un puñetazo al congelador. Y el empresario lo denunció a la poli: daños, agresión, pidió cárcel. 

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Imaginario del personal (tengamos esperanza)

Para el que no sepa a qué alude eso del imaginario social, yo le instruyo muy amablemente. Se trata de una teoría, con la que yo puedo estar muy acuerdo, según la cual el funcionamiento de nuestras sociedades se haría sobre la base de una serie de ideas y valores que tenemos los homo sapiens (dicho sea sin recochineo), sobre la capacidad simbólica que poseemos para luego dar lugar a las instituciones consecuentes. Obviamente, cuando esa potestad queda acaparada por un minoría, o a veces también por una mayoría (el papanatismo no conoce de números), es cuando nacen las instituciones coercitivas del Estado y, llamémosle por su nombre, se produce una oligarquía (aunque esté «legitimada» democráticamente). Los anarquistas, tan majos, lúcidos y éticos ellos, se esforzaron por transferir a toda la comunidad social esa capacidad decisión combatiendo de esa manera el poder colectivo concentrado en pocas manos, de ahí que sean un notable ejemplo a seguir. Obviamente, si uno se siente explotado u oprimido (¿no son ambas cosas muy parecidas?), debería generar un imaginario personal que diera lugar a otro tipo de sociedad en la que se hubiera erradicado la explotación u opresión. El problema se produce cuando alguien no tiene ni un ápice de conciencia sobre dicha condición suya, más bien se considera libre y feliz a pesar de las evidencias; parte del discurso oficial, a veces puesto negro sobre blanco en libros de autoayuda sin el menor asomo de vergüenza, es que podemos ser lo que queramos, también libres y felices (eso, a pesar de las tristes evidencias).

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De autarquía, autonomía y anarquía: sobre la dominación

En el núcleo de la política hay una práctica anárquica del disenso democrático (Simon Critchley, La demanda infinita)

En un artículo reciente sobre la necesaria renovación del anarquismo para afrontar los retos del siglo XXI («Anarco-sindicalismo: el orden de los factores»), terminaba diciendo: «En la búsqueda de ese Grial que se replantea el inicio de la experiencia en el orden de los factores (su arkhé-ología) figuran pensadores del mundo de la academia y de los movimientos sociales como Daniel Colson, Todd May, Saul Newman, Reiner Schürmann o nuestro amigo Tomás Ibáñez con su nuevo libro Anarquismo no fundacional. Postanarquistas de condición (Hakim Bey dixit) que pretenden un nomadismo libertario de largo aliento reseteando la anarquía». Propuestas de «rupturas epistemológicas» que, frente a lo que era habitual en el revisionismo marxista, hechas desde el confesionalismo militante, ahora surgen en los márgenes de la ideología. Muchos de los nombres citados no proceden de la cantera anarquista. Los hay que sí lo son, como el profesor Ibáñez que además es un referente histórico por su pictograma sinecista de la A circulada (nuestro Banksy del 68), pero la mayoría se declara orgullosamente no anarquista y sin embargo contribuye a su innovación intelectual. Un cierto cambio de paradigma que ofrece garantía de apertura de mente y espíritu crítico, precisamente cuando el ecosistema anarquista corre el riesgo de adulteración polisémica por la embestida ultraliberal promocionada como «anarcocapitalista» (https://elpais.com/eps/2024-01-13/la-palabra-anarcocapitalismo.html) y «libertaria».

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Antipoliticismo anarquista

Hace pocos días intentaba distanciarme del concepto «libertario» y «anarquista» que utiliza la extrema derecha con un desparpajo cabreante. Traté de enmarcarlo en nuestra genealogía, que nos ha costado sangre y fuego (sin querer ponerme transcendente ni intensa), nunca con afán de propiedad. El anarquismo es movimiento y lejos de mí la idea de que haya conceptos o ideas inamovibles y graníticas, pero tampoco soy partidaria de la volatilidad y lo «líquido» (que decía Bauman) porque detrás nuestro existen experiencias, personas, propósitos y emociones que nos enraízan a un proyecto que continúa vivo, cambiando y adaptándose a los nuevos tiempos.

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Sobre lo que resulta sano y normal

Cierto terrorismo anarquista, aunque muy situado en el tiempo a finales del siglo XIX, realizado solo por escasas figuras ácratas y muy explicable por causas sociales, desgraciadamente, todavía perdura en gran medida en el imaginario popular. De nada sirve que se trate de explicar, con sobrada paciencia, que lo que tratan de hacer los libertarios, precisamente, es desterrar la violencia de lo instituido, de nada sirve el rico corpus filosófico y las encomiables prácticas históricas de las propuestas anarquistas, de nada sirve aclarar que ofrecen sobre todo una propuesta moral también a nivel social y político, uno tiene que escuchar de manera reiterada toda clase de necedades al respecto. No es casualidad toda esta vinculación del anarquismo con la violencia, ya que ya hay que recordar al, en su decimonónico momento, reputado médico Cesare Lombroso cuando lanzó la teoría, nada menos, de la criminalidad innata de los anarquistas. El fulano aquel, que consideró a nivel general que el crimen tenía más causas biológicas que sociales, incluso estableció ciertos rasgos físicos brutales y primitivos para los delincuentes. Hace falta ser muy miope, en lo intelectual y en la propia vista, ya que resulta evidente que los anarquistas por lo general estamos sobrados de magnetismo físico e intelectual.

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Matrix, el concepto de lo real y el anarquismo posmoderno

El mito de la caverna es uno de los más conocidos y memorables en la historia de la filosofía. En su obra República, Platón nos pide que imaginemos un grupo de prisioneros encadenados en una caverna y con un fuego tras ellos, mientras que únicamente pueden observar unas sombras proyectadas en la pared que tienen delante. La mayoría de cautivos piensan que las sombras es lo único que hay que ver, no conciben el hecho de ser liberados y girarse hacia el fuego para comprobar qué es lo que las proyecta, mientras que unos pocos valientes sí comprueban que se trata de marionetas, pueden finalmente salir de la caverna y ver los objetos reales del mundo. Se trata de una imagen muy sugerente, la que nos sugiere que cualquiera de nosotros podría ser como los prisioneros de la caverna y pudiéramos tomar como realidad lo que no son más que sombras.

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Baltasar Lobo, un artista libertario

En los últimos años se han llegado a inaugurar tres esculturas de Baltasar Lobo en Suecia. El interés y el desconocimiento que hay en torno al artista en el país ha motivado la escritura de este artículo.

El pasado otoño se cumplieron treinta años de la muerte en París del artista español Baltasar Lobo (1910–1993) que, antes de su muerte, ya era considerado como uno de los grandes innovadores de la escultura en el siglo XX.

Se suele hacer referencia a sus estrechas conexiones con Suecia diciendo que comenzaron en 1948. Pero los contactos de Lobo con Suecia fueron ya en 1936, durante la fase inicial de la Revolución y la Guerra Civil Española.

La carrera artística de Baltasar Lobo se puede dividir en dos períodos. Durante el primero, fue un destacado artista visual que realizó ilustraciones y carteles para la CNT, la FAI, las Juventudes Libertarias y la organización de mujeres anarquistas Mujeres Libres, en cuya fundación participó su compañera Mercedes Comaposada (1901–1994). Al terminar la guerra española, Lobo y Comaposada se vieron obligados a exiliarse en París (Francia). Y ahí empezó su segundo período artístico. A finales de la década de 1940 comenzó a abandonar las artes plásticas, obteniendo un gran éxito y eco con la escultura.

Una amistad con un brigadista sueco

Cuando se  habla de la relación de Lobo con Suecia, siempre se refiere a los contactos que tuvo durante este segundo período de su carrera. El escultor Liss Eriksson y Conny Andersson, un activo socialdemócrata que luchó con las brigadas internacionales en España, son las personas que suelen mencionarse como amistades suecas. Además, es gracias a estos contactos que en los últimos años se han inaugurado en Suecia diversas esculturas de Lobo.

Cuando Maternidad, la primera escultura donada, se colocó en el barrio periférico de Björhagen, Estocolmo, en 2016, el Ayuntamiento informó de que «Lobo había entrado en contacto con Suecia en 1948 cuando participó en una exposición colectiva en Estocolmo y Oslo de artistas españoles en el exilio que los comités noruegos y suecos de solidaridad con la república española habían organizado, y con motivo de la exposición conoció a la familia de Ingrid y Conny Andersson que vivían en Björkhagen».

En realidad, se trataba de una exposición itinerante europea. En la junta organizadora de la exposición, designada por el Comité de Ayuda Sueco a España, controlado por los social‐demócratas, estaba Conny Andersson, que se comprometió a acoger en su casa a uno de los artistas españoles visitantes. Este artista resultó ser Baltasar Lobo y fue así como se conocieron.

Escultura de Baltasar Lobo en Saint Germain en Laye.
Fotografía: Jacinto Ceacero

Lobo conoce a Rudolf Berner, otoño de 1936

Pero los contactos de Lobo con Suecia eran anteriores. En representación de los sindicalistas suecos de la SAC, Rudolf Berner viajó a Barcelona en octubre de 1936. Allí Berner se incorporó como corresponsal de Arbetaren, el periódico de la SAC, al tiempo que trabajaba en la oficina conjunta de propaganda internacional de la CNT y la FAI.

En la Barcelona de la revolución anarquista, Berner conoció pronto a Baltasar Lobo, afiliado a la CNT, llamado habitualmente Balta por sus amigos. En un artículo memorialístico, «Encuentros con Lobo» en Arbetaren el 3 de noviembre de 1951, Berner explicó su primer encuentro:

«Un hermoso día de otoño de 1936 estaba sentado en Barcelona con unos artistas catalanes en la oficina de propaganda del Comité de Milicias Antifascistas. De repente, la puerta se abrió y un personaje singular apareció tras ella. Iba vestido con el tradicional “mono azul”, pero la ropa estaba rota y la funda de la pistola atada a la cintura con una cuerda gruesa. Una “barba negra” poblada, de trinchera, daba un tono silvestre a la aparición, pero los grandes y negros ojos brillaban bondadosos como los de un niño.

—¡Salud, Balta! Exclamaron y entonces comprendí que aquella figura extraña debía de ser Baltasar Lobo, el artista creador de una serie de carteles celebrados de temática antifascista. Los extranjeros en Barcelona coleccionaban estos carteles como si fueran grabados de Goya».

Del campo a Madrid y Mujeres Libres

Baltasar Lobo nació en 1910 en Cerecinos de Campos, un pequeño pueblo en las afueras de Zamora. A los 17 años recibió una beca de estudios en la Academia de Arte y se trasladó a Madrid. En la capital quedó muy impresionado por las exposiciones que podía visitar entonces: esculturas prehistóricas, llamadas «primitivistas», así como obras innovadoras de Picasso, Dalí o Miró.

Sin embargo, no le gustaban las conferencias teóricas de la academia. Comenzó de aprendiz con un tallador de madera y escultor, que resultó ser un anarquista devoto. Baltasar Lobo se implicó en el movimiento libertario, primero en las Juventudes Libertarias y, en breve, en la CNT. Al trasladarse su familia a Madrid, las hermanas de Lobo, Carmen y Visitación, también se integraron en el movimiento. Fue en Madrid donde Lobo conoció a su compañera, Mercedes Comaposada, una mujer que era casi diez años mayor que Lobo. Comaposada había nacido en Barcelona y muy joven se había afiliado a la CNT. Colaboraba activamente en la prensa libertaria, en la que demostró su gran amor por las frases inesperadas y brutalmente provocadoras.

A simple vista, el pueblerino Lobo y la cosmopolita y urbanita Comaposada, podían parecer una pareja improbable. Pero ambos eran anarquistas y tenían en común su gran interés por el arte y la cultura. En Madrid, Mercedes Comaposada, junto a la poeta Lucía Sánchez Saornil y la doctora Amparo Poch, había puesto en marcha una revista «para mujeres, hecha por mujeres». El primer número de Mujeres Libres apareció en mayo de 1936 y tuvo un éxito inmediato. La revista se adelantó mucho a su tiempo, no sólo en cuanto al contenido, sino también por su diseño vanguardista. A partir del tercer número, contenía ilustraciones de Baltasar (que, por cierto, se convirtió en el único colaborador masculino fijo de la revista).

Grand nu allongé (Baltasar Lobo). Fotografía: Luis Miguel Bugallo Sánchez (Lmbuga). Licencia: CC BY‐SA 3.0 Deed. 

En la Guerra Civil y Barcelona

Cuando estalló la Guerra Civil Española en julio de 1936, Baltasar Lobo se incorporó a las milicias de la CNT. Tiempo después, Mercedes Comaposada se trasladó de nuevo a Barcelona donde siguió trabajando para Mujeres Libres. Lobo mantuvo un estrecho contacto con Comaposada y, a principios de 1938, también se trasladó a Barcelona. La amistad entre Rudolf Berner, Lobo y Comaposada se profundizó. A partir de 1938 también empezaron a aparecer ilustraciones de Lobo en Arbetaren. La mayoría eran dibujos enviados por Berner. Madrid y Barcelona estaban ahora expuestos a bombardeos cada vez más feroces por parte de las fuerzas aéreas alemanas e italianas.

En Madrid, la casa de la familia recibió el impacto de una bomba. Gran parte de la primera producción de Baltasar Lobo fue destruida, muy poco pudo salvarse de las ruinas. El padre de Baltasar Lobo, Isaac Lobo, murió (según una versión cuando la casa de la familia recibió el impacto, según otra unos años más tarde cuando el puesto de trabajo del padre fue víctima de las bombas).

Cuando Rudolf Berner, después de un breve interludio en Estocolmo, regresó a Barcelona a finales de enero de 1939, el desastre estaba más cerca de lo que podía imaginarse. A su llegada a la ciudad de Perpiñán supo que Barcelona había caído el mismo día. Berner se encontró en medio del caos. Una primera ola de medio millón de refugiados estaba atravesando la frontera.

Huida del campo de concentración de Argelès-sur-Mer

Berner supo pronto que Baltasar Lobo estaba encerrado en una gran casa a un kilómetro de Perpiñán. Pero no era nada de lo que pudiera escribir en ese momento en la prensa. Sólo siete años más tarde, una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, Berner pudo contar en Arbetaren (15/4 de 1946) que fue al campo de concentración, muy vigilado, situado en la playa de Argelès‐sur‐Mer, y que allí logró ayudar a Baltasar Lobo a escapar:

«Cuando se produjo la derrota lo encontré entre los milicianos internados en un campo de concentración francés cerca de Perpiñán. Por distintos caminos y ante las mismas narices de las autoridades francesas conseguimos llevarle a París, donde durante un largo periodo vivió como ilegal, pero gracias a la intervención providencial de Picasso logró un permiso de residencia y comenzó a trabajar. Lo primero que hizo entonces fueron las ilustraciones para el número de mayo de 1939 del periódico Arbetaren».

En la biografía de María Bolaños, El silencio del escultor: Baltasar Lobo (1910 –1993), que se publicó en España el año 2000, se confirma la historia de Berner:

«Será gracias a un amigo sueco al que había conocido en Barcelona, Rudolf Berner, un periodista […] como logró atravesar las alambradas y llegar con un grupo de fugados a la vecina Perpignan, bajo uno de cuyos puentes pasó la noche. Fue Berner también quien, tras evitar que fuese apresado y devuelto al campo de nuevo, le prestó un traje y le facilitó los medios necesarios para dirigirse a Paris».

Tiempo después, Berner y Lobo se reencontrarían en París. Para mostrar su agradecimiento, Lobo regaló a Berner sus primeros dibujos hechos en el exilio. Los dibujos son algunos de los más oscuros que hizo Lobo en su larga carrera artística. Con la intervención de Berner se publicaron en el primer número de mayo de Arbetaren de 1939. En el mismo periódico también había un largo artículo donde Berner hacía una primera presentación de la vida y el arte de Baltasar Lobo que se publicaba en sueco. («A. Lobo — un dibujante de la revolución. Algunos datos sobre el hombre y su obra»). La A delante del nombre de Lobo fue un error de impresión. Unas semanas más tarde, gracias a la SIA, Mercedes Comaposada pudo abandonar el campo en el que había sido internada. En París se reencontró con Baltasar Lobo.

Jardines Escultor Baltasar Lobo (Zamora).
Fotografía: MiguelAlanCS. Licencia: CC BY‐SA 4.0 Deed.

En la capital francesa, la pareja pronto entró en contacto con Pablo Picasso, que conocía bien a Lobo, ya que había quedado impresionado por sus carteles hechos durante la guerra civil. Con la ayuda de la red de contactos de Picasso, Lobo y Comaposada pudieron legalizar su estancia en Francia. Mientras, Rudolf Berner había sido expulsado del país y había regresado a Estocolmo. Lobo y Comaposada se hicieron cargo de un pequeño apartamento en el 23 de la Rue des Volontaires en el barrio de Montparnasse. El apartamento había pertenecido anteriormente a dos amigos íntimos, la pareja anarquista rusa Mollie Steimer y Senya Flechin, que habían emigrado a México justo después del estallido de la guerra. Allí la pareja vivió la ocupación nazi que empezó en junio de 1940. Comaposada describió cómo les despertaban cada mañana las fuerzas alemanas que pasaban por la calle, cantando Land und Frau a un ritmo que recordaba aterradoramente «la tabla de multiplicar», acompañado por el sonido de los tacones de las botas contra el suelo.

A partir de 1943, el movimiento de resistencia francesa comenzó a articularse. Paralelamente, también aumentó la represión. En el sencillo restaurante Le Catalan, donde Lobo y Comaposada solían relacionarse con Picasso y su círculo, las noticias trágicas de amigos miembros de la resistencia que habían sido asesinados o detenidos por los alemanes llegaban cada vez más a menudo. Finalmente, en agosto de 1944, llegó la liberación. Mercedes Comaposada y Baltasar Lobo lo celebraron en la calle junto con sus exultantes vecinos.

De la relación que había nacido durante la ocupación alemana surgió al término de la guerra una constelación informal de artistas españoles que tomaron el nombre de Artistas españoles de la Escuela de París. Baltasar Lobo y varios de sus compañeros de generación estaban incluidos, pero en ocasiones, también se integraba a Picasso que era de una generación anterior. El grupo de artistas ganó la atención internacional con una gran exposición colectiva que comenzó a recorrer Europa. En enero de 1946 Lobo, Comaposada y varios artistas viajaron a Praga para montar la exposición, que llevaba por título Artistas españoles republicanos de la Escuela de París. Se inauguró en febrero de 1946 y constaba de 244 obras, con Pablo Picasso como el artista más conocido.

Homenaje a León Felipe (Zamora) (Baltasar Lobo). Fotografía: Antramir. Licencia: CC BY‐SA 3.0 Deed.

Con Rudolf Berner en París, de nuevo

Cuando fue posible volver a viajar a Europa, Rudolf Berner se marchó de Estocolmo hacia París. La SAC pagó el viaje y su misión era, además de escribir para Arbetaren, establecer contactos con la CNT en el exilio francés. Y, si fuera posible, entrar en la España de la dictadura. Cuando Berner llega a París en marzo de 1946, Lobo y Comaposada, que habían regresado recientemente de Praga, fueron de las primeras personas a las que visitó. Berner escribe en Arbetaren el 15 de abril de 1946:

«Baltasar Lobo, reconocido por la crítica gala y los colegas de la vanguardia francesa como el principal innovador vivo del arte de la escultura, ha estado activo en la CNT desde hace muchos años. […] No quiere explicar lo que ocurrió durante la ocupación, considera mucho más importante enseñarme sus obras “porque demuestran que no me quedé quieto, puedes tener opiniones diferentes sobre dónde me encuentro en mi camino”, dice».

Según Berner, Lobo no estuvo dispuesto a hablar públicamente, no sólo de su vida sino también de su arte, ya que para él éste debía hablar por sí mismo. De ahí el título de la biografía completa de Lobo que se publicó el año 2000: El silencio del escultor. Tras su visita a París, Rudolf Berner, con la ayuda de la CNT, logró entrar en España. Cuando regresó a Suecia, trajo con él la serie de reportajes Illegalt till Spanien —Ilegal en España— que causó una gran sensación cuando se publicó en Arbetaren. Antes, Berner se había vuelto a detener en París, donde buscó a Lobo, que le regaló algunos dibujos que éste se trajo a su casa en Estocolmo, incluido un autorretrato jamás publicado que se conserva en el archivo del periódico.

Mientras, la exposición del grupo de arte español había continuado su gira por Europa. Dos años después de su inauguración, había llegado a Estocolmo, donde se exhibió en Kungshallen bajo el título «La democracia española en el exilio» entre el 26 de octubre y el 3 de noviembre de 1948. Con motivo de esta exposición, Baltasar Lobo hizo su primera visita a Suecia. En Estocolmo se encontró de nuevo con Berner, que escribió una reseña no especialmente favorable de la exposición en la revista cultural Prisma (6/1948). Pero no fue a Lobo al que criticó Berner. Por el contrario, pensaba que las obras de Lobo merecían más espacio y que faltaban en la exposición algunas de sus obras posteriores, más experimentales. También fue en esta ocasión cuando Lobo conoció a Conny Andersson y su esposa Ingrid. El encuentro con la pareja Andersson fue el inicio de una amistad que duraría toda su vida. Lobo, que tenía varias obras vendidas en Estocolmo, poseía divisa sueca a su vuelta a París. Había oído hablar de dos suecos que vivían en la ciudad, y los buscó para intentar cambiar la moneda sueca a dinero francés. Se trataba del escultor Liss Eriksson y su esposa Britta Reich Eriksson, también artista. Este encuentro fue el inicio de una gran amistad.

1950: Estocolmo – la consagración internacional

La próxima vez que Baltasar Lobo visitaría Estocolmo sería en octubre de 1951 con motivo de su participación en una exposición colectiva titulada «Arte francés» en la Galerie Blanche de Kungsträdgården donde también estaban representados Henri Laurens y Fernand Léger. Rudolf Berner hizo otra presentación de la vida y obra de Lobo en Arbetaren. Pero a la hora de hablar de la exposición en sí, se conformó en citar su propia reseña de 1948, diciendo que también echaba de menos «los experimentos escultóricos más importantes» de Lobo otra vez. Berner concluyó citando a Liss Eriksson:

«Lobo ha sido muy bien descrito en unas pocas palabras por un compañero sueco, el escultor Liss Eriksson: Es como un sol, cuando sonríe y ríe todo se vuelve tan bueno y sincero».

Después de esto, surgió un mito: que la exposición en la Galerie Blanche habría sido la primera exposición individual de Lobo. Esto no es correcto, puesto que se trataba de una exposición colectiva. Los dibujos de Lobo de los años siguientes representaban a menudo cuerpos de mujeres en movimiento, donde todavía se podían encontrar rastros de su estilo primitivista desarrollado durante la Guerra Civil, pero donde los motivos se vuelven cada vez más alegres con el tiempo. Sus esculturas de bronce también adoptaron formas cada vez más libres. Un motivo recurrente es una madre que alza triunfal a su hijo recién nacido hacia el cielo. Pero quizá la mayor prueba de la habilidad de Lobo fueron sus esculturas talladas a mano. Llegó a adquirir una magnífica identificación con el material, el color y la estructura de la piedra en perfecta armonía con los temas.

A lo largo de los años mantuvieron correspondencia, Berner siguió visitando a Lobo y Comaposada en varias ocasiones. Rudolf Berner murió en Lund el 11 de marzo de 1977, con 69 años. Tres meses más tarde, en junio de 1977, Baltasar Lobo volvió a visitar Estocolmo. Franco había fallecido dos años antes y la Transición española estaba en marcha. Liss Eriksson había ganado un concurso de escultura convocado por Svenska Spanienfrivilligas kamratförening (la Asociación Sueca de Amigos de los voluntarios Españoles). Sería la escultura La Mano, un homenaje a los suecos que lucharon en el bando republicano durante la Guerra Civil Española, que hoy el paseante puede admirar en la calle Katarinavägen en el antiguo barrio obrero de Södermalm, Estocolmo.

Per Lindblom
Historiador de economía. Editor de investigación en la Universidad de Södertörn
Amalthea Frantz
Periodista y editora jefe de Arbetaren
Traducción: Albert Herranz

Publicado en https://redeslibertarias.com/2024/07/04/baltasar-lobo-un-artista-libertario/

La estrecha relación entre el sionismo y la extrema derecha europea

El pasado 28 de mayo Pedro Sánchez anunció al mundo, de manera solemne, que el Reino de España (al igual que lo hacían ese día Irlanda y Noruega) pasaba a reconocer el Estado palestino, aclarando que este gesto (pues eso es lo que es, un simple gesto) no supone un ataque contra Israel. Aunque escuchando al Presidente parecería que con este hito él solito ha resuelto el conflicto palestino-israelí, en realidad España no es pionera en el reconocimiento de Palestina como país propio, pues actualmente son 145 los Estados miembros de los 193 que componen Naciones Unidas los que lo hacen, incluyendo varios europeos como Islandia, Suecia, Polonia, Ucrania, Bielorrusia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Grecia, Macedonia, Bosnia, Montenegro y Albania.

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Deportes de masas (no tanto de individuos)

Creo que estos días se está jugando alguna competición balompédica, de esas en las que entran en lid selecciones nacionales, ya que resulta casi imposible que no le inunden a uno con imágenes de tíos en calzoncillos de diversos colores. No sé qué tendrá ese deporte que seduce y obnubila al personal hasta el punto de que no tarda en envolverse una bandera y, en caso de que su equipo meta la bolita en la red, agitarse alborozado como si hubiera alcanzado la eudaimonia. Como el único deporte que practica uno es correr cuando le persiguen, normalmente tipos uniformados muy malintencionados, y todo lo que huela a nación y derivados le repele abiertamente, le resulta ajeno todo esto fervor por alegrarse del triunfo de deportistas nacidos en este inefable Reino de España. Ya lo dijo el clásico, «un patriota viene a ser un bodoque que se alegra por recibir su vecino una medalla». No obstante, como el que subscribe no anda escaso de curiosidad antropológica, e incluso posee el admirable anhelo de una sociedad un poquito más inteligente y menos alienada, se ve obligado a poner el foco una y otra vez en los llamados deportes de masas.

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Un espacio en la red para el anarquismo (o, mejor dicho, para los anarquismos), con especial atención para el escepticismo, la crítica, el librepensamiento y la filosofía en general