Alguien dijo, tengo que reconocer que con un tono sarcástico encomiable, algo así como que si los ateos empleamos tanto tiempo en hablar de ese ser de ficción que la historia ha llamado Dios es porque, en el fondo, somos fervorosos creyentes (no recuerdo si dijo exactamente ese adjetivo, pero lo añado yo, que tampoco estoy exento de buen humor). El caso es que, es cierto, a poco que se eche un vistazo a este lúcido blog, se verificará que no pocas veces lo he dedicado a una crítica feroz a las creencias religiosas. Luego incidiré en motivos más profundos, pero también reconozco que me inquieta sobremanera la capacidad que tiene el homo sapiens para arrodillarse ante entes sobrenaturales y generar toda una suerte de ritos disparatados alrededor. Y, efectivamente, no distingo demasiado entre religiosidad, idolatría o creencias fantásticas; creo que los que lo hacen es por intereses muy concretos de defender sus propias convicciones ultraterrenales y adornarlas con una terminología más asumible. En los orígenes de la modernidad, las filosofías críticas con la religión, entre las más radicales se encontraba la libertaria (¡santa anarquía!), observaron algo que parece muy evidente: la creencia religiosa convertía la existencia más soportable a los humildes y trasladaba un posible bienestar a una realidad sobrenatural en forma de paraíso.
Suelen mencionarse como dos las corrientes políticas y filosóficas que marcan el desarrollo de la Modernidad, socialismo y liberalismo; sin embargo, el engaño de tal aseveración estriba en la marginación de una que, aunque ello precise de muchos matices, puede observarse como una síntesis de ambas. De esa manera, como dice Christian Ferrer, podrían ser tres las filosofías modernas con aspiración emancipatoria: liberalismo, marxismo y anarquismo; particularmente, creo que son muchas las diferencias que separan las ideas libertarias de las marxistas, mientras que de las ideas liberales no podían aceptar bajo ningún concepto que la libertad política y la justicia económica fueran irreconciliables. Es por eso que, para mí, posee la anarquista la más compleja concepción de la libertad que ha dado la Modernidad. Es cierto que las ideas libertarias, proudhonianas o bakuninistas en origen, nacen o al menos se desarrollan inicialmente como una corriente socialista en la Asociación Internacional de Trabajadores, pero pensamos que van mucho más allá y una muestra de ello sería la temprana ruptura con la rama marxista, por incompatibilidad entre medios y fines, por realizar la doctrina de Marx demasiado hincapié en la liberación obrera, pero también por la fe que depositaban los libertarios en la autonomía individual así como en el criterio y la responsabilidad personales.
Es recurrente hablar de que en España, paradójicamente, siendo el lugar donde ha existido el más poderoso movimiento libertario en la historia, no ha habido grandes teóricos. Como la historia de las ideas resulta apasionante, y consideramos que la pasión por la filosofía es algo que habría que inculcar a los chavales en toda pedagogía (y, especialmente, por sus ramas más prácticas como la ética o la política), queremos indagar continuamente en cómo pensaban gentes de otras épocas y establecer un necesario vínculo para renovar unas ideas que buscan con ahínco una auténtica emancipación individual y social. Porque contextualizar el pensamiento de una época es importante, pero desdeñarlo sin más, como ocurre tantas veces en nombre de ese concepto tan prostituido llamado «progreso», contribuye al empobrecimiento de valores y al permanente culto de un presente neutro, desmemoriado y despreocupado por el futuro.
Vamos a repasar en el siguiente texto la visión moral, y las consecuentes propuestas éticas, que han propuesto los grandes pensadores ácratas; junto a ellos, algún autor no explícitamente anarquista, pero reivindicado por la tradición libertaria. Si el desarrollo moderno de la política ha tratado de desvincular radicalmente la ética de la política, encontramos en el anarquismo propuestas abiertamente diferentes, muy necesarias en el mundo que vivimos en la actualidad.
Anomia significa, etimológicamente, ausencia de ley. Anómico tiene el sentido de «alegal», y no hay que confundirlo con algo «ilegal» (contrario a la ley). Parece ser que la palabra «anomia» (o «anomía», como aparece en algunas ocasiones) se forma por analogía con otras en las que interviene la misma formación originaria del griego: «autonomía» (ley propia), «heteronomía» (ley ajena), «teonomía» (ley divina), «eleuteronomía» (ley de la libertad)…
El término espiritualidad, debido a su apropiación por parte de la religión, hasta el punto que casi se confunden en el lenguaje coloquial, se nos hace terriblemente antipático. Y, sin embargo, merece que le prestemos atención, precisamente para desprenderle de esa condición trascendente y sobrenatural y tratar de demostrar la superioridad de lo inmanente de cara a los valores humanos y la transformación social.
Einstein dijo: «Si la gente es buena solo porque teme el castigo y espera una recompensa, somos efectivamente un grupo lamentable». Esa es la «moral» que está detrás de la tradición religiosa, por muchas vueltas o adornos que quieran poner los teólogos actuales, el comportamiento supuestamente correcto se realiza para obtener beneficios de la deidad de turno. No hay moralidad real, se trata de una especie de comportamiento conductista con una permanente vigilancia sobrenatural (ficticia) y/o terrenal (bien internamente, en la cabeza de la misma persona religiosa, bien externamente, mediante alguna clase mediadora).
Un aspecto de la obra de Bertrand Russell muy importante, y estrechamente vinculado a la concepción libertaria como garante de una sociedad libre compuesta de individuos libres, es el de la educación. En este sentido, la educación estaría muy relacionada con la política, ya que esta debe ocuparse verdaderamente del individuo y no quedar reducida a una mera técnica.
Es habitual que los cristianos consideren la figura de Jesús como un ejemplo sobrehumano (nunca mejor dicho) de doctrina y comportamiento éticos. Por extensión, resultaría evidente, el seguidor de la religión cristiana, incluso aquellos de menor talante dogmático, tendría como modelo el mayor ejemplo moral y ético de la historia de la humanidad. ¿Es esto realmente así? Si Sigue leyendo →
Continúo en mi pertinaz empeño de tratar de arrojar algo de luz sobre la condición humana y la deriva moral de la civilización que hemos construido. Un poco pretencioso, pero en este momento no tengo nada mejor que hacer. Habrá quién señale la paradoja de untipo pretendidamente nihilista, y asumo la crítica de aquel que lo observe como una mera pose enrabietada en permanente tensión con cierto afán libertario, que por otra parte no para de lanzar moralismos varios. Así es, y es que si cierto reducto de mí Sigue leyendo →
Un espacio en la red para el anarquismo (o, mejor dicho, para los anarquismos), con especial atención para el escepticismo, la crítica, el librepensamiento y la filosofía en general