Esta obra, Alegato contra el cristianismo, del autor Michael Martin, que ya nos brindó otro impagable libro como es Introducción al ateísmo, está dedicada a la que es la religión actual con mayor número de seguidores. Obviamente, lo está de un modo devastador.
Martin considera que las doctrinas cristianas deberían estar basadas en razones epistemológicas, esto es, en lo que Sigue leyendo →
Se dice que cuando un acontecimiento da lugar a un efecto de extrañeza la inteligencia produce mecanismos de defensa con afán de anularlo, desde la simple negación hasta incluso la exclusión. Naturalmente, a este esfuerzo de la inteligencia puede seguir el trabajo de la reflexión, sopesando con ecuanimidad y distanciamiento los argumentos tratando de acercarse a los hechos con una mirada más abierta, desinteresada y comprensiva.
Un argumento habitual, y no solo en conversaciones vulgares, también en artículos de opinión en ciertos medios, que deberían ser un poquito más rigurosos, es que grandes pensadores y científicos ateos en la historia acabaron convirtiéndose al estar a punto de espicharla. Desde que tengo uso de razón, llevo escuchando esta cantinela atribuida especialmente a autores que dieron un golpe mortal a la creencia religiosa; es el caso, por citar a los más conocidos, de Voltaire, Marx, Niezsche o Darwin (últimamente, algo he oído también de Sartre).
Si uno sabe algo de psicología social, comprenderá hasta qué punto nos nuestro comportamiento se ve condicionado en sociedad. Particularmente, es algo que digno de reflexión, e incluso debería obsesionarnos un poco, cómo actuamos de una u otra manera dependiendo quién esté presente; cómo se produce, además, esa influencia. Ojo, es algo que nos pasa a todos, por muy conscientes que creamos ser, o por mucho que presumamos de independencia de criterio y de conducta, en mayor o menor medida. Lo que ocurre es que en ciertas personas, y creo que esto puede decirse así, parece algo cercano a lo patológico. No hay que hacer una lectura simplista, las personas no son esencialmente falsas y/o pusilánimes, hay otras explicaciones psicológicas. Además, están las dos posturas extremas: el que se acomoda al pensamiento de grupo y el que tiende a llevar la contraria allá donde se encuentre. Sí, creo que es más común la primera postura. Detrás se encuentra la necesidad, lógica por un lado, terrible por otro, de ser aprobado por los demás.
Hay quien sostiene, de manera encomiable por un lado, aunque sembrando la sospecha por otra, que el librepensamiento resulta imposible. Dejaremos claro que, efectivamente, entendido como concepto absoluto, el librepensamiento, o pensamiento independiente, resulta francamente difícil. Es más, lo que nos reafirma en nuestra defensa del mismo, lo cual no quiere decir que ninguno de nosotros merezca el calificativo de ‘librepensador’, es nuestra más firme oposición a todo absolutismo sin que por ello caigamos en un vulgar relativismo (ya que, de una manera o de otra, todos tenemos ciertas creencias, aunque con la permanente crítica en base a la verificación con la realidad que conocemos; no entraremos, de momento, en abstrusas polémicas sobre lo que es o no ‘real’); identificamos el absolutismo con cualquier tipo de creencia, y más en concreto con toda creencia trascendente, es decir, no sujeta a la verificación y al debate en un plano humano (para bien, y tantas veces para mal, el único que conocemos).
Hay quien ha definido la creencia como una especie de mapa, que llevaríamos grabado en nuestro interior (en mi opinión, y en nombre de la libertad, más producto del ambiente que de la genética), que nos conduce en el mundo para hallar una mejor satisfacción de nuestras necesidades.
A lo largo de la historia, creo que puede decirse así, ha habido una tensión permanente entre una actitud racional y otra, digamos, apasionada. La primera podría corresponder a la ciencia y la segunda, aunque obviamente no solo, a la religión; por supuesto, la cosa necesita de matices en ambos polos.
Los motivos por los que tantas personas se entregan a causas trascendentes (póngase aquí el término que se quiera, todos trasuntos de la vieja idea de Dios), ajenas en mi opinión a todo valor libertario, se nos antojan tan abstrusos como irritantes; por ello, tal vez el anarquismo necesite siempre de cierto nihilismo, la permanente reflexión crítica con los valores instituidos con el objeto de que germine un nuevo horizonte libertario.
No sé qué fulano dijo en cierta ocasión que el ser humano, si dejaba creer en esa abstracción absoluta supuestamente idealizada que denominan Dios, acababa creyendo en cualquier cosa. Lo que no se tuvo en cuenta, con semejante aseveración nada imparcial, es que la misma creencia en un ser omnipotente, infalible y, presuntamente, magnánimo sin fisuras es el mayor despropósito al que nos podemos enfrentar los seres humanos. Que nadie se ofenda, todos creemos en cosas que a los ojos de otros, seguramente, resultan disparatadas. Yo mismo, mi fe inquebrantable en que algún día podamos fundar una sociedad mínimamente digna se contradice con la cantidad de estulticia, mediocridad y papanatismo con el que nos enfrentamos a diario. Exagero, por supuesto, hay gente haciendo cosas loables, pero los inicuos, los que fomentan la subordinación y creencias de la gente, hacen mucho daño y la masa gris parece seguirles a pies juntillas. Pero, volvamos a las creencias. ¿Puede evitarse que la gente crea en abiertas majaderías y actúe de forma aceptablemente racional?
En el debate sobre la vigencia del anarquismo moderno y la adaptación de las ideas libertarias a la sociedad posmoderna, uno de los focos suele ser la cuestión de los valores universales y del relativismo cultural. Esta crítica a valores absolutos suele ir acompañada al etnocentrismo y supuesta superioridad de Occidente, que ha justificado históricamente el colonialismo y el imperialismo. ¿Qué sostiene el anarquismo sobre ello? ¿Los más bellos valores, como la libertad, la igualdad o la solidaridad, son universales?
Un espacio en la red para el anarquismo (o, mejor dicho, para los anarquismos), con especial atención para el escepticismo, la crítica, el librepensamiento y la filosofía en general