Algunas fuerzas políticas siguen dando la matraca con un posible referéndum sobre la elección de un sistema monárquico u otro republicano. Por supuesto, como en toda consulta al pueblo las opciones son constreñidas, ya que se limitan a dar a elegir entre una forma de Estado u otra. Es decir, o una dominación u otra. Como uno tiene una arrogante condición ácrata y nihilista, se niega a adherirse a principio trascendente alguno. Tampoco en política, qué le vamos a hacer. Es cierto que asquea bastante este inefable país en forma de reino, y con mayor motivo si recordamos los vínculos borbónicos con la ignominia histórica. ¡Ah, la memoria histórica! Cómo pedirle a las personas que recuerden lo que ocurrió hace cien años, si no parecemos capaces de reconocer a personajes infames recientes en este país para volver a tropezar una y otra vez en la misma piedra. Hagamos, no obstante, un poco de memoria. Probablemente, si uno hubiera vivido cuando el republicanismo debió emerger en tierras hispanas, allá por el tercer tercio del siglo XIX, la cosa hubiera sido diferente. La condición verdaderamente democrática y social de aquella militancia republicana, al menos, hubiera tenido que despertar ciertas simpatías entre los libertarios. Hasta uno, escéptico y nihilista hasta los tuétanos, hubiera cedido un poquito.
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Contra la religión (también, claro, bodoque, la musulmana)
Como es sabido para los que sigan este lúcido blog, soy un ateo recalcitrante, y no solo por por una obvia ausencia de creencia, también por ser un feroz combatiente (intelectual y moral, se entiende) de todo tipo de religiones y derivados. Podría resumirse, creo que también lo he aclarado en no pocas ocasiones, en que soy enemigo de todo dogma: es decir, de toda idea inamovible e innegable no sujeta a libre examen; esto es propio de la religión, pero también de ciertas doctrinas, que podríamos considerar herederas de aquella, aunque se presenten con cierto rostro diferente. Supongo que no es nada fácil ser un librepensador, pero al menos sí sabemos lo que es no serlo, lo mires como lo mires. Sí, podríamos entrar en un interesante debate sobre el dogmatismo (absolutismo) y el relativismo, pero trataremos hoy de emplear un lenguaje más mundano y accesible en nuestro irreductible crítica al pensamiento religioso. No abordaremos, algo que es francamente difícil de dilucidar y con lo que juegan los que pretender defender sus propias creencias, qué religión es más dañina. Una de las cosas que me irritan, de las muchas que lo hacen al observar tanta falta de actividad neuronal, es esa memez tan repetida, algo así como «sí, mucha crítica al cristianismo, pero no os atrevéis a meteros con la religión musulmana». Veamos.
Seguir leyendo Contra la religión (también, claro, bodoque, la musulmana)¿A qué te refieres, botarate, con izquierda woke?
Hasta hace no tanto, uno permanecía indiferente ante el fluir idiota de según qué términos de nuevo cuño de afán abiertamente insultante. Así, para el que no sepa todavía lo que significa eso de ‘izquierda woke‘, es una de las etiquetas despectivas con los que el facherío patrio cree mofarse de lo que ellos consideran progresía. Eso sí, resulta paradójico, patético y abiertamente grotesco, que toda esta pléyade de defensores casposos de las esencias hispanas adopte un anglicismo de lo más peculiar solo para denigrar al contrario de la forma más burda y necia. Como el público a la diestra, en este inenarrable país, no se caracteriza por su enriquecimiento léxico, y mucho menos por la profundización intelectual, las terminales mediáticas más conservadoras han popularizado un apelativo con aspiraciones de convertirse en etiqueta sarcástica. No creo que muchos de los que lo emplean conozcan que el término alude en inglés a ‘estar despierto’ y que, ya hace décadas, fue empleado por los trabajadores en Estados Unidos como signo de adoptar conciencia, de estar alerta ante los atropellos laborales y políticos. Hace unos años, fue recuperado por movimientos sociales, que luchan contra el racismo, así como por los derechos de las mujeres y de personas de diversa orientación sexual; eso explica el uso denigrante por parte de todos estos bodoques reaccionarios, que no han sido ni capaces de una traducción al castellano.
Seguir leyendo ¿A qué te refieres, botarate, con izquierda woke?Nazionanismo
El Estado se presenta a sí mismo como un ente neutral, el soporte básico que ordena el desarrollo y las manifestaciones de la coexistencia social. Estos dos rasgos, neutralidad y omnipresencia, caracterizan el totalitarismo del Estado. Su neutralidad no puede ser rebatida y su omnipresencia no puede ser delimitada más que por otros Estados con sus propias peculiaridades, sus mitos fundacionales y nacionales formando, en conjunto un Estado continuo segmentado por clases dirigentes autóctonas. Todo el orbe está organizado de forma estatal y capitalista, luego el caos y la guerra es su expresión absoluta. El neoliberalismo es el Estado mínimo sólo en apariencia, pues lo que se entiende como libertad en él es exclusivamente la libertad de hacer negocios y la expansión impune de la propiedad privada lo que requiere un Estado fuertemente represor para contener a las masas desahuciadas y asegurar un marco legal que regule y reafirme la extensión tanto nacional como internacional de la imposición capitalista. Con este fin, existen instituciones económicas de todoas conocidas como el FMI, el Banco Mundial, la OMC y los acuerdos regionales de libre comercio. La izquierda, por su parte, pretende normativizar todos los aspectos de la existencia humana a cambio de engrandecer el asistencialismo del Estado, y no es extraño que desde sus filas haya surgido la idea de crear un dispositivo electrónico que unifique las funciones de teléfono, documento nacional de identidad, tarjeta de pago en comercios, número de la cartilla sanitaria y clave de la cuenta corriente. Con los avances tecnológicos, este futuro de control es cada día más cercano. China es el Estado que, conjugando gobierno de partido único, control social y economía de mercado sirve actualmente de referencia y ejemplo -con quinientos millones de cámaras escrutando calles y rostros- del porvenir que se nos depara.
Seguir leyendo NazionanismoRojos y fachas
Desde que era (casi) un tierno infante, cargué estoicamente con la etiqueta de «rojo» por parte de mi entorno más reaccionario. No es que me disgustase semejante apelativo político, ya que si te denominan así en este inefable país, seguro que es un buen comienzo. Por otra parte, si tenemos que hacer una división entre rojos y fachas, que a nadie le quepa duda alguna de en qué lado de la trinchera se encuentra uno. No, no es una actitud en absoluto beligerante, ni guerracivilista, ni esas sandeces que suelen soltar los poco dotados de recorrido intectual; y, si lo es, solo en un sentido estrictamente moral. De hecho, los que se vuelven locos por la estética belicista, con poco o ningún sentido de la ética, armados hasta las trancas de símbolos, banderas y uniformes, erectores de estatuas infames, ya sabe un lector mínimamente avispado en qué lado se encuentran. Sin embargo, y creo que ya lo he contado en demasiadas ocasiones, uno siempre ha sido más rojinegro que rojo; a ello obligaba un amor incondicionado, y solidario, por la libertad individual. Es posible que ya afrontada la mediana edad, sea más negro que rojinegro, pero eso es cuestión de que uno se esfuerza en seguir el orden inverso habitual: cuando más viejo, más empecinadamente radical. Algunos, no podemos evitar ser inconmensurablemente lúcidos e inhabitualmente irreductibles. Pero, volvamos con toda esa pléyade reaccionaria que no tardaba demasiado en etiquetarle a uno de «rojo».
Seguir leyendo Rojos y fachasApolítica, ¿qué diablos es eso?
No poca gente me he encontrado a lo largo de mi agitada vida, que se ha definido como «apolítica» y uno no puede evitar que un escalofrío de irritación le recorra el cuerpo. Dejaremos a un lado, al menos de momento, el hilarante comentario de la gran película Patrimonio nacional (¡gracias por tanto, Azcona y Berlanga!), de un tipo interesado que asegura ser apolítico, es decir, «¡De derechas de toda la vida, como mi padre!«. Tampoco atenderemos, de entrada, la urgente necesidad hoy en día de actualizar los conceptos de izquierda y derecha, descerebradamente simplificados y polarizados, cuya única variable es más o menos Estado (variable falaz, ya que en ambas posturas, profesionalizadas, se aspira a conquistar el poder estatal para asegurar el mando político y económico). Muy probablemente, lo que quiere decir el que se define como «apolítico» es que muestra rechazo o desinterés hacia lo que entiende como posturas políticas. De acuerdo, pero qué demonios entiende el susodicho por esas posturas, me temo que sencillamente votar a unos u otros. Y, ojo, esto es más intuición que otra cosa, ello no significa que no acuda el supuesto desinteresado a meter el papelito en la urna cada tanto para elegir a los que mandan. Es posible que definirse de esa manera, sencillamente, aluda a que se consideran neutrales o imparciales respecto a lo que consideran los posionamientos habituales políticos en función de unas supuestas ideologías. Sería algo semejante a esa majadería llamada ser de centro, ya que si no están nada claros, al margen de irritantes reduccionismos, los dos lados del espectro ideológico, que alguien nos explique donde se encuentra el término medio.
Seguir leyendo Apolítica, ¿qué diablos es eso?¿Falta de «humanidad»?
Recientemente, en cierto contexto (muy concreto, pero que no viene al caso aclarar), una persona me acusó de lo que reza el título de esta entrada dentro de este superlativo blog: falta de «humanidad». Bien, adelantaré que hace tiempo que procuré poner cada opinión ajena sobre mí, sin tomármelo demasiado a pecho a nivel personal (un signo, tal vez, de inmadurez y/o de excesiva fragilidad), en su debido lugar. No diré tanto como que no me importan según qué opiniones, a pesar de ser uno un lúcido ácrata de tendencias nihilistas (o, de forma falsamente paradójica, precisamente por eso), pero siempre es bueno contextualizar y profundizar. Así, aclararé en primer lugar que me preocupa dicha opinión, ya que las circunstancias me empujan a tener cierta interacción, incluso cotidiana, con la persona en cuestión. A buen entendedor… Se trata de una persona con la que, muy probablemente, mi camino nunca se hubiera cruzado si fuera exclusivamente por nuestros caracteres y, sobre todo, por nuestros imaginarios (ambos, muy distintos). Muy probablemente, la elección del epíteto en cuestión fue algo precipitado y hubiera sido mucho más ajustado otro término más concreto, pero miremos lo que dice el diccionario de esta lengua tan peculiar tan hablada en este inefable país y en tantos otros lugares del mundo. Así, como era previsible, nos encontramos con hasta nueve acepciones del vocablo «humanidad». Pasaremos por alto la primera, que alude a algo tan cuestionable como «naturaleza humana» (enfrentándonos con ello, con plena consciencia, al dogmatismo religioso), la segunda, que aclara una cosa tan obvia como el «género humano» (al que pertenezco, a pesar de las acusaciones, para bien y para mal), y también la tercera, describiendo simplemente un «conjunto de personas».
Seguir leyendo ¿Falta de «humanidad»?Banderas e identidades colectivasBanderas e identidades colectivas (tuerzo el morro)
Uno posee una profunda aversión por las banderas, los himnos y toda suerte de símbolos de identidad colectiva; soy consciente de que exagero, pero es más fuerte que yo, y creo que nunca mejor dicho. Esto es extensible, ya que uno es coherente hasta la extenuación en sus manías, a la cuestión ácrata. Es más, hace muchos años, cuando el que suscribe era joven e ingenuo (sigo siendo ambas cosas, por supuesto), participó en la creación de una publicación libertaria y no se me ocurrió otra cosa que proponer el bonito nombre Sin bandera. El caso es que la revista duró unos cuantos números, con esa misma denominación de cabecera, pero el asunto no estuvo exento de polémica, ya que hay quién afirmó con rotundidad que, por supuesto, los anarquistas también tienen bandera. Leo un artículo en una publicación libertaria (ojo, anarquistas de verdad, no esos que se apropian miserablemente del término en la actualidad), en el que se sostiene que es un pensamiento erróneo muy extendido creer que los ácratas no entienden de banderas ni estandartes, ya que sencillamente son símbolos que representan a una comunidad de personas organizadas con unos intereses comunes, pero no necesariamente a Estados-nación ni a ningún tipo de idea autoritaria o grupo basado en alienantes identidades colectivas. Para exponer su argumentación, el texto abunda en dispares ejemplos más o menos libertarios y no solo en la bandera negra o rojinegra: la Comuna de París, la Makhnovia en Ucrania, Rojava en el Kurdistán, comunidades zapatistas en México o las mismísimas colectividades españolas de 1936.
Seguir leyendo Banderas e identidades colectivasBanderas e identidades colectivas (tuerzo el morro)Felis Navidá
La verdad es que si no se concediesen vacaciones -al menos para el alumnado y el profesorado- por estas fechas, serían las más tristes del año. Ya es excesivo que los ayuntamientos cuelguen la luminotecnia navideña dos meses antes, destacando el alcalde de Vigo, Abel Caballero, campeón nacional y según él, internacional, de la horterada lumínica que inaugura con un inglés macarrónico -cuánto provinciano presuntuoso jugando a ser cosmopolita, y sé bien lo que digo porque yo también soy un provinciano, pero sin ínfulas-. (Ahora parece que otro mastuerzo, el alcalde de Badalona, Xavier García Albiol, quiere hacerle la competencia. Votad a vuestro fantasma favorito). No se me ocurre chapurrear en inglés porque no tengo ni puta idea y lo peor que pueden decir de mí los políticos, desde su perspectiva, es que no quiera ser uno de ellos. No hago alardes de poderío ni tengo delirios de grandeza, los políticos realizan sus gilipolleces siempre con dinero ajeno, el presupuesto oficial recaudado a expensas del pueblo, que es soberano para pagar pero incapaz de saber que hacer con su dinero: los políticos financian sus demostraciones de fuerza con el producto del trabajo de los demás (si el término dinero os parece deleznable y justificador del sistema capitalista, cambiadlo por recursos y logística).
Seguir leyendo Felis NavidáLas cloacas (no solo del Estado)
Un amigo mío tiene una anécdota, a la que ya me referí en cierta ocasión, cuando paseaba con su anciano padre por un céntrico barrio madrileño. Un hombre de cierta edad, al verles, dibujó una sonrisa en su rostro y se acercó a ellos, deseaba saludar a la persona que en cierta ocasión le ayudó en su actividad antifranquista. Hay que aclarar que el progenitor de mi amigo trabajó como sereno durante los últimos años de la dictadura. Para los más jóvenes, hay que recordar que este oficio, que creo que duró hasta finales de la década de los 70, consistía en una suerte de vigilantes nocturnos, que en algunas ciudades además se encargaban de abrir las puertas e incluso, en otros tiempos, del alumbrado de las calles. Por supuesto, no dejaba de ser otra forma de vigilancia social, de hecho iban armados con un chuzo y portaban un silbato para avisar a las autoridades en cualquier circunstancia sospechosa. En cualquier caso, el padre de mi amigo debe ser una buena persona, que de alguna manera ayudó a un vecino cuando la temible policía de la dictadura iba en su busca. Para sorpresa de mi amigo, que recordaba el rostro de aquel hombre con nitidez, hoy con el caso de Íñigo de Errejón en el candelero, ha descubierto que se trataba del padre del (ex)líder de Sumar o de Más País (y, antes, de Podemos). La anécdota me ha empujado a estar un poco más al tanto sobre el caso, el padre se llama José Antonio Errejón y todo ello me suscita una serie de reflexiones sobre la sociedad en la que vivimos (y que sufrimos). Vamos allá.
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