Mientras el personal más acomodado sigue debatiendo sobre auténticas estupideces y creyendo en no pocas necedades, hay quien sostiene que este sistema capitalista que sufrimos nos está llevando al borde del colapso. Es decir, que como se siga por este camino de enloquecido crecimiento por parte de los países desarrollados el planeta no tardará en irse al garete, sin que tenga yo la menor intención de ponerme apocalíptico y recordando que gran parte de la humanidad sigue sumida en las más tristes calamidades con causas políticas y económicas muy definidas. La reciente crisis sanitaria, en forma de pandemia, al menos, parecía ser una posible forma de que abriéramos los ojos y empezara a cambiar un poquito nuestra conducta y nuestra conciencia, pero no, solo hay que echar un vistazo a lo que tenemos alrededor de forma mayoritaria para que no tardemos en tener que enjuagarnos las lagrimas. Parecen pocos los que insisten en formas políticas y económicas más racionales y solidarias, que nos dejemos de tan demencial dinámica de consumo y que tratemos de sembrar los valores más nobles que posee esa especie llamada homo sapiens. Y esos valores existen, lo sabemos, ya que en alguna ocasión tenemos constancia de que se han asomado a las comunidades humanas. Palabra de ácrata nihilista. Y es que el concepto de «revolución», tan importante antaño, con tantas lecturas y alguna terriblemente autoritaria, hoy parece en franco declive, para bien y para mal.
El anarquismo es enemigo de todo dogma y propulsor de un auténtico pensamiento libre; por ello, está obligado a revisar y renovar sus planteamientos emancipadores, máxime en un escenario tan diferente al que vivieron los militantes clásicos.Sigue leyendo →
A tenor de algunas respuestas en mi entrada anterior, con la cual yo pensaba que había rozado una vez más la sublimidad, no estoy seguro de que dejara bien claro mi absoluto rechazo por todas y cada una de las formas de nacionalismo. Cierto es que dedicaba la mayor parte de lo escrito a mostrar mi desprecio y escarnio sobre aquellos, nada nuevo en este inefable país, que abanderan una España unitaria y que, oh, sorpresa, rara vez se consideran a sí mismos nacionalistas. Y es que resulta sorprendente que, creo que especialmente a raíz del auge de las nacionalismos periféricos, los españolistas hagan una distinción entre patriotismo, lo de ellos (benévolo), y nacionalismo (lo de los otros, que como se sabe son el infierno). No hace falta tener el cerebro demasiado oxigenado para considerar los conceptos «nación» y «patria» sinónimos e intercambiables (y no por representar, desgraciadamente, la esa sí muy preciada fraternidad universal). Podemos aceptar, en cualquier caso, que la realidad es pertinazmente poliédrica, por lo que hay conceptos que tienen diversas lecturas semánticas y estamos obligados a una serie de lúcidas aclaraciones.
Andan los más centralistas bastante alterados debido a que el vendepatrias Pedro Sánchez en aras de ser investido de nuevo presidente de este inefable país, supuestamente, ha pactado con los nacionalistas catalanes no sé muy bien qué, si el indulto del proceso aquel, la condonación de ingentes deudas o la definitiva ruptura de la sacrosanta nación. Claro, es muy raro que una fuerza política sea del pelaje que sea, para conservar el poder, pacte con dios o el diablo. Por supuesto, los subterfugios para defender esa indescriptible España, unidad de destino en lo universal, son diversos; el más divertido es decir que se desmantela el «Estado de Derecho» o que se trata de una cuestión de proteger la libertad y la democracia (contengamos las risas, viniendo de quién viene). Y es que sería solo hilarante, si no fuera tan peligroso, cómo esta fauna, que no puede apenas esconder su condición reaccionaria, alude a conceptos mistificadores más o menos asumibles por la masa y a figuras históricas, algo insondables para la gran mayoría, saltándose la inicua historia contemporánea de este inenarrable país. Sí, una vez más, recordaremos que, en plena modernidad, aquí ganó la reacción, una forma peculiar de fascismo luego «liberalizada». De aquellos polvos, estos lodos.
Estaba mirando vídeos del ejército israelí. Sale una chica en uniforme explicando que el ejército israelí se basa en un principio fundamental: ama al prójimo como a ti mismo. Os lo juro. Lo dice tal cual. La chica es joven, de rostro amable y simpático. Podría estar vendiendo chocos tranquilamente en un puesto del mercado de Triana. Pero no, ahí está comentando que por eso del amor al prójimo, su ejército, el israelita, tras un ataque canallesco de Hamás, procura hacer el menor número de bajas posibles tanto a ellos mismos, como a la población civil. El problema con que se encuentran es que a los terroristas eso del amor les importa un rábano, y emplean a la población inocente como escudos. No obstante Israel resistirá y existirá. Que no os quepa duda porque lo dice en hebreo. Subtitulado en español.
El reciente ataque de Hamas a los asentamientos israelíes próximos a esa cárcel en la que han convertido Gaza, con una cifra de muertes en torno a las 1.400 personas, supuso la excusa para una cruel respuesta por parte del Estado hebreo declarando la guerra abierta a la zona palestina y bloqueando toda ayuda humanitaria. Hoy, más de dos semanas después, se habla ya de 5.000 víctimas de los bombardeos de Israel, al menos un par de miles de ellas pueden ser críos, con la amenaza permanente de la invasión terrestre. La mitad de la población gazatí se ha desplazado, no se sabe muy bien a dónde, ya que los refugios de emergencia de la ONU se encuentran saturados. Un conflicto que dura ya décadas, con el ahogamiento continuo del pueblo palestino y con el desenlace en una nueva guerra abierta, que hace que uno se avergüence de pertenecer a la humanidad. Y es que, desgraciadamente, la historia de eso que llamamos sin asomo de vergüenza homo sapiens es la de los poderosos aplastando a los que no lo son tanto, por lo que maldigo en estos momentos a los que hablen de maniqueísmo, matices y equidistancia.
En mi barrio hay una cantidad notable de gatitos. Tengo que aclarar, que si bien respeto a los gatos que andan sueltos por ahí y no les hago nada malo, en general les odio. Matan pájaros que me gustan. Verderones, currucas, petirrojos, rabilargos… Ninguno anda a salvo de las garras de los gatos. Lo mismo le pasa a los ratones, ratitas, lagartijas y salamanquesas. Por puro placer esos gatos gordos y sobrealimentados los asesinan. Un ejército de voluntarias y voluntarios les nutren de abundante pienso compuesto, y además les castran. Deberían estar tranquilos, pero cá.
La socialdemocracia hace más de cien años que se definió como un socialismo realista que abandonaba las utopías para promover mayor equidad económica e igualdad social aceptando la economía capitalista. A la vista está que, si el foco con el que miramos es global, su fracaso es estrepitoso, las desigualdades no solo no han disminuido, sino que se han incrementado en el planeta. Es cierto que, los llamados países occidentales, lograron un «estado de bienestar» tras la II Guerra Mundial que mejoró la situación social en sus países, pero que nunca se pudo generalizar y que se alimentó de colonialidad(1). La caída de la URSS favoreció el desmantelamiento de dicho «estado del bienestar» y la extensión del neoliberalismo.
Es harto complicado meterse en la mentalidad de un reaccionario, no obstante, dado cómo calan ciertos relatos fantásticos en el imaginario del vulgo, vamos allá. Como es sabido, en este inefable país, no es que el facherío ande últimamente muy subidito, lo cierto es que ganaron (manu militari, por supuesto) y la triste realidad es que nunca se fue del todo. Así, si no fueran tan peligrosos, resultarían solo irrisorios ese gesto de orgullo y esa reiterada insistencia de la labor civilizatoria que realizó en el ¿Nuevo? Mundo esa raza superdotada que es la hispana (sí, es sarcasmo y del bueno). Aquella gesta imperial que nuestros reaccionarios añoran fue acompañada de una, nada sangrante y totalmente altruista, intención evangelizadora, más bien ganada de antemano, ya que un ser ultraterreno todopoderoso estaba del lado de la superior raza hispana (no hace falta aclarar las intenciones sarcásticas, aunque a nuestra facha medio, quizá sí). Nuestros nacionalistas españoles, cierto es que ya algo hiperbolizados, llegan a afirmar que las aportaciones culturales del imperio fueron indescriptibles y, ya sin el menos asomo de vergüenza, niegan que hubiera esclavitud y apenas una poca violencia. Cierto es que todas las naciones tienen sus mitos para alimentar la alienación de sus ciudadanos, perfectamente desmontables, pero es que hasta en esto este indescriptible país se sale bastante de madre. ¡Cosas veredes, amigo Sancho!
La «guerra» estalla de nuevo en Gaza. Dicen los telediarios que entre Israel y Hamás. Lo que nadie ha sabido explicarme, es por qué si la guerra es entre Hamás e Israel, el ejército israelí está bombardeando indiscriminadamente Gaza. No me explican por qué ministros del Estado de Israel aseguran que la gente de Gaza son meros animales que pueden ser exterminados, cuando el enemigo es Hamás. ¿Por qué les cortan agua, luz, alimentos, comunicaciones, suministros médicos a civiles indefensos, si Hamás es el objetivo? ¿Por qué arrasan barrios enteros, si sus enemigos son los miembros de Hamás? La doctrina israelí de «respuesta desproporcionada» no explica esa barbaridad que estamos viendo. Es una verdadera locura.
Un espacio en la red para el anarquismo (o, mejor dicho, para los anarquismos), con especial atención para el escepticismo, la crítica, el librepensamiento y la filosofía en general