Foucault es un filósofo al que no mueve únicamente la curiosidad intelectual, puede decirse que el conjunto de su trabajo tiene todo que ver con una finalidad política. La especulación por sí sola no parece agradar a según qué pensadores, y es la utilidad de su trabajo lo que les motiva, el esperar que un trabajo intelectual resulte útil y funcione en la práctica.
Los propósitos de Foucault pueden definirse como la posibilidad de desarrollar «prácticas de libertad». Tomás Ibáñez, en su libro Contra la dominación, recuerda una conocida expresión de Wittgenstein, somos «prisioneros de una imagen» y no podemos darnos cuenta de ello porque «formamos parte de esa imagen». Foucault pretende que el hecho de que pertenezcamos a esa imagen no suponga que no podamos ser conscientes de aquello que nos oprime ni imposibilite la voluntad de salir de esa imagen e incluso de «pintar una imagen distinta, adueñándonos de los pinceles».
En una entrevista que realizó poco antes de morir, llamada «La ética del cuidado de sí como práctica de libertad», Foucault explica que el marco de toda su obra se encuentra en el ámbito de la «función crítica de la filosofía». Así definió él mismo esa función: «La filosofía ejerce una función crítica en la medida en que pone en cuestión todos los fenómenos de dominación, sea cual sea el nivel y la forma en que se presenten». Foucault pone su atención en todos los fenómenos de dominación, y no hay uno más sutil ni más potente que el que consigue hacerse totalmente invisible e impalpable, como es el caso de nuestra propia experiencia. Nuestra experiencia se constituye a partir de lo que somos, de lo que pensamos, de lo que creemos, de lo que sentimos, de lo que deseamos y de lo que valoramos; todos estos elementos definen para nosotros las coordenadas de la experiencia posible, y la posibilidad misma de la experiencia requiere de todos esos elementos como su condición a priori; del mismo modo, y paradójicamente, es la experiencia la que, a su vez, constituye y conforma todos los elementos antes mencionados. No podemos cuestionar esos elementos que entran en la definición de la experiencia posible, ya que esos elementos nos «constituyen» tal y como somos, es por eso que aparecen como «naturales» y «necesarios»; tampoco podemos cuestionarlos porque son ellos los que trazan las condiciones de la experiencia posible.
Foucault se esforzó por darnos unas herramientas para vislumbrar el carácter histórico y contingente de los a priori de nuestra experiencia y haciendo visibles también los juegos de verdad, las relaciones de poder y la prácticas de conformación y de dominación. Esas herramientas pueden permitirnos dejar de ser quienes somos, pensar de otra forma, creer otras cosas, tener otros sentimientos, otros deseos y otros valores. En definitiva, la propuesta de Foucault es ayudarnos a comprender que las cosas no son «necesarias», por mucho que nos cueste pensar que pueden ser de otra forma, y que no tenemos ninguna obligación de ser como somos, aunque la alternativa se encuentre todavía lejos en nuestra imaginación. El cambio radical es posible si podemos modificar aquello mismo que nos funda y que nosotros fundamos, «la experiencia posible» para los seres que somos en la actualidad. No existe ningún determinismo en la existencia humana, en la historia existen relaciones estratégicas móviles, y por lo tanto pueden ser cambiadas, y la gente puede ser por ello mucho más libre de lo que ella cree.
Con el tiempo, Foucault puso más empeño en la propia capacidad que tiene el sujeto de ejercitar un poder sobre sí mismo, cuestionando así la experiencia instituida y desarrollando unas prácticas de libertad que alejen de la dominación. El cambio social pasa por un cambio en el sujeto que él mismo realice en la práctica sobre sí mismo. Coincidiendo con Castoriadis, Foucault considera que todo lo que «es» resulta de un proceso histórico conforme a unas prácticas de carácter contingente, nada de lo existente obedece a necesidad alguna (ni por un esencialismo previo ni por un carácter teleológico de la historia), y el mismo proceso de creación, que da lugar a lo que «es», puede ser activado para crear algo distinto.
En definitiva, al no existir «trascendencia» ni «determinismo», las características del ser humano y sus producciones son obras del propio ser humano, según un momento y unas circunstancias, y por lo tanto pueden ser realizadas de manera diferente. «La autonomía es una condición, razonablemente posible, para el ser humano».
Capi Vidal