La posibilidad de ser diferente

Hay quien interpreta que la obra y el pensamiento de Foucault tienen muchas bifurcaciones e incluso que se puede decir que existen «varios» Foucault; también se puede decir que el propio autor incitó a esta lectura de sí mismo negando ninguna clase de «identidad de autor» (por lo visto, llegó a decir que su pensamiento se transformaba con cada nueva investigación).

Para Foucault, pensar detenidadamente suponía necesariamente cambiar de pensamiento, no se puede seguir pensando lo mismo después de haber ejercitado el pensamiento. Sin embargo, a pesar de esta provocación que realiza el propio Foucault, otros autores consideran que es la continuidad, y el compromiso con un único y gran proyecto, lo que caracteriza el pensamiento del francés.

Lo que sí existe es una complejidad, diversidad y continuo enriquecimiento de los plantemientos de Foucault. Tomás Ibáñez considera todo esto, en Contra la dominación, pero también opina que no dejó de hacer el francés lo mismo, a traves de diversos campos y mediante distintas temáticas. Incluso puede decirse que esta unicidad, que subyace bajo la aparente diversidad, caracteriza a todos los grandes pensadores. Cuando se ha dado con una ruptura en una forma de pensar o de entender las cosas, cuando se consigue una aportación innovadora, puede entenderse que el resto de la obra de un pensador consiste en ampliar esa visión y en profundizar en ella. Por lo tanto, según Ibáñez, «las supuestas mil caras de Foucault se funden, finalmente, en un único rostro».

A principios los 60, cuando Foucault tiene ya más de 30 años, ha elaborado una tesis que acabará convirtiéndose en un importante libro y puede decirse que su formación intelectual ha terminado. No obstante, a finales de esa década, una serie de acontencimientos expandirá su campo de experiencia y de reflexión en lo político. En ese tiempo, ocupaba una cátedra de filosofía en Túnez y pudo observar nuevos mecanismos represivos en lo político sobre unos estudiantes opositores, hecho que aumentó su compromiso político. Después de Mayo del 68, regresará a Francia y ocupará una cátedra en la Universidad de Vincennes, lugar que será un foco impresionante de actividades izquierdistas, contestatarias y subversivas, con la participación activa de Foucault. Es en los años posteriores, sin cesar su intenso activismo político, cuando Foucault centró su interés en los presos, los inmigrantes y en la violencia policial. En 1975, se publica la obra, de lectura obligada, Vigilar y castigar, y comienza explícitamente su reflexión sobre la problemática del poder. Ejemplos del interés por este tema, serán sus obras posteriores, Historia de la sexualidad y La voluntad de saber.

En el primer periodo de formación intelectual de Foucault, el clima intelectual estaba marcado por el interés en el marxismo y en la fenomenología, y en conciliar o en enfrentar ambas corrientes. Además, existía una impregnación de humanismo tanto en el marxismo como en la fenomenología, lo que acabará sintetizándose en el existencialismo sartreano. El propio Foucault dijo «pertenezco a esa generación que ha estado marcada por el marxismo, por la fenomenología y por el existencialismo». Practicamente, los autores no tenían alternativa en aquella época, de un ambiente intelectual enrarecido y con bastante presión, y aquel que no se adscribiese al marxismo pasaba directamente a ser un reaccionario. Parece ser que todo oscilaba a favor de una interpretación constante de las obras de Marx, todo debate y discrepancia se enmarcaba en unos análisis acordes o no con el discurso del «maestro». Era un ambiente represivo, contrario a cualquier pensamiento libre y creativo, y los acontecimientos de Mayo del 68 contribuyeron a acabar con todo esto. Hay que aclarar que la anterior, y esclarecedora, cita de Foucault continua de la siguiente manera «pertenezco a esa generación que ha estado marcada por el marxismo, por la fenomenología y por el existencialismo… y que ha querido romper con todo esto». Foucault, a diferencia de Castoriadis, no emprendió ninguna batalla contra el marxismo, lo que hizo es, simplemente, «no ser marxista». Esta actitud, como ya he dicho, suponía convertirte automáticamente en reaccionario, y el propio Sartre le acusó de manera indigna de ser un «baluarte de la burguesía».

La ruptura de Foucault estuvo dirigida frontalmente a la teoría del sujeto y la concepción de la racionalidad, que articulaban tanto la fenomenología y el humanismo, como algunos planteamientos marxistas. Esta actitud de Foucault tuvo su origen en la lectura de dos autores malditos para la hegemonía de la época, Heidegger y Nietzsche. Fue la obra del primero la que le introduciría definitivamente en la del segundo, lo que le condujo a la ruptura intelectual antes mencionada e incluso a otra en su propia forma de vida. El proyecto intelectual de Foucault encontrará en Heidegger y, sobre todo, en Nietzsche la materia prima con la que empezará a edificar su propio proyecto intelectual, comenzando por demoler tanto la teoría del sujeto como la concepción esencialista de la racionalidad.

Si la fenomenología dice que el sujeto es la entidad última sobre la cual se fundamenta la experiencia, siendo el propio sujeto el que proporciona su sentido a dicha experiencia, el desmantelamiento de la teoría del sujeto supone cuestionar radicalmente las bases mismas de la fenomenología. También asume la fenomenología que uno de los grandes objetivos de la filosofía consiste en proporcionar el acceso a un conocimiento adecuado de las condiciones esenciales del sujeto; no obstante, como todo intento de acceder a ese conocimiento ha sido un fracaso, la fenomenología propone ensayar otra vía de manera indirecta, focalizar la mirada sobre la experiencia. De esta manera, analizando objetivamente la experiencia, prescindiendo de sus expresiones circunstanciales y distorsionantes, se podrá acceder a aquello que constituye su propia condición de posibilidad y la fuente de su sentido (el sujeto). Así, el sujeto, en su función de donación y de institucionalización del propio sentido de la experiencia, resulta ser el sujeto fundacional, universal y transhistórico, captado al fin en su esencia y en sus propiedades constitutivas.

Nietzsche consideró la experiencia como algo que arranca al sujeto de sí mismo, lo disuelve y lo transforma en un ser distinto; Foucault, puede decirse que terminó esta tarea del sujeto como transhistórico, creador de la experiencia, e invirtió los términos de la fenomenología. Se trata de que es la experiencia la que constituye al sujeto, o siendo más concreto a la pluralidad de sujetos que habitan la forma sujeto. Según Foucault, el sujeto no es universal, transhistórico y fundador, sino un producto históricamente variable, tanto como la propia experiencia. El sujeto es siempre el resultado de determinadas prácticas de subjetivación, históricamente situadas.

También apoyado en Nietzsche, Foucalt tratará de desmontar de la misma manera la concepción esencialista de la razón. La razón es una entelequia para el francés, lo único que se puede hacer es contemplar «formas, históricas y situadas, de racionalidad», poner de manifiesto e interrogar las distintas formas que adopta la razón. Al igual que el sujeto, también la razón tiene determinada historia, ambas están intrínsecamente relacionadas y es necesario indagar en las diversas formas históricas de racionalidad para saber como se constituye el sujeto, y viceversa. Ni la verdad, ni la razón, trascienden las prácticas concretas que dan lugar al sujeto y a su discurso. Foucault considera que existe una autocreación de la razón y es por eso que hay que analizar las diversas formas de racionalidad, sin que se considere que hay una forma auténtica ni una verdadera naturaleza de la razón. Es debido a esto, que Foucault se aleja de los planteamientos de la fenomenología (al afirmar ésta que hay que resituar a la razón en su momento fundacional y captar su verdadera esencia) y de algunos planteamientos marxistas, según los cuales la razón ha sido distorsionada y pervertida por ciertas condiciones históricas (en especial, algunas formas del capitalismo).

Es por esto que Foucault se previene contra todo planteamiento que busque reencontrar una supuesta «autenticidad», acabando con lo que distorsiona y constriñe. La libertad no está, según el francés, debajo de lo que oprime (la famosa frase de Mayo del 68: «por debajo de los adoquines está la playa»). Afortunadamente, podemos ser diferentes a pesar de lo que las circunstancias nos han impuesto, no porque combatiendo esas circunstancias nos reencontremos con nuestro «auténtico ser» (llámese como se quiera, «verdad», «razón», «deseo»…), sino porque es posible que nos creemos a nosotros mismos de otra forma.

Juan Cáspar

Un comentario sobre “La posibilidad de ser diferente”

Deja un comentario