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Anselmo Lorenzo y los primeros internacionalistas

Anselmo Lorenzo Asperilla (1841-1914) viene al mundo en la ciudad de Toledo, en el seno de una familia muy humilde, en la misma época en que se crea en España la sociedad obrera de resistencia. Es el año 1840 cuando Juan Munts funda en Barcelona el primer núcleo obrero organizado; hacia ya años que la clase trabajadora española luchaba por el derecho de asociación, en unos tiempos en que la revolución industrial estaba reduciendo a la miseria a los obreros. La patronal y el Estado no tardarían en reaccionar y, en 1855, se ejecuta a José Barceló, presidente de la sociedad de hiladores, acusado injustamente de un crimen. En ese momento, Anselmo Lorenzo ya había sido enviado a Madrid a corta edad, donde acabará trabajando en una imprenta, lo que despierta en él la gran pasión de la lectura. De las obras de Pi y Margall, pasaría a las de Proudhon, el cual fue estudiado y traducido, como es sabido, por el primero. La influencia proudhoniana puede observarse en esta frase de Pi con la que se oponía al centralismo de Castelar: «La economía política es la fatalidad, y el socialismo una rama del derecho. La economía política el sálvese el que pueda erigido en principio de gobierno: el socialismo la síntesis de las antinomias sociales…». Anselmo Lorenzo será un habitual asistente al Fomento de las Artes, centro madrileño donde se reunía la burguesía ilustrada y se impartían clases y conferencias culturales; uno de los oradores favoritos de Lorenzo será José Serrano Oteyza, gracias al cual se convirtió al anarquismo otra figura ilustre: Ricardo Mella.

En 1868, una revolución política derriba la monarquía de Isabel II y se inicia en España el despertar socialista. Como es sabido, en invierno de aquel mismo año llega al país Giuseppe Fanelli, emisario de Bakunin, con el fin de difundir las ideas de la Internacional, que se había fundado en Londres cuatro años antes. Fanelli reúne a un grupo de obreros asistentes al Fomento de las Artes, les expone dichas ideas y nace así el primer grupo internacionalista español; destacan en él Anselmo Lorenzo, Tomás González Mora y Francisco Mora. Lo mismo realizá Fanelli en el Centro Federal de Sociedades Obreras de Barcelona, y allí destacaron los Pellicer (Rafael Farga Pellicer, Pellicer Peraire y José Pellicer), los cuales se convertirían pronto en corresponsales directos de Bakunin. En enero de 1870, aparece en la capital el primer número de La Solidaridad, dirigido por Anselmo Lorenzo. Ya antes se había publicado en Barcelona La Federación, y en junio de aquel año tuvo lugar el primer congreso obrero nacional en el Teatro Circo barcelonés; para el Consejo Federal fueron elegidos, entre otros, Anselmo Lorenzo, González Morago y Francisco Mora. La guerra franco-prusiana, junto a la represión de la Comuna de París, supondría un golpe terrible para la Internacional; los gobiernos occidentales iniciaron un feroz represión de la clase obrera y el Consejo Federal tuvo que huir a Portugal. Fue imposible celebrar el segundo congreso, programado para 1871, pero Lorenzo fue designado para la conferencia universal de la Asociación Internacional de Trabajadores, que había de celebrarse en Londres. La experiencia para Lorenzo en la conferencia no fue positiva; a pesar de que, a nivel personal, Marx y su familia le causaron una gran impresión, asistió al litigio entre dos concepciones del socialismo irreconciliables: la del propio Marx y la de un ausente Bakunin.

Foto de Grupo 1: Giuseppe Fanelli. 2: Angel Cenagorta. 3: José Rubau Donadeu. 4: Manuel Cano. 5: Francisco Mora. 6: Marcelino López. 7: Antonio Cerrudo. 8: Enrique Borrel. 9: Anselmo Lorenzo. 10: Nicolás Rodríguez. 11: José Posyol. 12: Julio Rubau Donadeu. 13: José Fernández. 14: José Adsuara. 15: Quintín Rodríguez. 16: Miguel Lángara. 17: Antonio Gimeno. 18: Enrique Simancas. 19: Ángel Mora. 20: José Fernández. 21: Benito Rodríguez.

Sobre la crisis en la Internacional, la cual estaba prohibida ya por el gobierno de Sagasta, que provocó la llegada a Madrid de Paul Lafargue, en otoño de 1871, escribió Lorenzo: «Una divergencia doctrinal en su origen que no hubiera tenido consecuencias lamentables si la pasión, falseando los principios, no hubiera acudido a falsearla, dio lugar a que aquella organización, que en poco tiempo llegó a ser poderosa y temible, se viniese abajo». Recordaremos que los internacionalistas españoles se habían considerado, en origen, netamente bakuninianos. En esta querella, Lorenzo tuvo una situación difícil al encontrarse agradecido con la familia Marx por la cálida acogida que había tenido en Londres, aunque se mostró cauto sobre la presencia de Lafargue en Madrid. Veamos cómo nacieron las divergencias en el seno de la Internacional. La Internacional se funda oficialmente en 1864, momento en el que no se tiene contacto con el movimiento obrero español, ni tampoco años después, a pesar de que éste se estaba organizando al menos desde 1840. En el Consejo General de Londres, a nadie se le ocurrió dirigirse a los obreros catalanes, los cuales tenían simpatía por el federalismo de Pi y Margall. Tal vez por eso Bakunin se intereso por ellos, pero en cualquier caso puede entenderse que al enviar a Fanelli corrigió un error del Consejo General y del propio Marx. Es cierto que Fanelli era portador, al mismo tiempo que de los estatutos de la Internacional, de los estatutos de la Alianza de la Democracia Socialista, organización secreta internacional creada por Bakunin, la cual fue aceptada por la práctica totalidad de los internacionalistas españoles naciendo así la organización específicamente anarquista; sin embargo, también es verdad que la Alianza había pedido el ingreso en la Internacional, el cual sería aceptado en marzo del año siguiente con la condición de que se disolviera dicha organización. Es por eso que no tiene excesivo fundamento, aunque pudiera parecerlo en una primera impresión, la acusación que harán los marxistas contra Bakunin por haber suplantado la Internacional; se dice incluso que hay documentación que demuestra que el anarquista ruso reprocha a Fanelli que, por error, se cree la sección internacionalista en España con los estatutos de la Alianza; entendía así Bakunin que un enfoque excesivamente ideológico perjudicaría la captación de obreros no determinados políticamente.

En cualquier caso, este conflicto en España no era más que un reflejo del que estaba teniendo lugar en el exterior. Lorenzo, de buena fe, creyó que se trataba de una disputa personal entre dos grandes temperamentos, pero el problema era más profundo. Antes de que la Alianza de Bakunin solicitase el ingreso en la Internacional, muchos aliancistas de varios países formaban ya parte de ella a título personal; el conflicto estalló cuando las federaciones más influenciadas por la Alianza desarrollaron, en contra de la política centralista del Consejo General, su iniciativa federalista y descentralizadora. Lorenzo reprochó a Marx su política autoritaria y tutelar, traicionando así su propio aforismo «la emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos»; de Bakunin tuvo una siempre una gran opinión, alabando su coherencia antiautoritaria, aunque reprochó a algunos de sus seguidores no estar a su altura al utilizar ciertas maniobras. En cualquier caso, en España en esos primeros años la Internacional y la Alianza estuvieron mezcladas hasta el paso de Lafargue y la llegada de nuevas querellas. Tras diversas disputas que no puede manejar el Consejo de Zaragoza, del que es miembro Lorenzo, éste dimite de sus cargos y se exilia en el extranjero hasta mayo de 1874 en el que se establecerá en Barcelona; allí, es bien recibido por antiguos compañeros y recobra su iniciativa internacionalista, aunque no tardaron en llegar ciertas reservas por parte de su entorno. La Internacional oficial era un cadaver sin enterrar desde el Congreso de La Haya en 1872, en el que los marxistas tomaron el control, mientras que los anarquistas fundaron una nueva Internacional, la de Saint-Imier, que tampoco correría mejor suerte.

Lo que estaba produciéndose en España, como reflejo de esa situación, era un relajo revolucionario acompañado de una feroz represión. Aunque Lorenzo pasó por alguna etapa en la que creyó que la revolución inmediata era posible, años después escribirá en su obra El proletariado militante considerando que la Alianza de la Democracia Socialista había producido buenos frutos, dedicándose a impulsar la cohesión obrera; sin embargo, también criticó el tratar de llevar la organización por ciertos derroteros, en lugar de proponer «obras de educación y de instrucción encaminadas a obtener acuerdos y soluciones como sumas de voluntades consecuentes». La organización obrera languideció a finales del siglo XIX, pero a cambio se enriqueció la literatura anarquista y entró con vigor una nueva generación ácrata no necesariamente vinculada al movimiento obrero; ellos fueron, entre otros, José Prat, Tarrida del Mármol, Juan Montseny o Ricardo Mella. Esta nueva manifestación nació en torno a dos certámenes socialistas, en 1885 y en 1889, en Reus y Barcelona respectivamente; en el segundo, celebrado en honor de los mártires de Chicago, Anselmo Lorenzo presentó enjundiosos trabajos. La represión de Montjuich llevó a Lorenzo al destierro a París en 1896, tras varios meses de prisión, donde trabó amistad con Jean Grave, Charles Malato y, especialmente, con Francisco Ferrer Guardia. Éste, funda en 1901 en Barcelona la primera Escuela Moderna, que se propone transformar la sociedad mediante una educación racional de los jóvenes, aunque no renuncie al movimiento obrero de carácter revolucionario. Precisamente, Ferrer funda un periódico llamado La huelga general en el que Anselmo Lorenzo tendrá una gran responsabilidad, en él traducirá a los grandes teóricos del sindicalismo francés; también colaborará en la revista Natura, dirigida por José Prat. Es precisamente a Prat a quien escribe Ferrer en 1900 desde París exponiendo su plan para la Escuela Moderna: «Quiero fundar en Barcelona una escuela emancipadora que destierre del cerebro del niño lo que divide a los hombres: religión, propiedad y familia». Prat no pudo ofrecer ayuda a Ferrer, por lo que éste se dirigió a Lorenzo, el cual tradujo para la biblioteca de la Escuela Moderna importantes obras científicas y didácticas, como El hombre y la tierra, de Reclus, o La gran revolución, de Kropotkin.

Los tragicos sucesos de julio de 1909 llevaron a Ferrer a ser acusado de rebelión militar, y a ser finalmente ejecutado, sin que dejaran intervenir en el proceso a testigos de descargo como era el caso de Anselmo Lorenzo. Después de aquello, la situación personal de Lorenzo no fue muy halagüeña; se volcó en su obra El proletariado militante, terminando el segundo tomo sin que pudiera ver la luz nunca el tercero. Saludó con optimismo la fundación de la Confederación Nacional del Trabajo, en 1910: «Vais a celebrar un pacto destinado a influir en la marcha siempre progresiva de la humanidad. Ante vosotros el libro abierto de la Historia presenta una página en blanco: preparaos a rellenarla con honra para vosotros, con provechos para todos, presentes y futuros». Paradójicamente, la CNT fue clausurada al poco de celebrar su primer congreso y no resurgiría hasta 1914, el año de la muerte de Lorenzo un 30 de noviembre. Antes de eso, desgraciadamente, vivió otro hecho trágico: el estallido de la Primera Guerra Mundial. Como escribió José Peirats, tal vez uno de los últimos ecos que tuvo Lorenzo, fue aquel manifiesto de la Federación Regional Española: «¿Con qué poderoso talismán se arrastra a tantos miles de hombres contra sus propias hermanos, en perjuicio de sus intereses y en defensa de sus tiranos? Con el grito sagrado de la patria. ¡Pues maldita sea la patria! ¡Trabajadores de Prusia y Francia: aún sería tiempo… dándoos un fuerte abrazo y arrojando al Rin esas armas».

Existe un sitio web donde pueden encontrarse los textos de Anselmo lorenzo y amplia información sobre su figura: http://anselmolorenzo.es/

El proletariado militante online: http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/proletariado/indice.html

Libro primero de El proletariado militante en PDF.

Libro segundo de El proletariado militante en PDF.

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