Recientemente, el Tribunal superior de Justicia de Madrid decidió mantener el nombre de esta calle, Caídos de la División Azul, perteneciente al madrileño barrio de Chamartín. Como es sabido, la Ley de Memoria Histórica, prohíbe toda simbología de exaltación de la Guerra Civil y de la dictadura franquista; aunque igualmente conocido es que el cumplimiento de esta normativa queda dentro de un gran margen de ambigüedad y que, es mi opinión, al fascismo se le combate con otro tipo de medidas culturalmente más profundas. Sea como fuere, el cambio de denominación de la vía, hecho a instancias de la administración anterior del Ayuntamiento, quedó frustrado tras haberse llevado el caso a los tribunales a instancias, al parecer, de familiares de aquellos españoles que combatieron en el ejército de la Alemania Nazi. El argumento para mantener el nombre es que nada tuvo que ver aquello con la Guerra Civil, ni al parecer con el franquismo, y es en realidad un bonito homenaje a aquellos «voluntarios» que decidieron luchar contra el comunismo al lado de, claro, los que ayudaron a Franco a ganar la guerra.
Como ya he apuntado, no soy amigo de leyes prohibitivas, creo que hay medidas mucho menos coercitivas y más efectivas sin violentar la libertad de expresión. Poco antes del mencionado fallo del Tribunal, en la misma capital del reino, se produjo por parte de unos cuantos descerebrados un acto de homenaje, precisamente, a aquellos divisionarios en el que, claro, se enalteció el franquismo y el fascismo en general, mientras se lanzaban proclamas antisemitas. Son diferentes formas de homenajear a aquellos valerosos españolas que combatieron a los rojos, aunque uno tenga entendido que gran parte de ellos se vieron obligados a uno de los episodios más cruentos de sus vidas. Tal vez, si desde que falleció el dictador hasta el día de hoy se hubieran producido unas políticas de condena firmes a alzamiento militar que digo lugar a la Guerra Civil y a la dictadura, junto a un trabajo cultura mucho más amplio sobre la historia reciente, no estaríamos en esta situación. Pero no, la peculiar democracia de este inefable país continúa protegiendo, de una u otra manera, la memoria del franquismo.
Pero la resolución del Tribunal no afectó solo al nombre de dicha calle, también se protege el que homenajea a otro prohombre de la reciente historia española, Millán Astray. El argumentario, esta vez, para no contravenir la Ley de Memoria Histórica, estribaba en que no está demostrada la participación de dicho fulano en el golpe de Estado ni en la represión posterior. Vivir para ver. Uno que pensaba que Millán Astray dedicó gran parte de su triste existencia a venerar a Franco, llegando a fundar todo un cuerpo legionario en su honor, y que se sumo enseguida al alzamiento reaccionario de los generales contra un régimen democrático. De hecho, fue el futuro dictador, observando como Millán loaba la grandeza de los golpistas y de su máximo líder, el que le otorgó un cargo propagandístico en Salamanca, ciudad donde se produjo la conocida confrontación con Unamuno. El fundador de la legión admiraba a Franco, lo mismo que a Hitler y Mussollini, a los que consideraba «pilares y salvadores de la paz y del espíritu de Occidente». Resulta inadmisible que todas estas facetas de Millán Astray no sean claramente divulgadas y que la Justicia española, una vez más, protega la memoria del franquismo, que es lo mismo que decir del fascismo en España. El actual Ayuntamiento quiere inaugurar muy pronto todo un impresionante monumento de homenaje, precisamente, a la legión española, ese cruento cuerpo que, claro, tanto hizo por la victoria del bando franquista bañada en sangre. Todo una ofensiva ultrarreaccionaria de protección de lo peor de la historia de este indescriptible país y, claro, de un blanqueamiento directo o indirecto del franquismo, en el contexto de una más que cuestionable democracia. La estatua de tres metros será colocada, lo habéis adivinado, en plena Plaza de Oriente.