Viene al caso recordar la icónica secuencia, más producto de la película de Mario Camus que de la novela de Miguel Delibes, en la que aquella marquesa de la sociedad franquista repartía limosna entre los humildes, que a la fuerza debían mostrarse serviles y sumisos. Creo que es una imagen que espeluzna o debería hacerlo al más pintado y que forma parte, o debería hacerlo, ya del imaginario popular. Desgraciadamente, hoy más que nunca, nuestra memora es frágil y nuestra conciencia social, aún más estremecedor, casi inexistente. No puedo evitar acordarme igualmente de otra película, dirigida y escrita, respectivamente, por dos de los grandes cineastas de este inefable país: Luis García Berlanga y Rafael Azcona. Hablo de Plácido, impagable historia en la que una firma comercial patrocina en plena Nochebuena la posibilidad de que una familia adinerada «siente un pobre en su mesa». El film, rodado en pleno desarrollismo franquista, se inspira en una campaña real en la que el régimen pretendía difundir la caridad cristiana entre los más acomodados. Como demuestran Berlanga y Azcona, de forma absolutamente magistral y terriblemente sarcástica, aquello no era más que una manera más de lavar las conciencias burguesas dentro de una sociedad franquista, que tal vez no es muy diferente a lo que hoy vivimos.
El caso es que, uno, que tiene la costumbre masoquista de empaparse bien del sistema y de echar un vistazo diario a los medios que lo legitiman, observa estremecido la serie de cartas al director publicadas en El país, que agradecen la caridad de este tipo multimillonario llamado Amancio Ortega. No me sorprende que estos medios alaben a los ricos, más pavor me causa que, entre el vulgo, siga calando esa mentalidad servil y agradecida. Ojo, lo puedo comprender hasta cierto punto, ya que es probable que siempre va a existir una mayoría social conservadora, es decir, que acepta sin más el mundo que ponen delante de sus ojos, pero me sigue sorprendiendo y aterrando. Que un tipo, ignorante y patético, además de igualmente rico, como Bertín Osborne, piense así no es sorprendente. Sí lo es que se le rían sus grotescas gracias insultando al que critica lo evidente. Al margen del supuesto beneficio que pueda causar la millonario donación de Órtega, ese es en mi opinión el mayor daño causado para tratar de construir algo mejor que este hipócrita estercolero en el que nos encontramos. Se fortalece un imaginario popular que, lejos de aborrecer la imagen de la buena marquesa auxiliando a los pobres, justifica y agradece ese comportamiento hipócrita dentro de una sociedad clasista que, a pesar del maquillaje, no ha cambiado tanto.
Todavía hay un mayor análisis, con diferentes enfoques críticos, algo de lo que estamos necesitados, del asunto Amancio Ortega. Los pocos que se han mostrado críticos con la «buena acción» de Órtega, y sin que yo comparta plenamente el razonamieno de Podemos, han sido inmediatamente defenestrados y tildados simplemente, y por resumir, de «mala gente». El asunto de los chanchullos del imperio económico de Amancio Ortega, que ahí está para quien lo quiera comprobar, sería un argumento sencillo y válido, dentro de la lógica del propio sistema, para anular su supuesta buena intención al donar 300 millones de euros a la sanidad pública. De hecho, se dice que esa cantidad es la mitad de lo que Inditex, la empresa de Ortega, ha eludido en impuestos durante pocos años situando gran parte de sus sociedades en los considerados paraísos sociales, por no hablar de otros asuntos raros relacionados con la que creo que es la sexta fortuna del mundo. No obstante, y dejando a un lado de momento la críticas que podemos hacer al Estado para administrar los recursos, vamos a ir un paso crítico más alla. Como dije, estremece, no solo que no exista servilismo alguno, sino que no haya un pronto cuestionamiento social a la forma de construir sus fortunas estos imperios económicos. Será que producen muchos puestos de trabajo y, parafraseando a la estólida Díaz Ayuso, no importa lo precarios que sean, ya que siempre va a haber estómagos agradecidos. Entiendo que es la mentalidad que brinda un sistema, basado en la explotación del trabajo ajeno y en la ambición personal sin límites, dentro de un juego mercantil lejos de ser libre e igualitario. Los ricos, y a no ser que te toque la lotería, no crean sus fortunas sin dejar a un lado cuestionamientos éticos. Estos tipos, asegurados sus privilegios, tienen luego el detalle de soltar unas migajas a los necesitados. No es que pocos hagan ya este análisis, es que, además de terminar adoptando una mirada servil y papanatas hacia los poderosos, juzgan moralmente a la persona que lo hace. Pues eso, que la sociedad de los santos y plácidos inocentes, en otros tiempos y con otras formas, sigue estando a la orden del día.
Muy buen análisis y muy bien explicado. Seguimos casi igual. Y es que no puedo con el tonto de Bertín. Que asco y que increíble que después de soltar lo que soltó en el Hormiguero, cosa que ví en facebook, toda la gente que estaba de público le aplaudieran como tontos y el otro Pablo el presentador no dijiese nada, cosa que llego hasta a comprender, porque tanto Bertín como el presentador forman parte de este mismo entramado y son los vasallos de estos desgraciados. Suele hablar el que más ha de callar, en 2003 fué condenado por defraudar 5 millones al fisco, pagó la mitad y durante otros 10 años no pagó, y a nosotr@s nos pueden meter a la carcel por mucho menos o embargarnos. Este notas volvió a abrir una empresa pantalla siendo pillado en 2016 con una offshort en Panamá .Ha ido a la carcel? No, encima telecinco le da trabajo para no solo pagar lo que defraudó sinó que ahora está ganando mucho más y con un programa llamado ( TU CASA ES LA MÍA) ostentando con sus invitados y riendose de nosotr@s enseñando la pedazo mansión que tiene y lo peor es que ese programa sigue porque una mayoría lo ve y lo aplaude y encima otros canal esle dandole cancha junto a este presentador de pacotilla.