En el vídeo con el que el EI (Estado Islámico) compite con los gatitos en el “hit parade” de Youtube, no se ve nunca a nadie fumando. Hay decapitaciones individuales o en serie, verdugos de once años, homosexuales arrojados desde balcones y rematados a patadas, fustigaciones en plazas, contables para los fusilamientos en masa y personas quemadas vivas. Pero ninguno que fume un cigarrillo.
En los territorios controlados por el EI rige el más despiadado e intransigente prohibicionismo no solo ante el alcohol y las drogas también ilegales entre nosotros, sino también ante el tabaco. Los fumadores son azotados en las plazas, mientras que los vendedores de tabaco se arriesgan a la pena capital, lo mismo que los que comercian con alcohol o drogas. Las campañas prohibicionistas son uno de los orgullos del Estado Islámico. La foto de los milicianos que queman plantaciones de cannabis y cajetillas de tabaco abren, y no por casualidad, el documento de 64 páginas de propaganda yihadista titulado “El Estado Islámico, una realidad que me gustaría comunicarte” aparecido en internet.
En el texto, firmado por “vuestro hermano en Alá, Mehdi”, se exponen los temas de la propaganda yihadista, con una especie de “informe especial” de Raqqa, considerada la capital del EI. Se ilustran las campañas anti-alcohol y anti-tabaco y se publican entrevistas, entre ellas una al jefe de la policía islámica que, con gran desparpajo, explica lo “segura” que se ha vuelto la ciudad, en la que “ya no hay ladrones, malhechores, traficantes, pordioseros, ni prostitutas” desde que las tardes de los viernes, tras el rezo, la población es obligada a ir en masa ante la mezquita principal para asistir a las ejecuciones y otros castigos corporales. Incluso las draconianas leyes contra el tabaco son uno de los elementos que resquebrajan la popularidad de EI entre los musulmanes.
El único país del mundo en el que el tabaco está totalmente desterrado es Bután, una monarquía teocrática budista, mientras que en los países árabes casi no existen leyes contra el tabaco en lugares públicos y en las cajetillas no hay letreros aterradores del tipo “el tabaco mata”. Las leyes antitabaco del EI parecen un homenaje a la salud de Estado europea como símbolo del mal, desde que las campañas contra el tabaco fueron lanzadas por primera vez en la Alemania nazi: como explica claramente el historiador canadiense Robert Proctor en su libro La guerra de Hitler contra el cáncer, fue el Führer en persona quien lanzó la primera cruzada antitabaco, aunque todos fingen no saberlo. Y es difícil no percibir el eco de la retórica liberticida de la “tolerancia cero” en el énfasis puesto en el texto de Mehdi sobre la misma “seguridad” en el Califato, donde en pocas semanas la ferocidad de los guardias islámicos ha reducido a cero la tasa de criminalidad.
El otro gran enemigo del EI es la corrupción, ligada en gran medida a los privilegios de los “viejos” que “mantienen sus posiciones… sin merecerlas”. En resumen, los grandes enemigos son todos: vicio, criminalidad, corrupción y viejos privilegiados, que en otros ámbitos son los mismos que habitan los círculos del Infierno según los populistas de derechas, de Le Pen a Salvini, y de Grillo al Tea Party, que infectan “nuestra” parte del planeta.
Desde el punto de vista teológico, el Califato pertenece aparentemente a la corriente wahabita del islam. El wahabismo es una corriente islámica suní ultraconservadora, difundida solo en la Península Arábiga en sus primeros veinte años y fundada sobre la unicidad de Dios, la observancia rigurosa del Corán, la severa condena de las costumbres religiosas no ortodoxas como la visita a las tumbas de los personajes famosos, el odio a los judíos (hasta el siglo pasado vistos con benevolencia y respeto en los países árabes), una concepción radicalmente machista de las relaciones entre sexos y, sobre todo, en la hostilidad a toda interpretación personal de las escrituras sagradas.
Para el islam tradicional, el wahabismo es una herejía: en 1983, un documento de los teólogos de la Universidad de El Cairo (la máxima autoridad en cuestiones doctrinales para los suníes, que no tienen una Iglesia oficial) lo define como el producto de las “distorsiones de los ignorantes que llaman politeístas y descreídos a la mayoría de los musulmanes del mundo islámico” y estigmatiza a sus seguidores como “un grupo de personas que se opone a la gente de la Sunna y a las cuatro escuelas tradicionales del pensamiento religioso, y la confusión a que han llevado al islam ha sido tan terrible que lo muestran (…) cruel y despiadado, que degüella hombres, esclaviza niños y mujeres creyentes”. En efecto, hasta hace pocas décadas, el wahabismo tenía una influencia limitada sobre el mundo islámico, aunque era la religión nacional de Arabia Saudí, en base a lo que la dinastía Saud siempre se ha visto legitimada a imponer un régimen absolutista. A partir de los años veinte del siglo pasado, las cosas cambiaron tras una serie de circunstancias históricas (la independencia de Arabia Saudí tras la Primera Guerra Mundial, y después el desventurado nacimiento de Israel) y sobre todo, gracias al río de petrodólares con el que Arabia Saudí y los demás principados de la Península Arábiga han financiado las escuelas islámicas (adheridas a la más rígida enseñanza wahabita) y otros considerados como “entes de beneficencia” en los países musulmanes más pobres.
Con el resultado de difundir una versión extremista del islam, que ha sido la base del crecimiento del yihadismo, como ha sucedido por ejemplo en Nigeria, donde la larga marcha de Boko Haram se inició cuando a principios de los años ochenta las madrasas fundamentalistas han ocupado el puesto de las escuelas públicas cerradas por orden del FMI. La inspiración del EI es evidentemente el wahabismo, pero también es fuerte la influencia de las ideas y de las prácticas de la extrema derecha europea y norteamericana. De esta opinión es Oliver Roy, el historiador y sociólogo francés considerado como uno de los mayores expertos mundiales en movimientos islámicos. Hace algunos años, publicó un libro (La santa ignorancia) sobre la difusión de lo que él denomina las “religiones sin cultura”, entre las que no solo está el islam yihadista sino también el cristianismo pentecostal, la religión que crece más velozmente en el mundo, y por ciertos puntos del catolicismo carismático del papa Juan Pablo II. “La santa ignorancia” consiste en la minusvaloración de la cultura en beneficio de la fe: para los nuevos creyentes, en el peor de los casos, la cultura no existe más que bajo la forma de paganismo y, en el mejor, no tiene valor, como para Benedicto XVI, salvo cuando está habitada por la fe”.
Según Roy, los combatientes del EI “son un producto de la globalización, tanto que no se reúnen en las mezquitas sino en las redes sociales”. Su visión apocalíptica y sus prácticas crueles son las que se pueden encontrar “en cierta extrema derecha, como la que se reconoce en Anders Brevik (autor, el 20 de julio de 2011, de los atentados en Oslo y en la isla de Utoya, que causaron 77 muertos y 96 heridos). La extrema derecha europea es hoy muy apocalíptica. Piensa que su civilización se está corrompiendo y que su cultura está desapareciendo. Pone el acento en el hecho de que los inmigrantes están por todas partes”. Incluso los milicianos del EI se sienten amenazados por una civilización corrupta (donde por “corrupción” se entiende, por ejemplo, la paridad entre sexos) y reaccionan alzando la bandera del “¡Viva la muerte!”, el lema que, como decía Unamuno, representa el paradigma de todo fascismo. Según Roy, los milicianos del EI están “exclusivamente fascinados por la violencia y por la muerte. Hoy en día se producen fenómenos de nihilismo generacional, donde el más frecuente es el de tipo Columbine. Chicos que entran en la escuela, asesinan a compañeros y profesores para después suicidarse.
Es un fenómeno muy extendido en Estados Unidos, donde se registra un episodio similar al mes. Se atribuye a la locura, mientras que se considera a los yihadistas movidos por la ideología religiosa. En realidad, el mecanismo psicológico es el mismo: ambos son atraídos por la violencia en sí misma hasta la muerte. Tenemos formas similares entre los narcos del México. Como a los fascistas, al EI no le interesa ninguna transformación social, y “el sistema” (como lo llama Mehdi) del Estado Islámico está marcado por ese trágico mezclote de meritocracia y tecnoburocracia que caracteriza al neoliberalismo. Un ejemplo de esta tendencia es la organización del sistema escolar en los territorios controlados por el EI. La revista Tuttoscuola ha entrevistado al pedagogo Aymenn Jawad al-Tamimi, según el que una primera aproximación a cómo debería ser la escuela según Al Baghdadí y sus secuaces es visible en la provincia de Raqqa (Siria), donde la reforma fue promulgada en septiembre de 2014 y ya está en vigor: las asignaturas humanísticas (arte, historia, filosofía), las ciencias sociales (sociología, psicología) y la música han sido suprimidas, mientras que las científicas (matemáticas y física) han sido potenciadas, así como la gramática árabe, la informática, las materias técnicas en general y la lengua inglesa.
En lo referente a las ciencias, ha sido eliminada toda referencia a Darwin y a cualquier teoría de la evolución. El profesor de ciencias, viene especificado en el texto de Mehdi, debe suscitar en los estudiantes el conocimiento de que “todas las leyes de la física y de la química dependen de las leyes establecidas por Dios en el acto de la Creación”. En la tradición islámica de estudios, la aproximación a la cultura y a la ciencia desde la fundación de la primera universidad en el siglo VIII hasta nuestros días, ha estado caracterizada siempre por una actitud aperturista que ha permitido que en los años setenta del siglo XIX las teorías darwinianas fueran enseñadas en las universidades de Bagdad y Teherán. Según al-Tamimi, la concepción de la escuela según el EI revela “un aspecto que puede encontrar analogía, en Occidente, con el periodo de la Contrarreforma, cuando en nombre de la interpretación literal del Antiguo Testamento fueron condenados los descubrimientos de Galileo Galilei sobre el sistema solar”. Y, digámoslo, al leer el artículo de Tuttoscuola es difícil no pensar en esa internet-empresa-inglés que según los berlusconianos debería ser la base de la instrucción.
El EI está mucho más cerca de lo que podía parecer…
Robertino
Publicado en el periódico Tierra y libertad núm.323 (junio 2015).