Datos y hechos concretos desmienten la afirmación de que los intereses “imperialistas” han sido amenazados en Venezuela con la llegada del llamado gobierno bolivariano. Como la realidad revela, las presidencias de Hugo Chávez y Nicolás Maduro han profundizado el rol extractivista asignado al país por la globalización capitalista, que junto al capital financiero y especulativo continúan obteniendo grandes ganancias en territorio venezolano. Indicaremos dos ejemplos: el primero se ve en el informe “Chevron: La conexión bolivariana”, que refleja la fabulosa expansión de esa transnacional de origen norteamericano bajo el llamado “Socialismo del siglo XXI”; el segundo se evidencia en lo que sucede con el “fracking”, denunciado por el presidente de PDVSA como “arma del capitalismo”, pero usado sin reparos en Venezuela por la petrolera estatal.
El gobierno de Estados Unidos utiliza la excusa de los derechos humanos para castigar a funcionarios de un régimen que le resulta diplomáticamente incómodo, mientras al mismo tiempo restablece relaciones con el gobierno de Cuba; siendo ambas jugadas casi simultáneas en tanto se busca complacer a distintos factores de poder interno en los EE UU. Las sanciones motivaron la respuesta oficial venezolana, exigiendo visado para todas las personas de origen norteamericano con intenciones de visitar el país (como antes Brasil y Bolivia lo establecieron) y la prohibición de entrada a algunos funcionarios norteamericanos. La réplica de la administración Obama fue sobredimensionada: declarar a Venezuela como “una inusual y extraordinaria amenaza a la Seguridad Nacional y a la política exterior de los Estados Unidos”, activando mecanismos previstos en la llamada Ley de Emergencia Internacional de Poderes Económicos, mediante la cual el presidente puede imponer sanciones de tipo económico sin la aprobación del Congreso. En años recientes, Estados Unidos ha calificado de manera similar a Irán, Birmania, Sudán, Rusia, Zimbaue, Siria, Bielorrusia y Corea del Norte. Toda una hipérbole que ni el mismo Jefe de Estado norteamericano se la cree. Además, se anuncian sanciones a figuras medias del Estado venezolano soslayando a los más relevantes.
Como libertarios latinoamericanos no podemos dejar de recordar todas las iniciativas de intervención imperialista llevadas a cabo por Estados Unidos contra los países de la región desde el siglo XIX. Todas y cada una de ellas –invasiones militares con subsecuentes ocupaciones territoriales, golpes de Estado, financiamiento al paramilitarismo, cobros compulsivos de supuestas deudas, entre las más graves– han originado claro y contundente rechazo desde el anarquismo, repudio que sería el mismo si este tipo de situaciones se repitieran en el futuro contra cualquier área de América Latina.
El gobierno venezolano y su aparato de propaganda nacional e internacional afirman que dicha medida constituye una “declaración de guerra” contra Venezuela y es la antesala de un “ataque militar norteamericano”, muy poco factible. Sin embargo, a pesar de este pronóstico alarmista, Miraflores no toma ninguna acción político-diplomática coherente con lo que pregona, como la ruptura de relaciones, el cierre de sus embajadas y consulados en territorio gringo, o la suspensión de los negocios bilaterales. Por su parte, el presidente Obama aclaró que no se interrumpirán los nexos comerciales, que es bien sabido y documentado lo amplios que son.
Ciertamente, la reacción de la Casa Blanca le es funcional a Nicolás Maduro en tiempos en que la presidencia venezolana tiene los índices de popularidad más bajos desde 1999, cuando el país padece la inflación más alta del planeta y se viene aplicando de manera progresiva un paquete económico que descarga en la población el coste de la crisis. Maduro utilizará el argumento de la “invasión imperialista” como excusa para aumentar la represión, silenciar cualquier tipo de disidencia y aplicar medidas de ajuste estructural, enmascaradas con una retórica antiimperialista para caldear el teatro político y la falsa polarización, haciendo tiempo para intentar convencer al cada vez más desconfiado apoyo popular heredado de Chávez sobre las bondades de un proyecto que se jacta de ser socialista pero que, arrastrando los peores vicios de sus supuestos antagonistas, es claramente un capitalismo de Estado. En la solicitud de la ley habilitante “antiimperialista” a la Asamblea Nacional subyace la probabilidad de arreciar las medidas que dejan sobre las espaldas de las mayorías el peso de la crisis, solapando tras declaraciones tipo Cipriano Castro las decisiones urgentes rematando activos nacionales, como el swap o permuta financiera a materializarse con oro del Erario.
Venezuela padece intromisiones de signo imperial, silenciadas por el aparato de propaganda bolivariano pero patentes a quien quiera verlas: la entrega de territorios al capital chino para su explotación y la exorbitante compra de armas a la Federación Rusa son dos ejemplos. En ese mismo orden de ideas, no sería sorpresa si tras esta alharaca de embajadas y cancillerías, se encubre una respuesta preventiva de Washington ante la acción que llevan en diversos frentes de Latinoamérica sus eventuales adversarios por la hegemonía imperial. La real comprensión de la dinámica actual del capitalismo globalizado pasa por entender que si bien en Estados Unidos está el centro de la red de flujos de poder político, económico y financiero, ese rol se cumple en medio de amplias tensiones con otros Estados aspirantes al trono o, por lo menos, a una mayor tajada en el pastel de la opresión y la explotación.
Por lo demás y como hemos hecho siempre, desde El Libertario denunciamos a ese sector de la oposición que aplaude cualquier iniciativa proveniente del gobierno yanqui y aspira a su intervención más activa y directa en la situación venezolana, como si no valieran las experiencias terribles a las que nos referíamos al comienzo de esta declaración. Ante esa y otras propuestas que se afincan en la tradición estatista nuestra opción es clara: reiteramos la necesidad de la construcción de una alternativa social libertaria enfrentada no sólo al capitalismo autoritario bolivariano sino a la recomposición de los partidos políticos tradicionales –igualmente procapitalistas– y a sus juegos tramposos de representatividad con coartada electoral.
Colectivo editor de El Libertario
Caracas, 11 de marzo de 2015
Publicado en el periódico Tierra y libertad núm.321 (abril 2015).