Veamos una imagen reciente de la situación de los cambios climáticos y el calentamiento global antropogénico por parte de la ciencia oficial.
El 9 de septiembre de 2014, la OMM (Organización Meteorológica Mundial) emitió su comunicado de prensa número 1.002, indicando que la cantidad de gas de efecto invernadero ha alcanzado un nuevo récord en 2013, empujada por un aumento de los niveles de anhídrido carbónico.
Las observaciones de la red Atalaya Atmosférica Global de la OMM han demostrado que los niveles de CO2 han aumentado mucho más entre 2012 y 2013 que durante cualquier otro año desde 1984. Los datos preliminares indican que esto probablemente está ligado a la reducida absorción de CO2 por parte de la biosfera terrestre, aparte de al constante aumento de las emisiones de este gas.
Declaraciones de Miguel Jarraud, secretario general de la OMM, contenidas en el comunicado: “Sabemos sin ningún género de dudas que nuestro clima está cambiando y se está haciendo cada vez más extremo a causa de la actividad humana, como la utilización de combustibles fósiles. El boletín Greenhouse Global muestra que, lejos de caer, la concentración de anhídrido carbónico en la atmósfera ha aumentado el año pasado al nivel más rápido en casi 30 años. Debemos invertir esta tendencia reduciendo las emisiones de CO2 y de otros gases de efecto invernadero en todas partes. El tiempo se nos va de las manos. El anhídrido carbónico permanece en la atmósfera durante centenares de años y en los océanos todavía más. Las emisiones de CO2 del pasado, presente y futuro tendrán un impacto acumulativo tanto para el recalentamiento como para la acidificación global de los océanos. Las leyes de la Física no son negociables. El boletín Greenhouse Global aporta una base científica para el proceso de toma de decisión. Tenemos el conocimiento, tenemos los instrumentos para intentar mantener el aumento de la temperatura entre los 2 grados centígrados, para dar a nuestro planeta una posibilidad y para ofrecer a nuestros hijos y nietos un futuro. Hablar de ignorancia ya no puede ser una excusa para no reaccionar”.
Declaraciones de Wendy Watson-Wright, secretaria ejecutiva de la comisión oceanográfica intergubernamental de la Unesco, contenidas en el comunicado: “La inclusión de una sección sobre la acidificación de los océanos en el boletín de la OMM es apropiada y necesaria. Ahora el océano, como conductor primario del clima del planeta y atenuador del cambio climático, se convierte en un elemento central de los debates sobre el cambio climático en sí mismo. Si el calentamiento global no es una razón lo suficientemente fuerte para reducir las emisiones de CO2, la acidificación de los océanos debería serlo, desde el momento en que sus efectos ya se dejan sentir y aumentarán en los decenios venideros. Apenas queda tiempo”.
¿Apenas queda tiempo? Por muy catastróficas que puedan parecer estas declaraciones procedentes de la ciencia oficial, en realidad no lo son bastante; aunque puedan parecer honestas, en cualquier caso forman parte de la tragedia-farsa sobre el clima.
Exactamente fue hace treinta años cuando tuvimos ocasión de participar con Murray Bookchin en seminarios sobre ecología social, y el eslogan característico de aquel periodo era “Si no hacemos lo imposible, veremos lo increíble”. El test de sensibilidad sobre la percepción de este problema lo aplicamos sobre el movimiento anarquista, que reaccionó de forma pálida, sorda, bastante ignorante e incluso demencial. Asumida la hipótesis de trabajo de que el anarquismo constituye el mejor de los movimientos, la conclusión no podía ser más que “lo imposible no se puede hacer, así que esperemos serenamente lo increíble”.
Hoy, con permiso de negacionistas como Franco Battaglia, la ciencia oficial dice que el tiempo se está acabando y que es urgente reaccionar para reducir drásticamente las emisiones de CO2 y gases de efecto invernadero en general.
El 21 de septiembre se celebró la Jornada Mundial contra el cambio climático, y los jefes de Estado se encontraron en Nueva York. Inútil decir que, como siempre, se representó una farsa a la que no siguió nada en concreto. Reaccionar hoy contra el cambio climático en un sistema económico capitalista, o en cualquier caso fundado sobre la lógica del crecimiento infinito y con unos estándares culturales difusos que ignoran las leyes de la termodinámica (esas sí que no son negociables) es sencillamente imposible.
¿Qué hacer entonces? Ciertamente es mejor en cualquier caso limitar lo más posible las emisiones de gases con efecto invernadero, ciertamente es útil cambiar de estilo de vida individual y colectiva, ciertamente es fundamental la lucha de clases contra el capitalismo y la lucha antiautoritaria contra el militarismo, el Estado, las religiones y demás; pero todo esto junto es insuficiente para detener la catástrofe global que ya ha comenzado.
Queda una sola posibilidad: desarrollar un gran movimiento, más cultural que político, que revisite los últimos doscientos años de la Historia (como mínimo) y que repase los errores que se han cometido hasta ahora. En particular es necesario entrar con fuerza en el debate ya iniciado sobre la “ciencia sostenible”. Dentro de este debate, el anarquismo tiene mucho que decir y podría llegar a orientar su desarrollo, habiendo ya aclarado, gracias a Bookchin, que existen las epistemologías del dominio, pero que al mismo tiempo existe una variada y rica posibilidad de racionalidad libertaria que hoy puede encontrar una difusión excepcional. Por lo que nos toca, iremos en la dirección de conectarnos con la tradición de los ateneos libertarios, pero con la intención explícita de dar un sesgo directamente ligado a la crisis/catástrofe global, y a estudiar todos sus aspectos.
Paolo De Toni
Publicado en Tierra y libertad núm. 316 (noviembre de 2014).