Recientemente, el inicuo expresidente de este bendito país, Felipe González, hizo las siguientes declaraciones: «El neoliberalismo ha sido una deformación que ha generado mucha desigualdad en la redistribución del ingreso». ¿Se puede ser más caradura? A propósito de esto, conviene recordar lo que es la historia reciente de este indescriptible país, por un lado, así como por otro la del propio liberalismo (no especialmente fácil de trazar). Sobre esta última, resulta especialmente irritante que los «liberales» patrios rechacen el uso del prefijo ‘neo’ ya que, claro, pretenden trazar una historia del liberalismo desde los clásicos, como Locke y Adam Smith, pasando por Hayek y llegando hasta lo que ellos digan. Como se supone que los que sostienen este discurso no son abiertamente idiotas, hay que deducir que hablamos de simples canallas, con poca o ninguna vergüenza, que sencillamente quieren justificar un capitalismo sin barreras, que sume a gran parte de la población en la indigencia. No daremos nombres, de momento, aunque uno de ellos es un prestigioso literato de dudosa ética personal. Sobre la historia del liberalismo, en el polo opuesto, hay quien se ha esforzado en señalar que el origen de esta filosofía se encuentra principalmente, no en el individualismo y en el lucro personal, sino en la búsqueda de la tolerancia, la pluralidad e, incluso, lo que haría torcer el gesto a ciertos liberales, en la virtud y el sentido comunitario.
Personalmente, y como ocurre también con el anarquismo, uno piensa que quieren cargarse demasiadas cosas sobre las espaldas del liberalismo. Por supuesto, uno apuesta firmemente por las ideas ácratas, ya que estas propician la solidaridad y el apoyo mutuo frente a la sociedad del «sálvese el que pueda». Pero, vayamos ahora con el neoliberalismo. Hay que aclarar que, a finales del siglo XIX, y vistos los desastres ocasionados por el industrialismo y los monopolios económicos, es cuando se bifurca la concepción del liberalismo para tratar de compensar algo esos desmanes. Por supuesto, siempre sin cuestionar radicalmente el capitalismo y defendiendo el poder político, son los inicios de eso que se acabó descubriendo también fraudulento como es el Estado del bienestar. Es a mediados del siglo XX, cuando Hayek hace una defensa del liberalismo clásico, que quiere ver como economía de mercado, negando cualquier concepción social de esta filosofía. En su obra Camino de servidumbre, se opone a cualquier asomo de socialismo, que identifica con el control estatal y con la anulación del libre mercado, que conduce para él inevitablemente al totalitarismo. Hayek, junto a otros, realizó un conocido manifiesto en el que abogaba por lo que consideraban los valores centrales de la civilizacion, dignidad y libertad individual, reduciendo el Estado a simple garante de ello. Aunque aquel grupo se definía simplemente como ‘liberal’, se sitúa el inicio ahí del neoliberalismo, lo cual es de una lógica aplastante, por mucho que se opongan lumbreras mediáticos en la actualidad. Antes de repasar, someramente, la praxis neoliberal, hay que señalar que no hay excesiva coherencia con las premisas, ya que se produce en la práctica la necesidad de un Estado fuerte y a veces represivo para defender la propiedad privada y los intereses empresariales.
En principio, un rasgo primordial del pensamiento neoliberal es que las libertades individuales se garantizan por un mercado y un comercio libres; en la práctica, las potencias que quieren aplicar el neoliberalismo han impuesto un aparato estatal que refleja los intereses de los propietarios, las grandes empresas y multinacionales, así como del capitalismo financiero. El perfecto ejemplo del abismo entre teoría y práctica es el primer experimento neoliberal, que fue nada menos que la dictadura de Pinochet respaldada por la CIA y por las grandes compañías estadounidenses. A partir de entonces, ya a finales de la década de los 70, las formas estatales neoliberales proliferarán a lo largo del mundo encabezadas por los Estados Unidos de Ronald Reagan y el Reino Unido de Margaret Thatcher. ¿En España, con las legislaturas encabezadas por Felipe González, hubo una situación diferente? Hay que contextualizar el momento en que el Partido Socialista llega al poder, saliendo de una dictadura que ya había realizado las reformas adecuadas para proteger el capitalismo. Para tomar las medidas más duras, era necesario un poder de apariencia progresista para apaciguar a la población: entrada en la OTAN, apoyo de toda actividad externa de los USA (incluidas, las bélicas), flexibilización del mercado laboral, defensa de las élites económicas… Menciono lo que atañe al llamado neoliberalismo, para otro espacio dejaremos las cabronadas relacionadas con las circunstancias específicamente locales, como fueron el mantenimiento del terorrismo de Estado o el apoyo y protección económica de la Iglesia católica. En un sistema basado en la alternancia, con las dos caras de la misma moneda, tarde o temprano llegaría la derecha oficial al poder para corrobar todo lo que había iniciado un partido supuestamente progresista. Pues sí, Felipe González es un sinvergüenza que se ríe de todos.