Repasamos en esta entrada conceptos que resultan primordiales entender para comprender y transformar la realidad. Aunque en un primer vistazo puedan resultar complejas cierta teorías, es importante hacer un esfuerzo intelectual con el fin de indagar y desarrollar una cultura crítica y reflexiva; de este modo, podemos establecer las causas de por qué pensamos como lo hacemos y por qué terminamos justificando y apuntalando un sistema injusto e irracional.
Los paradigmas, dicho de modo elemental, son concepciones, costumbres y procedimientos que orientan la labor investigadora; así, los paradigmas llegan a convertirse en modelos o patrones para los investigadores. La principal crítica que podemos realizar al paradigma de la modernidad, el positivista, es su incapacidad para la transformación social; es por eso que vamos a introducir al llamado paradigma sociocrítico, que tiene la aspiración de superar, tanto el conservadurismo, como el reduccionismo. Según sus defensores, el paradigma sociocrítíco no renuncia a la ideología y mantiene la autoreflexión crítica en los procesos de conocimiento; su objetivo es la transformación de la estructura de las relaciones sociales dando respuesta a los problemas generados por ellas y teniendo en cuenta la capacidades activas y reflexivas de los propios integrantes de la comunidad. Como hemos dicho, el paradigma sociocrítico nace como crítica al positivismo, junto a la racionalidad instrumental que conlleva; se demanda así una racionalidad sustantiva que incluya los juicios, los valores y los intereses de la sociedad. Otros de los rasgos notables de este paradigma, que podemos considerar netamente libertarios, son: el conocimiento y la comprensión de la realidad como praxis; la vinculación de la teoría con la práctica, integrando conocimiento, acción y valores; la orientación del conocimiento hacia la emancipación y liberación del ser humano, y su propuesta de integración de todos los participantes, incluido el investigador, en procesos de autorreflexión y de toma de decisiones consensuadas
Hay que hacer hincapié en la crítica social que supone el paradigma que nos ocupa, con un marcado carácter autorreflexivo, de tal manera que considera que el conocimiento se construye por intereses que parten de las necesidades de las comunidades; se pretende la autonomía racional y liberadora del ser humano, algo que se consigue mediante la capacitación de las personas para la participación y transformación social. El conocimiento se desarrolla mediante un proceso de construcción y reconstrucción sucesiva de la teoría y la práctica. Habermas consideraba que el conocimiento nunca es producto de individuos o de grupos que tengan preocupaciones alejadas de lo cotidiano; muy al contrario, el conocimiento se constituye en base a intereses que han ido desarrollándose a partir de las necesidades naturales de los seres humanos y que han sido configurados por las condiciones históricas y sociales. Según este autor, el conocimiento es el conjunto de saberes que acompañan y hace posible la acción humana; siempre según Habermas, el positivismo ha desplazado al ser cognoscente (es decir, el ser pensante que realiza el acto del conocimiento) de toda intervención creativa en el proceso del conocimiento; en el lugar del sujeto, se ha colocado el método de investigación. El mundo social está formado por significados y sentidos, por lo que la ciencia social positivista queda anulada al querer excluirlos de su análisis.
Para entender la sociedad en su desarrollo, Habermas parte de un esquema de dos dimensiones: una técnica, que comprende las relaciones de los seres humanos con la naturaleza, centradas en el trabajo productivo y reproductivo; y una dimensión social, que comprende las relaciones entre los seres humanos, centrada en la cultura y en las normas sociales. El desarrollo del capitalismo y de la sociedad industrial, junto al positivismo, ha producido una hegemonía exacerbada de la dimensión técnica; así, Habermas dirige toda su crítica a denunciar este paradigma presente en la sociedad contemporánea y se esfuerza en presentar una relación más equilibrada entre ambas dimensiones para emancipar a los seres humanos del tecnicismo. Este autor considera que la sociedad humana se transforma a sí misma a través de la historia, mediante el desarrollo en torno a esas dos dimensiones; si el conocimiento del ser humano sobre la naturaleza le llevó a lograr el conocimiento técnico sobre ella (dando lugar a las ciencias naturales), el estudio y la comprensión de las relaciones entre los seres humanos de su entendimiento mutuo condujo al al desarrollo de las ciencias hermenéuticas (según la orientación que Habermas denomina «interés práctico»). Así, el sujeto construye su objeto de conocimiento a partir de unos parámetros definidos por un interés técnico o un interés práctico; este concepto de interés del conocimiento nos muestra la relación existente entre Teoría del Conocimiento y Teoría de la Sociedad (ambas, interrelacionadas).
Habermas considera que junto a la opresión motivada por parte de una naturaleza externa al ser humano no dominada por él, unida a una naturaleza propia deficientemente socializada, aparece una tercera orientación que denomina «interés emancipatorio». Éste, sería un interés primario que empuja al ser humano, con todas las dificultades que ello supone, a liberarse de las condiciones opresoras, tanto de la mencionada naturaleza externa, como de aquellos factores internos de tipo intersubjetivo y también propios de la condición interna del individuo (temores, aspiraciones, creencias…). Sintetizando, Habermas considera que el conocimiento es el resultado de la actividad del ser humano motivada por necesidades naturales y por determinados intereses; se constituiría desde tres intereses de saberes, que denomina técnico, práctico y emancipatorio, y cada uno de ellos toma forma en un modo particular de organización social o medio; así, cada saber generado por cada interés da lugar a ciencias diferentes. Por lo tanto, la ciencia social crítica es la que sirve al interés emancipatorio para lograr la libertad y la autonomía racional; esta ciencia se esfuerza en ofrecer a las personas un medio para adquirir conciencia de cómo sus objetivos y aspiraciones pueden haber sido distorsionados o reprimidos para tratar de solventarlo y posibilitar la búsqueda de sus metas verdaderas. La ciencia social crítica, como apuntamos al principio del texto, facilita un tipo de entendimiento autorreflexivo gracias al cual los individuos expliquen sus fuentes de frustraciones para, si fuere necesario, eliminarlas. Desde un punto de vista más amplio, esta ciencia trata también de poner al descubierto los procesos históricos que han distorsionado de forma sistemática los significados subjetivos.
El tipo de comunicación que propicia la ciencia social crítica es horizontal, para que los sujetos que integran la comunidad puedan prever y aplicar soluciones para superar las dificultades que les afectan dominan y reprimen. De esta manera, no puede existir un director o un líder en el grupo para que todos los participantes puedan tener la misma posibilidad de iniciar y perpetuar un discurso, así como de proponer, cuestionar, exponer razones, dar explicaciones, etc. En resumen, una teoría crítica es el resultado de un proceso de crítica llevado a cabo por un grupo cuya preocupación sea la de denunciar contradicciones en la racionalidad o en la justicia de los actores sociales con el fin de implementar las acciones para transformar hacia mejor la organización social. Ejemplos de esos procesos sociales e históricos que influyen sobre la formación de nuestras ideas sobre la sociedad son el papel del lenguaje en el modelado de nuestro pensamiento o los factores económicos o culturales en el modelado de nuestras circunstancias. Un factor primordial para Habermas es la acción comunicativa, ya que cree que es centralmente constitutiva de la sociedad humana; a partir de ese concepto, trata de edificar toda una filosofía de la racionalidad. La acción de los individuos queda articulada por la razón entendida como una trama discursiva; si podemos entendernos con nuestros semejantes es gracias a que compartimos un mismo mundo simbólico que garantiza la validez del diálogo. Al mismo tiempo, el concepto de acción comunicativa debe ser eminentemente crítico si tiene el objetivo ideal de desenmascarar las deficiencias en la comunicación de la sociedad contemporánea.
Como es sabido, la teoría crítica nace con los principales exponentes de la Escuela de Fráncfort. Recordemos una vez más que el principal objetivo de estos autores es lograr la emancipación del hombre y la denuncia de la racionalidad instrumental, vinculada al sistema socipolítico, cultural y económico, ya que limita la capacidad reflexiva y crítica de los individuos y propicia una cultura manipuladora que apuntala un sistema de dominación y de explotación.
Capi Vidal
El “Progreso”, así escrito, con mayúscula, o incluye la vida, o no lo es.
No me cabe la menor duda, Capi, de que el principal objetivo de los exponentes de la «teoría crítica» era y «es lograr la emancipación del hombre y la denuncia de la racionalidad instrumental, vinculada al sistema socipolítico, cultural y económico», ni tampoco de que muchos «de los rasgos notables de este paradigma» pueden ser considerados «netamente libertarios».
Además, considero -como tú- que esta teoría es un buen instrumento para luchar contra todo lo que «limita la capacidad reflexiva y crítica de los individuos y propicia una cultura manipuladora que apuntala un sistema de dominación y de explotación».
Pero me parece que estarás de acuerdo en que no es suficiente con «desenmascarar las deficiencias en la comunicación de la sociedad contemporánea» y que sigue siendo más urgente que nunca desenmascarar y comenzar por reconocer nuestras propias «deficiencias» en nuestra lucha por un mundo sin dominación ni explotación. Deficiencias, incoherencias, que no superaremos mientras sigamos manteniendo como paradigma emancipador el Progreso, el progreso material y no la vida.