Uno se pregunta qué diablos quiere decir el líder de la inefable derecha, de este indescriptible país, cuando asegura que su popular partido defiende el «feminismo liberal». No me pregunto sobre el contenido ideológico y político de dicho concepto, me dedico a evidenciar el problema que tiene la derecha hispana con el liberalismo y, claro, con el feminismo. Sí, sé que el ideario liberal recoge sobre sus espalda demasiadas corrientes, incluso algunas contradictorias entre sí. No obstante, aunque parezca mentira, es posible reivindicar un liberalismo alejado de ese capitalismo salvaje e individualismo ególatra que tanto gusta a muchos que aseguran ser liberales; un liberalismo progresista, cosmopolita, tolerante y antidogmático, tan preocupado de los derechos de la persona, como de lo comunitario, de la moral y de la justicia. Esto último, habrá provocado espasmos en algún que otro botarate, pero en este bendito país llamado España hubo un tiempo en que ser liberal podía significar algo parecido. En ese mismo momento histórico, los ácratas recogieron esa condición liberal para radicalizarla y convertir en hechos los meros derechos sin dejar de lado la solidaridad y la cuestión social.
Por supuesto, en este sentido, la derecha se ha opuesto históricamente a cualquier asomo de liberalismo, abogando siempre por el estatalismo, la identidad nacional, el conservadurismo y la jerarquización social, con el significativo colofón dramático y sangriento del franquismo. ¿Puede el engendro político que es Partido Popular reivindicar alguna tradición liberal? Ni por asomo, y es lógico que así sea una fuerza que, aunque no reivindique explícitamente a Franco, sabe que gran parte de su electorado defiende un relato histórico que legitima el golpe de Estado del 36, que supuso la victoria de una forma de fascismo, e hilvanada con ese fraude llamado Transición democrática. Para ser liberal y demócrata, cualquier persona sensata debería condenar el franquismo y reivindicar, con toda la crítica que se quiera y desde la postura que sea, a lo más parecido a un sistema con esas características habido en España, es decir, la Segunda República. La derecha patria no puede más que mostrarse impotente para construir una línea histórica mínimamente coherente sobre su pensamiento.
Y soy consciente, por supuesto, de los límites e incluso de lo falaz de la democracia liberal. Por supuesto, no reivindico nada parecido, hablo de la distorsión histórica sufrida en este país concretada en ciertos partidos. ¿Qué hay del feminismo? La lucha de las mujeres, por la igualdad social, ha cobrado importancia en los últimos tiempos y parece que nuestra derecha, consustancialmente reaccionaria, quiere subirse al carro. Para ello, le añade al apelativo de «liberal», entiendo que para dejar clara su oposición a cualquier forma de radicalismo feminista. El problema es que, como en otros aspectos, quiere vincularse lo radical con alguna suerte de extremismo violento, y creo que sin otorgar contenido alguno a lo reivindicado más que como mera oposición a los que quieren revolucionar la existencia. Claro que el feminismo, más incluso que el liberalismo, invita también a la polisemia y tal vez quiera decirse que puede lograrse la igualdad social entre ambos sexos sencillamente reformando el sistema. Para el caso que nos ocupa, hablamos de que la mujer puede ocupar espacios de poder como el hombre, lo cual no parece suponer diferencia alguna para los sometidos y explotados; todo ello nos lleva a una concepción de liberalismo cercana a ese individualismo insolidario y al capitalismo sin barreras. En fin. Frente a tanta confusión política, moral e ideológica, uno no puede más que reivindicar una vez más lo libertario, concretado en la lucha de tantas mujeres y tantos hombres, que cuestionaban limitarse a cambiar el color o el sexo del que manda y buscaban la emancipación de todo hijo, e hija, de vecino.
Interesante para que pensemos de qué hablamos cuando hablamos, y constatar que hay, tal vez, términos que conjuntamente «no casan», o sí……gracias por la sugerente cuestión!!!!