Alguna vez he manifestado que Nicaragua, por motivos sentimentales derivados de la revolución del 19 de julio del 79, me cae muy simpática. Hace un par de días leía que su Gobierno daba por finalizada la visita al país de la Misión para América Central del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Acnudh). Dicha misión fue invitada por el propio Gobierno de Daniel Ortega (su presidente electo democráticamente), pero como el invitado emitió un informe en el que manifiesta que el Estado (al parecer socialista) ha llevado a cabo una dura represión, empleando un uso desproporcionado de la fuerza por parte de la policía, con ejecuciones extrajudiciales, desapariciones… El Gobierno le ha señalado la puerta de la calle.
Bueno sí, tú lo has dicho. Para mí que la izquierda tiene un grave problema de hipocresía. Si la represión que ha dejado en un pequeño y pobre país más de 300 muertos, se hubiese llevado a cabo, qué sé yo, en España por parte del Gobierno del PP, los gritos de espanto llegarían al mismísimo infierno. Pero como las acusaciones se producen por parte de la ONU…, el mismo organismo que afirma que aquí en España se sigue torturando en comisaría (y que es aplaudido por su denuncia contra el Estado español), en Nicaragua es tildado por los izquierdistas de imperialista y mentiroso. O simplemente se mantiene el silencio y no se habla de ello. Si la bala es socialista y te revienta los genitales, no te líes a dar chillos, porque te conviertes en aliado de la Unión Europea.
Curiosísimo que para un país con socialdemocracia que hay, resulta que tengan que liarse a hostias con sus estudiantes. Sí. Hablando del tema con amistades de izquierda, finalmente suspiran y dicen que efectivamente, que es lamentable. Y entre las muchas jeremiadas que les escucho, una de las más curiosas, es que echan de menos que no haya un sandinismo crítico. Es decir, se duelen de que no existan miembros del partido que efectúen una crítica más bien constructiva, que busque cambiar las cosas, sin por ello tener que dimitir. Todo es defensa cerrada del Sistema y esperar que Ortega aguante.
Y es fantástico el argumento. Un sector crítico vendría a ser algo así como una minoría discordante que daría buen lustre al Gobierno. Yo pienso que justificaría su existencia. El Gobierno puede ser malo, Ortega puede haber perdido un tornillo y su mujer (la vicepresidenta) otro… Efectivamente. Pero ahí estaría el criticismo, incrustado en el lecho del Poder, figura decorativa señalando defectos…, y legitimando la represión.
Porque a de veras, la oposición al Poder siempre genera violencia por parte del Estado (policías, jueces, militares, periodistas…). Y digo yo que ese criticismo, que al Poder le produce entre bostezo e indiferencia mientras ordena cargar a degüello contra estudiantes, mujeres, pensionistas y trabajadores, a los que -encima- se acusa de agentes del Imperio… Es una oposición de chichinabo, amable, intrascendente. Y creo yo que el verdadero crítico es siempre, quien da la cara, levanta un parapeto, protesta y hace que el poderoso muestre su verdadero rostro, sin máscara. Un rostro repulsivo al que los años en el cargo volvieron, feo de cojones, y para el que la palabra «pueblo» y «socialismo», no es más que la coartada perfecta, para seguir chupando del bote.
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