Anda bastante gente decepcionada con el hecho de que un hasta ahora inmaculado deportista (¡ya será menos!), no estoy seguro, pero creo que es alguien con gran habilidad para dar a una bolita con una especie de mango con una red tensada, se ha convertido en promotor y embajador de un régimen tan repulsivo como el de Arabia Saudí. Alguien infinitamente más lúcido me aclara que no hace mucho se ha llegado a jugar un torneo balompédico (la misma palabra aclara algo sobre este deporte que despierta tantas pasiones) de este inefable país llamado España en la misma tierra saudita, por oscuros intereses crematísticos, sin que apenas nadie dijera ni mú sobre los derechos humanos, por lo que la hipocresía y consecuente indignación es aún mayor. En cualquier caso, no sé si hay mucho de lo que sorprenderse, con (muy) escasas excepciones, a estos deportistas de élite se les presupone una total falta de conciencia ética y social. Y, para el caso que nos ocupa en este más que lúcido blog, me interesa reflexionar en por qué este gente (o, más bien, auténtica gentuza), que tiene una cantidad incontable de dinero, para resolver la vida de los suyos durante varias generaciones, llega a semejante grado de indecencia moral llegando a corromperse hasta la náusea.
Sabemos de sobra que los ricos deben vivir en un universo paralelo, pero desconocemos por qué diablos son insaciables con su maldito capital y sus condenadas propiedades. Por muy tópico que sea, el dinero corrompe y de qué manera a nivel moral, sin descartar que cause también notables trastornos psicológicos. Un motivo más para oponerse a un capitalismo, que en cualquier caso jamás va a repartir el pastel de modo decente, y ni siquiera al alcance de muchos las migajas para malvivir. De una manera u otro, todos somos algo cómplices en el mundo perverso en el que se nos obliga a vivir, pero tenemos la dignidad de decir no en multitud de ocasiones. Vayamos con el caso que nos ocupa, el de un Estado tan inicuo como el saudita, aunque sus compinches occidentales sean igualmente culpables (Estados Unidos es un evidente aliado, mientras que la Unión Europa se limita a unas leves críticas sin levantar demasiado la voz, ya que el régimen saudí es un gran inversor en el continente), y seamos conscientes de que esos cretinos multimillonarios cómplices jamás prestarán atención a líneas como esta. Y es que en el Reino de Arabia Saudí no hay libertad de expresión, ni de asociación, por lo que defensores de los derechos humanos han sufrido prisión y tortura tras una pantomima de juicios.
La pena de muerte, que ya de por sí es un crimen de Estado inicuo en tantos lugares, se aplica con total arbitrariedad en el país saudí. Las mujeres están totalmente discriminadas, los trabajadores migrantes no tienen apenas derechos, mientras que se suceden las detenciones arbitrarias de personas de otros países, como etiopes y yemeníes, con reclusiones en condiciones infrahumanas. Por si todo esto fuera poco, la coalición dirigida por el reino saudita lleva cometiendo crímenes de guerra durante años en uno de los países musulmanes más pobres, Yemen, ahora también bombardeado por Estados Unidos y Reino Unido (es lo que tienen los Estados y los intereses del capital). A pesar de esas potencias aliadas, no tiene manías el régimen saudí y cuenta con inversiones de miles de millones también en la Rusia del criminal Putin. Lo del botarate ese de la raqueta ahora no es casualidad, otros deportistas, ídolos de gran parte de un personal alienado o directamente patologizado (como deben ser los que admira), se han visto seducidos por el dinero saudita. No es tampoco este país una excepción, recordemos el caso de otro régimen nauseabundo como el de Qatar donde se llegó a celebrar un Mundial futbolístico con la mayoría mirando hacia otro lado. Lo dicho, regímenes terribles, pero también sociedades enfermas en el llamado «mundo desarrollado«, con la corrupción permanente del dinero, mientras gran parte del planeta se ve sumida en la más cruenta necesidad.
Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2024/01/22/idolos-mercenarios-del-deporte/
Hola.
La final del 78 la jugó Argentina y Holanda. La copa se le entregó a Pasarella, el Capitán. Menotti no llamó a Maradona para ese mundial.
Quizá eres joven y no recuerdas el mundial de fútbol de 1978 celebrado en Argentina. La final estuvo presidida por Videla, que entregó la copa al equipo argentino ganador, en concreto, si no recuerdo mal, a Maradona.