Hace muchos años, mucho antes de tener uso de razón, mi mente vagaba por terrenos llenos de niebla y confusión. Me preguntaba, por ejemplo, que por qué los periódicos están llenos de páginas dedicadas a la Bolsa, o a deportes que jamás entendí. Sigo igual que entonces. O más misterioso aún, por qué cuando llegaba la época electoral en EEUU, no nos podíamos perder las primarias de demócratas y republicanos, y la noche del recuento pareciera que el Presidente de los EEUU, fuera como si fuera el de aquí. Y es que cualquier cosa que pasa en EEUU, tiene una trascendencia que te cagas a nivel informativo. Vaya, que las elecciones al Parlamento Europeo, o quién es el Presidente de Europa, es algo irrelevante comparado con Trump, a quien todo Jesucristo conoce.
Pongamos el asesinato a sangre fría de George Floyd. Está claro que se trata de un espectáculo gore, bizarro, tipo Matanza de Texas, y que el que las masas de usalandia se hayan lanzado a las calles, a rezar o a quemar comisarías, es la cosa más normal del mundo. En cambio aquí, pasan las cosas más horribles, y ni dios hace nada. Ni masas, ni rezos, ni incendios. La hostia.
Estos días, por poner un caso flojo, me deleito con el informe que los guardias civiles elaboraron para incriminar al Gobierno en una conspiración para celebrar el 9M y propagar el COVID por Madrid. El informe, que entra en el terreno literario tan hispánico de la Ficción Policial, va firmado por dos agentes que elaboran declaraciones, trafullean fechas y toman como fuentes primarias periódicos sensacionalistas. Pues cuando se les hace saber que lo que dice un acta no tiene nada que ver con lo que escriben en el informe, ni se coscan. Responden que se trata de un error de transcripción y que se reafirman en su hipótesis. Tienen impunidad y les suben el sueldo. Y cuando echa el Ministro del Interior al enchufado de Pérez Cobos de un cargo de designación digital, la derecha retumba porque dicen que la libertad peligra, por supuesto, la de ellos.
Es todo sumamente tenebroso. En medio de una pandemia que se ha llevado según el INE a 50.000 personas de más, los diputados (de izquierdas) se sorprenden porque la guardia civil haga literatura creativa y las llame pruebas o informes. ¡Pero si es lo que hacen siempre! En esto de atestados delirantes los anarquistas tenemos muchísima experiencia. Y ahora que los picoletos van a por el Gobierno rojo de la mano de una jueza implacable, las personas señaladas andan sorprendidas… Pues es lo que pasa, no os quedéis perplejos porque ¡por fin! van a por vosotros.
¿Sabéis qué me sorprende más a mí? Pues que una tragedia como la de Tarajal, en la que quince migrantes murieron ahogados bajo fuego de antidisturbios de la guardia civil, se cerrase judicialmente como si tal cosa, con los guardias yéndose de rositas, y lo que es más grave, sin multitudes indignadas en la calle, quemando comisarías, o rezando en largas vigilias, a vuestro gusto. 15 desgraciados se asfixian delante de los guardias, lo graban todo, mueren en «nuestro país», y no paja ná.
Y es que mientras no aprendamos a reaccionar vigorosamente con los asesinatos de los George Floyd de nuestros muros, la campaña emprendida por los ricos y poderosos contra el resto de la población, seguirá sin oposición digna de ser mencionada como tal, ya que mientras nos escabechan, trinchan y masacran, el foco seguirá centrado en los jodidos Estados Unidos.