Somos los animales más ingenuos del mundo, los más tontos, los más acomodaticios o los más mansos. No podemos tener otro calificativo.
Hace años que nos están llevando por donde quieren los que dominan en el mundo, cuando hay bonanza económica nos dicen que hay que mantener la sensatez, no subir los salarios excesivamente, porque las empresas se tienen que reconvertir y no pueden perder beneficios destinándolos a los salarios. En épocas de crisis nos dicen que las empresas no pueden subsistir si no bajan o congelan nuestros salarios ya que pueden desaparecer al no poder hacer frente a los gastos que tienen.
Las víctimas de una situación y de otra somos todos aquellos que trabajamos para otros y los que piensan que trabajan para ellos, que no son más que trabajadores por cuenta propia que realizan su actividad dependiendo de otros y no de ellos mismos.
El capitalismo ha venido desarrollándose y perfeccionándose durante siglos y hoy ha llegado a su culmen. Los capitalistas, los que juegan con el dinero físico o virtual, llegaron a la conclusión de que, si no se expandían por el mundo y controlaban a los países, en lugar de ser controlados por ellos, nunca podrían llegar a la perfección del sistema. Perfección del sistema que no es más que una perversión, una perversión que siempre les garantiza ganancias y que nunca les hace devolver lo prestado, lo robado a los Estados y a los pueblos.
Las soluciones de los colaboradores necesarios
Para conseguir esta perversión han tenido que colaborar los gobiernos de los países más desarrollados o emergentes. Nunca habríamos llegado a la globalización económica mundial si los países, mejor dicho, sus gobiernos, no se hubiesen plegado a los intereses de las grandes corporaciones financieras, industriales y comerciales facilitándoles la libre circulación de capitales y productos que han hecho quebrar las economías de proximidad, las economías locales, en favor de la macroeconomía, de las grandes sumas, de las grandes inversiones, de las grandes cifras.
Para que ello pudiera ser una realidad tuvieron que convencer a las poblaciones para que asimilasen que eso era lo mejor, ya que así, podrían consumir productos que en otras épocas sólo tenían en los momentos de cosecha en los respectivos países. Así ha sido como hemos acabado comiendo hortalizas y verduras que solo pueden ser producidas en verano, en pleno invierno y verduras y hortalizas de invierno en las temporadas de calor. Verdaderamente nos puede parecer un adelanto, y así lo hemos asumido, pero la realidad es que este adelanto ha servido para introducir productos de unas zonas del planeta a otras para hacer bajar los precios que se pagan a los productores, a los agricultores autóctonos. Pero sólo los precios que pagan a los productores, nunca los precios que nos ponen a los consumidores que seguimos pagando lo mismo, aunque para estas grandes corporaciones cueste mucho menos conseguirlo.
Es así como estamos viendo desaparecer las tiendas y los mercados públicos de barrios y ciudades; que no pueden competir con los precios a los que están vendiendo las grandes superficies comerciales o los grandes supermercados.
Por si esto fuera poco los gobiernos locales, regionales o nacionales favorecen la proliferación de centros comerciales en los extrarradios de las poblaciones y, con ello, les dan la puntilla que les faltaba a los pequeños comercios, ya que la concentración de tiendas y servicios en estas superficies de comercio, favorece el que toda esa gente que se ha creído que eso es lo mejor, lo más barato o lo más fácil de localizar, deje de acudir a esas tiendas tradicionales y así bajan todavía más los beneficios de los pequeños productores ya que las grandes superficies, las grandes corporaciones, no tienen competencia ni para comprar ni para vender.
Si a todo esto añadimos que llega una crisis que deja sin trabajo al 30 por ciento de la población que, con la colaboración gubernamental, baja los salarios, aumenta las horas de trabajo, reduce las garantías sociales, incrementa el déficit público por el rescate a unos bancos deficitarios por su mala gestión y avaricia; se va llegando a cerrar el círculo.
Como ya se ha conseguido incrementar el déficit público de forma considerable, los gobiernos autonómicos, nacionales o supranacionales, deciden recortar el gasto y lo hacen en todo aquello que son apoyos a la economía local, a los pequeños productores y a los trabajadores. Aumentan todo aquello que pagamos por igual los trabajadores y los millonarios: los impuestos indirectos, las tasas, las multas, etc. Se está fomentando la desigualdad cada vez mayor entre los ricos y el pueblo llano, ya que quien más tiene puede hacer frente mejor a estos gastos. Con la famosa subida del IVA están consiguiendo que solo se beneficien las empresas que tienen su mayor cartera de ventas en la exportación, mientras aquellos que se dedican al comercio interior se ven afectados por el incremento de los precios y verán en peligro sus ventas por la falta de dinero de la mayoría de la población. Con el incremento de las tasas se provoca el mismo efecto, la exclusión social, inmediata, de los que están sin trabajo y progresiva de los que todavía lo tienen. Pongamos sólo dos ejemplos de estas tasas:
1.- Las académicas, que al aumentar reducen la posibilidad a los hijos de los asalariados de poder pagar sus estudios ya que, con las mermadas economías de sus familias, en muchos casos, no pueden hacer frente a ellas. Esto, unido a la subida de baremos para la obtención de becas y la reducción de las mismas, incrementa la desigualdad de oportunidades entre los hijos de los ricos y de los asalariados.
2.- El copago sanitario, que provoca que aquellas personas que se han quedado sin trabajo, en muchos casos, dejen sus tratamientos médicos necesarios para mitigar sus enfermedades, por no poder pagar el precio de los medicamentos. Los que han visto reducidos sus salarios, también resienten su acceso a la medicina pública al tener que pagar por ella.
Todo ello provoca, entre las personas que viven en una misma localidad, región, país o comunidad de países, una separación social basada en el poder económico que tiene cada una de ellas; al tiempo que va hundiendo las economías locales de esas zonas ya que son víctimas de unas políticas económicas que miran, sólo, por los intereses de las grandes corporaciones exportadoras.
El hecho de dejar a una tercera parte de la población sin unos ingresos seguros, ha supuesto que muchos hayan tenido que renunciar, por obligación, a sus viviendas que habían sido financiadas por hipotecas bancarias que devolvían con sus salarios, mientras los bancos eran rescatados, por el gobierno y la Unión Europea, con dinero público. El colmo de los colmos, la gente se queda sin viviendas que quedan propiedad de los bancos, después de haber pagado durante años sus hipotecas y, además, el dinero de los impuestos de la gente se les entrega a los bancos para que tengan liquidez. Todo es una gran estafa generada por las corporaciones financieras con el beneplácito y la bendición de los poderes políticos.
Para solucionar el problema del desempleo sólo se les ocurre bajar salarios, aumentar la jornada laboral, elevar la edad de jubilación, rebajar las indemnizaciones por despidos y favorecer la contratación eximiendo, a las empresas, de pagar la Seguridad Social por los trabajadores contratados. La consecuencia inmediata es que la Seguridad Social no ingresa lo necesario para cubrir las necesidades de pago y, los gobiernos, tienen que echar mano de la caja de reserva de las pensiones, con lo que está a punto de entrar en quiebra y no poder garantizar el pago de pensiones en poco tiempo. La solución que nos dan a este problema que se nos viene encima es que nos abramos fondos de pensiones, en los bancos, para poder garantizarnos algo para el futuro. Esto es otra maniobra encaminada a sanear las arcas de las entidades financieras con nuestro propio dinero.
En definitiva, nos están atracando, nos están robando y lo hacen cambiando las leyes con la excusa de salvar la economía y salir de la crisis, con la excusa de nuestro bienestar, con la excusa de bajar el paro, con la excusa de… Todo, todo son paparruchas y falsedades que garantizan el abrazo anual de los beneficiarios en Davos (Suiza).
Las soluciones realistas para todas las personas
Por lo visto hasta el momento tenemos que poner en duda que las soluciones aportadas por los diferentes gobiernos, hayan sido las mejores para salvar la economía de sus países, ni tan siquiera se acercan a ellas.
Si, de verdad, hubiesen querido salvar la economía de sus países, en principio, no podían aceptar la implantación de la economía globalizada que, como hemos visto antes, iba a acabar con toda la economía de proximidad, local, regional o nacional. Si aceptaron ese cambio es porque estaban influenciados o eran peones de las grandes corporaciones multinacionales. Visto esto, la primera señal de nuestra ingenuidad es que sigamos confiando en los políticos que mantienen el sistema, todos los que se presentan a las elecciones que el mismo sistema les facilita para obtener el poder.
Si en vez de estar facilitando la libre circulación de capitales y mercancías, se estuviera favoreciendo la producción local y regional, nunca se hubiera llegado a fabricar una crisis como la que se nos ha impuesto. En todo caso, y visto que nos han metido en la crisis, sería mucho más fácil salir desarrollando las economías de proximidad que siguiendo en la selva del mercado único global, donde el más fuerte es quien somete a los más débiles y, en esta coyuntura, los gobiernos no sirven para nada, o solo sirven para imponer medidas que favorezcan la impunidad de los más fuertes, con la aprobación de reglas y normas (leyes) que tengan sometidos a los más débiles, para que no puedan agruparse para hacer frente a los más fuertes, ejemplos tenemos a patadas y ninguno más significativo que la tristemente famosa Ley Mordaza que, en una situación de crisis, desempleo y falta de ingresos por parte de los más débiles, impone sanciones económicas por cualquier tipo de protesta en oposición al asedio de los más fuertes.
No podemos poner en jaque las políticas impuestas porque somos incapaces de unirnos internacionalmente para plantear la lucha.
Nuestra única forma de superar esta situación, y convertirnos en los fuertes de esta selva, es la unión entre todos los que estamos sufriendo el ataque feroz de la bestia capitalista. Esa unión no puede ser local, regional o nacional simplemente, debe ser una unión mundial que ponga en jaque, en todas las regiones y poblaciones del planeta, al sistema económico imperante.
La respuesta ha de ser unánime para conseguir que la producción vuelva a estar en nuestras manos, lo que es lo mismo, próxima a nosotros; es así como evitaremos que las empresas se trasladen de un país a otro cuando las relaciones laborales no les son convenientes, cuando los salarios son más altos, cuando los trabajadores son muy exigentes con sus derechos y con el respeto a su dignidad humana, etc.
Es la única forma de garantizar que los capitales financieros, a través de la especulación bursátil, no puedan hundir las economías de regiones o países enteros.
Estamos en una situación de crisis provocada por los bancos por falta de liquidez, al haber prestado dinero, por su gran avaricia, sin tener garantizada su futura devolución. En definitiva, lo que hacían es prestar dinero que confiaban que se devolvería porque nunca sería posible una crisis que pusiera en peligro el trabajo de los prestatarios. Todo estaba basado en una ilusión porque su afán por acaparar dinero les llevó a maquillar sus cuentas de resultados o a sacar productos que aseguraran la viabilidad de sus entidades, que vendían indiscriminadamente a sus clientes, con engaño y mala fe. Es esto lo que hizo quebrar el sistema cuando los que les prestaban el dinero a los bancos quisieron asegurar su futuro cobro. Ellos mismos se pusieron la soga en el cuello y en el de los prestatarios, pero los únicos que se han ahogado son los últimos. A las entidades financieras las rescataron los gobiernos con dinero público y dejaron que sus conciudadanos se hundieran en la miseria, se quedaran sin casa y, encima, tuvieran que seguir pagando la deuda contraída.
Para evitar que esto se vuelva a repetir la solución hubiera tenido que ser otra, o bien se dejaba hundir a las entidades que habían querido enriquecerse de forma fraudulenta, o bien, si se les salvaba con aportaciones económicas públicas, se les hubiera tenido que obligar a perdonar o aplazar las deudas de los que no podían pagar. En el caso de quedarse el banco con la vivienda de las personas que no podían hacer frente a las hipotecas, estas viviendas (en manos de bancos rescatados con dinero público) hubiesen tenido que entrar a formar parte de una bolsa general que garantizase que nadie se quedase sin un techo bajo el que dormir.
Si no nos gusta esto hay una solución para evitar que la gente deje de pagar su vivienda y es garantizar el pleno empleo, no hay otra solución, siguiendo la tradición impuesta: Trabajar para ganarse el pan.
El pleno empleo no se garantiza con facilidad de despido, bajadas salariales, subida de horas de trabajo, aumentos de la edad de jubilación, etc.
El pleno empleo se garantiza:
-No dejando que las empresas se deslocalicen sin ser sancionadas.
-Evitando aprobar leyes que permitan el despido libre sin indemnización o con una rebaja considerable en la misma.
-Bajando las horas de trabajo todo lo necesario para que todo el mundo tenga garantizado el salario. Esto es imprescindible en un mundo donde la tecnología está sustituyendo al hombre por el robot en el trabajo, para evitar la contratación de personas y, en consecuencia, pagar salarios. Hay que repartir la riqueza y no igualar, a la mayoría, en la pobreza.
-Bajando la edad de jubilación para que los jóvenes puedan acceder a su independencia económica, aunque no sea una verdadera independencia, y sustituir a los que ya han cumplido con el sistema.
Qué nadie diga que esto hundiría las arcas de las pensiones, porque lo que hunde las arcas de las pensiones es que haya un 30 por ciento de parados, que las empresas no coticen a la Seguridad Social, que no paguen los impuestos que les corresponden por las exenciones que les facilitan las leyes que han hecho sus títeres en el gobierno. No es de recibo que se aumente la edad de jubilación, que se esté despidiendo a personas de 45 años para arriba, que ya no se les dé empleo, por parte de las empresas, porque son demasiado mayores y queden excluidos del sistema por el capricho de los capitalistas. Esto es inhumano y atenta contra los derechos humanos, la Constitución y todas las normativas que los gobiernos títeres de los empresarios incumplen constantemente cuando se trata de aplicarlos a los asalariados. Son las empresas y los capitalistas quienes, en un momento de sustitución de las personas por la máquinas, ordenadores y robots, tienen que pagar más para poder garantizar la supervivencia de un sistema social que sea más justo con los que no tienen en su poder los medios de producción. De nuevo repartir la riqueza para acabar con la pobreza. Es imposible que los asalariados, solos, puedan garantizar nada.
-Asegurando que los salarios sean dignos para que los asalariados puedan revitalizar las economías locales y no dejen de comprar porque se quedan en paro o les bajan los salarios de tal manera que no pueden acceder al mercado. Esto mismo aseguraría que las familias no estuviesen tan preocupadas en el número de hijos, ya que podrían asegurar su supervivencia. Todo ello lleva a revitalizar la economía.
-Con la unión mundial de todos los asalariados y los que viven de su trabajo, sin explotar a otras personas, para conseguir ser más fuertes que el capitalista depredador e imponer la justicia social sobre la legalidad, y conseguir que se reparta la riqueza que posee el 1 por ciento de la población mundial para que pueda vivir el cien por cien sin tener necesidades básicas. Hay suficiente para todos si unos pocos no lo acaparan todo y dejan las migajas para la inmensa mayoría de la humanidad. El pueblo unido vive, sin partidos, sin banderas, sin explotadores y sin explotados, en armonía con sus semejantes, con la naturaleza y con el planeta.
-En definitiva, la supervivencia de las personas se garantiza repartiendo la riqueza, asegurándoles el sustento. Si no se oferta trabajo, tendrán que ofertar dinero, la renta básica digna, para que nadie quede excluido de la sociedad.
Seamos capaces de provocar el hundimiento del mundo capitalista y hacer emerger un mundo que sea la patria de la humanidad. Nuestra unidad, nuestra fraternidad, nuestro apoyo mutuo, nos garantizará la igualdad y la libertad.
Por la anarquía.
Manuel Vicent
Publiado en Tierra y libertad núm.331 (febrero de 2016)