En primer lugar, es necesario que el lector comprenda que redacté las siguientes líneas impactado por la noticia de la muerte de Judith Malina: anarquista, cofundadora del Living Theatre y una de las «mentoras espirituales» de quien esto escribe.
El Living es, antes que cualquier adjetivación, uno de los grupos más importantes e interesantes del llamado teatro experimental occidental. Fundado en 1947 por Judith Malina y Julian Beck, que era entonces una promesa expresionista adscrito a The New York School; el Living Theatre se fue tornando en una clave para entender la revolución del teatro norteamericano, así como el cambio radical en los hábitos y acciones de toda una generación que tenían a la libertad como musa absoluta, siempre seductora y a veces traicionera.
Es necesario aclarar esto, ya que algunos académicos, de mente tan cuadrada como los títulos que poseen, insisten en no acreditar en su debido valor al Living Theatre, juzgándolos provocadores, pequeño burgueses de mierda, locos y cosas por el estilo. Yo, que tengo como religión la negación del orden establecido, tengo más fe en el teatro coral del Living que en las obras polvorientas de estos profesores de mente jesuítica. En mi opinión, los dioses y los héroes son sólo interesantes si propician, y nos permiten, la rebelión.
La historia del Living Theatre, icono de la contracultura, es problemática e inspiradora. Repudiados y ridiculizados por muchos, amados y exaltados por pocos, la compañía Living Theatre reinventó la vida y es uno de los principales y más influyentes nombres en el teatro experimental.
«Hay que ir al teatro a través del mundo.» La famosa frase de Julian Beck es la síntesis de la línea de pensamiento y trabajo del grupo. El Living Theatre siempre se apoyó en una investigación artística intensa sin perder el foco de la práctica política. Nada escapa a la mirada vigilante y al cuestionamiento de la troupe. ¡Anarquistas, libertarios, pacifistas, pero sobre todo, libres! Caos, ritual, manifestación; los diversos intentos de teorizar el trabajo del grupo siempre fracasaron, ya que nunca se entendía que la definición es una manera de limitar el alma palpitante del Living Theatre. La acción política y el teatro se fusionan en un evento único y transformador. Público y escenario están en plena comunión para nuevos descubrimientos, ya sean estéticos o de comportamiento.
A partir de «Paradise Now», verdadera divisoria de aguas en la historia del grupo, Julian Beck y Judith Malina radicalizan aún más las ideas y acciones que impulsan los deseos del Living Theatre. Si el teatro es una forma de «iluminación profana» que lleva a revelaciones esenciales, es a través de la política que nos reconocemos a nosotros mismos ante el mundo establecido. En el caso de Julian y Judith, el compromiso político se da a través de anarquismo y los espectáculos del grupo pasan a inspirarse en otro concepto: la acción directa.
Entre 1967 y 1968 la compañía va a la calle, proceso que es tanto corporal como de la relación a establecer con el mundo. El grupo se entrega al nomadismo y se convierte en una experiencia, una especie de laboratorio para formas de organización. Esta vez es el cambio de conductas lo que influye en el arte, pues al salir a la carretera el grupo se da cuenta de que el verdadero teatro no cabe más que en las obsoletas salas de espectáculos. Las piezas que siguen, como el ciclo «Herencia de Caín» (1970) ganan las calles, plazas, campos y las mentes asombradas de muchos jóvenes ansiosos. Es un teatro, que siendo acción directa, es por ello política, es una forma de reafirmar la vida.
Esta búsqueda de una vida plena, lejos del momificado establishment, fue la gran obra de Julian Beck, Judith Malina y sus compañeros. Al renunciar a una vida de plástico, esa vida que desgasta y se lleva con tarjetas de visita en el portafolio del alma, el Living Theatre propone un teatro que busca todo el potencial de la existencia, un teatro vital que exhuma los ancestros de la humanidad en procura de esa verdadera vida que, de acuerdo con los surrealistas, está oculta. Como la poesía Beat, los cuadros de Kandinsky y Pollock y la electricidad del saxo de Coltrane, las piezas del Living Theatre son obras fundamentales para entender la contracultura, sus deseos y acciones.
En tiempos oscuros como los que vivimos, donde la revuelta fue pasteurizada, y los antaño «revoltosos» – hoy online frente a una pantalla brillante – entonan lemas fascistas, es importante volver los ojos a la herencia del Living. Perseguidos por la derecha, repudiados y a menudo ridiculizados en el medio teatral, acusados de pequeños burgueses y «contrarrevolucionarios» por una izquierda que, aún hoy, no entiende la necesidad del asombro y la liberación inconsciente en el proceso revolucionario. El Living Theatre nos enseña que todavía tenemos que rebelarnos contra toda forma de autoritarismo y trastocar los tabúes de la sociedad para alcanzar el tan soñado «Paradise Now».
Julian Beck dijo una vez: «Voy al teatro en lugar de la sinagoga. No a adorar, sino para encontrar el camino de la salvación». Esta es tal vez la más significativa de las frases pronunciadas por el director. Resume perfectamente las creencias del grupo y deja claro que el gran legado del Living Theatre a todos nosotros es la creencia en la utopía. siendo así, ¡que ella nos lleve a la salvación!
Bruno Zambelli
[Post original en portugués, en http://www.aescotilha.com.br/teatro/em-cena/living-theatre-liberdade-anarquismo-e-revolta-levam-ao-paraiso/. Versión al castellano por la Redacción de El Libertario.]