Leyendo cosas que pasan aquí y allí, veo que de manera recurrente, al igual que llega la alergia en primavera, aparecen las corrientes críticas. Se trata siempre de una minoría, que pertenece a una organización o movimiento político o cultural, que no se decide a romper con la estructura que critican, ora porque esperan obtener algo de ella, ora porque piensan que la alternativa será peor.
Hay críticos por doquier… Echan pestes de las direcciones, pero lo hacen con mucha educación, para no desestabilizar el tinglado. Uno me decía en las primeras elecciones en las que se presentaba Podemos, que ellos no iban a ser un partido más, y que de obtener el gobierno local, sus concejales y alcalde estarían siempre bajo la observancia continua de las bases, criticando y todo eso. Yo le respondía, partiéndome el culo de la risa, que en general mejor sería que se dedicasen a apoyar a sus concejales para que entendiesen siquiera un pijo del PGOU, y que solo con eso ya iban a tener trabajo para tres legislaturas. Porque la tarea de controlar a la alcaldía, es el trabajo de la Oposición. Ya solo faltaría que llegue uno a alcalde, y sea un mindundi de tu propio partido el que te controle. Hasta ahí podría llegar la broma. Mi amigo, cómo no, excluido de cargos, acabó convirtiéndose en un Crítico. Critica, pero educadamente, sin molestar demasiado. Recibiendo sonrisas benevolentes de la dirección legítima del Último Congreso.
Yo diría que el criticismo de las fracciones disidentes, además de fácil, juega con ventaja. Para los críticos, lo que va mal en su organización es culpa de los que mandan, que se han corrompido. Los militantes críticos quedan así a salvo de la culpa, que puede ser achacada a las fuerzas mayoritarias que les dominan, y que atan de manos sus esfuerzos inconformistas con normas y estatutos. Yo tengo la impresión de que los críticos están muy cómodos en su papel de minoría, en su posición de fuerza aplastada, reprimida, pero disfrutando las ventajas que pillan al pertenecer a una organización más o menos poderosa, y a salvo de recibir los embates de los trabajadores que de cuando en cuando ponen el grito en el cielo. Y sobre todo, a salvo de cosas peores poniéndose «fuera de».
Desde esta perspectiva, el discurso posibilista crítico es como una coartada para justificar la permanencia individual en un aparato privilegiado, de complicidad represiva, de connivencia profunda con los fines del Sistema. Un disfraz que permitiría la instalación, como mínimo con la consciencia tranquila, en una estructura opresiva, fingiendo “hacer algo”, “llevar a cabo lo posible”, “hacer lo que se puede”, “para no hacer el juego al imperio”… Aunque el posibilismo de estos disidentes en realidad “no puede nada”, y sirve para ocultar unos propósitos particulares y funda un auto-engaño muy de este tiempo –que llega a culpabilizar a los dominados: que no votan, que caen en las redes de la derecha…–, muy característico de todos los criticismos que dicen que lo que está mal en la Iglesia, no es la Iglesia, si no los curas que mandan en ella. Como si los curas hubiesen llegado ahí, jijijijijiiiiii, por casualidad.
Acratosaurio rex