Hace unos días, en Nicaragua, algo denominado Movimiento de Comunicadores Patrióticos, al parecer formado por periodistas que trabajan para el Estado nicaragüense, condenaron lo que denominan «terrorismo mediático del que hacen alarde las trasnacionales de la información». Señalaban también a los que denominan agentes dentro del propio país que vienen a trabajar en pro de los intereses del imperio estadounidense. Uno se echa a temblar cada vez que escucha la palabra «patria» y derivados, a uno u otro lado del espectro político y en cualquier régimen estatal de cualquier parte del mundo, normalmente para reprimir al hereje. Efectivamente, este grupo de plumillas patrióticos alabó igualmente la represión estatal contra todos aquellos agentes del imperio que habrían incurrido en delitos fomentando «el odio, el terror y el caos». No se trata de una acusación en abstracto, ya que es una realidad que el régimen presidido por Daniel Ortega lleva años efectuando acusaciones de todo tipo a personalidades y medios críticos estando varios periodistas encarcelados.
Un colectivo de defensa de los derechos humanos, llamado Nunca Más, publicó también esta semana un informe denunciando el encarcelamiento de periodistas, mientras tantos otros han huído del país, indicando que la información independiente en Nicaragua se encuentra en el peor contexto posible. ¿Estará Nunca Más también al servicio de intereses imperiales? Difícil es saber, hoy en día con tanto flujo de información falsa la verdad, aunque la represión estatal parece una realidad en cualquier parte del mundo. Lo cierto es que el escritor Sergió Ramírez, que fue vicepresidente del primer Gobierno sandinista allá por los años 80 del siglo XX, y que ahora es crítico de Daniel Ortega, ha sido también acusado, tanto de llevar a cabo actos que fomentan el odio y la violencia, como de diversos delitos económicos. ¿Es Ramírez, antiguo sandinista, ahora un agente de los Estados Unidos de América? Desconozco casi todo en torno a este escritor, salvo que le dieron un importante premio en España, pero la realidad es que desde las protestas producidas en Nicaragua hace más de tres años, debido a ciertas medidas económicas, con una cruenta represión estatal, no parece haber cesado la deriva autoritaria del régimen encabezado por Ortega.
Aunque, seguro que para la derecha y los EEUU el gobierno nicaragüense viene a ser una suerte de dictadura socialista, no parece que eso sea así, al menos por la parte de «socialista». Es decir, no hay indicios de que se hayan expropiado grandes propiedades privadas ni que el Estado haya asumido plenamente los medios de producción ni que, mucho menos por supuesto, se hayan puesto en manos de los propios trabajadores. Es más, a mí me da la impresión de que el Estado nicaragüense, como cualquier otro de la maltrecha América Latina, no deja de ser una pieza más del juego capitalista mundial. Es posible que con actores diferentes, según gobiernen unos u otros, como puede ser la potencia económica China en el caso que nos ocupa (cuya proyecto para construir un canal interoceánico, destruyendo comunidades rurales nicaragüenses fue uno de los detonantes de las protestas), pero piezas al fin y al cabo. Por otra parte, la propaganda del gobierno de Ortega, acusando de ser todo una conspiración de los USA, con múltiples agentes por doquier, es ya un clásico dentro de ciertos regímenes considerados de «izquierda». Mi opinión es que las protestas, aunque vayan acompañadas de otros elementos con otros intereses, como ocurrió ya en Venezuela hace años, surgen del profundo descontento del pueblo harto de que los gobiernos primen intereses privados y repriman toda iniciativa popular. Nicaragua, por lo que puede verse en cifras generales, y como cualquier otro sistema capitalista, ha tenido cierto crecimiento económico; paralelamente, se producen profundas contradicciones económicas y sociales, que pagan los más indefensos. El mundo en que vivimos, con intolerables desmanes por parte de los poderosos, y además permanente distraido con información falaz e interesada (de unos u otros gobernantes).