Como el lenguaje es importante, continúo con el análisis de ciertos términos provenientes en su mayoría de círculos casposos y reaccionarios. Es el caso de ‘perroflauta’, palabra popularizada en los últimos años, estoy casi seguro que a partir del 15M, y que no sé si hasta nuestra docta Rae la ha admitido a estas alturas o, tal vez, está a punto de hacerlo. Mi relación con el vocablo de marras es curiosa, ya que la primera vez que la escuché fue en boca, o mejor dicho en escritura, de nada menos que un picoleto. Como lo oís. En un contexto estrictamente personal, con aquel con el que había tenido una relación más estrecha años antes, se refirió de esa manera peyorativa en un correo a los que poblaban las manifestaciones desencadenadas por el 15M. Mi estupor y perplejidad fueron considerables y no sería hasta tiempo después cuando comprendí el verdadero alcance, nada gratuito, de la expresión. Acabé entendiendo, antes de que las circunstancias lo confirmaran de forma inevitable, que el despectivo apelativo tenía, sin duda, un origen policial bien aderezado con intenciones repulsivamente clasistas. Pero, atendamos a la evoluición y diversas acepciones del vocablo que nos ocupa.
Como bien nos muestra la propia construcción de la palabra, en origen podía referirse a personas, habitualmente jóvenes, de aspecto descuidado, rayando en lo hippie, tal vez de actitud vagabunda, normalmente acompañados, lo habéis adivinado, de un perro y una flauta. Sin embargo, muy pronto, y de ahí el toque de clasismo que acompaña a la condición humna, aunque a unos más que a otros, muy pronto el término se extiende hasta el punto de que puede aplicarse a cualquier ser humano de aspecto desaliñado. No obstante, eso sería todavía antes de las acampadas y manifestaciones del 15M de aquel 2011, las cuales, no debería hacer falta aclararlo, surgieron a priori por indignación ante el sistema reclamando, bien está que con matices libertarios, una democracia más profunda y participativa. Si la palabrá acabó trascendiendo su significado original para referirse de manera insultante a cualquiera de aspecto diferente, comprobemos cómo adquiere una nueva, simplona e irritante dimensión de connotaciones políticas. ‘Perroflauta’ acabó empleándose, por supuesto de manera reiteradamente despectiva e interesada, para referirse y tratar de desacreditar a todos aquellos que protestaban por este fraude de democracia, que encubre el privilegio y asienta el papanatismo.
Yendo todavía más allá, y de manera no menos intencional por parte del mundo más reaccionario, el término acabó designado sin más a personas de izquierda, las cuales al parecer se da por hecho que suelen tener un aspecto descuidado. Quizás la homogeneidad e insultante simpleza del mundo conservador y reaccionario, que a veces usa el hilarante eufemismo de ‘liberal’ para referirse a sí mismo, le empuja a pensar que todo lo que no piense como ellos tiene también esos rasgos unitarios ajenos a toda sana diversidad. No debería hacer falta mucho recorrido para ver, aunque el deterioro cognitivo de algunos, normalmente situado en el hemisferio derecho, indique lo contrario, que los integrantes del 15M no tuvieron estética identificable alguna ni, de forma obvia, la misma ideología. Por supuesto, les unía en las calles y plazas el indignado deseo de mejorar las cosas, aunque los caminos acabaran divergiendo y alguno de ellos, inevitablemente, desembocara en el Parlamento haciendo honor a la frase de Lampedusa. Sin embargo, como ha pasado con otros interesantes términos de los que nos ocuparemos en otra ocasión, se ha acabado dando la vuelta de forma ingeniosa al significado de ‘perroflauta’ y, sí, bodoques reaccionarios ‘liberales’, lo podemos exhibir con orgullo. Uno, ni tiene aspecto necesariamente desaliñado, ni va acompañado de can alguno, ni porta intrumento parecido a una flauta. Tampoco, soy nada parecido a un hippie, ni a un comunistoide, pero no os quepa duda de en qué lado de la barricada me encuentro.