Los innumerables adjetivos que ponemos al término economía, buscando con ello encontrar y definir modelos alternativos que abran nuevas líneas de comprensión de este concepto y que den algo de luz al negro túnel en el que el capitalismo neoliberal nos ha metido a todas, son un síntoma más de la necesidad del encuentro de nuevos espacios de vida, que se presenten como alternativas a este insostenible sistema.
La mera acumulación de riquezas, haciendo caso omiso a las señales de alarma por sobreexplotación que el planeta nos envía, y el hecho de ignorar la parte reproductiva de la vida en sus principios de funcionamiento, forman parte de las múltiples realidades en base a las cuales se concluye, sin miedo a equivocarse, que el capitalismo no funciona, la vida es otra cosa. Pese a la claridad con la que muchas personas observamos la podredumbre social y ambiental con la que el capitalismo impregna todos los espacios que ocupa, esta visión no es la mayoritaria y dificulta un cambio, imprescindible, hacia otro modo de comprender la economía.
Afortunadamente, existen alternativas que plantean la creación de una sociedad más justa y resiliente. Cada una de ellas tiene su propia estrategia de desarrollo, de diseminación de sus procesos y modelos, sus modos de enfrentamiento al capital. Una de estas propuestas es la economía solidaria. Un sistema que considera a la economía como una herramienta de transformación social, no como un fin en sí misma. Un sistema que pone en el centro del escenario a las personas, a la vida, construido al abrigo de principios y valores inclusivos compartidos, e incluso complementados por otras propuestas alternativas, bajo los cuales se impulsan iniciativas económicas que aportan los elementos necesarios para la configuración de un ecosistema de vida diferente, humano, sostenible y reproducible.
La defensa de la equidad, el trabajo, la sostenibilidad ambiental, la cooperación, la no lucratividad y el compromiso con el entorno son los principios que recoge la Carta Solidaria impulsada por la Red de Economía Alternativa y Solidaria (www.economiasolidaria.org) Red de Redes, y constituyen los cimientos de construcción de diversas iniciativas tanto individuales como colectivas.
Uno de estos proyectos colectivos, en los que se centra la mayor parte del trabajo que se desarrolla desde esta propuesta organizativa en el País Valenciano, es la construcción de un Mercado Social (MES). Un modelo de mercado que se aleja de las leyes del mercado capitalista y que incluye en su ADN la aplicación de principios sociales y ambientales en todo el proceso de vida de sus productos y servicios. Un mercado que pretende ser un polo de atracción, dinamización y visualización de propuestas alternativas, que llegan con diferentes apellidos y que comparten un objetivo transformador.
Una de las bases de crecimiento de esta propuesta es la intercooperación de las diferentes iniciativas que en ella se reúnen, impulsando así un crecimiento endogámico que viabiliza muchas de estas propuestas y da soporte e impulsa la aparición de nuevas. La generación de excedentes monetarios con el funcionamiento del MES y su posterior reinversión en la promoción de nuevas iniciativas utilizando soluciones financieras éticas cierran, conjuntamente con el compromiso de participación de todos los actores presentes en él, un movimiento a modo de espiral creciente que, poco a poco, transforma territorios y personas.
Es necesario dar luz a la necesidad, por parte de este nuevo paradigma social, de la inclusión de los principios y valores aportados por el feminismo, en todas sus dinámicas, para reconocer, entender y visibilizar la economía de los cuidados. Este es el camino para avanzar así en una revertebración social que dé paso a la transformación colectiva que posibilite la recuperación de la dignidad en la vida. Una dignidad de la que el capitalismo nos ha ido desposeyendo paulatinamente.
Si bien existen proyectos, perfectamente planteados, que se construyen lejos de la frontera con el capitalismo, la economía solidaria desarrolla algunas de sus propuestas en fricción con este sistema, ganando poco a poco terreno.
En esta línea, la ocupación de espacios reservados tradicionalmente a propuestas capitalistas como son la banca, los seguros, las comunicaciones, la energía, incluso la información, son muestras de la viabilidad de otro sistema económico.
La inteligencia en la construcción de relaciones entre las diferentes propuestas que trabajan en la misma línea de transformación, con diferentes formas y modelos pero con un objetivo común, será clave en la dimensión final que este alcance. Va a ser clave en todo este proceso el reconocimiento de las capacidades individuales y la voluntad de participar en dinámicas colectivas que den pie a proyectos construidos por estructuras en red.
Una economía más humana, local, respetuosa con la naturaleza, que empodere a las personas y las dote de capacidades para aumentar su resiliencia, no únicamente es posible sino también necesaria de cara al previsible escenario de escasez al que el neoliberalismo conduce a la sociedad y al que hemos de enfrentarnos en un futuro no lejano. Para su construcción, hace falta que todos esos apellidos que ponemos al término economía sean capaces de entenderse como familia, como colectivo aun manteniendo la soberanía individual, pero compartiendo sinergias, buscando lo común.
Salvador Pérez
Artículo publicado originalmente en la revista Al Margen # 104, Valencia (Esp.), invierno 2017. Número completo accesible en http://rojoynegro.info/sites/default/files/revista104_revista72.qxd__0.pdf