CÓMIC MEMORIA ANTIFASCISTA

Sin olvido. Un viaje por la memoria antifascista

Rubén Uceda. Cámbium Cómic. Diciembre 2024

Comentarios de Jacinto Ceacero

Afortunadamente, ya ha dejado de ser una sorpresa, aunque sí sea siempre una grata noticia, el hecho de que Rubén Uceda irrumpa con una novedad editorial, con un nuevo libro, una nueva novela gráfica/cómic (como más guste al lector/a) del que es autor integral, es decir, tanto del texto como de las ilustraciones, así como de todo el proceso de autogestión de la microfinanciación que ha llevado a cabo a través de verkami.com junto al colectivo Cámbium Cómic (productor de historias para la transformación social aprovechando la semántica de su nombre).

En este sentido, recordamos otras significativas obras anteriores de Rubén como Vahidos (2008); El decapital (2011); El corazón del sueño (2014); Atado y bien atado (2018); La huerta (2020); Negras tormentas (2022); Casilda revolucionaria (2022); V de Versoñeta (2015 – 2023); Antes del futuro (2023); todas ellas exquisitamente documentadas, ilustradas, editadas e ideológicamente posicionadas.

Sin Olvido, la nueva obra de Rubén Uceda, vuelve a ser, en primer lugar, un motivo de satisfacción y alegría para el movimiento libertario, no eludiendo nunca los temas más polémicos que han formado parte del debate, interior y exterior, de lo libertario. Uceda ha demostrado de manera fehaciente que vela por el desarrollo e implementación de los principios básicos libertarios y, aunque en esta ocasión plantea viajar por la memoria antifascista, no olvida mencionar, incluir, que ahí también estaban las y los anarquistas, hecho que es ignorado en tantas y tantas publicaciones más condescendientes con el sistema institucional y convencional.

Pero la satisfacción por esta publicación, no es solo por empatía ideológica con el autor, por compartir militancia en el movimiento libertario, sino que estamos ante un excelente trabajo de un original autor, un creador que ya ha adquirido la condición de maestro consolidado por la autenticidad y solvencia de sus dibujos e ilustraciones, por la documentación e investigación exhaustiva que sigue para el redactado de sus textos y por haber encontrado su propio espacio, su propio estilo, su propio lenguaje expresivo y comunicativo.

El tema que se aborda en esta nueva obra es especialmente importante ya que sigue abierto el debate social y público del mismo —un viaje por la memoria antifascista—, por la recuperación de la misma, por la restauración de la verdad, la justicia y la reparación de los miles de víctimas olvida‐ das en cunetas, en el imaginario colectivo y en la propia historia oficialista.

Formal y burocráticamente, como suelen suceder las cosas en las democracias parlamentarias, diferentes leyes de memoria han sido aprobadas en nuestro país, desde la del gobierno socialista de Zapatero en 2007: ley por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura; hasta la ley de memoria democrática del actual gobierno socialista de Sánchez en 2022, pasando por las diferentes leyes de memoria de la práctica totalidad de Comunidades autónomas; algunas de las cuales, por cierto, están siendo derogadas o modificadas con la llegada a los gobiernos autonómicos de la derecha y la extrema derecha. Todas las leyes aprobadas afloran décadas después, ingenuamente, y contextualizadas tras el gran pacto de silencio y de olvido que supuso la Transición y la Ley de Amnistía de 1977, auténtica ley de punto final, ley de la vergüenza y de la amnesia colectiva (como la califica el movimiento memorialista) y todo ello con el objetivo de no condenar el régimen dictatorial franquista y pasar página impunemente para cómplices y verdugos. La derogación de esta ley es necesaria si queremos hacer justicia con el pasado, que no se vulnere la Declaración Internacional de Derechos Humanos y sea efectivo que los delitos de lesa humanidad / genocidio / exterminio, que el régimen perpetró durante cuarenta impunes años, sean imprescriptibles e inamnistiables.

Países con dictaduras mucho más recientes y de nuestro propio ámbito cultural, como Argentina o Chile han sido capaces de saldar la deuda con su pasado y condenar, los, hasta ese momento impunes, crímenes de sus dictaduras militares.

Se siente envidia y admiración cuando se visitan espacios como la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) en Buenos Aires, antiguo centro clandestino de detención, tortura, represión, exterminio y desapariciones de la dictadura argentina entre 1976 y 1983, reconvertido en un Espacio para la Memoria sobre el Terrorismo de Estado; o espacios como el Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos en Santiago de Chile para no olvidar los crímenes de la dictadura de Pinochet de 1973 a 1990, inaugurado en 2010.

Centros en los que se puede sentir que no hay que tener miedo al pasado, que el verdadero miedo es el silencio, el olvido, la ocultación que conduce al negacionismo que nos quieren inocular ignorando partes de la historia, lo que sin duda está condicionando el presente de manera que, en parte y como consecuencia de ello, amplios sectores de nuestra juventud ignoran el pasado pudiendo correr el riesgo de repetirlo. Los índices de apoyo de los jóvenes varones a la ultraderecha y regímenes autoritarios, son muy preocupantes.

La triste justificación que, orquestada desde los diferentes poderes del Estado, se nos ha dado como sociedad ha sido que la Transición fue el mejor modelo posible, un modelo a imitar y exportar a otras latitudes, máxime porque aquí el dictador se murió en la cama y, en consecuencia, la ruptura con dicho régimen franquista no se podía producir tras cuarenta años de represión, silencio, domesticación e incultura política, quedando todo atado y bien atado con la ya mencionada ley de amnistía que básicamente sirvió para blanquear la dictadura, mirar para otro lado, y comenzar de cero, con lo que eso significaba de humillación, postergación y renuncia al reconocimiento de la deuda política y ética que tenemos con las víctimas y los valores del modelo de sociedad de derechos y libertades que defendían.

Pero no nos engañemos, porque como dice Nicolás Sesma, autor del libro Ni una, ni Grande, Ni libre. La dictadura franquista (2024), se nos ha vendido que el dictador se murió en la cama a diferencia de los grandes dictadores de su época, como Hitler o Mussolini, que fueron derrotados por la lucha de su pueblo, con lo que eso supone de resignación, de prejuicio, para un pueblo español psicológicamente acomplejado, deprimido, por no haber sido capaz de enfrentarse y derrocar a su dictador. Nada más lejos de la realidad, el pueblo español debe sentirse orgulloso, sumamente digno por su capacidad de lucha contra un golpe militar que fue capaz de parar en la calle y al que se enfrentó durante tres largos años de guerra civil fratricida. Un pueblo que luchó por su libertad, por la revolución social contra un entramado social golpista compuesto por militares, aristócratas, burgueses, banqueros, ricos, religiosos, caciques y con el apoyo de regímenes totalitarios europeos… dando verdadero ejemplo de compromiso social y político mientras que Hitler o Mussolini eran elegidos y vitoreados por amplios sectores del pueblo.

El pueblo español perdió la guerra contra el dictador y sufrió la más despiadada y prolongada represión integral, imponiéndosele cuarenta años de silencio y miedo aterrador; pero no es cierto que este pueblo no se enfrentara al dictador.

Partiendo de esta falacia, los grupos políticos y los máximos poderes del Estado, una vez más, dejaron postergado al pueblo y le impusieron una Transición política lampedusiana en la que todo cambie para que todo siga igual; corroborada con una Segunda Transición acontecida tras la abdicación del rey en su hijo Felipe VI y siempre al margen del pueblo.

La deuda con el pasado y la recuperación de la memoria sigue pendiente porque las leyes de memoria se muestran como herramientas incapaces de dar una repuesta digna, incluida la vigente Ley de Memoria Democrática por ser, como argumenta Octavio Alberola, leyes trampa,  cobardes, insuficientes e infames con las víctimas del franquismo y sus familiares.

Carecemos de un compromiso político absoluto por parte de las administraciones públicas en la búsqueda de las víctimas, de las y los desaparecidos en las cunetas y fosas comunes, de las exhumaciones, de los campos de concentración, de los niñas y niños robados, de las empresas e instituciones enriquecidas por los trabajos esclavos de las víctimas, de la necesaria reparación que las víctimas nos siguen demandando desde la desmemoria y el olvido.

Pero no basta con recuperar a las personas y su identificación creando un banco de ADN (siendo esto la prioridad), hay que recuperar las ideas y valores de la sociedad por la que lucharon; recuperar los documentos incautados mediante acceso libre a los archivos que aporten luz sobre la verdad y los secretos de la dictadura para así desenmascarar su impunidad derogando para ello la Ley de Secretos Oficiales de 1968; recuperar los bienes expropiados irregularmente; anular todas las sentencias franquistas e indemnizar igualmente a todas las víctimas con independencia de que fueran asesinados antes o después de 1968 ya que todas son luchadoras por la libertad, declarar lugares de memoria aquellos espacios en los que se ejerció la represión… Finalmente, introducir de forma rigurosa la Historia en los programas de estudios de los centros educativos y que se conozca la verdad del golpe de Estado militar franquista y la posterior represión, condenando al franquismo sin paliativo alguno.

Volviendo a nuestro autor, Sin olvido, el título de la última (décima) novela gráfica o cómic (según se prefiera) de Rubén Uceda con el subtítulo añadido de Un viaje por la memoria antifascista, es un importante grano de arena en esta lucha que tenemos que seguir librando.

La elocuencia del título y el subtítulo es abrumadora ya que posiciona ideológicamente al autor y nos sitúa a las y los lectores directamente en su contenido —Sin olvido—, una de las mayores demandas de verdad, justicia y reparación que hoy tiene la sociedad española y el sistema democrático en que esta se organiza.

La historia que se cuenta está libremente inspirada en hechos reales, quizás autobiográficos, aunque recreada y ficcionada en algunos personajes, hechos, incidentes, lugares, diálogos… con fines dramáticos y literarios.

La novela narra la historia de la protagonista, Lola, una joven de nuestro tiempo, que investiga sobre la olvidada represión franquista tras la guerra civil. En este viaje que Lola vive como su lucha contra el fascismo, transita por diferentes espacios, hechos, tiempos, víctimas y personajes; vivencia la crónica de crímenes sin resolver; dialoga con miles de personas desaparecidas y olvidadas en fosas comunes; reflexiona con otras personas sobre el proceso de desmemoria colectiva; recorre su vida intentando recuperar la memoria, constatar y denunciar esta crueldad que significa la desmemoria colectiva.

El lenguaje utilizado es directo, ideologizado, sin contemporizaciones. Se rinde homenaje a las mujeres represaliadas, siempre presentes en el imaginario de nuestro autor. Se alterna la actualidad conectándola con el recuerdo y la memoria. Se recuerda desde la actualidad sin entrar en la descripción dramática y victimista de los crímenes del fascismo y el franquismo. No se recrea en la represión, se trabaja para que el olvido no impere, denunciando rótulos de calles, monumentos de exaltación del dictador y su régimen, identificando lugares de memoria, fosas comunes.

El libro aporta bibliografía —Antonio Maestre, Rafael Sánchez Ferlosio, Ana Martínez Rus, David Varela, Patricio Guzmán, Alejandro Jodorowsky, Santiago Alba—, documentos, testimonios gráficos de lo sucedido, hechos contra el olvido. Está dividido en dos episodios. El episodio 1, denominado La cruz y la espada, más centrado en el viaje, desde el pasa‐ do hasta nuestros días, por escenarios, lugares, personajes, situaciones (Brunete, el desencuentro intergeneracional —el olvido o la recuperación de la memoria como conflicto intrafamiliar—, los caballistas señoritos latifundistas, las Mujeres y Queipo de Llano, la sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid en la Puerta del Sol —antigua Dirección General de Seguridad, centro fundamental de la represión franquista—, Unamuno y Millán‐Astray, la cruz del Valle de los Caídos, el bibliocausto, el arco del Triunfo en Moncloa, el reencuentro familiar); y en el episodio 2 titulado Dos veces muertos, referido a las víctimas, por los disparos y por el olvido, recorremos los restos de la cárcel de Carabanchel, las tapias del cementerio, la destrucción de los versos de Miguel Hernández, la recuperación de las fosas comunes, las exhumaciones, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), la simbología franquista, calles, nombres, estatuas, el reencuentro familiar para saldar esta deuda con la historia.

Quemar libros ha sido algo habitual entre las dictaduras. Donald Trump y Elon Musk lo están haciendo al borrar páginas en las redes sociales en la que se habla de feminismo e igualdad; los nazis quemaron libros, el franquismo también.

No estamos avanzando, estamos dando pasos atrás. La derecha y extrema derecha están ganando el relato de la desmemoria, están reescribiendo la historia, están fomentando el discurso del odio y las agresiones en base a su ideología.

Vivimos tiempos de negacionismo, de aumento de simpatías entre la juventud hacia los modelos autoritarios, dictatoriales, fascistas, machistas y patriarcales por lo que resulta de extrema necesidad recuperar la memoria, especialmente la libertaria ya que nadie lo va a hacer por nosotros y nosotras, y desenmascarar las enormes mentiras que están reescribiendo el pasado. Ahora más que nunca resultan especialmente pedagógicas novedades editoriales como de la que nos ocupamos.

Y a esta causa está dedicado nuestro autor en sus ya numerosos textos y trabajos. Sin Olvido es un hito más en su camino como autor.

Fascismo nunca más, como epílogo del texto.

Publicado en Redes Libertarias núm.3

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