Recientemente, un amigo mío paseaba con su anciano padre por el céntrico barrio de este último en Madrid. Un hombre de cierta edad, al verles, sonrió abiertamente y se acercó a ellos, quería saludar al hombre que en cierta ocasión le ayudó en su actividad antifranquista. Hay que aclarar que el progenitor de mi amigo trabajó como sereno durante los últimos años de la dictadura. Para los más jóvenes, hay que recordar que este oficio, que creo que duró hasta finales de la década de los 70, consistía en una suerte de vigilantes nocturnos, que en algunas ciudades además se encargaban de abrir las puertas e incluso, en otros tiempos, del alumbrado de las calles. Por supuesto, no dejaba de ser otra forma de vigilancia social, de hecho iban armados con un chuzo y portaban un silbato para avisar a las autoridades en cualquier circunstancia sospechosa. En cualquier caso, el padre de mi amigo debe ser una buena persona, que de alguna manera ayudó a un vecino cuando la temible policía de la dictadura iba en su busca.
Aunque mi amigo no quiso hacer demasiadas preguntas, el hombre que de forma tan emotiva saludó a su progenitor sí le detalló que en más de una ocasión acabó en manos de la repulsiva Brigada Político-Social, policía secreta que se encargaba de perseguir toda actividad antifranquista. Aunque yo no estaba presente cuando aquel hombre contó su historia, mi amigo me lo transmitió de forma tan vívida, que al igual que él cuando lo escuchó no pude evitar estremecerme. Aquel activista contra una dictadura, que jamás debió existir en un país donde la guerra la ganó el fascismo, acabó en manos de González Pacheco con la consecuencia de una lesión que dura de por vida. Tal vez, debamos llamar a este sádico sujeto con su sobrenombre, ‘Billy el Niño’, uno de los mayores torturadores del franquismo, aunque eso sea difícil de precisar dada la naturaleza del régimen. Este deleznable tipo, al que nunca se le retiró una condecoración realizada años después de la muerte del dictador, es el perfecto símbolo de todo lo que tiene de fraude la Transición democrática y la memoria histórica de este inefable país.
Sin embargo, aunque González Pacheco, además ser legitimado por un régimen asesino, es con seguridad un psicópata, que disfrutaba con su trabajo, la Brigada a la que pertenecía contaba con miles de hombres con la tortura como trabajo sistemático. Aunque, supuestamente, estas viles actividades policiales dejaron de ser legales como método tras la muerte del dictador, hoy muchos verdugos siguen vivos, campando a sus anchas, como es el caso de ‘Billy el Niño’. Sus víctimas, que pueden contarse tirando por lo bajo en cientos de miles, no han sufrido la reparación que merecen en un país donde la extrema derecha acaba de entrar en las instituciones. Quizá, en realidad, nunca se fue cuando no ha habido una negación rotunda del alzamiento militar de 1936 y la posterior dictadura de casi cuatro décadas. Recientemente, los principales partidos de este país donde triunfó una forma de fascismo que tenemos que sufrir hasta hoy, han impedido que se haga pública la hoja de servicio del torturador Antonio González Pacheco, cuya actividad llega hasta el comisario Villarejo, vinculado a las cloacas del Estado de la democracia. España, el país donde triunfó el fascismo.