ANARQUISMO ANARQUÍA

Acontecimiento y Anarquía: el acontecimiento anárquico

El Acontecimiento es / una verdad
/ que no / se impone /// Emergencia / Origen / surgimiento /
de lo nuevo / advenido / irreductible / alteridad / radical /
suceso / decisivo // acción / primigenia / enérgeia / actualitas
/ (Arendt) / parto / natalidad ///
Aún‐no principio // magma / atmósfera / sentido / ontológico
// desocultamiento / alumbramiento / (Heidegger) ///
Acontecimiento / es / ruptura / paso / salto / no / tránsito
/ a / otro modo de ser / es / revolución / y / genera / otro
modo / de ser / de existir / de vivir / en / sociedad /// sucesión
temporal / Cronos / se suspende // (epoché) // fiesta / revuelta
/ revolución / … / poema / baile / terremoto / risa ///
Epocal / se rompe el tiempo / y da lugar / a otro / nuevo
/ cuando irrumpe / un acontecimiento / lo suficientemente
fuerte / y / decisivo / tan / fuerte / y / decisivo / como / para /
que el ser y el tiempo / ya no puedan / seguir / transcurriendo
/ como antes / ni recuperar / el modo / de transcurrir / anterior
///
Conocimiento / a modo / de relámpago // escritura / texto
/ como / largo trueno / que retumba // la inspiración / o /
intuición / creativa / es / una modalidad de acontecimiento /
también decisivo ///
El acontecimiento / es / una verdad / que no se impone ///
(Simón Royo: Anarkia / anarcolepsis. Editorial Manuscritos. Madrid 2024).

«Lo que sucede cuando una nueva obra artística es creada es algo que ocurre simultáneamente a
todas las obras artísticas que la han precedido»
(T.S.Eliot: La tradición y el talento individual. Selected essays 1919).

El Acontecimiento Anárquico

Acontecimiento es un concepto utilizado en filosofía para designar y señalar la llamada donación del Ser, esto es, la emergencia de una novedad, la noticia de una excepción, los cambios radicales o la discontinuidad, ya sea en la Historia o en cualquier proceso progresivo y continuo. El curso regular y estable de algo se interrumpe, se desbarata, de forma súbita, como en una erupción, pero a la vez ese estallido se incuba, se gesta poco a poco hasta encontrar un detonante.

El descubrimiento de América, una revolución, una pandemia, el derribo de las Torres Gemelas, una erupción volcánica, un enamoramiento, la invención de la penicilina, el descubrimiento del uso del fuego o de la electricidad, la explosión de una estrella, un terror súbito o un estado de ánimo alegre, el repoblamiento de un pueblo abandonado, una intuición, el surgimiento de un genio; todos esos sucesos y muchos más pueden ser considerados como acontecimientos.

Pero no todos los acontecimientos son iguales y estamos nosotros interesados en distinguir aquí, sobre todo, entre los acontecimientos en general y el acontecimiento anárquico en particular.

El acontecer denota la posibilidad de una presencia antes ignorada, que puede ser nueva, distinta, diferente, o puede que estuviese soterrada, escondida, olvidada, oculta o ausente, y que haya llegado a desvelarse, a emerger o a ser desvelada otra vez, ser exhumada tras un tiempo de olvido. Un acontecimiento supone la sorpresa, el surgimiento de algo inanticipable, luego no es posible dar razón de un acontecimiento, no puede ser objeto de ciencia, aunque podamos pensar en ello.

La razón, la objetividad, la ciencia y la modernidad no han dejado lugar para pensar el acontecimiento, aquello que implica una ruptura con el principio de causalidad y el determinismo de lo calculable.

La religión por su parte entenderá como milagro el acontecimiento, incardinándolo dentro de su soteriología, una superchería del espíritu inaceptable para cualquier pensamiento ateo y materialista. El acontecimiento de la muerte de Dios implica la muerte de la religión, al menos en Occidente, donde su praxis ya es mero ornato narcisista e hipócrita, quedando el islamismo actual como recuerdo de lo que fue la religiosidad antes de la muerte de Dios, un atroz sistema de sumisión y dominio.

No hay en realidad ninguna forma de continuidad permanente en la Historia y siempre es posible retomar experiencias fracasadas del pasado de la humanidad y aplicarlas a la praxis del presente, de ahí que retornen constantemente fantasmas como la religión o se vuelva a creer que la ciencia nos podrá explicar todo mediante una cosmovisión total, pero de ahí también que experiencias libertarias reaparezcan reactualizándose en su novedad para subvertir y hacer pedazos el sueño moderno de la administración total de la existencia en general.

Las pretensiones de hallar un fundamento absoluto y un fin de la Historia decaen y las posibilidades de un cambio radical en las relaciones de poder se abren, con cada acontecimiento anárquico.

La acumulación o pérdida cuantitativa puede producir un salto cualitativo y eso sería lo que habría sucedido quizás en la modernidad dando paso a la postmodernidad. Se puede poner un ejemplo sencillo y simple de la famosa segunda ley de la dialéctica, de cómo la cantidad se transforma en cualidad, este sería el de devenir calvo: una persona va perdiendo pelo progresivamente, cada vez es una persona con menos pelo, hasta que lo pierde todo y se convierte en una persona calva. Las acumulaciones y pérdidas de la modernidad habrían precipitado el caldo de cultivo del acontecimiento de la postmodernidad, donde el surgimiento de nuevos sujetos anárquicos se manifiesta de forma imprevisible.

Carga policial durante las protestas contra el G8 en Génova (2001). Imagen: Ares Ferrari. CC‐BY‐SA 3

Precisamente en el mundo capitalista que pretende la total administración de la vida, bajo la inmersión tecnificada en una sociedad en la que resulta casi imposible situarse de un modo que no sea el del dominio y el sometimiento, cuando todo ver resulta homologado, resuenan sin embargo los ecos de la libertad, despertando algunos oídos y propagándose el deseo de libertad inextinguible e inexpugnable que nos habita. El nihilismo capitalista contemporáneo y la transformación de los humanos en material que trabaja nos lleva a considerar que la regularidad impuesta de nuestras monótonas existencias tiene el carácter de una enfermedad, de una dolencia provocada que tiene cura. La sanación terapéutica de semejante virulencia tiene una terapia, el desasimiento, el desprendimiento del gerontoplasma de la dominación, el distanciamiento de lo que le importa al mundo capitalista, y tiene un antídoto, la anarquía, con todos los significados a que esa palabra remite: cuidado mutuo, independencia, autonomía, ausencia de explotación, rechazo de la gobernanza, recusación de jerarquías e imposiciones.

Hablamos entonces de brotes de la libertad, en definitiva, afirmación de los devenires salvajes como verdades que no se imponen, como acontecimientos anárquicos que tienen sus correspondencias no causales entre sí.

Hablamos de acontecimiento anárquico entonces para designar una genuina transformación de lo que existe que pase de la dominación a la libertad, esto es, denominamos de tal modo a la emergencia, dictada por el surgimiento imprevisible y no anticipado de un an‐arché, esto es, de algo liberador que antes no existía para el régimen de administración de la vida y que cobra nueva existencia.

En cuanto novedad, ese acontecimiento, su estado originario, es libre, aunque posteriormente pueda pasar a ser alienado, explotado, encasillado y dominado si el estado de cosas en el que emerge es de índole esclavista, feudal o capitalista. Mas también en los estados de cosas pueden emerger acontecimientos anárquicos, en el ser humano provoca una mutación de la subjetividad, un estado nuevo o que ya no se soporte más lo que se venía soportando, suponer una nueva manera de ser, de estar y de vivir.

Con un acontecimiento anárquico, que es apertura y posibilidad, se da entonces una ruptura con la situación o estado de las cosas vigente, ruptura que puede ser momentánea, transitoria o permanente. Inicialmente no es la solución a un problema sino la apertura de posibilidades de superación de tal problema. Después de tal acontecimiento anárquico, si las implicaciones de tal emergencia son potentes y poderosas, entonces, fuerzan la situación de emplazamiento del mundo hasta los límites de destruirlo, reconstruirlo o deconstruirlo, mostrándolo primeramente como un no‐lugar más libre, en el cual, libertades que antes no existían, van cobrando un cierto grado de existencia, hasta consolidarse por doquier, generando un nuevo estado de cosas, pasándose de ese modo, ya colectivamente, a otra dimensión, dándose una reconversión subjetiva a nivel colectivo. Alojar lo nuevo, lo inédito, es aterrorizante para la psique, individual y colectiva, ya que ningún paso está nunca asegurado. Lo acontecimental supone una retroactividad, una historicidad, por la cual, lo que ocurre con cada nuevo acontecer, sucede simultáneamente en todo aquello que lo había precedido, el mundo se reconfigura y transfigura, de diversa manera.

Lo contrario del acontecimiento anárquico, que añade libertad al mundo, sería, el acontecimiento fundacional, la emanación de nuevos principios de dominación, que restan libertad al mundo convirtiéndolo, cada vez más, en una cárcel administrada; si bien el acontecimiento anárquico adviene con más fuerza cuanto más nos aprieta el acontecimiento fundacional, porque el acontecimiento anárquico adviene como instante disruptivo ante la ausencia o la quiebra de un horizonte de expectativa.

El filósofo Alain Badiou, por su parte, en L’Hypothèse communiste, considera que:

«Lo importante aquí es subrayar que un acontecimiento no es la realización de una posibilidad interna a la situación o que dependa de leyes transcendentales de un mundo. Un acontecimiento es la creación de nuevas posibilidades. Se sitúa no simplemente al nivel de los posibles objetivos, sino al nivel de la posibilidad de los posibles. Esto podemos también decirlo así: en relación con una situación o un mundo, un acontecimiento abre la posibilidad de lo que, desde el estricto punto de vista de esa situación o de la legalidad de ese mundo, es propiamente imposible».

Nosotros estaríamos parcialmente de acuerdo con Badiou, porque nosotros sí que consideramos el comunismo libertario como algo posible, incluso en las condiciones de posibilidad dadas por la situación capitalista del mundo.

El acontecimiento que vendrá, como promesa aún postescatológica, nos puede instar a realizar lo que todavía nos parece imposible, lo cual remite a acciones aún anti‐principiales (an‐arquicas), esto es, de oposición y destrucción de lo viejo, ruptura con los principios, fundamentos, justificaciones y sostenibilidad del capitalismo vigente; pero el acontecimiento anárquico nos insta a realizar lo que ya desde siempre nos parece y ha parecido posible, luego remite a posteriores acciones aprincipiales (anárquicas), esto es, de construcción de lo nuevo, ya sin sujeciones ni cortapisas, innovación y creatividad. Primeramente, la dominación deja de ser mientras que aún no adviene la libertad, luego la libertad puede abrirse paso, el acontecimiento anárquico, político, del comunismo libertario es primero la eclosión de una posibilidad improbable en un campo de posibles, la certeza de que otra cosa es posible de la que se ignoran aún los contornos. Reacción ante un mundo que deviene intolerable e inadmisible. Luego, en segundo lugar, ya es la edificación de ese nuevo mundo que no podemos anticipar.

El acontecimiento anárquico es una verdad que no se impone, como lo es el comunismo libertario que emerge una y otra vez: un encuentro egalibertario dentro de un materialismo aleatorio. Cada singularidad, mal‐llamada individuo, es una colectividad que puede armonizarse con otras por medio de la cooperación, lo que constituye un encuentro acontecimental entre los posibles de la libertad.

Badiou lo dice con estas palabras en su Second Manifeste pour la philosophie:

«Llamo “eternidad” de las verdades a esta disponibilidad indestructible que hace que puedan ser resucitadas, reactivadas en mundos heterogéneos con respecto al mundo en que fueron creadas, superando así océanos desconocidos y milenios oscuros. La teoría tiene absolutamente que posibilitar esa migración. Ella tiene que explicar cómo unas existencias ideales, materializadas normalmente en los objetos, pueden ser creadas a la vez en un punto preciso del espacio‐tiempo y poseer esa forma de eternidad».

De nuevo parcialmente de acuerdo. Las verdades, en la teoría de Badiou, son consideradas eternas, sin embargo, se crean a partir de un material definido y contingente, por eso en nuestra teoría anarquista, menos idealista, ellas, también son algo material, múltiple y contingente. Y desde luego sí acierta este filósofo en que el comunismo (libertario) puede ser reactivado, pues a nuestro juicio, constantemente lo es, pero las verdades no son eternas, tampoco las que no se imponen, no son eternas, pues ninguna lo es, simplemente, son, verdades verdaderas, valga la redundancia, mientras que las impuestas son falsas verdades, por eso Guy Debord y los situacionistas nos dijeron que estábamos inmersos en una totalidad falsa.

Martin Heidegger y Hannah Arendt focalizaron dos acontecimientos esenciales en su quehacer filosófico: los de mortalidad y natalidad. El primero, lúgubre, pesimista, propio del existencialismo, implica el cese de la vida orgánica particular y la disgregación de un agregado previo, temporal y perecedero. Solamente el de natalidad, en calidad de potencialidad de apertura al mundo de una novedad vital, podrá ser considerado como un acontecimiento anárquico, la irrupción de una libertad más en el mundo, que pasará a ser enjaulada y explotada si el mundo dado en el que irrumpe es el de las condiciones capitalistas de producción y existencia, luchando entonces por su liberación desde la cuna. Como nos recordó Rousseau, se nace libre, pero luego por todas partes se encuentran cadenas.

Hay que distinguir también entre acontecimientos en los que interviene el ser humano y acontecimientos en los que no interviene, a los primeros los podemos denominar decisorios a los segundos inhumanos. Un leve momento decisorio sobre un aspecto en apariencia sin importancia puede variar el destino de un ser humano o de la humanidad entera, un sí o un no. Junto a esas decisiones relevantes que son tomadas como importantes y definitivas por los anales de la Historia debido a que han sido tomadas por gobernantes o por grandes capitalistas, están las pequeñas decisiones acontecimentales que trastocan una vida singular o colectiva.

En lo que respecta a esa tipología del acontecimiento decisorio no hay diferencia entre la micropolítica y la macropolítica puesto que la decisión humana es lo que lo desencadena y sus consecuencias son a priori impredecibles.

Hay acontecimientos decisorios y acontecimientos sin decisión, dependiendo de que intervenga el ser humano o sea una variable que no cuenta con decisión ninguna, en el suceso transformador. Terra genera acontecimientos que nos son destructivos: desde terremotos, tsunamis, volcanes en erupción a mutaciones de virus, también genera acontecimientos que nos son constructivos y edificantes, pero respecto a los acontecimientos inhumanos serán anárquicos si convienen ecológicamente al planeta, hasta el punto de que la extinción de la especie humana podría llegar a ser un acontecimiento anárquico que librase a la tierra de unos seres parasitarios que la están destruyendo.

Entre los acontecimientos humanos anárquicos radicalmente transformadores están el amor, el arte, la ciencia o la filosofía, en los que lo novedoso y creativo surge tanto por decisión humana como sin ella.

El acontecimiento es una noción que excede sus causas y abre un nuevo espacio, es la aparición inesperada de algo nuevo que debilita cualquier diseño estable, es un cambio del planteamiento acorde con el cual percibimos el mundo y del modo como nos relacionamos con él.

El filósofo Slavoj Zizek en su libro Event, explica con claridad la famosa, compleja y abstrusa, noción de acontecimiento, de Heidegger:

«Heidegger: cuando Heidegger habla de la “esencia de la tecnología”, está pensando en algo como el marco de fantasía fundamental que, como un fondo transparente, estructura el modo en que nos relacionamos con la realidad. Gestell, la palabra de Heidegger para la esencia de la Tecnología, a menudo se traduce en español como “imposición” (en inglés, enframing. “encerrar en un marco”). Llevada al extremo, la tecnología no designa una compleja red de máquinas y actividades, sino la actitud hacia la realidad que asumimos cuando nos involucramos en dichas actividades: la tecnología es el modo en que la realidad se nos revela en la actualidad. La paradoja de la tecnología como el momento concluyente de la metafísica occidental es que es un modo de imponer que supone un riesgo para la imposición misma: el ser humano reducido a un objeto de manipulación tecnológica ya no es estrictamente humano; pierde la característica misma de estar extáticamente abierto a la realidad. Sin embargo, este peligro también contiene la posibilidad de la salvación; en el momento en que somos conscientes del hecho de que la tecnología es, en su esencia, un modo de “imponer”, de encerrar en un marco, y lo asumimos completamente, la derrotamos».

La tecnología para Heidegger es el nuevo Dios, para nosotros, el instrumento del modo de producción capitalista, lo cual, implica que constituye ya el horizonte de significado en el que aparecen todas las entidades. Hay incluso una tecnología del lenguaje que nos hace hablar y escribir a todos del mismo modo y que resulta necesario subvertir con nuevas formas de enunciación.

Dice Zizek con acierto en la obra mencionada:

Dis(re)cavernalized claustrophiliac indexation. Imagen: jef Safi. CC BY‐NC‐ND 2.0

«Cuando algo radicalmente Nuevo surge, este Nuevo crea retroactivamente su propia posibilidad, sus propias causas y condiciones». Lo nuevo anárquico, libera, lo nuevo árquico, esclaviza, luego hay que negarse a erigir nuevos principios que sustituyan a los periclitados. El que a Dios siga la Tecnología no es sino el sucederse de un principio de dominación por otro, cuando si esperamos algo los anarquistas es el acontecimiento de los acontecimientos, el Gran acontecimiento, que impida, ya para siempre, la generación de nuevos principios de dominación.

Una vez no admitimos más principios rectores permanentes cambia el propio parámetro para medir el cambio y se transforma el campo entero de la mirada, de ese modo apuntamos hacia un punto de inflexión radical que ya no es la repetición de lo mismo.

En el capitalismo es en donde las cosas tienen que cambiar todo el tiempo para permanecer igual, pero los anarquistas no queremos esos cambios aparentes y vertiginosos con los que se engaña a las masas, sino una actitud y actividad contestataria, ante la cual, las cosas tendrán que cambiar radicalmente para devenir completamente diferentes y permanecer ya de ese modo.

En contra de Zizek, que sigue creyendo en Hegel y en la universalidad, aunque le añada su inconsciente, diremos, que el acontecimiento anárquico es, en definitiva, no una nueva universalidad, sino el preludio de un Gran Despertar, el advenir de los anarcántropos y el ocaso de los humanos.

Simón Royo Hernández

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