Podría decir que la corrupción es inherente al poder, sobre todo a nivel moral, pero temo generalizar en exceso. Podría decir que la corrupción es inherente al Estado y ya la evidencia empírica me ayuda bastante. Podría decir, de forma obvia, que el sistema capitalista es eminentemente corrupto y… ¡qué queréis que os diga! ¿Estoy diciendo que todos los políticos y grandes detentadores del capital roban?, obviamente no; al menos, maticemos, al menos no lo son por lo que se entiende por latrocinio de forma ilegal (el otro, el legal, me temo que es mucho más dañino). Lo que sí digo es que, desde esa transacción tan maravillosa hacia la democracia hace casi 50 años, no ha habido ninguna fuerza política parlamentaria que haya denunciado claramente, y mucho menos combatido, la corrupción. Es posible que la misma, pasada además por casi cuatro décadas de cruenta dictadura, sea una herencia histórica, pero como mayor motivo para desenmascarar los entresijos corruptos del sistema rompiendo con el pasado. Y esto no lo va a hacer ningún partido en el poder, ni clase dirigente alguna. Como parece que en este inefable país no tenemos ni un asomo de memoria histórica, y gran parte de la población es sumamente manejable en función de cuáles sean nuestras simpatías políticas, pues alguien se echa las manos a la cabeza con los nuevos casos de corrupción del gobierno (comisiones y financiaciones ilegales, ¡qué sorpresa!). Oxigenemos el cerebro y hagamos un poquito de historia. Cuando el falsario e inicuo Felipe González llega al poder en 1982 anuncia medidas contra la corrupción de los que le precedieron, algo de las que por supuesto nunca se supo demasiado como de tantas otras promesas vacías. Dejaremos hoy un lado todas las cabronadas que los supuestos socialistas hicieron en el poder, aunque mencionaremos brevemente para los que quieran seguir pensado que fue una creación de la derecha, la reconversión industrial, la entrada en juego de las multinacionales y el comienzo de las privatizaciones de bienes públicos, y vamos a centrarnos en la corrupción (aunque, por supuesto, todo esté relacionado).
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