En el número anterior, comenzamos nuestra entrevista al sociólogo jurídico Daniel Jiménez Franco (@unenormecampo en Twitter) preguntándole por el origen y la finalidad de las prisiones en el sistema capitalista. Este mes dejamos de lado la cuestión carcelaria para preguntarle por otros temas sobre los que ha escrito en diversos artículos y libros a lo largo de los últimos años: la transformación de su ciudad (Zaragoza) y el deterioro de los servicios públicos, la represión a activistas y personas migrantes y la denuncia de la tortura o violencia institucional. Todos sus escritos los podemos encontrar en Un Enorme Campo.
Leer a Dani Jiménez Franco – autor de obras como Trampas y Tormentos(2015) y Mercado-Estado-Cárcel en la democracia liberal española (2016) – siempre es muy enriquecedor. En su página web (Un Enorme Campo) tenemos acceso a muchos de sus artículos (incluido uno que ya publicamos en este periódico hace dos años), entrevistas, charlas, traducciones (es muy activo en este campo, traduciendo a autores extranjeros al castellano), su tesis e, incluso, a algunos de sus libros. Por ello, poder entrevistarle y profundizar en algunas de las cuestiones que analiza en sus textos ha sido un placer para nosotras.
Hace unos días leía un artículo de alguien en las redes del Colapso Energético. El autor o autora (en el anonimato) manifestaba que era ingeniero, y que por su oficio y experiencia, podía prever una serie de acontecimientos ineluctables: agotamiento de energía, metales raros, agua escasa, problemas financieros de inflación, encarecimiento de todo, crisis económica, desabastecimiento… Se resumía el panorama en lo siguiente: Algo muy gordo y muy chungo, va a pasar.
Estaba hablando de la Condicional. A lo que voy: las Juntas de Vigilancia Penitenciaria deniegan los permisos a los reos, aunque tengan derecho a ello, y le mandan la papeleta al juez para que sea él quién lo suelte si quiere. El juez con el dictamen negativo, se marea mucho antes de dejar suelto a un preso el fin de semana para que vea a sus hijos, porque anda con la paranoia mediática. Porque si en el transcurso de los miles de permisos que se dan, algún penado viola a una persona, personajes miserables cuentan el caso con pelos y señales, trasmitiendo mensajes de miedo, odio y venganza.
Hace unos días manifestaba que escribiría algo sobre las alternativas a la locura carcelaria que nos invade, y la verdad me está resultando muy difícil. Por un lado los anarquistas deseamos abolir el sistema carcelario sustituyéndolo por una sociedad igualitaria etc (1). Esa es nuestra alternativa utópica. Por otro es que resulta que las alternativas realistas al encierro las plantea el propio Estado desde el siglo XIX.
Quienes siendo de izquierdas, manifestaban que la hipocresía de la UE era tremenda y que no se hablaba de la guerra en otras partes del mundo, que las hay a porrillo, pueden sentirse aliviados. Ya casi no se habla de Ucrania. No acapara primeras páginas. Shakira y su canción sobre Piqué tienen mucha más audiencia. ¿Nuevo truco diabólico de los EE.UU.? Haya pues, paz. Ucrania poco a poco se está convirtiendo en un conflicto crónico, y saldrá en los periódicos de forma esporádica, cuando se produzca algún desastre monumental.
No es mi intención intervenir en la polémica que está copando espacios en los medios de comunicación estos días de noviembre: me refiero a la reducción de penas para algunos agresores sexuales como consecuencia de la entrada en vigor el mes pasado de la conocida como «Ley del solo sí es sí». La Ley impulsada por Irene Montero desde el Ministerio de Igualdad ha propiciado estos días silencios y comentarios diversos dentro y fuera del Gobierno de coalición y declaraciones de la titular de Igualdad en el sentido de que había jueces que «estaban incumpliendo la ley por machismo».
Había mucha expectación para ver la última película de Alberto Rodríguez, Modelo 77. Tengo que decir que este director es para mí es uno de los más interesantes en la actualidad, y ahí está su filmografía para demostrarlo, donde ya había tocado de manera muy crítica la historia reciente de este país. Ahí están películas tan notables como Grupo 7, La isla mínima o El hombre de las mil caras, donde bajo el formato de policiacos o thrillers se denuncia una determinada realidad social y política de un país con demasiadas costuras.
Leo un pequeño artículo de Errico Malatesta, de 1922, sobre la cocaína y de cómo, a pesar de las leyes severas o quizá a causa de ellas, su consumo se extendía cada vez más por Europa y América. Como buen ácrata, el bueno de Errico señalaba que jamás la ley, por bárbara que sea, ha servido para suprimir el vicio o el delito. Por el lado consumidor, cuanto más severa sea la restricción más se incrementará la atracción por el fruto prohibido, así como se producirá cierta fascinación por el riesgo subyacente. Por otro, como factor añadio que hace inútil esperar solución alguna de la prohibición, los negociantes y especuladores de la droga verán su avidez de ganancia incrementarse a medida que crezca la ley. Hace ya un siglo que un anarquista pedía no ilegalizar el uso y comercio de la cocaína y, además, dejar libres la expendedurías en las que dicha droga sea vendida a precio de costo o incluso por debajo de él; paralelamente, se daría toda la información sobre las consecuencias del consumo de la cocaína y no podría haber propaganda en contra al no haber nadie que encuentre ganancia en ello.
En el madrileño barrio de Lavapiés, existe una plaza con el nombre de Xosé Tarrío; esta vez, el nombre no lo ha elegido el Ayuntamiento de turno, sino la propia gente en oposición, como no puede ser de otra manera, a los que mandan y deciden el diseño urbano. Para los que lo desconozcan, Tarrío, ya fallecido, fue un activista anticarcelario de ideas libertarias; su origen fue muy humilde y conflictivo, en un barrio deprimido de La Coruña. Los graves problemas familiares y sociales le llevaro a pasar gran parte de su infancia y adolescencia en internados y reformatorios, de los que escapaba con frecuencia. En 1987, debido a un pequeño robo que llevó a cabo por su adicción a la droga, ingresó en prisión para cumplir una pena de dos años, cuatro meses y un día; su condición rebelde llevó a que esa condena se extendiera a nada menos que 71 años de condena, además de pedírsele un centenar más de años y ser catalogado como preso especial FIES. Recuerdo haberme impresionado hace años con la lectura del libro de Tarrío, Huye, hombre, huye, donde describe la condición de este régimen como una cárcel aún más terrible dentro de la cárcel; no pocos colectivos y personalidades han denunciado esta situación, como un castigo y tortura añadidos a los presos, y ha pedido su eliminación.
Un espacio en la red para el anarquismo (o, mejor dicho, para los anarquismos), con especial atención para el escepticismo, la crítica, el librepensamiento y la filosofía en general