El auge de la extrema derecha y del totalitarismo están poniendo en peligro los derechos humanos, los derechos constitucionales y las legislaciones sobre derechos de las mujeres. Sin embargo, esta seria amenaza no es por donde encaminaremos este texto. Los derechos hace tiempo que hacen aguas por otros motivos que nada tienen que ver con las posiciones políticas de la extrema derecha, sino con su propia naturaleza.
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Orgullo (crítico)
De higos a brevas, uno tiene la insana costumbre de departir, incluso de forma cordial, con el vulgo. Consecuentemente, uno tiene que escuchar un volumen nada desdeñable de estupideces. Todos esos comentarios acerca de si es o no necesaria la celebración del Orgullo, además de irritantes per se , esconden una actitud repugnantemente reaccionaria a poco que profundicemos. Y, ojo, lo digo yo que soy extremadamente crítico con la festividad del Orgullo, pero debido a lo que se ha convertido, más folclórica y acomodaticia, que reivindicativa. En cualquier caso, no hace falta aclararlo, bienvenido sea que las personas pueden expresarse libremente por su condición como les salga de sus órganos sexuales. Volvamos a los comentarios imbéciles de los reaccionarios. Hace no tantos años, el poder se dignó reconocer ciertos derechos a las personas gais, entre los que se encontraba el del matrimonio. Uno, feroz opositor a toda atadura como buen ácrata nihilista, se pregunta quién puede a estas alturas ejercer semejante derecho, pero ese es otro tema. Algo tan elemental como esto, que todos, no importan nuestros gustos ni ideas, tengamos los mismos derechos, suscitó la reacción inmediata de nuestros nada queridos reaccionarios. Los abiertamente fachas, por supuesto, pero también de aquellos que forman parte de la masa gris, que torcían levemente el gesto o soltaban algún irritante chascarrillo. Seguir leyendo Orgullo (crítico)
Reflexiones sobre las propuestas anarquistas (o libertarias o autogestionarias o como queramos llamarlas)
Lanzo algunas reflexiones sobre las propuestas anarquistas en el siglo XXI, tratando de huir de tópicos y distorsiones, y recordando la visión libertaria sobre una autogestión social en la que, como no podría ser de otra manera, la solidaridad es un valor innegociable. Nunca esta de más, visto lo visto, aclarar muchísimas cosas acerca del anarquismo, por supuesto sin que mis palabras se tomen de modo definitivo (simples reflexiones basadas en un conocimiento, por supuesto limitado, pero siempre realizadas ante un horizonte libertario). Hay que aceptar que, si somos estrictos con la etimología de la palabra anarquismo («ausencia de principio»), el tema parece invitar de entrada a la polémica. Como es lógico, el anarquismo no niega en ningún caso el poder, sino la concentración del mismo; ni siquiera puede decirse que se esté en contra del poder político, sino del Estado, es decir, de aquella concentración de poder que supone una división tajante entre el que manda y el que obedece. Lo mismo ocurre con la idea de autoridad, que no es negada por el anarquismo, ya que reconoce una autoridad natural basada en el saber y en la capacidad de los individuos.
¿Superioridad moral?
n tipo apellidado Rufián espeta en el Congreso, a propósito de los casos de corrupción recientemente desvelados en torno al Gobierno, algo así como que «la izquierda no puede robar». Cuando lo dice, de forma evidente, señala a la bancada de la derecha y viene a significar que lo lógico es que ellos sean los únicos corruptos. Esto, además de un maniqueísmo pueril, contradice la más elemental evidencia empírica: los casos de corrupción de la izquierda parlamentaria no son nada nuevo en este inefable país como señalé en la entrada anterior de este magnífico blog. Se me dirá que qué clase de izquierda es esa que roba, junto a todas las justificaciones habidas y por haber para demostrar que los malos son los otros, pero lo cierto es que las simplistas palabras de Rufián aludían, me temo, a dos bloques prácticamente monolíticos en el arco parlamentario. Por un lado, pretendiendo ser muy crítico con el presidente del Gobierno y su partido («resulta intolerable que vosotros, que formáis parte de nuestro bando progresista, robéis también», quiero entender yo), y por otro tratando de evidenciar la ya manida supuesta superioridad moral de la izquierda. Esta actitud saca de quicio a algunos elementos de derecha, algo que no termino de entender y más bien demuestra su pobreza moral evidenciando tal vez que los otros tienen algo de razón. Me explico. En primer lugar, como ya he apuntado en no pocas ocasiones, diré que urge hoy en día, bien entrado el siglo XXI, actualizar los conceptos izquierda y derecha; no obstante, vamos a aceptar que existe todavía, aunque sea como residuo de un mundo de antaño, un imaginario político a uno u otro lado.
Seguir leyendo ¿Superioridad moral?¿Nuevos casos de corrupción? ¡Qué extraño!
Podría decir que la corrupción es inherente al poder, sobre todo a nivel moral, pero temo generalizar en exceso. Podría decir que la corrupción es inherente al Estado y ya la evidencia empírica me ayuda bastante. Podría decir, de forma obvia, que el sistema capitalista es eminentemente corrupto y… ¡qué queréis que os diga! ¿Estoy diciendo que todos los políticos y grandes detentadores del capital roban?, obviamente no; al menos, maticemos, al menos no lo son por lo que se entiende por latrocinio de forma ilegal (el otro, el legal, me temo que es mucho más dañino). Lo que sí digo es que, desde esa transacción tan maravillosa hacia la democracia hace casi 50 años, no ha habido ninguna fuerza política parlamentaria que haya denunciado claramente, y mucho menos combatido, la corrupción. Es posible que la misma, pasada además por casi cuatro décadas de cruenta dictadura, sea una herencia histórica, pero como mayor motivo para desenmascarar los entresijos corruptos del sistema rompiendo con el pasado. Y esto no lo va a hacer ningún partido en el poder, ni clase dirigente alguna. Como parece que en este inefable país no tenemos ni un asomo de memoria histórica, y gran parte de la población es sumamente manejable en función de cuáles sean nuestras simpatías políticas, pues alguien se echa las manos a la cabeza con los nuevos casos de corrupción del gobierno (comisiones y financiaciones ilegales, ¡qué sorpresa!). Oxigenemos el cerebro y hagamos un poquito de historia. Cuando el falsario e inicuo Felipe González llega al poder en 1982 anuncia medidas contra la corrupción de los que le precedieron, algo de las que por supuesto nunca se supo demasiado como de tantas otras promesas vacías. Dejaremos hoy un lado todas las cabronadas que los supuestos socialistas hicieron en el poder, aunque mencionaremos brevemente para los que quieran seguir pensado que fue una creación de la derecha, la reconversión industrial, la entrada en juego de las multinacionales y el comienzo de las privatizaciones de bienes públicos, y vamos a centrarnos en la corrupción (aunque, por supuesto, todo esté relacionado).
Seguir leyendo ¿Nuevos casos de corrupción? ¡Qué extraño!Miedos y temores, con razón o sin ella
Me cuentan que Rusia se vio obligada (1) a invadir Ucrania, ante la agresión de la OTAN que se expandía hasta sus fronteras, y me vienen a decir que la OTAN y sus aliados, planeaban una agresión a gran escala contra la Federación Rusa, y Rusia tuvo que defenderse. Y ante esto yo pensé… ¿Es posible una guerra napoleónica, teniendo en cuenta que la Federación Rusa posee el arsenal de armas nucleares estratégicas y tácticas más grande del mundo?
Seguir leyendo Miedos y temores, con razón o sin ellaCreyentes, agnósticos y… ¡lúcidos ateos!
Ya he dicho en otras ocasiones que, de (muy) joven, pecados de juventud, fui un fervoroso creyente político. No en el sentido estrictamente religioso, pero viene a ser una cosa muy parecida para el asunto que nos ocupa. En mi caso concreto, terriblemente escorado a la izquierda en mis años mozos, la creencia consistía en confiar en el sistema electoral para cambiar las cosas (a mejor, se entiende). Tengo que decir, dejando a un lado todo asomo de modestia, que ello no me hizo caer en ninguna suerte de papanatismo, ni abrazar dogma alguno (cosas, con frecuencia, sumamente equiparables). A pesar de eso, como a todo creyente de cualquier pelaje y nivel, me otorgaba una dosis nada desdeñable de tranquilidad existencial, que ahora ni tengo ni busco. La cuestión es que, con los años, mi ateísmo político se ha ido incrementando sin que, y aquí es donde empiezo a hablar un idioma desconocido para gran parte del personal, me haya convertido en una especie de pasota ni en un sinvergüenza (al menos, no para una determinada visión de las cosas alejada de la reacción). En lugar de este último y despectivo apelativo, iba a emplear el de «cínico» en su acepción más vulgar, pero tengamos un respeto por esta escuela de filósofos, nada carentes de vergüenza en el peor sentido, y sí excéntricos y escépticos sobre las convenciones sociales. Sí, también soy orgullosamente cínico en ese sentido.
Seguir leyendo Creyentes, agnósticos y… ¡lúcidos ateos!La gestión de las catástrofes y la posibilidad autogestionaria
Recientemente, ha habido una huelga general en el País Valenciano, comunidad regional de este indescriptible Reino de España, que se ha descrito como convocada específicamente «contra Mazón». Y es posible que así sea. No obstante, los libertarios por lo general, aunque se hayan sumido a la jornada, de manera lógica trataron de incluir su mensaje en pro de la autogestión. Desconozco si con otro tipo de administración gobernando la comunidad (un pequeño Estado, al fin y al cabo) la cosa hubiera sido muy diferente, y es cierto que la actitud del todavía presidente comunitario fue repulsiva e irresponsable antes y durante la catástrofe. Ignoro también el grado de responsabilidad en la gestión que pudo tener la administración central de este inefable país (el Estado, vamos), que alguna seguro que tiene. Sea como fuere, ante el desastre de la gestión central y jerarquizada, yo insistiría en la posibilidad autogestionaria frente a cualquier sospecha de, meramente, ser contra un gobierno en concreto (o, aún peor, contra un fulano en concreto, como si quitando un gobernante y poniendo a otro se solucionaran todo los males). Resulta comprensible la indignación ante actitud chulesca y manifiestamente autoritaria de algunos gobernantes, especialmente de la derecha, pero los males del sistema no se reducen a ellos, a pulir un poco las formas para que todo luego, más o menos, siga igual.
Seguir leyendo La gestión de las catástrofes y la posibilidad autogestionariaPolíticos: ¿gente encantadora?
Uno de los ¿argumentos? que emplea la izquierda para –de alguna manera–, ¿explicar? que la Federación Rusa invadiera Ucrania en 2022, se encuentra en la expansión de la OTAN hacia la frontera Rusa. O sea: la OTAN traiciona a Rusia, y ante este acto malvado, Rusia se defiende del ataque de la OTAN.
Menuda pamplina.
Seguir leyendo Políticos: ¿gente encantadora?Festivales del eurohorror
Recientemente, me encontré paseando por el centro de la capital de este inefable Reino de España, una manifestación plagada de banderas azules con unas cuantas estrellas doradas dispuestas en círculo. Mi muy consecuente horror, de encomiable naturaleza ácrata y nihilista, a todo estandarte, enseña, pendón o derivados, no me impidió reconocer el distintivo de la vieja, y a menudo mezquina, Europa. Al parecer, los que allí se congregaban, no sé muy bien convocados por quién, reivindicaban el supuesto sentido original de solidaridad y armonía entre los pueblos europeos. Mi superficial aspereza no me impidió ver, estoy casi seguro, que los que allí concurrían confiaban ingenuamente en la retórica habitual democrática de los que detentan el poder en el viejo continente. Por democracia, podemos precisar, entendemos una serie de libertades formales, unos derechos elementales garantizados, la separación de poderes y, por supuesto, la representación ciudadana en forma de administraciones de gobierno. Claro, los Estados que forman la Unión Europea representan esos admirables valores, que por supuesto sirven de férreo muro (real o simbólico) frente todos aquellos desgraciados que pretenden acceder procedentes de países sin civilizar. Podría ponerme lúcidamente anárquico y aclarar que la libertad debería ser un concepto mucho más complejo que solo lo aparente, que los derechos no se otorgan (se conquistan en lo social), que el objetivo no es solo dividir los poderes (por otra parte, una falacia), sino diluirlos todo lo posible, en aras de que la acción directa sustituya a esa forma de dominación que denominan representación.
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