Con permiso de Antonio López Campillo y Juan Ignacio Ferreras, autores del libro con el mismo título, sintetizamos algunas ideas presentas en él con las que no podemos estar más de acuerdo.
Con permiso de Antonio López Campillo y Juan Ignacio Ferreras, autores del libro con el mismo título, sintetizamos algunas ideas presentas en él con las que no podemos estar más de acuerdo.
Hace muchos años, discutiendo estas cosas de la religión y manifestándome abiertamente ateo, me comentó mi interlocutor, que se llamaba… Se me ha olvidado. La cuestión es que me aseguraba que yo era un creyente, ya que tomaba partido por algo que no podía ser demostrado, esto es, la inexistencia de Dios. O sea, que de Dios no se puede demostrar ni que exista ni que no exista. Y si yo digo que no existe, soy tan creyente como uno que se lee la Biblia al revés. La postura racional para mi amigo –dijo– era manifestar una actitud de ni creer ni de no creer, es decir, esperar al momento de la muerte que es cuando se resuelve el dilema.
Seguir leyendo Ateos y agnósticosLe estuve llamando un par de semanas y ya me estaba oliendo mal el tema. Con un breve mensaje de güasap la mujer me responde ayer que «Juan ya no está entre nosotros, se ha ido». ¿Y cómo es posible, cuando hace apenas un mes estaba tan contento, recientemente jubilado, con una escueta pensión, y pensando hacer un viaje a Toledo –el primero de su vida– con su mujer? ¡Si hasta había dejado de fumar y respiraba mejor! Te queda un sentimiento de… ¿Desolación?
Seguir leyendo En la Nada, el TodoNo soy muy original, la verdad, al formular dicha pregunta, ¿Por qué los ateos hablamos de Dios? Recuerdo alguna discusión, en cierto ámbito ateo (y, supuestamente, librepensador) en el que alguno sostenía que lo único que nos vinculaba a los ateos era la no creencia en Dios (o en cualquier tipo de dioses o deidad). De acuerdo, el asunto era técnicamente correcto, pero la mayor parte de los ateos, Seguir leyendo ¿Por qué diablos hablamos tanto los ateos de Dios?
Seguir leyendo El ateísmo contra el pensamiento religioso: los orígenes
Hay una frase atribuida a Albert Einstein: «Si la gente es buena solo porque teme el castigo y espera una recompensa, somos efectivamente un grupo lamentable». Aunque temamos caer en la simplificación, puede que ésta sea una de las claves del pensamiento religioso en lo que atañe a la moral, un comportamiento correcto se realiza para obtener ciertos beneficios (en el caso que nos ocupa, sobrenaturales). Desde este punto de vista, el ser humano necesita la religión, o cree necesitarla, para comportarse correctamente, aunque la vigilancia al respecto suele ser muy terrenal para justificar la existencia del Estado. Richard Dawkins, de forma muy irónica, afirma que se suele decir que la gente necesita religión, cuando en realidad lo que necesita son policías. Por supuesto, en ambos casos se trata de una visión simplista y hay que observar los factores determinantes, todos muy humanos.
Seguir leyendo Ateísmo, moral y concienciaIdentificar mero ateísmo con librepensamiento nos conduce a no pocas objeciones y problemas. Hay que distinguir entre la figura de un librepensador, propia de los siglos XVIII y XIX y lo que hoy podemos considerar que eso significa. Creemos sinceramente, y de una manera también ferozmente autocrítica, que desde posiciones ateas, lo que entendemos por un movimiento ateo combativo con la religión y más o menos organizada, se produce con cierta asiduidad esa ambivalencia de pretender ser progresista y librepensador y hacerlo únicamente desde posiciones, quizá no superadas, pero sí necesitadas de ser puestas al día conforme a nuevos discursos que resultan de lo más cuestionables.
La relación de Proudhon con la religión es, tal vez, algo ambigua. Parece ser que Daniel Guerin llegó a decir que el pensador francés no se liberó nunca por completo de su formación cristiana. Una obra como Proudhon y el cristianismo, de Henri de Lubac, Seguir leyendo Proudhon y la religión: Dios es el mal
Hay personas que confunden la crítica, en mi caso, tan feroz como razonada, con una suerte de censura, motivos ocultos, manía antialgo e incluso, abundaremos en ello más adelante, con una persecución represiva y violenta. Voy a dedicar mi (sobradamente) lúcida columna de hoy, como se ve en el título, a una cuestión religiosa muy concreta, pero extiendo el razonamiento a cualquier otro ámbito. Insisto, cuando uno se muestra razonable y radicalmente crítico, algo que me parece indispensable para el avance hacia alguna parte (vamos a presuponer que es hacia adelante), gran parte del personal tuerce el morro y se queda observando el dedo que señala sin atender a argumentos sólidos ni profundización alguna. Es una tendencia obvia, del ser humano, el acomodo intelectual (y moral), y la clase dirigente siempre se aprovechará de ello con discursos básicos, vacuos o manidos, si no directamente falacias. Es más, creo que el autoritarismo y la violencia están tan arraigados en el vulgo que, como ya insinué al principio, si uno se declara sin ambages anticlerical inmediatamente muchos lo identifican con comerse a los curas y quemar iglesias. En otras palabras, que si te muestras contrario a una determinada organización, y a la clase mediadora (por lo tanto, autoritaria) que la sustenta, seguro que eres un elemento violento.
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Seguir leyendo El materialismo de Bakunin o el verdadero idealismo