Para el que no sepa a qué alude eso del imaginario social, yo le instruyo muy amablemente. Se trata de una teoría, con la que yo puedo estar muy acuerdo, según la cual el funcionamiento de nuestras sociedades se haría sobre la base de una serie de ideas y valores que tenemos los homo sapiens (dicho sea sin recochineo), sobre la capacidad simbólica que poseemos para luego dar lugar a las instituciones consecuentes. Obviamente, cuando esa potestad queda acaparada por un minoría, o a veces también por una mayoría (el papanatismo no conoce de números), es cuando nacen las instituciones coercitivas del Estado y, llamémosle por su nombre, se produce una oligarquía (aunque esté «legitimada» democráticamente). Los anarquistas, tan majos, lúcidos y éticos ellos, se esforzaron por transferir a toda la comunidad social esa capacidad decisión combatiendo de esa manera el poder colectivo concentrado en pocas manos, de ahí que sean un notable ejemplo a seguir. Obviamente, si uno se siente explotado u oprimido (¿no son ambas cosas muy parecidas?), debería generar un imaginario personal que diera lugar a otro tipo de sociedad en la que se hubiera erradicado la explotación u opresión. El problema se produce cuando alguien no tiene ni un ápice de conciencia sobre dicha condición suya, más bien se considera libre y feliz a pesar de las evidencias; parte del discurso oficial, a veces puesto negro sobre blanco en libros de autoayuda sin el menor asomo de vergüenza, es que podemos ser lo que queramos, también libres y felices (eso, a pesar de las tristes evidencias).
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Ateísmo, moral y conciencia
Hay una frase atribuida a Albert Einstein: «Si la gente es buena solo porque teme el castigo y espera una recompensa, somos efectivamente un grupo lamentable». Aunque temamos caer en la simplificación, puede que ésta sea una de las claves del pensamiento religioso en lo que atañe a la moral, un comportamiento correcto se realiza para obtener ciertos beneficios (en el caso que nos ocupa, sobrenaturales). Desde este punto de vista, el ser humano necesita la religión, o cree necesitarla, para comportarse correctamente, aunque la vigilancia al respecto suele ser muy terrenal para justificar la existencia del Estado. Richard Dawkins, de forma muy irónica, afirma que se suele decir que la gente necesita religión, cuando en realidad lo que necesita son policías. Por supuesto, en ambos casos se trata de una visión simplista y hay que observar los factores determinantes, todos muy humanos.
Seguir leyendo Ateísmo, moral y concienciaLa conciencia libertaria sobre el ser humano concreto
El capitalismo, (incuestionable para tantos), la sociedad de consumo (con su frívolo atractivo y sus vacuos valores) y la democracia representativa (con sus continuos e inefables salvadores) parecen haber seducido a la mayor parte de la sociedad. ¿Es posible una nueva conciencia libertaria y subvertir el estado de las cosas?
Seguir leyendo La conciencia libertaria sobre el ser humano concretoReflexiones en torno a la conciencia
Si no reflexionamos de modo amplio sobre lo que llamamos conciencia, sin dogmas, rigidez ni determinismo alguno, difícilmente podemos ampliar el horizonte de nuestra existencia, cambiar nuestra condición, individual y social, ni dar un sentido a nuestros propios actos.
La transformación social y el progreso
(La idea de progreso es indisociable de la idea de transformación social y, desde los comienzos de la Revolución Industrial, el Progreso –con mayúscula- se vuelve un concepto central, para el capitalismo y las luchas sociales, como acumulación ilimitada de las fuerzas productivas o económicas… Una coincidencia que será decisiva para la integración de la clase trabajadora al sistema de producción o económico capitalista.)
Memoria histórica y conciencia transformadora, tan necesarias
Como llevamos casi tres meses sin gobierno formado (no, no lancemos la campanas al vuelo, el sistema económico y las fuerzas de «seguridad» siguen haciendo su función), tal vez sea hora de hacer un pequeño análisis del estado de la sociedad y de la nación (esa, llamada España). Como es de suponer, la intención será que la visión sea libertaria, pero conformémonos de momento con que tenga un prurito progresista y mínimamente transformador (ya que en la izquierda y derecha parlamentaria, junto a ese híbrido ambiguo llamado «centro», suele brillar por su ausencia).
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