Hay quien me acusa, no sin cierta razón, de utilizar un tono visceral en los escritos plasmados en este blog. Qué le vamos a hacer, coherentemente, la actualidad política le revuelve a uno las tripas, se produce cierta actividad de regurgitación y las consecuencias son obvias. También se me espeta, con cierto tono admonitorio, que soy excesivamente destructivo, que yo creo que viene a significar que me excedo con la crítica (lo cual, dicho sea de paso, para mí es todo un elogio). Cierto es que el que suscribe se pasa en su enjuiciamento de la realidad y, muy probablemente, uno quiera compensar, reconozco que con una dosis de soberbia y ambición nada desdeñables, la más que lamentable ausencia de pensamiento crítico de gran parte del personal. Y es que la especie humana, junto a la consecución de algunas cosas memorables, todo hay que decirlo, tiene una irritante tendencia hacia el borreguismo y, consecuentemente, a la creencia en cualquier majadería. Sobre la actitud borreguil, poco hay que opinar, desgraciadamente está demostrado que si la mayoría del rebaño realiza cierta actividad, por poco sentido que tenga, un gran porcentaje va a realizar lo mismo (por no sé qué narices de miedo al rechazo social, creo que dice la disciplina esa de la psicología social). No desesperemos, tal vez a los miembros de algún grupo les dé por respetar su propia individualidad, pensar por sí mismos, y el resto del rebaño, aunque sea por mímesis, lo acabe haciendo también.
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